¿Es importante impactar?
Un orador experimentado dice cosas inolvidables. No pierde tiempo palabreando sobre cosas irrelevantes. Por eso, el primer impacto es crucial en sus discursos. Si los diluye con un saludo, rodeos o anticipos, pierde una magnífica oportunidad.
¿No te ha sucedido que suele venir a tu memoria algo que sucedió una vez o algo que alguien dijo una vez y el dato se te quedó grabado a pesar de que solo ingresó a tu mente una vez. ¿Por qué? ¿Cómo fue posible?
Fue porque todo lo que nos resulta significativo, es decir, aquello que de alguna manera nos causa una impresión profunda, se entreteje o emulsiona con otros recuerdos (un contexto) y regresa vez tras vez a nuestra mente aunque conscientemente no tengamos intención de recordarlo. ¿Cómo podemos aprovechar esa facultad de la memoria, es decir, todos los tipos o compartimientos de la memoria, tanto de la nuestra como la de nuestros oyentes?
Por definición general, impactar es causar un choque o golpe sobre un objeto o superficie. Pero en sentido figurado significa dar con fuerza en la mente y corazón de los oyentes con gestos, actitudes, apoyos visuales o audibles, o mejor audiovisuales que confluyen, sorprenden, impresionan o desconciertan. Solo así arraigan en la memoria.
De modo que debes asegurarte de que tus oyentes están sincronizados contigo. De lo contrario, no entenderán lo que digas.
Hablo de retener más cosas en tu memoria y en la de tus oyentes: a) De la necesidad de que recuerdes las ideas principales de tu discurso al momento de presentarlo, y b) de la necesidad que tienen tus oyentes de recordar dichas ideas despues para ponerlas en práctica cuando las necesiten.
¿Mejorar la memoria?
Ante todo, debes saber que la memoria no se puede mejorar. Lo que se puede mejorar es la habilidad para memorizar, es decir, el método, sistema o procedimiento que se usa para recordar la mayor cantidad de detalles.
Hay pianistas profesionales que se duchan con agua fría en momentos específicos de sus ensayos y aplican otras técnicas objetivas para fijar mejor en su memoria todo lo que necesitan para evocar las partituras durante el concierto.
Pero ¿acaso con eso logran que sus oyentes lo recuerden todo? ¡Ni aunque se bañen en el Ártico! En oratoria, el orador tiene realizar las acciones apropiadas para que sus oyentes memoricen lo que dijo. No se lo deja a ellos. Él tiene que ser quien cause la memorización de los puntos importantes. Lógicamente, quien va a una conferencia también hace su parte por recordar.
Si das un discurso de manera insípida, es decir, que nadie recuerda los puntos principales después de unos minutos, horas o días, ¿qué sentido tuvo darlo? ¿Es eso beneficiar al auditorio? ¡Debes hacerlo de modo que lo recuerden, de ser posible, toda la vida!
A veces me encuentro con un estudiante que tomó mi curso de oratoria o asistió a uno de mis seminarios, y me dice: "Siempre recuerdo tus mnemotecnias...". Pueden haber pasado diez o más años y aun así sonríe y dice: "Nunca las olvidaré".
Impactar, repetir y asociar
Un imagen hablada sirve mejor para memorizar una idea. Por eso a menudo uso un lenguaje figurativo para representar la técnica básica y causar una memorización:
Pero cuando hablo de impactar me refiero a hacerlo de modo que coadyuve al éxito de lo que dices, no al fracaso. Si impactas por decir un disparate, no solo habrás desperdiciado energía y recursos, sino tu imagen.
¿Y qué hay de repetir conceptos clave? Siempre tienes que dar énfasis a la idea que quieres que tus oyentes tomen en cuenta. Hazlo por medio de traerla a colación en momentos idóneos del discurso. Solo así la retendrán dándole atención especial y -lo más importante- la recordarán después. Tu discurso se habrá vuelto parte de su vida.
Pasemos a otro punto. ¿Qué hay de asociar o vincular los conceptos nuevos, difíciles, abstractos e importantes con conceptos que le son familiares al oyente? En eso radica la clave para que los evoquen más tarde, después de unos días y hasta por el resto de su vida.
También me gusta comparar un buen impacto con un injerto. Un injerto consiste en unir a cierta planta la yema de una planta diferente a fin de que brote una nueva, pero conservando algunas de sus características (A+B=C).
Cierta vez vi en Internet una asociación interesante. Entonces, tomé la imagen de un elefante y de una mariposa y las monté de manera que sus orejas parecieran las alas de una mariposa. Algo así tienes que hacer con tus ideas cuando expones en público. Debes Crear asociaciones impactantes.
¿Cómo crear asociaciones?
Creas asociaciones interesantes meditando profundamente en las cualidades de la idea que quieres representar. Por ejemplo, el concepto "nada es imposible" pretende transformar la imposibilidad en probabilidad. Pero es un concepto abstracto. No se puede imaginar.
Dale una equivalencia en la forma de una imagen, objeto, cuento, historia, suceso, color, sonido u otra cosa que se le parezca.
Por ejemplo, los elefantes con orejas de alas de mariposa no existen en la vida real. Es una imposibilidad. ¿Cómo hacer que lo imposible sea probable? ¡Imaginándolo o pintándolo, como en la foto!
Para que una asociación resulte apropiada, las cualidades, tanto de la idea abstracta como de la concreta, tienen que ser semejantes.
Recuerda esto: Sin impacto no entra nada, ni tampoco queda nada. Los impactos o impresiones causan chispas, por decirlo así, que encienden el interés de la mente y abren paso a las ideas importantes. Dejan un rastro que permite evocarlas después, ¡a pesar de que haya transcurrido mucho tiempo!
Hay impactos desagradables que se graban sin ningún esfuerzo de nuestra parte. Quisiéramos borrarlos y olvidarlos, pero no podemos. Hasta parece que cuanto más procuramos olvidar, más fuerte se graban. Y también los hay agradables, que se graban igualmente sin ningún esfuerzo de nuestra parte, y quisiéramos recordarlos, pero después de un tiempo se disipan y olvidan, y tenemos que hacer un esfuerzo consciente para traerlos a la memoria.
Por otro lado, hay impactos que evitamos porque nos desagradan. No queremos grabarlos. Hacemos un esfuerzo consciente para no memorizarlos. No quisiéramos esforzarnos después para borrarlos.
Y hay cosas interesantes, agradables o importantes que quisiéramos recordar toda la vida, pero incluso haciendo un gran esfuerzo por recordar, no lo conseguimos ¡aunque solo pasaron un par de minutos! Acabamos de despertar, pero el sueño se disipa rápido, como una niebla.
De eso hablo aquí ahora, es decir, del esfuerzo que a veces tenemos que hacer, tanto para recordar algo como para memorizarlo, y para que nuestros oyentes no lo olviden nunca.
Por definición general, impactar es causar un choque o golpe sobre un objeto o superficie. Pero en sentido figurado significa dar con fuerza en la mente y corazón de los oyentes con gestos, actitudes, apoyos visuales o audibles, o mejor audiovisuales que confluyen, sorprenden, impresionan o desconciertan. Solo así arraigan en la memoria.
¿Por qué sientes temor de acercarte a unos alambres pelados que cuelgan por ahí? Porque una vez sentiste un sacudón por tocar una conexión eléctrica. ¿Y por qué miras bien tu dinero? Porque quizás un día te dieron una moneda falsa o un billete falso.
No obstante, si hablamos de la memoria, ¿a qué nos referimos exactamente? ¿A nuestra capacidad para almacenar información? ¿A la habilidad para memorizar? ¿A la cantidad de datos que podemos evocar? ¿A la facultad de nuestros músculos u otras partes del cuerpo para reaccionar con reflejos condicionados?
Hay quienes afirman que la clave no está en memorizar. Otros van más allá y dicen que llegará el día en que la memoria quedará obsoleta. Pero mientras esa no sea la realidad, ¿qué piensas tú? ¿Cuál es tu percepción? Yo diría que, en oratoria, todo se debe explicar teniendo en cuenta el contexto de cada explicación.
Desde un punto de vista se podría decir que todos están equivocados, mientras que desde otro, están en lo correcto, y aún desde otro, que depende de las circunstancias u otros factores. ¿A favor de quién te pondrías?
Cada palabra tiene un significado, y hay algunas que tienen más de una acepción. Por ejemplo, la palabra "por" tiene más de veinte:
algo que falta (mucho por hacer)
causa o razón (cerraron por duelo)
como ejemplo (por ejemplo)
consecuencia (se estrelló por loco)
en favor de algo (lo haré por ella)
en vez de para (lo hizo por no fallar)
equivalencia (la oferta es dos por uno)
futuro (está por suceder)
inutilidad (lo hizo por gusto)
lugar (queda por el río)
manera (por las buenas)
medio (llamó por teléfono)
multiplicación (dos por dos son cuatro)
opinión (lo hizo por bueno)
orden (vamos por partes)
pasar a través (pasó por la ventana)
proporción (el diez por ciento)
sustitución (él lo hizo por Juan)
tiempo (por agosto o setiembre)
traer (fue por lana)
valor (por $100)
verificación (plato por plato)
De modo que debes asegurarte de que tus oyentes están sincronizados contigo. De lo contrario, no entenderán lo que digas.
Las ideas o acciones de un orador que no se entienden claramente solo serán tan útiles como unas migas de pan que dejaría como rastro sobre el camino por un bosque al avanzar. La ilusión de que sus oyentes recordarán lo que dijo se esfumará de la misma manera como si pretendiera desandar sus pasos por el camino, solo para descubrir que las aves se las comieron.
Desde 1979 usé la imagen de un martillo para explicar la necesidad de fijar las ideas en la memoria como si uno fijara algo con un clavo. Pero debido a que la agresividad ha cobrado cada vez más relevancia debido a la frustración que hay en el mundo, debo modificar la imagen por: "¡Graba una imagen!", que aunque más abstracta resulta más específica para evitar que se malinterprete.
Desde 1979 usé la imagen de un martillo para explicar la necesidad de fijar las ideas en la memoria como si uno fijara algo con un clavo. Pero debido a que la agresividad ha cobrado cada vez más relevancia debido a la frustración que hay en el mundo, debo modificar la imagen por: "¡Graba una imagen!", que aunque más abstracta resulta más específica para evitar que se malinterprete.
Hablo de retener más cosas en tu memoria y en la de tus oyentes: a) De la necesidad de que recuerdes las ideas principales de tu discurso al momento de presentarlo, y b) de la necesidad que tienen tus oyentes de recordar dichas ideas despues para ponerlas en práctica cuando las necesiten.
¿Mejorar la memoria?
Ante todo, debes saber que la memoria no se puede mejorar. Lo que se puede mejorar es la habilidad para memorizar, es decir, el método, sistema o procedimiento que se usa para recordar la mayor cantidad de detalles.
Hasta podríamos decir que no necesitamos tanta memoria. Lo que necesitamos es mejorar nuestro sistema para memorizar, también llamado mnemotecnia, y la mnemotecnia o técnica de memorización comienza prestando atención a los detalles.
Si no hacemos un esfuerzo adicional para prestar atención a las cosas que percibe nuestra mente y a lo que ocurre en nuestro entorno, no recordaremos tanto como si prestáramos atención.
La famosa Maestra de Ajedrez Zsuzsa Polgár puede reconocer patrones de movimientos en 0.8 segundos gracias a una preparación extraordinaria. Y está convencida de que con un entrenamiento apropiado casi cualquiera podría desarrollar una habilidad parecida. Pero estudios científicos han demostrado que para otros asuntos, el cerebro de Zsuzsa no parece ser muy diferente del de una persona promedio.
Hay pianistas profesionales que se duchan con agua fría en momentos específicos de sus ensayos y aplican otras técnicas objetivas para fijar mejor en su memoria todo lo que necesitan para evocar las partituras durante el concierto.
Pero ¿acaso con eso logran que sus oyentes lo recuerden todo? ¡Ni aunque se bañen en el Ártico! En oratoria, el orador tiene realizar las acciones apropiadas para que sus oyentes memoricen lo que dijo. No se lo deja a ellos. Él tiene que ser quien cause la memorización de los puntos importantes. Lógicamente, quien va a una conferencia también hace su parte por recordar.
Si das un discurso de manera insípida, es decir, que nadie recuerda los puntos principales después de unos minutos, horas o días, ¿qué sentido tuvo darlo? ¿Es eso beneficiar al auditorio? ¡Debes hacerlo de modo que lo recuerden, de ser posible, toda la vida!
A veces me encuentro con un estudiante que tomó mi curso de oratoria o asistió a uno de mis seminarios, y me dice: "Siempre recuerdo tus mnemotecnias...". Pueden haber pasado diez o más años y aun así sonríe y dice: "Nunca las olvidaré".
Impactar, repetir y asociar
Un imagen hablada sirve mejor para memorizar una idea. Por eso a menudo uso un lenguaje figurativo para representar la técnica básica y causar una memorización:
- Impactar
- Repetir y
- Asociar
Pero cuando hablo de impactar me refiero a hacerlo de modo que coadyuve al éxito de lo que dices, no al fracaso. Si impactas por decir un disparate, no solo habrás desperdiciado energía y recursos, sino tu imagen.
¿Y qué hay de repetir conceptos clave? Siempre tienes que dar énfasis a la idea que quieres que tus oyentes tomen en cuenta. Hazlo por medio de traerla a colación en momentos idóneos del discurso. Solo así la retendrán dándole atención especial y -lo más importante- la recordarán después. Tu discurso se habrá vuelto parte de su vida.
Si dices una sola vez la idea clave, sobre todo si no incluyes pausas de expectativa, de énfasis ni de cambio de pensamiento, como explico en el apartado "velocidad", y además si hablas muy rápido, no darás en el clavo aunque tengas muy buena pronunciacion y proyectes una imagen impecable.
Eso se debe a que un río o avalancha de palabras tiende a hartar, máxime si se nota que te quedas sin aire por hablar demasiadas palabras de una vez. Pero el cerebro necesita enfocar bien.
Hablar demasiado rápido y sin pausas de comienzo a fin de un discurso es como embutir la comida a un niño sin darle tiempo a tragar. Termina rechazando la cuchara. No asimila muy bien la presentación del discurso.
¿Pero qué tiene que ver eso con la repetición? La repetición de los conceptos clave no solo ayuda a la memorización. Repetir consolida la memoria y todo lo que se aprende.
Un orador que habla demasiado rápido y sin pausar ni repetir los conceptos clave, no ayuda a sus oyentes a retenerlos en la memoria, y al no consolidarlos, se olvidan. El discurso se va al agua.
Si sus ideas fluyen velozmente, de modo que cambian de una a otra a vuelo de cohete, queda muy poco sedimento que recordar. Hablar muy rápido, sin pausas ni repeticiones es una marca de alguien que no ha analizado el efecto general de su estilo apresurado. No está mostrando empatía con sus oyentes, cuya mente necesita un brake para consolidar.
Un mayor problema es que podría enviar el mensaje de que le importa poco que sus oyentes entiendan lo que dice. O sea, que no le interesa realmente.
Podría dar la impresión de que solo quiere cumplir con el compromiso de hablar o exponer su tema, pero que lo cierto es que preferiría no hacerlo; que no disfruta de comunicar lo que piensa y siente.
Sería semejante a una madre que va por un bosque con su niño de cuatro años, pero ella camina tan rápido que lo deja atrás. ¿Cómo reaccionará el niño? Probablemente se canse, caiga de rodillas, lo invada una sensación de fracaso y desolación y comience a llorar de solo pensar que no logra alcanzarla, que a ella no le importa llevarlo con él. En pocas palabras: no lo ama.
Es muy frustrante querer tomar apuntes o encontrar un texto en el documento al que hizo referencia, pero que no permita suficiente tiempo para que sus oyentes se mantengan a su paso.
En el otro extremo, desperdiciarás oportunidades si simplemente repites a cada rato palabras o frases que no vienen al caso y solo ensucian o enturbian el discurso (la común muletilla "¿no?", "no es cierto", "de acuerdo", "¿vale?", "realmente", "como vuelvo a repetir", "esteee", "ammm").
Si quieres que entiendan que el secretario recabó todas las firmas, no sería adecuado que digas: "El secretario ¿no? recabó todas las firmas".
En cierta ocasión conté unos diez "¿No?" en la intervención de un experto en comunicación. Fue cuando respondió a cierta pregunta que le hizo un oyente, y la respuesta sólo le había tomado unos treinta segundos.
Pasemos a otro punto. ¿Qué hay de asociar o vincular los conceptos nuevos, difíciles, abstractos e importantes con conceptos que le son familiares al oyente? En eso radica la clave para que los evoquen más tarde, después de unos días y hasta por el resto de su vida.
Debes incrustar el tema central de tu discurso en la mente de tus oyentes, y nada ni nadie debería poder sacarlo de allí a menos que les diera Alzheimer.
También me gusta comparar un buen impacto con un injerto. Un injerto consiste en unir a cierta planta la yema de una planta diferente a fin de que brote una nueva, pero conservando algunas de sus características (A+B=C).
Por decirlo así, el oyente injerta una de tus ideas (A) a una de sus ideas (B), haciendo brotar en su mente una idea nueva (C) y obtiene un cuadro más completo, entendible, interesante, fuerte, único, claro, profundo, innovador, creador, extraordinario, arriesgado o hasta revolucionario. ¡Provocas un giro, una mejor orientación en el mapa de su vida!
Si bien es cierto que se trata de una idea que injertas en un instante en tu discurso, procura que no sea simplemente el resultado de la improvisación ni la casualidad, sino de la reflexión. Un orador competente siempre procura ser proactivo en ese aspecto.
A veces tienes que pensar mucho hasta dar con LA IDEA que realmente sirve. Entonces, la pules y adecuas de modo que encaje en todo sentido con lo que quieres exponer. Además, tienes que imprimirla con un tinte emocional.
Si bien es cierto que se trata de una idea que injertas en un instante en tu discurso, procura que no sea simplemente el resultado de la improvisación ni la casualidad, sino de la reflexión. Un orador competente siempre procura ser proactivo en ese aspecto.
A veces tienes que pensar mucho hasta dar con LA IDEA que realmente sirve. Entonces, la pules y adecuas de modo que encaje en todo sentido con lo que quieres exponer. Además, tienes que imprimirla con un tinte emocional.
Principios que se combinan pueden crear sinergias muy interesantes. Son como ingredientes básicos de cualquier comida.
Por eso, el principio relacionado con la memoria le sirve de apoyo al primero [información], pero también al tercero [motivación] y al cuarto [entretenimiento], porque lo que más recordamos suele ser aquello que no solo entró a nuestra mente o cerebro a través de nuestros sentidos, sino que se entretejió en nuestras emociones, en nuestro corazón figurado.
Y por si acaso, hablar de los sentidos es más que hablar del sentido de la vista, del oído, olfato, tacto, etc. Por decirlo figuradamente, el mundo de los sentidos, o mejor dicho, el universo de variables de nuestros sentidos, parece infinito. De hecho, cuando vemos una pizza, no solo combinamos o asociamos lo que vemos con lo que olfateamos y gustamos, sino con todo un contexto, con los recuerdos relacionados con aquello que sentimos, con el ambiente, los colores, los buenos momentos y otras cosas.
No estamos siempre conscientes de todo lo que ingresa por nuestros sentidos, sobre todo tratándose de cosas rutinarias. Pero basta que algo o alguien lo resalte, y tomamos conciencia de ello.
Y no diremos menos del universo de emociones que se activan y combinan con dichos sentidos y recuerdos, experiencias, anécdotas, éxitos y fracasos, temores y corajes, etc. En un momento puedes estar feliz, hasta que ves el rostro de alguien que se parece a una persona que te hizo daño, o tal vez recuerdes que tienes que cumplir con cierta responsabilidad poco agradable.
Las emociones ayudan a memorizar. Recordamos mejor aquellas cosas que nos despertaron emociones. Es una prueba de que, aunque separamos los principios y cualidades de oratoria para dar atención a cada uno con el fin de explicarlos por separado, todo está interconectado, interrelacionado: mente y corazón figurativos, información y motivación, ideas y emociones, pensamientos y sentimientos, principios y cualidades.
Por ejemplo, cuando usé el caso de un injerto y te mostré un apoyo visual que lo ilustró, envolví tu mente, por decirlo así, de manera que te concentraras exclusivamente en lo que leías. Te dejaste llevar por la inspiración del momento, lo cual te despertó una emoción. ¡Tu mente se abrió. Sobre todo, se abrió tu corazón!
Es como practicar un corte cuidadoso a la planta y extraer el fragmento que contenga una yema adecuada. Solo entonces podrás implantar con éxito en otra planta el tejido vivo mediante hacerle un corte en la zona apropiada, asegurarla bien y esperar a que madure. Demanda trabajo meticuloso.
Tienes que seguir figurativamente ese proceso con cualquier idea que quieras que retengan: Impresionar, repetir y asociar. ¿Por qué?
La mente trabaja en cadena
Ten presente que la memoria trabaja en cadena. Allí arriba, en tu cerebro, todo está maravillosamente ordenado e interconectado. Añadir una idea es tan simple como añadir un nuevo eslabón. Pero debes hacerlo de manera apropiada. De lo contrario, será un eslabón aislado y finalmente olvidado.
En cierta ocasión en que realizaba cierta tarea rutinaria, de repente surgieron en mi mente las palabras "Von Bischoffshausen", como un flash.
¿Por qué? ¿Cómo fue posible? No sé. La actividad que estaba realizando en ese momento no tenía nada que ver con esas palabras. Tampoco había pensado intencionalmente en nada relacionado.
Pero recordé que era el apellido de cierto compañero del colegio. Había estudiado con él aproximadamente en la década del 50 ó 60. Pero no recordaba su rostro ni ningún otro detalle.
Quedé intrigado. Ahora, en 2016, conversando con un amigo de aquellos tiempos, le pregunté si recordaba a un tal "Von Bischoffshausen". Y me dijo: "¡Claro! Enrique Mulánovich Von Bischoffshausen". Entonces exclamé: "¡Claro, Enrique Mulánovich!".
¿Por qué no lo recordé por asociación de ideas? Siempre me acordaba de Enrique. Nunca lo olvidé. Pero no recordaba su segundo apellido, Von Bischoffshausen, hasta que este amigo me lo recordó.
Cuando aquel apellido saltó intempestivamente a mi mente mientras realizaba aquella rutina, no recordaba de quién se trataba. No había hecho ningún intento de pensar en ello. ¿Por qué saltó de repente a mi mente? No sé.
Pero cuando mi amigo dijo: "Enrique Mulánovich", toda la cadena se juntó en mi memoria más rápido que la velocidad de la luz. Fue cuando recordé que, efectivamente, Von Bischoffshausen era el segundo apellido de Enrique.
Recuerda: La memoria trabaja en cadena. Todos los eslabones están allí, y basta con recordar un detalle para que toda la cadena se active.
Allí arriba, en tu cabeza, tienes más que una cadena. Se trata de mapas o planos de ideas. La pregunta es: ¿a qué eslabón unirás aquello que quieras recordar? ¿En qué cajón de tu cerebro archivarás el dato que necesitarás dentro de un tiempo? ¿Y a qué eslabón de la memoria de tus oyentes unirás aquello que quieres que recuerden? ¿En qué cajón de su cerebro archivarán ellos el dato que les des?
Es interesante que, al principio, "Von Bischoffshausen" no me recordara a Enrique Mulánovich. Pero cuando mi amigo dijo: "Enrique Mulánovich" el nombre "Von Bischoffshausen" saltó inmediatamente a la orilla de mi memoria, ¡croando como un sapito!
¿Qué aprendemos de esto? Que una cosa no siempre evoca necesariamente a otra aunque ambas estén bien archivadas en la memoria. Tiene que haber algo que las vincule. En el caso mencionado, las recordé de modo que ahora estaré más consciente de ellas. Los conceptos quedaron fijados.
Igualmente, cuando hables en público, es a ti a quien corresponde fijar, encausar o dirigir el archivamiento de la idea. Si lo dejas a la casualidad, por defecto la archivarán instintivamente en el lugar que mejor les parezca. No debes permitir que eso suceda. Ellos deben archivarla donde tú quieres que la archiven.
Si no asocias bien el concepto, tampoco lo evocarán cuando lo necesiten. Tienes que asociar la idea con algo que ya está en la mente de tus oyentes, algo que para ellos sea familiar.
Yo tenía en mi memoria tanto a "Von Bischoffshausen" como a "Enrique Mulánovich", pero necesité un factor adicional que los juntara. Ese factor fue nuestro amigo en común.
Pero ¿cómo saber lo que hay en el cerebro de tus oyentes, a fin de hacer las asociaciones? ¡Fácil!
Asocia la idea con cosas comunes a los seres humanos. Aunque no tengas todos los detalles, puedes intuir, por ejemplo, que tienen la necesidad de alimentarse, de beber, divertirse, descansar, aprender, expresarse, quejarse, exigir, que se les haga justicia, satisfacer cierta curiosidad, etc. La lista es interminable.
Eso significa que, ya se trate de ideas viejas o nuevas, puedes adherirlas a las que son comunes a casi todas las personas.
Por ejemplo, en este preciso momento, aunque tus ojos están concentrados en estas líneas, todo lo que está ocurriendo en tu entorno está siendo grabado automática e instintivamente por tu cerebro, como si se tratara de una cámara de seguridad.
Cada segundo ingresa a tu mente una millonada de datos a través de tus sentidos. No solo aquello que atrapa tu atención.
Sin embargo, aunque no todos afloren después a tu conciencia, todos quedan archivados en algún lugar de tu mente.
Por eso, para que tus oyentes recuerden la idea, tienes que causarles una fuerte impresión en su propia mente, asociando el asunto con ideas que ya están allí, y luego repetir la impresión varias veces, hasta que se grabe, como si fuera, con letras de fuego.
Pero primero tienes que realizar el proceso en tu propia mente, a fin de recordar bien. Entonces puedes hacerlo con tus oyentes durante el discurso.
Sin impacto, repetición y/o asociación no facilitas el recuerdo ni la consolidación. Hay impactos que son tan fuertes que no necesitan más, ni siquiera repetirlos. Son tan fuertes que se graban por sí solos y nunca se olvidan. Otros necesitan el refuerzo de una asociación mental, sobre todo si quieres que un proceso se convierta en reflejo condicionado.
Es cierto que el cerebro archiva todo instintivamente donde le parece más conveniente, porque se trate de una función automática. Pero cuando hablas en público puedes -y debes- facilitarle a tus oyentes el esfuerzo de memorizar por medio de impactar, repetir y/o asociar la idea que deben recordar. Ellos no lo harán por sí mismos.
Si no diriges creativamente la mnemotecnia durante el discurso, tal vez se graben muchas cosas en su memoria, menos las que realmente deban recordar.
¿Y qué hay de los adjetivos hostiles?
Evítalos. Los adjetivos hirientes, así como los agravios, la burla, las bromas pesadas y el sarcasmo cruel, causan impactos emocionales muy desagradables y se graban en la memoria del organismo permanentemente, trayendo consigo constantes recuerdos amargos.
Hay bromas, exabruptos y sarcasmos livianos que no necesariamente son inapropiados. Pero los que rayan en insulto, calumnia o injuria podrían dejar huellas tan horribles en el alma que pueden ser capaces de generar frustración y resentimiento y reabrir la herida una y otra vez.
Los adjetivos ofensivos podrían aflorar en el recuerdo a cada rato durante años porque tienen el potencial de generar un odio profundo, y el odio, resentimiento y rencor son fuerzas que activan hormonas poderosas cuyos efectos a menudo se traducen en inclinaciones destructivas que no ayudan al éxito de ningún discurso.
Una persona respetuosa y apreciativa siempre avanza mejor, allana el camino a la persuasión y evita muchas dificultades al comunicar sus ideas. En cambio, una que se la pasa burlándose o insultando, cava su propia tumba. Tendrá que esforzarse horas extras para intentar deshacer el daño, ya sea disculpándose, diciendo que lo malinterpretaron o maquillando lo que dijo. Se le irá la vida entera en ello y no podrá concentrarse en las cosas que realmente hubiera querido hacer, sobre todo si tiene que pagar fuertes sumas judiciales por difamación y calumnia.
Por eso, es mejor no decir ni hacer nada que se interprete como hostilidad de tu parte. Sería como guardar un envase con residuos tóxicos en el sótano de tu casa. Terminará contaminando tu vida y acabando con tu futuro, porque tarde o temprano lo enfrentarás con consecuencias terribles.
Parece un ejemplo exagerado. Pero nunca es exageración cuando se trata de una advertencia acerca de un peligro latente que, en este caso, se refiere al daño que podrías causar a tu imagen y a tus discursos.
Quizás no lo hagas directamente, pero ¿indirectamente? Tal vez tu intención no sea causarte daño a ti mismo, pero al darle con fuerza en su amor propio a la otra persona, el efecto te regresará con la misma fuerza que si hicieras una carambola jugando billar.
A veces vemos en las películas que el protagonista saca un rifle inmenso y dispara contra su enemigo dándole un violento disparo, lo hace volar por los aires y lo estrella contra una pared. Pero es mentira. Según la Física, nadie puede ejercer una fuerza así sin salir disparado hacia atrás con la misma potencia. Por eso los tanques necesitan un apoyo formidable. En parte es por la potencia del cañón.
Volumen. Por ejemplo, respecto al volumen, aunque es cierto que debe ser suficiente para que te oigan con claridad, no debes usarlo para gritar. El grito maltrata no solo los oídos del oyente, sino su buena disposición a seguir escuchando.
Una persona que oye gritos en la publicidad de la televisión, inmediatamente echa mano del control y lo pone en silencio hasta que termina. A nadie le gusta que lo griten.
La persona que se encarga del equipo de sonido del auditorio debe entender este punto cuando das un discurso, a fin de no subir tanto el volumen que genere incomodidad o malestar en los oyentes.
Velocidad. Por la misma razón, respecto a la velocidad y cadencia de tus palabras, debes adecuarlas al mensaje, para que fluya fácilmente a la mente del oyente.
No hables tan rápido que generes malentendidos, ni hables tan lento que aburras a todos.
Tono. Respecto a tu tono de voz, no parezcas tan ceremonial y profundo que distraigas al oyente, en vez de atraerlo. Sería como darle un narcótico. ¿Algún voluntario?
Pronunciación. Respecto a tu pronunciación, aunque la dicción clara comunica las ideas sin malentendidos, una dicción exagerada no conviene, por muchos motivos.
Perfeccionar demasiado el sonido de las palabras podría darte una imagen ridícula, dogmática, autoritaria, prejuiciosa, inflexible, mandona, intolerante y, en algunos casos, terrorífica.
Pronunciar bien atrae. Pero una pronunciación perfecta, es decir, poco natural, podría cerrar y endurecer el corazón del oyente predisponiéndolo en tu contra, en vez de animarlo a cooperar.
Ninguna de las mencionadas actitudes, si crees que las tienes, te ayudará a dar en el clavo del placer de la memorización. Es cierto que impactan, pero son defectos más bien que virtudes. Debes corregirlas. Poco a poco lo lograrás.
La memoria es necesaria para tomar decisiones
La memoria también es vital para recordar cosas importantes al momento de tomar decisiones.
Gran parte de lo que nos ocurre en la vida, sea bueno o malo, se debe a decisiones que tomamos en algún momento.
Pero para tomar buenas decisiones a veces necesitamos recordar detalles importantes. Si no los recordamos, podríamos meternos en problemas.
El propósito de usar una imagen para impactar, repetir y asociar las ideas es ayudarte a hablar de manera que los puntos principales de la información se graben fácil e indeleblemente en la mente del oyente, para que pueda recordarlas cuando las necesite aunque hayan pasado 50 años.
La memorización implica mucho más que el cerebro. El cuerpo humano tiene la extraordinaria capacidad de memorizar hasta con los músculos, por decirlo así. De hecho memorizamos casi todo y con todo.
Hay quienes afirman que hasta nuestras células memorizan, y que por eso podemos realizar ciertas tareas rutinarias de manera automática, por reflejo condicionado. No exageran. ¡Cada vez que repites algo tu cuerpo está memorizando y consolidando lo aprendido! La repetición está relacionada con los rituales, y estos, con el reflejo condicionado. La repetición acumula poder, fortalece las vías neuronales relacionadas y te predispone positiva o negativamente, dependiendo de lo que sea. Más que eso: los reflejos condicionados por la repetición dan forma a tu cerebro durante toda tu vida.
Una persona que sabe montar bicicleta puede dejar de montar por muchos años y, de repente, subirse y dar una vuelta sin perder el equilibrio ni caer.
Por eso, no es conveniente machacar la idea negativa de que eres una persona nerviosa o tímida y que no puedes o no serás capaz de hablar en público. Porque la repetición del concepto está anclando en tu mente todos tus recuerdos negativos relacionados, afectando la estructura neuronal, convirtiendo la idea en reflejos condicionados y en rituales que perjudican, retrasa y pone una lápida a tu desarrollo como persona. La repetición, la inculcación y la consolidación encierran mucho poder, ya sea para lo bueno o lo malo.
No es incorrecto que un alcohólico diga: "Soy alcohólico", porque lo es. No puede dejar de serlo. Pero no sería apropiado que actúes tímidamente y digas: "Soy tímido". Porque el caso no es el mismo. Tú puedes dejar de actuar de manera tímida.
Si proclamas a cada rato tu timidez y que los nervios te consumen, o repites que nunca podrás hacerlo bien, estás grabando y reforzando ideas y actitudes que te jugarán en contra. No te conviene.
Por ejemplo, cuando usé el caso de un injerto y te mostré un apoyo visual que lo ilustró, envolví tu mente, por decirlo así, de manera que te concentraras exclusivamente en lo que leías. Te dejaste llevar por la inspiración del momento, lo cual te despertó una emoción. ¡Tu mente se abrió. Sobre todo, se abrió tu corazón!
Es como practicar un corte cuidadoso a la planta y extraer el fragmento que contenga una yema adecuada. Solo entonces podrás implantar con éxito en otra planta el tejido vivo mediante hacerle un corte en la zona apropiada, asegurarla bien y esperar a que madure. Demanda trabajo meticuloso.
Tienes que seguir figurativamente ese proceso con cualquier idea que quieras que retengan: Impresionar, repetir y asociar. ¿Por qué?
La mente trabaja en cadena
Ten presente que la memoria trabaja en cadena. Allí arriba, en tu cerebro, todo está maravillosamente ordenado e interconectado. Añadir una idea es tan simple como añadir un nuevo eslabón. Pero debes hacerlo de manera apropiada. De lo contrario, será un eslabón aislado y finalmente olvidado.
En cierta ocasión en que realizaba cierta tarea rutinaria, de repente surgieron en mi mente las palabras "Von Bischoffshausen", como un flash.
¿Por qué? ¿Cómo fue posible? No sé. La actividad que estaba realizando en ese momento no tenía nada que ver con esas palabras. Tampoco había pensado intencionalmente en nada relacionado.
Pero recordé que era el apellido de cierto compañero del colegio. Había estudiado con él aproximadamente en la década del 50 ó 60. Pero no recordaba su rostro ni ningún otro detalle.
Quedé intrigado. Ahora, en 2016, conversando con un amigo de aquellos tiempos, le pregunté si recordaba a un tal "Von Bischoffshausen". Y me dijo: "¡Claro! Enrique Mulánovich Von Bischoffshausen". Entonces exclamé: "¡Claro, Enrique Mulánovich!".
¿Por qué no lo recordé por asociación de ideas? Siempre me acordaba de Enrique. Nunca lo olvidé. Pero no recordaba su segundo apellido, Von Bischoffshausen, hasta que este amigo me lo recordó.
Cuando aquel apellido saltó intempestivamente a mi mente mientras realizaba aquella rutina, no recordaba de quién se trataba. No había hecho ningún intento de pensar en ello. ¿Por qué saltó de repente a mi mente? No sé.
Pero cuando mi amigo dijo: "Enrique Mulánovich", toda la cadena se juntó en mi memoria más rápido que la velocidad de la luz. Fue cuando recordé que, efectivamente, Von Bischoffshausen era el segundo apellido de Enrique.
Recuerda: La memoria trabaja en cadena. Todos los eslabones están allí, y basta con recordar un detalle para que toda la cadena se active.
Allí arriba, en tu cabeza, tienes más que una cadena. Se trata de mapas o planos de ideas. La pregunta es: ¿a qué eslabón unirás aquello que quieras recordar? ¿En qué cajón de tu cerebro archivarás el dato que necesitarás dentro de un tiempo? ¿Y a qué eslabón de la memoria de tus oyentes unirás aquello que quieres que recuerden? ¿En qué cajón de su cerebro archivarán ellos el dato que les des?
Es interesante que, al principio, "Von Bischoffshausen" no me recordara a Enrique Mulánovich. Pero cuando mi amigo dijo: "Enrique Mulánovich" el nombre "Von Bischoffshausen" saltó inmediatamente a la orilla de mi memoria, ¡croando como un sapito!
¿Qué aprendemos de esto? Que una cosa no siempre evoca necesariamente a otra aunque ambas estén bien archivadas en la memoria. Tiene que haber algo que las vincule. En el caso mencionado, las recordé de modo que ahora estaré más consciente de ellas. Los conceptos quedaron fijados.
Igualmente, cuando hables en público, es a ti a quien corresponde fijar, encausar o dirigir el archivamiento de la idea. Si lo dejas a la casualidad, por defecto la archivarán instintivamente en el lugar que mejor les parezca. No debes permitir que eso suceda. Ellos deben archivarla donde tú quieres que la archiven.
Si no asocias bien el concepto, tampoco lo evocarán cuando lo necesiten. Tienes que asociar la idea con algo que ya está en la mente de tus oyentes, algo que para ellos sea familiar.
Yo tenía en mi memoria tanto a "Von Bischoffshausen" como a "Enrique Mulánovich", pero necesité un factor adicional que los juntara. Ese factor fue nuestro amigo en común.
Pero ¿cómo saber lo que hay en el cerebro de tus oyentes, a fin de hacer las asociaciones? ¡Fácil!
Asocia la idea con cosas comunes a los seres humanos. Aunque no tengas todos los detalles, puedes intuir, por ejemplo, que tienen la necesidad de alimentarse, de beber, divertirse, descansar, aprender, expresarse, quejarse, exigir, que se les haga justicia, satisfacer cierta curiosidad, etc. La lista es interminable.
Eso significa que, ya se trate de ideas viejas o nuevas, puedes adherirlas a las que son comunes a casi todas las personas.
Por ejemplo, en este preciso momento, aunque tus ojos están concentrados en estas líneas, todo lo que está ocurriendo en tu entorno está siendo grabado automática e instintivamente por tu cerebro, como si se tratara de una cámara de seguridad.
Cada segundo ingresa a tu mente una millonada de datos a través de tus sentidos. No solo aquello que atrapa tu atención.
Sin embargo, aunque no todos afloren después a tu conciencia, todos quedan archivados en algún lugar de tu mente.
Por eso, para que tus oyentes recuerden la idea, tienes que causarles una fuerte impresión en su propia mente, asociando el asunto con ideas que ya están allí, y luego repetir la impresión varias veces, hasta que se grabe, como si fuera, con letras de fuego.
Pero primero tienes que realizar el proceso en tu propia mente, a fin de recordar bien. Entonces puedes hacerlo con tus oyentes durante el discurso.
Sin impacto, repetición y/o asociación no facilitas el recuerdo ni la consolidación. Hay impactos que son tan fuertes que no necesitan más, ni siquiera repetirlos. Son tan fuertes que se graban por sí solos y nunca se olvidan. Otros necesitan el refuerzo de una asociación mental, sobre todo si quieres que un proceso se convierta en reflejo condicionado.
Es cierto que el cerebro archiva todo instintivamente donde le parece más conveniente, porque se trate de una función automática. Pero cuando hablas en público puedes -y debes- facilitarle a tus oyentes el esfuerzo de memorizar por medio de impactar, repetir y/o asociar la idea que deben recordar. Ellos no lo harán por sí mismos.
Si no diriges creativamente la mnemotecnia durante el discurso, tal vez se graben muchas cosas en su memoria, menos las que realmente deban recordar.
¿Y qué hay de los adjetivos hostiles?
Evítalos. Los adjetivos hirientes, así como los agravios, la burla, las bromas pesadas y el sarcasmo cruel, causan impactos emocionales muy desagradables y se graban en la memoria del organismo permanentemente, trayendo consigo constantes recuerdos amargos.
Hay bromas, exabruptos y sarcasmos livianos que no necesariamente son inapropiados. Pero los que rayan en insulto, calumnia o injuria podrían dejar huellas tan horribles en el alma que pueden ser capaces de generar frustración y resentimiento y reabrir la herida una y otra vez.
Los adjetivos ofensivos podrían aflorar en el recuerdo a cada rato durante años porque tienen el potencial de generar un odio profundo, y el odio, resentimiento y rencor son fuerzas que activan hormonas poderosas cuyos efectos a menudo se traducen en inclinaciones destructivas que no ayudan al éxito de ningún discurso.
Una persona respetuosa y apreciativa siempre avanza mejor, allana el camino a la persuasión y evita muchas dificultades al comunicar sus ideas. En cambio, una que se la pasa burlándose o insultando, cava su propia tumba. Tendrá que esforzarse horas extras para intentar deshacer el daño, ya sea disculpándose, diciendo que lo malinterpretaron o maquillando lo que dijo. Se le irá la vida entera en ello y no podrá concentrarse en las cosas que realmente hubiera querido hacer, sobre todo si tiene que pagar fuertes sumas judiciales por difamación y calumnia.
Por eso, es mejor no decir ni hacer nada que se interprete como hostilidad de tu parte. Sería como guardar un envase con residuos tóxicos en el sótano de tu casa. Terminará contaminando tu vida y acabando con tu futuro, porque tarde o temprano lo enfrentarás con consecuencias terribles.
Parece un ejemplo exagerado. Pero nunca es exageración cuando se trata de una advertencia acerca de un peligro latente que, en este caso, se refiere al daño que podrías causar a tu imagen y a tus discursos.
Quizás no lo hagas directamente, pero ¿indirectamente? Tal vez tu intención no sea causarte daño a ti mismo, pero al darle con fuerza en su amor propio a la otra persona, el efecto te regresará con la misma fuerza que si hicieras una carambola jugando billar.
A veces vemos en las películas que el protagonista saca un rifle inmenso y dispara contra su enemigo dándole un violento disparo, lo hace volar por los aires y lo estrella contra una pared. Pero es mentira. Según la Física, nadie puede ejercer una fuerza así sin salir disparado hacia atrás con la misma potencia. Por eso los tanques necesitan un apoyo formidable. En parte es por la potencia del cañón.
Volumen. Por ejemplo, respecto al volumen, aunque es cierto que debe ser suficiente para que te oigan con claridad, no debes usarlo para gritar. El grito maltrata no solo los oídos del oyente, sino su buena disposición a seguir escuchando.
Una persona que oye gritos en la publicidad de la televisión, inmediatamente echa mano del control y lo pone en silencio hasta que termina. A nadie le gusta que lo griten.
La persona que se encarga del equipo de sonido del auditorio debe entender este punto cuando das un discurso, a fin de no subir tanto el volumen que genere incomodidad o malestar en los oyentes.
Velocidad. Por la misma razón, respecto a la velocidad y cadencia de tus palabras, debes adecuarlas al mensaje, para que fluya fácilmente a la mente del oyente.
No hables tan rápido que generes malentendidos, ni hables tan lento que aburras a todos.
Tono. Respecto a tu tono de voz, no parezcas tan ceremonial y profundo que distraigas al oyente, en vez de atraerlo. Sería como darle un narcótico. ¿Algún voluntario?
Pronunciación. Respecto a tu pronunciación, aunque la dicción clara comunica las ideas sin malentendidos, una dicción exagerada no conviene, por muchos motivos.
Perfeccionar demasiado el sonido de las palabras podría darte una imagen ridícula, dogmática, autoritaria, prejuiciosa, inflexible, mandona, intolerante y, en algunos casos, terrorífica.
Pronunciar bien atrae. Pero una pronunciación perfecta, es decir, poco natural, podría cerrar y endurecer el corazón del oyente predisponiéndolo en tu contra, en vez de animarlo a cooperar.
Ninguna de las mencionadas actitudes, si crees que las tienes, te ayudará a dar en el clavo del placer de la memorización. Es cierto que impactan, pero son defectos más bien que virtudes. Debes corregirlas. Poco a poco lo lograrás.
La memoria es necesaria para tomar decisiones
La memoria también es vital para recordar cosas importantes al momento de tomar decisiones.
Gran parte de lo que nos ocurre en la vida, sea bueno o malo, se debe a decisiones que tomamos en algún momento.
Pero para tomar buenas decisiones a veces necesitamos recordar detalles importantes. Si no los recordamos, podríamos meternos en problemas.
El propósito de usar una imagen para impactar, repetir y asociar las ideas es ayudarte a hablar de manera que los puntos principales de la información se graben fácil e indeleblemente en la mente del oyente, para que pueda recordarlas cuando las necesite aunque hayan pasado 50 años.
La memorización implica mucho más que el cerebro. El cuerpo humano tiene la extraordinaria capacidad de memorizar hasta con los músculos, por decirlo así. De hecho memorizamos casi todo y con todo.
Hay quienes afirman que hasta nuestras células memorizan, y que por eso podemos realizar ciertas tareas rutinarias de manera automática, por reflejo condicionado. No exageran. ¡Cada vez que repites algo tu cuerpo está memorizando y consolidando lo aprendido! La repetición está relacionada con los rituales, y estos, con el reflejo condicionado. La repetición acumula poder, fortalece las vías neuronales relacionadas y te predispone positiva o negativamente, dependiendo de lo que sea. Más que eso: los reflejos condicionados por la repetición dan forma a tu cerebro durante toda tu vida.
Una persona que sabe montar bicicleta puede dejar de montar por muchos años y, de repente, subirse y dar una vuelta sin perder el equilibrio ni caer.
Por eso, no es conveniente machacar la idea negativa de que eres una persona nerviosa o tímida y que no puedes o no serás capaz de hablar en público. Porque la repetición del concepto está anclando en tu mente todos tus recuerdos negativos relacionados, afectando la estructura neuronal, convirtiendo la idea en reflejos condicionados y en rituales que perjudican, retrasa y pone una lápida a tu desarrollo como persona. La repetición, la inculcación y la consolidación encierran mucho poder, ya sea para lo bueno o lo malo.
No es incorrecto que un alcohólico diga: "Soy alcohólico", porque lo es. No puede dejar de serlo. Pero no sería apropiado que actúes tímidamente y digas: "Soy tímido". Porque el caso no es el mismo. Tú puedes dejar de actuar de manera tímida.
Si proclamas a cada rato tu timidez y que los nervios te consumen, o repites que nunca podrás hacerlo bien, estás grabando y reforzando ideas y actitudes que te jugarán en contra. No te conviene.
En caso de que quieras superar la timidez, tendrías que hacer algunas correcciones o innovaciones en la estructura neuronal de tu cerebro mediante una reprogramación neurolingüística, es decir, reprogramar, reconstruir o reestructurar tu manera de referirte al asunto.
Si quieres explotar el potencial de tu cerebro a un mayor grado, tienes que comenzar por prestar atención a los detalles. Porque así como aprendes a usar una computadora, una tablet, una página web o un teléfono inteligente, puedes aprender a usar, expandir o reestructurar las sinapsis o interconexiones neuronales de tu cerebro.
¿Nunca oíste la frase: "Todo está en la mente"? Es una expresion retórica, pero te ayuda a entender que puedes explotar tus capacidades a un mayor grado logrando que tu cerebro responda y reaccione tal como logras que tu teléfono inteligente haga lo que quieres.
Memorizar cosas o formas de pensar negativas afecta adversamente tu desempeño. Temblarás más de lo necesario y cerrarás el ciclo vicioso emocional que te impide romper tus propios esquemas y arquetipos negativos.
Es imprescindible que comiences a memorizar y regrabar ideas y actitudes constructivas que te ayuden, no que te derriben. Tienes que reprogramar tus actitudes.
¿Nunca te ha ocurrido que te desconcertaste cuando sucedió algo que jamás habías experimentado? ¡Ocurrió porque no tenías una experiencia previa sobre ese asunto y, por tanto, no supiste cómo reaccionar! Usualmente reaccionamos por reflejo condicionado. Nuestro cuerpo tiene grabados los recuerdos de acciones similares.
Los futbolistas, corredores de autos, golfistas, nadadores, vendedores profesionales, músicos, bomberos, karatekas, pilotos, paramédicos, astronautas y miembros de las fuerzas especiales (por citar algunas profesiones), practican, ejercitan y ensayan constantemente poniéndose en todas las situaciones posibles, hasta las más disparatadas, a fin de asegurar en su memoria los recuerdos y mantener activada más de una probable respuesta en su organismo.
¡Sí! ¡Memorizamos con todo el cuerpo, no solo con la mente y corazón!
Si un jugador de fútbol profesional gana millones por ser un as en el campo, ¿por qué sigue practicando y practicando? Si un concertista de piano es un genio de la música, ¿por qué sigue practicando? Si un cinturón negro de karate se conoce todas las posiciones y reacciones, ¿por qué sigue practicando? ¿Y por qué siguen estudiando los médicos, especialmemte los de emergencias? Por la misma razón.
En el caso de un discurso, logramos que el oyente memorice la mayor cantidad de ideas, conceptos, emociones, sentimientos, sensaciones y experiencias IMPACTANDO, REPITIENDO y ASOCIANDO LAS IDEAS IMPORTANTES.
Memorizar cosas o formas de pensar negativas afecta adversamente tu desempeño. Temblarás más de lo necesario y cerrarás el ciclo vicioso emocional que te impide romper tus propios esquemas y arquetipos negativos.
Es imprescindible que comiences a memorizar y regrabar ideas y actitudes constructivas que te ayuden, no que te derriben. Tienes que reprogramar tus actitudes.
¿Nunca te ha ocurrido que te desconcertaste cuando sucedió algo que jamás habías experimentado? ¡Ocurrió porque no tenías una experiencia previa sobre ese asunto y, por tanto, no supiste cómo reaccionar! Usualmente reaccionamos por reflejo condicionado. Nuestro cuerpo tiene grabados los recuerdos de acciones similares.
Los futbolistas, corredores de autos, golfistas, nadadores, vendedores profesionales, músicos, bomberos, karatekas, pilotos, paramédicos, astronautas y miembros de las fuerzas especiales (por citar algunas profesiones), practican, ejercitan y ensayan constantemente poniéndose en todas las situaciones posibles, hasta las más disparatadas, a fin de asegurar en su memoria los recuerdos y mantener activada más de una probable respuesta en su organismo.
¡Sí! ¡Memorizamos con todo el cuerpo, no solo con la mente y corazón!
Si un jugador de fútbol profesional gana millones por ser un as en el campo, ¿por qué sigue practicando y practicando? Si un concertista de piano es un genio de la música, ¿por qué sigue practicando? Si un cinturón negro de karate se conoce todas las posiciones y reacciones, ¿por qué sigue practicando? ¿Y por qué siguen estudiando los médicos, especialmemte los de emergencias? Por la misma razón.
En el caso de un discurso, logramos que el oyente memorice la mayor cantidad de ideas, conceptos, emociones, sentimientos, sensaciones y experiencias IMPACTANDO, REPITIENDO y ASOCIANDO LAS IDEAS IMPORTANTES.
Por tanto, se trata de que cultives el hábito de la IRA. No el sentimiento de enojo, furia o venganza, sino al acróstico IRA: Impresión, Repetición y Asociación. Habitúate a aplicar esa técnica cada vez que quieras memorizar algo o hacer que tus oyentes memoricen las ideas clave del discurso.
Decirte "que cultives el hábito de la IRA" es para que no olvides los tres pivotes de la memorización: Impresión, repetición y asociación de ideas. Veamos uno por uno.
IMPRESIÓN
Nada es más poderoso que un impacto en el alma. Graba tu idea con una imagen tan profunda que no se borre fácilmente y la tráela a colación cada vez que puedas.
Y nada impresiona tanto como una verdadera sorpresa. Cuando hablamos de impactar, tenemos que pensar en términos de sorprender.
De hecho, se ha dicho que hasta el arte de la guerra se resume a engañar (o sorprender) al enemigo. En otras palabras, todo lo que atente contra el factor sorpresa atenta proporcionalmente contra el éxito.
No es diferente en oratoria. Para impresionar (o sorprender) al auditorio, con la finalidad de lograr que el oyente memorice los conceptos clave, es vital reservar los detalles más impactantes para los momentos justos del discurso.
A veces, la impresión causada por una gran sorpresa es tan desagradable que uno quisiera olvidarla, pero no puede. Solo queda asimilarla, mejorar su comprensión del asunto o problema y procurar pensar en otra cosa.
Por eso debemos aprender a utilizar la mnemotecnia para decir y hacer las cosas de manera que nuestros oyentes no olviden lo que dijimos. Pero haciéndolo positiva y discretamente, sin ofender ni herir su amor propio.
IMPRESIÓN
Nada es más poderoso que un impacto en el alma. Graba tu idea con una imagen tan profunda que no se borre fácilmente y la tráela a colación cada vez que puedas.
Y nada impresiona tanto como una verdadera sorpresa. Cuando hablamos de impactar, tenemos que pensar en términos de sorprender.
De hecho, se ha dicho que hasta el arte de la guerra se resume a engañar (o sorprender) al enemigo. En otras palabras, todo lo que atente contra el factor sorpresa atenta proporcionalmente contra el éxito.
No es diferente en oratoria. Para impresionar (o sorprender) al auditorio, con la finalidad de lograr que el oyente memorice los conceptos clave, es vital reservar los detalles más impactantes para los momentos justos del discurso.
A veces, la impresión causada por una gran sorpresa es tan desagradable que uno quisiera olvidarla, pero no puede. Solo queda asimilarla, mejorar su comprensión del asunto o problema y procurar pensar en otra cosa.
Por eso debemos aprender a utilizar la mnemotecnia para decir y hacer las cosas de manera que nuestros oyentes no olviden lo que dijimos. Pero haciéndolo positiva y discretamente, sin ofender ni herir su amor propio.
La Riverside Unified School District de los Estados Unidos despidió a la maestra Candice Reed por dar un uso exagerado e inapropiado a la mnemotecnia para que sus estudiantes memoricen las bases trigonométricas. Claro no lo olvidarán, pero ella fue despedida y las redes sociales la hicieron trizas.
Tal como hay algunas cosas en tu vida que usualmente evocas, tienes que grabar la idea principal de tus discursos impactando con el fin de causar la reacción necesaria, ya sea en sentido intelectual, emocional o físico, como grabándola con letras de fuego. Pero debes respetar los límites de la decencia y la cordura o lo pagarás caro (ver el artículo "Estratagema" y regresar aquí dando un paso atrás)
¿Qué impacta?
Impacta cualquier cosa dicha con buen gusto y con tanto detalle como sea necesario para que cobre vida en la pantalla de la imaginación del oyente.
Es cierto que también podrías impactar con cualquier dicho de mal gusto, por ejemplo, con un sarcasmo, pero correrías el riesgo de que te malinterpretaran tanto que muchos oyentes se sintieran ofendidos y reaccionaran negativamente.
¿Qué impacta?
Impacta cualquier cosa dicha con buen gusto y con tanto detalle como sea necesario para que cobre vida en la pantalla de la imaginación del oyente.
Es cierto que también podrías impactar con cualquier dicho de mal gusto, por ejemplo, con un sarcasmo, pero correrías el riesgo de que te malinterpretaran tanto que muchos oyentes se sintieran ofendidos y reaccionaran negativamente.
Impacta un balazo, un terremoto o un incendio. Pero no necesitas un arma ni una tragedia real. Tampoco una película ni equipos sofisticados de proyección de imagenes. ¡Puedes explotar la facultad de la imaginación de tus oyentes y armar las escenas en su mente!
Basta con seleccionar un buen ejemplo, una ilustración, una historia, un cuento, una fábula, un anécdota, una frase célebre, un refrán, un proverbio, un gesto, un ademán, una palabra o cualquier cosa que sea interesante y fácil de recordar. Y pulirla y pulirla y pulirla hasta conseguir una imagen clara, bien definida, para que el oyente la "vea", "oiga" y "sienta" como si estuviera allí mismo, dentro de la imagen. Entonces impactará.
Basta con seleccionar un buen ejemplo, una ilustración, una historia, un cuento, una fábula, un anécdota, una frase célebre, un refrán, un proverbio, un gesto, un ademán, una palabra o cualquier cosa que sea interesante y fácil de recordar. Y pulirla y pulirla y pulirla hasta conseguir una imagen clara, bien definida, para que el oyente la "vea", "oiga" y "sienta" como si estuviera allí mismo, dentro de la imagen. Entonces impactará.
Solo ten en cuenta que hay ilustraciones y simbolismos que significan lo mismo solo cuando las usas en correspondencia o armonía con la naturaleza. "Los pajaritos cantan" se entenderá de manera parecida en todas partes. Pero no siempre se entenderán si solo tienen que ver con tus creencias o las de tu pueblo.
Por ejemplo, supongamos que quieres hablar del peligro de prejuzgar a los demás. Podrías decir algo así como esto: "Cierta pareja de esposos no podía tener hijos. Por eso decidieron adoptar un perrito. Con el tiempo, este se ganó su cariño.
Un día, milagrosamente, la esposa quedó encinta y con el tiempo dio a luz un hermoso niño. Lamentablemente, notaron que, poco a poco, el perro estaba cambiando. Parecía estar celoso del niño.
Una tarde hicieron una fiesta en el jardín, y el esposo notó que el perro se había retirado del lugar. Como habían dejado al niño durmiendo en su habitación, subió para verlo. Pero se horrorizo cuando el perro salía de la habitación del niño, moviendo la cola en señal de alegría, pero con la boca llena de sangre.
El hombre, indignado, gritó: '¡Qué has hecho!' Sacó su arma y lo mató de un tiro. Entonces, entró rápidamente a la habitación y encontró a su hijo sano y salvo en su cuna. Al lado, en el piso, yacía una enorme culebra sin cabeza. El perro se la había arrancado de un mordisco salvando la vida del niño".
Después de una pausa de reflexión podrías decir: "Nunca saquemos conclusiones apresuradas, prejuzgando a los demás. Las consecuencias podrían ser fatales y dejarnos recuerdos amargos para toda la vida. Démonos tiempo para conocer bien a las personas."
REPETICIÓN
Sin embargo, hay contenidos que, aunque no son tan impactantes como una historia interesante, los oyentes deben recordar por alguna razón. ¿Cómo grabarlos en su memoria?
¡En tal caso, tenemos que usar un taladro simbólico para forzar la memorización!
Por ejemplo, ¿cómo hicimos para memorizar la tabla de multiplicar, el número de nuestro teléfono, la fecha de cierto aniversario, una dirección de e-mail o contraseña, la dosis de medicina que debemos tomar por las noches u otro dato de importancia?
Repetimos la idea y la repetimos y repetimos hasta el cansancio, es decir, hasta que quedó bien grabada. Fue a fuerza de repetición, no por haber pensado en un ejemplo o ilustración.
Cuando hables en público, no te baste con decir la idea importante una sola vez. ¡Tienes que repetirla! Sobre todo si contiene números. Los números no se retienen con facilidad si no se anotan en una lámina o pizarra y esperas que el oyente reflexione, realice un cálculo o haga una búsqueda. ¡Tienes que repetirlos!
Si no repites la idea más importante, por lo menos dos o tres veces durante el discurso, les entrará por una oreja y les saldrá por la otra. No la retendrán.
Saltar de una idea a otra tiene sentido. Entretiene y forma parte del arte de conversar. Pero cuando se trata de un concepto clave, algo en lo que quieres que el oyente concentre su atención, debes repetirlo. En tal caso, no tiene sentido saltar de una idea a otra sin hacer un vínculo con algo que ya sabían, porque se desvanecerá y la olvidarán.
No lo olvides: Por regla general, tienes que valerte de una o más repeticiones si quieres que tus oyentes retengan números o realicen un cálculo matemático, o si se trata de cifras que deben recordar. Si no, ¿de qué habrá servido decirlas?
Algunos oradores combinan "impresión" con "repetición", interactuando con sus oyentes, diciendo una parte de una palabra o frase con la finalidad de que el auditorio diga la segunda parte.
Por ejemplo, dices: "¿A buen entendedor?". Todos responderán: "¡Pocas palabras!". Pero debes estar seguro de que la expresión y el contenido de la respuesta sean apropiadas para la idiosincrasia del auditorio. Si resulta inadecuada, colocarás el énfasis en una idea que no sabrán responder. Se habrá desperdiciado el efecto.
¿Y verdad que no serviría de nada repetir exactamente lo mismo una y mil veces si nadie entiende lo que dices?
ASOCIACIÓN DE IDEAS
Te aseguro que nunca olvidarás la imagen de la introduccion de este artículo, o la de la plantita injertada, o del acróstico IRA porque no solo tus ojos fueron impactados con ideas que probablemente no se te habían ocurrido en conexión con aquellos otros conceptos relacionados.
Asociar ideas o conceptos eficazmente es un arte aparte. La oratoria se vale mucho de la asociación de ideas y conceptos para anclar memorias de modo que el oyente pueda recuperarlas cuando las necesite. Dormir ayuda a fijar y consolidar conceptos.
Debes aprender a dominar dicho recurso a fin de fijar conceptos importantes en la mente de tus oyentes. Si no lo haces, les entrará por un oído y les saldrá por el otro. Eso sería particularmente peligroso si se tratara de un asunto grave.
Por ejemplo, supongamos que quieres hablar del peligro de prejuzgar a los demás. Podrías decir algo así como esto: "Cierta pareja de esposos no podía tener hijos. Por eso decidieron adoptar un perrito. Con el tiempo, este se ganó su cariño.
Un día, milagrosamente, la esposa quedó encinta y con el tiempo dio a luz un hermoso niño. Lamentablemente, notaron que, poco a poco, el perro estaba cambiando. Parecía estar celoso del niño.
Una tarde hicieron una fiesta en el jardín, y el esposo notó que el perro se había retirado del lugar. Como habían dejado al niño durmiendo en su habitación, subió para verlo. Pero se horrorizo cuando el perro salía de la habitación del niño, moviendo la cola en señal de alegría, pero con la boca llena de sangre.
El hombre, indignado, gritó: '¡Qué has hecho!' Sacó su arma y lo mató de un tiro. Entonces, entró rápidamente a la habitación y encontró a su hijo sano y salvo en su cuna. Al lado, en el piso, yacía una enorme culebra sin cabeza. El perro se la había arrancado de un mordisco salvando la vida del niño".
Después de una pausa de reflexión podrías decir: "Nunca saquemos conclusiones apresuradas, prejuzgando a los demás. Las consecuencias podrían ser fatales y dejarnos recuerdos amargos para toda la vida. Démonos tiempo para conocer bien a las personas."
REPETICIÓN
Sin embargo, hay contenidos que, aunque no son tan impactantes como una historia interesante, los oyentes deben recordar por alguna razón. ¿Cómo grabarlos en su memoria?
¡En tal caso, tenemos que usar un taladro simbólico para forzar la memorización!
Por ejemplo, ¿cómo hicimos para memorizar la tabla de multiplicar, el número de nuestro teléfono, la fecha de cierto aniversario, una dirección de e-mail o contraseña, la dosis de medicina que debemos tomar por las noches u otro dato de importancia?
Repetimos la idea y la repetimos y repetimos hasta el cansancio, es decir, hasta que quedó bien grabada. Fue a fuerza de repetición, no por haber pensado en un ejemplo o ilustración.
Cuando hables en público, no te baste con decir la idea importante una sola vez. ¡Tienes que repetirla! Sobre todo si contiene números. Los números no se retienen con facilidad si no se anotan en una lámina o pizarra y esperas que el oyente reflexione, realice un cálculo o haga una búsqueda. ¡Tienes que repetirlos!
Si no repites la idea más importante, por lo menos dos o tres veces durante el discurso, les entrará por una oreja y les saldrá por la otra. No la retendrán.
Saltar de una idea a otra tiene sentido. Entretiene y forma parte del arte de conversar. Pero cuando se trata de un concepto clave, algo en lo que quieres que el oyente concentre su atención, debes repetirlo. En tal caso, no tiene sentido saltar de una idea a otra sin hacer un vínculo con algo que ya sabían, porque se desvanecerá y la olvidarán.
No lo olvides: Por regla general, tienes que valerte de una o más repeticiones si quieres que tus oyentes retengan números o realicen un cálculo matemático, o si se trata de cifras que deben recordar. Si no, ¿de qué habrá servido decirlas?
Algunos oradores combinan "impresión" con "repetición", interactuando con sus oyentes, diciendo una parte de una palabra o frase con la finalidad de que el auditorio diga la segunda parte.
Por ejemplo, dices: "¿A buen entendedor?". Todos responderán: "¡Pocas palabras!". Pero debes estar seguro de que la expresión y el contenido de la respuesta sean apropiadas para la idiosincrasia del auditorio. Si resulta inadecuada, colocarás el énfasis en una idea que no sabrán responder. Se habrá desperdiciado el efecto.
¿Y verdad que no serviría de nada repetir exactamente lo mismo una y mil veces si nadie entiende lo que dices?
ASOCIACIÓN DE IDEAS
Te aseguro que nunca olvidarás la imagen de la introduccion de este artículo, o la de la plantita injertada, o del acróstico IRA porque no solo tus ojos fueron impactados con ideas que probablemente no se te habían ocurrido en conexión con aquellos otros conceptos relacionados.
Asociar ideas o conceptos eficazmente es un arte aparte. La oratoria se vale mucho de la asociación de ideas y conceptos para anclar memorias de modo que el oyente pueda recuperarlas cuando las necesite. Dormir ayuda a fijar y consolidar conceptos.
Debes aprender a dominar dicho recurso a fin de fijar conceptos importantes en la mente de tus oyentes. Si no lo haces, les entrará por un oído y les saldrá por el otro. Eso sería particularmente peligroso si se tratara de un asunto grave.
Cierta vez vi en Internet una asociación interesante. Entonces, tomé la imagen de un elefante y de una mariposa y las monté de manera que sus orejas parecieran las alas de una mariposa. Algo así tienes que hacer con tus ideas cuando expones en público. Debes Crear asociaciones impactantes.
¿Cómo crear asociaciones?
Creas asociaciones interesantes meditando profundamente en las cualidades de la idea que quieres representar. Por ejemplo, el concepto "nada es imposible" pretende transformar la imposibilidad en probabilidad. Pero es un concepto abstracto. No se puede imaginar.
Dale una equivalencia en la forma de una imagen, objeto, cuento, historia, suceso, color, sonido u otra cosa que se le parezca.
Por ejemplo, los elefantes con orejas de alas de mariposa no existen en la vida real. Es una imposibilidad. ¿Cómo hacer que lo imposible sea probable? ¡Imaginándolo o pintándolo, como en la foto!
Para que una asociación resulte apropiada, las cualidades, tanto de la idea abstracta como de la concreta, tienen que ser semejantes.
Lo complejo y difícil de entender y visualizar debe traducirse mediante imágenes en algo simple y fácil de procesar en la mente del auditorio.
Cuando asocias ideas de esa manera, impactando y repitiéndola, quedan encadenadas para siempre unas con otras. Basta que veas un elefante para que recuerdes las alas de mariposa. Eso es lo que significa la frase: "¡Graba una imagen!"
Al hablar de algo abstracto, es decir, que no se pueda ver con los ojos ni visualizar con la imaginación, inserta la frase "es como", "por ejemplo", "se parece a" o "es semejante a", y asócialo con algo concreto, es decir, algo que sí se pueda ver con los ojos del entendimiento o visualizarse con la imaginación.
Cuando asocias ideas de esa manera, impactando y repitiéndola, quedan encadenadas para siempre unas con otras. Basta que veas un elefante para que recuerdes las alas de mariposa. Eso es lo que significa la frase: "¡Graba una imagen!"
Al hablar de algo abstracto, es decir, que no se pueda ver con los ojos ni visualizar con la imaginación, inserta la frase "es como", "por ejemplo", "se parece a" o "es semejante a", y asócialo con algo concreto, es decir, algo que sí se pueda ver con los ojos del entendimiento o visualizarse con la imaginación.
No es lo que vemos literalmente con los ojos, sino una representación o visión que encendemos de manera artificial en nuestra mente, como si fuera una fotografía, un vídeo audiovisual o producción cinematográfica.
También funciona al revés, primero traes a colación la figura mental, la explicas detalladamente y luego dices: "Lo mismo ocurre con...", y mencionas la idea abstracta que querías representar o explicar.
Supongamos que quieres hablar de "la importancia de tener en cuenta las necesidades de los demás".
Cuentas la historia de un hombre que estaba tan apurado que no dejaba pasar a la ambulancia. Lamentablemente, el paciente murió porque no llegó a tiempo al hospital.
Al llegar a su casa, el hombre se entera de que su madre tuvo un infarto. Los paramédicos lograron revivirla a tiempo, pero la ambulancia no llegó a tiempo al hospital. Su propio hijo le había estado cerrando el paso.
Y finalizas diciendo: "Tenga consideración por las necesidades ajenas. Porque un día podría tratarse de usted".
Acostúmbrate a asociar conceptos abstractos con conceptos concretos. Lo abstracto no se puede visualizar con la imaginación, pero lo concreto sí, solo entonces se puede memorizar.
Memorizando el aspecto concreto le facilitamos a la mente el esfuerzo de recordar el aspecto abstracto. Porque ambos eslabones quedan unidos como con un ancla. Nadie los sacará de allí. Podrás olvidarlos temporalmente, pero no quitarlos.
Cuando olvides tus anteojos, tu móvil o tus llaves, no repitas: "No recuerdo dónde los dejé". Eso solo refuerza el olvido porque le envía al cerebro la orden de no recordar. Es un pésimo sistema.
Debes decir: "¿Dónde los puse? ¿Dónde los dejé? ¿Dónde los puse la última vez? Mmmm". Si el recuerdo no viene, piensa en cualquier otro de los eslabones cercanos, reconstruyendo la escena hacia atrás, y los hallarás más rápido.
¡Tienes que facilitarle a tu cerebro el proceso de enviarte el recuerdo! En realidad, no necesita que lo ayudes. Está diseñado para hacerlo automáticamente. Pero ¿no crees que tu actitud positiva aceleraría el resultado? Sin duda.
Todo en tu cerebro está interconectado. No hay nada suelto. Solo basta un eslabón cercano para jalar el ancla y recordar toda la cadena.
Por ejemplo, dices: "A veces comemos algo que nos cae tan mal que nos provoca náuseas, y no podemos hacer nada para evitarlo. Terminamos devolviéndolo. Entonces sentimos un alivio muy grande. Igualmente, a veces tenemos un problema que no nos deja dormir. No se trata de comida, sino de una preocupación. Entonces viene un amigo y nos pregunta: '¿Qué sucede? ¿Deseas hablar del asunto?', y terminamos contándole todo lo que nos agobia. Entonces sentimos un gran alivio".
Aunque un vómito no es una imagen agradable, es válida si se la usa discretamente. Porque se trata de algo natural que todos en algún momento hemos experimentado. Podemos comprender muy bien lo que significa el alivio que resulta.
La próxima vez que el oyente tenga una preocupación, recordará que sería bueno hablar con un amigo de confianza y le descargará completamente su preocupación. Y cuando lo haga, se sentirá aliviado. Agradecerá que le dieras el consejo.
Recuerda:
Es la combinación perfecta para una memorización eficaz.
Un maestro que habla y habla y habla durante una hora sin impactar de manera positiva, creyendo que al alumno le corresponde llegar puntualmente, cerrar la boca, prestar atención, tomar notas, hacer pocas preguntas y quemarse las pestañas hasta el amanecer para recordarlo todo y aún así sacarse una buena nota, no sabe nada de oratoria ni de mayéutica.
¡La profesión de maestro exige impactar, repetir y asociar las ideas! ¡Debe convertirse en una licuadora de ideas, que muela y disuelva, primero en su propio cerebro, los trozos duros, por decirlo así, y segundo, se los dé al auditorio como una pasta fina.
Por eso, no les des los trozos para que hagan la pasta. Más bien deja que hagan todo lo demás a partir de la pasta. Si les tiras los trozos, ¿en qué sentido serías un maestro?
¡Dales los trozos licuados! Entonces disfrutarán mucho prestándote atención, tomarán notas eficaces, harán preguntas puntuales y gozarán estudiando. No tendrán que quemarse tantas pestañas ni tomar tantas bebidas energizantes.
Un orador experimentado que busca el beneficio para sus oyentes no impacta solo para lucirse o promocionarse a sí mismo, o para sobresalir entre la multitud y que lo aplaudan, sino para enfocar toda la atención en su tema y en el punto principal de su exposición.
Su meta es que sus oyentes recuerden los puntos principales como con un chasquido de dedos, de modo que puedan utilizarlos cuando los necesiten. Por ejemplo, al dilucidar un asunto que implique una decisión importante.
Es mejor racionar y reservar los impactos para destacar solamente los puntos principales y grabar los factores del discurso que a tu juicio se deben recordar. No mostrarías dominio de la oratoria si resaltaras cada palabra de cada párrafo.
Si impactas con cada letra y das el mismo énfasis a cada frase y a cada párrafo, tratando de resaltar todo el contenido, sería como marcar todas las líneas de un escrito con un resaltador de texto, ¿qué destacaría? ¡Nada!
Algunos oradores comienzan con énfasis, siguen con énfasis y terminan con énfasis. Pero empezar y mantener el discurso en un mismo nivel de principio a fin, sin cumbres ni clímax es tan absurdo y aburrido como no haberle puesto énfasis a nada. ¿Cómo notarán una cumbre si todo el tiempo los mantuviste en la cumbre? La meta no es promocionar tu imagen, sino beneficiar al oyente. Si los beneficias, te recordarán con aprecio.
Un orador competente usa su cuerpo y recursos intelectuales y emocionales exclusivamente para el propósito del discurso, como un rayo láser que se dirige inteligentemente hacia un objetivo preciso, con una programación adecuada, para lograr objetivo.
No desperdicies energía ni medios haciendo alharaca, aspavientos ni montajes innecesarios, tal como no detonarías una bomba en su casa ni usarías un arpón para deshacerte de una mosca.
En cierta ocasión, leí esta frase del Dr. Wayne D. Dyer: "No se puede aprender a volar avión estrellando aviones". Solo la leí una vez en mi vida, pero nunca la olvidé. Una frase sencilla que encerró mucho significado y permitió que recuerde el punto que quiso resaltar... y de paso, su nombre.
No necesitó un fondo musical, hipnotizar al auditorio ni disparar un arma. Fue una ilustración breve que se incrustó como un dardo en mi mente y corazón por toda la vida. Todo orador experimentado usa por lo menos una frase memorable en su discurso, que es lo que sus oyentes ligarán con el punto principal.
Impactar, repetir y asociar
Recuerda: Así como usas un martillo para darle a un clavo, usa la técnica básica para causar una buena memorización:
Tema aparte. Una gran ayuda para salir de una laguna mental es tener a mano un bosquejo de ideas. Basta echarle un vistazo para recordar el tema que estabas tratando.
Pero ¿qué puedes hacer si memorizaste el bosquejo y estás hablando sin papel? Para una consideración de las lagunas mentales, ve a la sección S.O.S.
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También funciona al revés, primero traes a colación la figura mental, la explicas detalladamente y luego dices: "Lo mismo ocurre con...", y mencionas la idea abstracta que querías representar o explicar.
Supongamos que quieres hablar de "la importancia de tener en cuenta las necesidades de los demás".
Cuentas la historia de un hombre que estaba tan apurado que no dejaba pasar a la ambulancia. Lamentablemente, el paciente murió porque no llegó a tiempo al hospital.
Al llegar a su casa, el hombre se entera de que su madre tuvo un infarto. Los paramédicos lograron revivirla a tiempo, pero la ambulancia no llegó a tiempo al hospital. Su propio hijo le había estado cerrando el paso.
Y finalizas diciendo: "Tenga consideración por las necesidades ajenas. Porque un día podría tratarse de usted".
Acostúmbrate a asociar conceptos abstractos con conceptos concretos. Lo abstracto no se puede visualizar con la imaginación, pero lo concreto sí, solo entonces se puede memorizar.
Memorizando el aspecto concreto le facilitamos a la mente el esfuerzo de recordar el aspecto abstracto. Porque ambos eslabones quedan unidos como con un ancla. Nadie los sacará de allí. Podrás olvidarlos temporalmente, pero no quitarlos.
Cuando olvides tus anteojos, tu móvil o tus llaves, no repitas: "No recuerdo dónde los dejé". Eso solo refuerza el olvido porque le envía al cerebro la orden de no recordar. Es un pésimo sistema.
Debes decir: "¿Dónde los puse? ¿Dónde los dejé? ¿Dónde los puse la última vez? Mmmm". Si el recuerdo no viene, piensa en cualquier otro de los eslabones cercanos, reconstruyendo la escena hacia atrás, y los hallarás más rápido.
¡Tienes que facilitarle a tu cerebro el proceso de enviarte el recuerdo! En realidad, no necesita que lo ayudes. Está diseñado para hacerlo automáticamente. Pero ¿no crees que tu actitud positiva aceleraría el resultado? Sin duda.
Todo en tu cerebro está interconectado. No hay nada suelto. Solo basta un eslabón cercano para jalar el ancla y recordar toda la cadena.
Por ejemplo, dices: "A veces comemos algo que nos cae tan mal que nos provoca náuseas, y no podemos hacer nada para evitarlo. Terminamos devolviéndolo. Entonces sentimos un alivio muy grande. Igualmente, a veces tenemos un problema que no nos deja dormir. No se trata de comida, sino de una preocupación. Entonces viene un amigo y nos pregunta: '¿Qué sucede? ¿Deseas hablar del asunto?', y terminamos contándole todo lo que nos agobia. Entonces sentimos un gran alivio".
Aunque un vómito no es una imagen agradable, es válida si se la usa discretamente. Porque se trata de algo natural que todos en algún momento hemos experimentado. Podemos comprender muy bien lo que significa el alivio que resulta.
La próxima vez que el oyente tenga una preocupación, recordará que sería bueno hablar con un amigo de confianza y le descargará completamente su preocupación. Y cuando lo haga, se sentirá aliviado. Agradecerá que le dieras el consejo.
Recuerda:
- Impresión
- Repetición
- Asociación
Es la combinación perfecta para una memorización eficaz.
Un maestro que habla y habla y habla durante una hora sin impactar de manera positiva, creyendo que al alumno le corresponde llegar puntualmente, cerrar la boca, prestar atención, tomar notas, hacer pocas preguntas y quemarse las pestañas hasta el amanecer para recordarlo todo y aún así sacarse una buena nota, no sabe nada de oratoria ni de mayéutica.
¡La profesión de maestro exige impactar, repetir y asociar las ideas! ¡Debe convertirse en una licuadora de ideas, que muela y disuelva, primero en su propio cerebro, los trozos duros, por decirlo así, y segundo, se los dé al auditorio como una pasta fina.
Por eso, no les des los trozos para que hagan la pasta. Más bien deja que hagan todo lo demás a partir de la pasta. Si les tiras los trozos, ¿en qué sentido serías un maestro?
¡Dales los trozos licuados! Entonces disfrutarán mucho prestándote atención, tomarán notas eficaces, harán preguntas puntuales y gozarán estudiando. No tendrán que quemarse tantas pestañas ni tomar tantas bebidas energizantes.
Un orador experimentado que busca el beneficio para sus oyentes no impacta solo para lucirse o promocionarse a sí mismo, o para sobresalir entre la multitud y que lo aplaudan, sino para enfocar toda la atención en su tema y en el punto principal de su exposición.
Su meta es que sus oyentes recuerden los puntos principales como con un chasquido de dedos, de modo que puedan utilizarlos cuando los necesiten. Por ejemplo, al dilucidar un asunto que implique una decisión importante.
Es mejor racionar y reservar los impactos para destacar solamente los puntos principales y grabar los factores del discurso que a tu juicio se deben recordar. No mostrarías dominio de la oratoria si resaltaras cada palabra de cada párrafo.
Si impactas con cada letra y das el mismo énfasis a cada frase y a cada párrafo, tratando de resaltar todo el contenido, sería como marcar todas las líneas de un escrito con un resaltador de texto, ¿qué destacaría? ¡Nada!
Algunos oradores comienzan con énfasis, siguen con énfasis y terminan con énfasis. Pero empezar y mantener el discurso en un mismo nivel de principio a fin, sin cumbres ni clímax es tan absurdo y aburrido como no haberle puesto énfasis a nada. ¿Cómo notarán una cumbre si todo el tiempo los mantuviste en la cumbre? La meta no es promocionar tu imagen, sino beneficiar al oyente. Si los beneficias, te recordarán con aprecio.
Un orador competente usa su cuerpo y recursos intelectuales y emocionales exclusivamente para el propósito del discurso, como un rayo láser que se dirige inteligentemente hacia un objetivo preciso, con una programación adecuada, para lograr objetivo.
No desperdicies energía ni medios haciendo alharaca, aspavientos ni montajes innecesarios, tal como no detonarías una bomba en su casa ni usarías un arpón para deshacerte de una mosca.
En cierta ocasión, leí esta frase del Dr. Wayne D. Dyer: "No se puede aprender a volar avión estrellando aviones". Solo la leí una vez en mi vida, pero nunca la olvidé. Una frase sencilla que encerró mucho significado y permitió que recuerde el punto que quiso resaltar... y de paso, su nombre.
No necesitó un fondo musical, hipnotizar al auditorio ni disparar un arma. Fue una ilustración breve que se incrustó como un dardo en mi mente y corazón por toda la vida. Todo orador experimentado usa por lo menos una frase memorable en su discurso, que es lo que sus oyentes ligarán con el punto principal.
Impactar, repetir y asociar
Recuerda: Así como usas un martillo para darle a un clavo, usa la técnica básica para causar una buena memorización:
- Impacta con ejemplos y preguntas
- Repite varias veces la idea importante
- Asocia lo abstracto con algo concreto
Tema aparte. Una gran ayuda para salir de una laguna mental es tener a mano un bosquejo de ideas. Basta echarle un vistazo para recordar el tema que estabas tratando.
Pero ¿qué puedes hacer si memorizaste el bosquejo y estás hablando sin papel? Para una consideración de las lagunas mentales, ve a la sección S.O.S.
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