TU TEMA


¿Por qué usar un bosquejo?

El campo de mayor creatividad del que puede disfrutar un ser humano es la oratoria porque implica compartir la información y los sentimientos que bullen en su interior, para lo cual tiene que ingeniárselas con el fin de dejarse entender.

Cualquier auditorio inteligente supone que el tema de un orador es tan importante que no debe arriesgarse a decirlo de modo desordenado ni poco interesante. Peor si confunde las secciones de su discurso u olvida alguna de ellas.

Se oyen discursos tan poco magistrales que los auditorios ya casi no hacen caso a las palabras de un presentador que lee una larga hoja de vida para que sepan quién hablará. ¡Lo que quieren los oyentes es acción y argumentos de utilidad, que tenga valor práctico y exponga con energía, entusiasmo y objetividad!

Menoscaba la presentación gastar 5 minutos en un palabreo que no aporta ningún dato interesante. En cambio, decir algo interesante en 5 minutos dosificando la información añade valor al discurso.

La manera como usas el tiempo, sobre todo al comenzar, le envía una clara señal de eficiencia o ineficiencia a tu auditorio, lo cual incide en su decisión de quedarse o retirarse. No importa cuán abultada sea tu hoja de vida. Puedes estar repleto de nociones y ser un orador poco competente; y hay auditorios que valoran mucho cada minuto que pasa. No quieren gastar su tiempo. No toleran la ineficiencia en oratoria.

Por eso el bosquejo de ideas es como un mapa del discurso. Permite enfocar cómodamente de un vistazo sus diferentes aspectos, desde la primera hasta la última idea sin pérdida de tiempo ni de prestigio.

En oratoria, como en cualquier otro campo en el que se tiene que resolver un problema, se necesita un plan, definir la mejor manera de llevarlo a cabo, verificar que todo funcione bien y ponerlo en acción. De eso trata esta sección.

Claro, con el lanzamiento y uso del ChatGPT y los ChatBots uno puede resolver la tarea de preparar un discurso y su respectivo bosquejo de ideas sobre cualquier asunto. Pero no puede evadir la tarea cuando se trata de presentar el discurso que demuestre que procesó su tema.

El diagrama de arriba te muestra un ejemplo de bosquejo, de cómo se organiza básicamente cualquier discurso. Parece no incluir un saludo ni despedida, pero el saludo va implícito al inicio de la idea principal, y la despedida, al final de la última idea terciaria.

Digo esto porque ni la introducción ni el saludo requieren más de unos pocos segundos. El desarrollo o argumento es el que se lleva el mayor consumo de energía mental y emocional disponible. Pero no por ello creamos que podemos darnos el lujo de perder tiempo titubeando, pausando o divagando excesivamente. Eso aburre, desconcentra, adormece y mina la eficacia del discurso. 

Cualquiera titubea o tropieza en algún momento de su discurso. Pero no es buena señal para los oyentes titubear a menudo o titubear en la introducción o conclusión. ¿Por qué? 

Porque titubear mucho o en un momento en que se debe comunicar convicción y persuasión podría interpretarse como debilidad o vulnerabilidad.

Perder tiempo al empezar, o dar muchas vueltas para terminar, son indicativos de ineficiencia en oratoria. Sin querer, algunos novatos hacen dos, tres y hasta cuatro conclusiones a su discurso, diluyendo el impacto sobre la conclusión general, que es la que debe relacionarse con el título. Una conclusión basta.

El aburrimiento es un enemigo cuando el auditorio espera contenido significativo. Por el contrario, aprovechar el tiempo para aportar conocimiento sustancioso brinda el mayor beneficio para el oyente. 

Un ChatGPT o un robot te puede facilitar la tarea de organizar y diseñar tu discurso, pero no puede imprimirle sentimiento a tus expresiones. Te facilita la preparación, pero no reemplaza la creatividad y el calor humano que se requiere en los casos en que necesitas convencer, persuadir y motivar a un auditorio.

El factor humano tiene y transmite virtudes y características que no tienen los robots, y la oratoria lo pone en evidencia. La oratoria marca la enorme diferencia: calor humano, tono conversacional, sentido del humor y otras.

Y otra cosa antes de continuar: debemos tener en cuenta que las teleconferencias cobraron una importancia sobresaliente a partir de 2020, cuando invadió  la pandemia del COVID-19. Como nunca, la cuarentena sometió los discursos y bosquejos a mucha presión. ¿Por qué?

Porque los discursos y presentaciones ahora no solo exigirían exposiciones por escrito, como lo haría un robot, sino que se proyecte una imagen impecable del orador mismo en tiempo real, discursos que se puedan grabar y escuchar una y mil veces (y ni qué decir de que podrían diseminarse por todo el planeta por Internet), todo lo cual hizo surgir preguntas relacionadas con el uso eficaz del bosquejo al momento de dar el discurso.

A los que no supieron valorar a tiempo los cursos de oratoria ni entendieron cómo su manera de comunicar las ideas influiría en los demás, no les quedó más que someterse al imperio de las consecuencias y comenzar a aquilatar como nunca antes cualquier sugerencia relacionada con esta magnífica forma de comunicación. Había llegado el tiempo de tomar en serio las habilidades para presentar discursos eficaces por teleconferencia.

La inteligencia artificial podría ayudarnos a recopilar, procesar y entender los datos y la información, pero aún así tendríamos que tomar la decisión de usarla, transformarla en conocimiento, experiencia y sabiduría, y lo que aquí nos interesa: transmitirla mediante la oratoria.

Por teléfono uno podía estar presente mediante un auricular en dos o tres lugares al mismo tiempo, es decir, conectado con dos o tres interlocutores. Pero mediante una teleconferencia ahora uno puede estar presente en dos o más lugares a la vez, como un relámpago, ya que todos pueden observar y escuchar desde oriente hasta occidente y de norte a sur. 

La tecnología ahora puede  magnificar y retransmitir cualquier deficiencia que tus oyentes no hubieran notado antes. Un jefe, supervisor o gerente que se hubiese visto imponente detrás de un escritorio, ahora tiene que pasar la prueba de fuego de la oratoria dinámica y eficaz mostrando su imagen mediante discursos bien preparados y presentados. Ahora las pantallas de las computadoras de oficina y de los dispositivos móviles los colocaron a corta distancia de sus oyentes.


La pregunta que muchos se harían después de preparar su discurso por sí mismos o mediante inteligencia artificial,  sería: "¿Leo mi discurso? ¿Uso un bosquejo? ¿Lo ensayo? ¿Hablo extemporáneamente? ¿Improviso? Y si lo redactó personalmente, ¿a cuántas páginas equivaldría el tiempo de que dispongo? Y si hablo sin leerlo, ¿cómo organizo la idea? ¿Cómo memorizo las secciones?". Un ChatBot lo calcularía y prepararía en un abrir y cerrar de ojos, pero no reemplazaría tu oratoria.

Bueno, un inexperto suele redactar o escribir todo su discurso palabra por palabra desde el principio hasta el final, el cual luego procura memorizar a fuerza de repetirlo hasta el cansancio, porque supone que podría reconstruirlo exactamente como haría un actor profesional. Pero al tratar de hacerlo, terminaría atascándose una y otra vez ante la menor distracción, perdiendo el hilo y olvidando lo que quería decir. "¡Trágame tierra!"

Aunque no recomiendo redactar todo el discurso con la finalidad de memorizarlo, de todos modos tal vez quieras redactarlo para conservar un registro. En tal caso, ten en cuenta lo siguiente.

Tiempo disponible y redacción del discurso

Si piensas redactar todo tu discurso palabra por palabra, te sugiero calcular el tiempo según la cantidad de palabras, la cantidad de líneas y la cantidad de páginas.

Ten en cuenta que, hablando a una velocidad normal, unos cinco segundos equivalen a aproximadamente una línea de texto mecanografiado en formato normal con letra de 12 puntos, lo cual equivale a unas 14 palabras, y que cada minuto equivale a más o menos 12 líneas de texto (en el cuadro de abajo, la línea 12 corresponde a 1 minuto). Eso significa que unas 48 líneas equivalen a aproximadamente una página de tamaño A4.

Traducido a la cantidad de líneas, segundos, palabras y páginas, sería:
 

LIN SEG PAL PAGS. A4
1 5 14
2 10 28
3 15 42
4 20 56
5 25 70
6 30 84
7 35 98
8 40 112
9 45 126
10 50 140
11 55 154
12 60 168 ¼

En minutos sería:


LIN MIN PAL PAGS. A4
12 1 168 ¼
24 2 336 ½
36 3 504 ¾
48 4 672 1
96 8 1344 2
108 9 1512
120 10 1680

Controla tu tiempo con líneas de texto de entre 12 y 16 palabras cada una, o sea, un promedio de 14 palabras, lo cual equivale a unos 5 segundos por línea de texto.



Si se trata de discursos de práctica de 60 segundos, equivaldría a unas 170 palabras. En tal caso, podrías dividir tu tiempo en 10% (introducción), 80% (desarrollo)y 10% (conclusión), lo que significaría, más o menos, 10 segs. (introducción), 40 segs. (desarrollo) y 10 segs. (conclusión).

Los 40 segundos del desarrollo podrías dividirlos, por ejemplo, en dos bloques de 20 segundos cada uno si quieres hacer un contraste entre dos ideas, o en aproximadamente 3 bloques de 7 segundos cada uno si presentas un esquema cronológico. 

Si todo esto te ha sonado complicado, lo es. Pero puede ayudarte saber que la práctica de diseñar esquemas y diagramas puede resultar finalmente muy saludable y divertido, incluso ayudarte a superar cualquier déficit de atención.

Importante: Estos cálculos de tiempo, porcentajes y cantidad de palabras son solo estimados, promedios, o aproximaciones, no son reglas. Varían según tu propósito, el tiempo que quieres hablar, el tamaño de la letra que uses, el espaciado entre líneas, la cantidad de títulos y tu índice de nubosidad textual (ver en "Archivo").

Aquí abundo en detalles porque Oratorianetmóvil no es una carta ni un memorando, sino una biblioteca. Esta sección es un libro. No es un resumen (si quieres un resumen de toda la biblioteca, haz clic en la sección S.O.S.).

Por ejemplo, una vez leí un discurso que alguien escribió en Internet sobre el calentamiento global, para lo cual usó 22 oraciones. Lógicamente, era un artículo que abundaba en detalles. 

Entonces, un lector le envió un breve comentario que empezaba diciendo: "Usted habla mucho...". Entonces se me ocurrió usar la calculadora de Índice de Nebulosidad de Severoladrillo, para averiguar cuántas oraciones usó su crítico en su comentario: ¡26 oraciones! Casi lo mismo. Miró la paja en ojo ajeno, pero no vio la viga que tenía en su propio ojo.

A fin de cuentas, el punto no es criticar si se dice o escribe poco o mucho, sino si el contenido es interesante y si beneficiará o no al entendimiento, si ayudará a trazar objetivos, a tomar decisiones, a progresar, al bien común, a corto, mediano y largo plazo. 

La mayoría de discursos enseñan algo, y tanto la enseñanza como el aprendizaje se basan en la curiosidad, en seleccionar detalles e incentivos, en la autocrítica y en la amplificación de la información, a fin de entenderla y transmitirla.

Instálate un cronometro flotante

En caso de que quieras controlar el tiempo durante tus discursos, puedes instalar el Cronómetro Flotante de Michael Jentsch en tu dispositivo móvil. Es simple y práctico. Búscalo en PlayStore. Solo asegúrate de configurarlo para "no apagar la pantalla" mientras esté activo. 

Formato

La siguiente etapa consiste en darle formato al documento. Un formato es el estilo, forma o imagen de la página una vez obtenido tu promedio por minuto. 

Puedes redactar un borrador escribiendo de corrido todo el discurso (Fig. 1). Luego puedes hacer otro borrador dividiendo el escrito en párrafos de 12 líneas (Fig. 2), al margen de cuál sea la idea. En esta etapa no estás subdividiendo tus ideas, sino usando el formato para averiguar el tiempo total que tomará presentar la información.




En esta etapa puedes seccionar tus ideas como mejor convenga, ya sea con párrafos de dos, cinco o más líneas, según lo exija la distribución de la idea (Fig. 3).

Por tanto, en la etapa 1 escribes todo de corrido, sin separar párrafos (Fig.1). En la etapa 2 divides todo en párrafos iguales de 12 líneas cada uno (Fig. 2). Y en la etapa 3 le das una apariencia o forma más agradable, según te convenga subdividir la idea en más párrafos para darte facilidad visual (Fig. 3).

El paso 2 es lo que te permite conocer la cantidad de palabras por minuto, que también te ayuda a calcular la cantidad aproximada de párrafos por página, y de páginas por hora.

Bosquejo o diagrama simple



Es mejor preparar y memorizar un bosquejo o diagrama simple, con pocas palabras, que sea fácil de visualizar y memorizar.

Nota que estoy diciendo "memorizar el bosquejo", no "memorizar la redacción". Es muy diferente memorizar un bosquejo que memorizar una redacción.

Memorizar la redacción es casi imposible, y aunque pudieras lograrlo, tu presentación sonaría tensa, fría como un témpano de hielo, y todos se darían cuenta de que estás repitiendo todo como un robot. Solo los actores curtidos pueden memorizar algo así.

Lo peor de leer un discurso es que tus oyentes estarían justificados a pensar que otra persona lo redactó (lo cual no sería incorrecto si todos saben que eres portavoz de un grupo o comité).

¿Y si el redactor hizo un mal trabajo dándote un discurso que resultó en un desastre? ¿Crees que te salvarás diciendo: "No sé quién me lo dio?". Esta última impostura sería peor que la primera. ¿Quién te creerá? Sobre todo si el contenido era de máxima importancia. Nadie lee un discurso importante sin saber quien lo redactó.

En cambio, memorizar un bosquejo es más fácil. Te permite evocar las ideas a medida que agotas cada una. Un bosquejo debe lucir muy versátil y práctico, sobre todo porque puedes usarlo para hablar 1, 2, 5, 10, 30 minutos o más, según desees. Porque al ser solo un bosquejo o mapa de ideas (que podrías representar con un dibujo, un objeto o un grafico) puedes explayarte en cualquier idea por el tiempo que quieras. Eso no lo consigues con una redacción de palabra por palabra.

Cierta niña de 5 años llamada Catalina elaboró un interesante comentario de unos 30 segundos ante un auditorio de unas 80 personas sobre el tema: "Lo que más me gusta", mientras "leía" (o interpretaba) el bosquejo dinámico que ella misma diseñó. Sus padres me enviaron una copia que te muestro aquí abajo. Si ella pudo crear un bosquejo, ¿Crees que tú también podrías?


Igualmente como ella, si realmente dominas el tema y tienes las ideas claras, te será fácil desarrollar de manera extemporánea tu propio bosquejo de ideas con palabras que te salgan en el momento de tu corazón.

Pero si procuras repetir un largo escrito de memoria, es decir, palabra por palabra, frase por frase, te estresarás más de lo necesario y subirás a la plataforma temblando. Te garantizo que caerás en varias lagunas mentales (si es que en la primera no te bloqueas sin remedio).

Pero si a pesar de todas las advertencias, insistes en escribirlo todo detalladamente, palabra por palabra, y leerlo ante el auditorio, léelo. Porque aunque fueras un gran actor, no te recomendaría memorizarlo y evocarlo palabra por palabra sin leerlo.

Por lo menos, aísla las ideas importantes usando un resaltador de texto, para enfocar las ideas clave de un vistazo. Así:


Si usas un teleprompter, te sugiero escribir frases cortas con el tipo de letra más grande posible, palabras completas, a fin de facilitar un enfoque visual rápido.

El largo de cada frase depende de cuán buen lector público seas. Las frases cortas son menos complicadas para darles un vistazo. Lo importante es que tus ojos lean lo más cómodamente posible en sentido vertical, que es como avanzan los teleprompters. Ejemplo de una frase larga y una corta:

"...Amigos, es un placer estar con todos ustedes en esta magnífica reunión...."

"...Amigos,
es un placer
estar con
todos ustedes
en esta
magnífica reunión..."

Un cliente, de nombre Mario, no me creyó cuando le dije que su discurso le saldría mejor si hablaba con el corazón en la mano, es decir, sin leer nada. De modo que, contra mi sugerencia, después se acobardó y le pidió secretamente a un amigo que le redactara un discurso que pudiera leer.

La noche que habló ante su club, sacó "su" escrito y lo leyó  palabra por palabra, de principio a fin. Pero no pudo evitar que todos los que lo conocían se dieran cuenta de que no eran sus palabras. Evidentemente, la fraseología no era la que Mario solía usar. Intuyeron inmediatamente que otra persona se lo había redactado. Además, se atascó a cada rato porque, precisamente, su cerebro no estaba acostumbrado al ritmo de la fraseología del amigo, y como si fuera poco, Mario no era un experimentado lector público. A todas luces, no habló con su boca, aparte de que no pudo evitar que el papel temblara.

Pero ese no fue el peor de sus males. El problema se agravó cuando terminó.  Dijo: "Gracias" y tomó asiento. Respiró aliviado. ¿Aliviado? No por mucho. El que estaba sentado a su lado le dio un leve codazo y le susurró al oído: "Olvidaste entregarle el plato de plata al presidente saliente".

¡Wákala! El pobre Mario había olvidado darle el acostumbrado plato recordatorio a su sucesor. ¿Cómo zafar el bulto? ¿Acaso llamaría por teléfono al que le preparó el discurso para pedirle que le escriba un par de líneas más? ¡Ni hablar! En ese instante recordó lo que yo le había sugerido desde el principio: "¡Habla con el corazón en la mano!".

Tomó impulso, se puso de pie y "habló con el corazón en la mano", y lo hizo por más tiempo del que usó para leer el escrito de su amigo, porque fueron sus propias palabras. Habló con más convicción. ¿El resultado? Lo aplaudieron a rabiar. ¡Ese sí era Mario!

Al notar la diferencia, todos confirmaron que su primer discurso fue preparado por otra persona. Pero le salió tan bien que por fin vio su gran potencial como orador. Aunque no tuvo tiempo para preparar lo que dijo al final, se vio obligado a improvisar.

Su amigo no sabía lo del obsequio al presidente saliente, y Mario se expuso a sí mismo a lo que menos quería: quedar mal y hacer el ridículo. Aprendió la lección a las malas.

Pero eso no es lo peor que podría pasar. Aunque suene horrible decirlo, si otra persona te prepara el discurso, ¿podrías garantizar que no introducirá frases o líneas de pensamiento que te pusieran en aprietos, o que, sin querer, te indujeran a error? Sería un daño que difícilmente podrías reparar con simples disculpas.

Y hasta si lo prepararas personalmente, un escrito palabra por palabra te sometería a una tensión mayor que si hablaras a partir de un bosquejo. Es mejor "hablar con el corazón en la mano" siguiendo un simple mapa de ideas.

Si tienes cabeza y corazón para escribir, los tienes para hablar, y viceversa. No es muy diferente. Y si puedes escribir cien palabras, puedes escribir veinte. Un bosquejo es relativamente pequeño.

Un bosquejo te libera en muchos sentidos porque, precisamente, tiene pocas palabras. Es un plano de ideas, no una intimidante sopa de letras.

¿Oíste alguna vez el dicho: "Una cosa lleva a la otra"? Bueno, este es el mejor momento para pensar en un concepto tan práctico. Porque un bosquejo es para que una idea te lleve a la otra con naturalidad y comodidad desde el comienzo hasta el fin del discurso.

Ahora veamos un bosquejo algo más elaborado, para discursos más extensos y cargados de detalles que no debes pasar por alto.

xMind es un práctico y muy amigable app que puede serte de gran ayuda para organizar una gran variedad de bosquejos y mapas mentales para tus discursos. Encuéntralo en una tienda virtual.



¿Por dónde empezar a elaborar tu discurso? 

CONClusión

Comienza preparando tu discurso por la conclusión. La conclusión es el final del discurso. No debes usarla para explicar nada, sino solo para concluir.

Si no tienes claro cómo vas a terminar, mejor no des el discurso. Si no sabes adónde irás de viaje, ¿cómo prepararás tu equipaje? Si no conoces tu destino ni tienes una idea clara de lo que quieres, ¿cómo diseñarás la ruta para llegar? Aunque suene extraño, el destino, meta, objetivo o conclusión es el verdadero punto de partida de cualquier emprendimiento.

La conclusión debe ser una decisión tomada de antemano, pensada, reflexionada y meditada con muchísimo cuidado. No solo porque sienta la base para diseñar todo el discurso, sino porque tiene que ver con ciertas limitaciones atribuidas al cerebro.

Una de esas limitaciones tiene que ver con la concentración. La neurociencia enseña que por naturaleza solemos enfocar sólo lo que consideramos como objetivos, retenemos la información relevante y suprimimos la que nos distrae.

Eso significa que quizás nadie en tu auditorio retenga todo lo que digas, a menos que coincida con sus objetivos. Dicho al revés, uno no tiende a retener lo que lo aleja de lo que le interesa.

Por eso debemos ser estrictos al presentar: 1) un discurso claro que enfoque los intereses del oyente, descartando todo lo que lo distraiga (incluidos gestos, ademanes y manerismos que no vienen al caso). Y 2) recordar que eso es crítico al llegar a la conclusión, por dos motivos: se trata del momento de mayor tensión para el orador, y es a lo que más prestará atención el oyente.

La conclusión no debe llegarle desinflada al oyente, como resultado de la espontaneidad ni de la suerte, con un tono y emoción débil o irrelevante. ¡¡Debe sonar a conclusión!! Debe encapsular el objetivo para que el auditorio lo retenga y se lo lleve en la memoria como si fuera en una pastilla, como una medicina sobre la cual meditar (ver "meditar" en Glosario).

No es una conclusión eficaz despedirse del auditorio ("Eso es todo cuanto puedo decir", "gracias", "buenas noches"), porque las despedidas no contienen el objetivo ni es algo que se retenga como de importancia. En todo caso, corresponde al presidente o maestro de ceremonias, no al orador. 

La eficacia de la conclusión está en lo último que dices, y debe estar relacionado con el tema y el punto principal del discurso. Lo último que dices es lo que queda resonando en la mente de tus oyentes. No quieres que recuerden "¡Gracias!", sino el objetivo de tu discurso.

Lógicamente, como toda meta o decisión, puedes modificar tu conclusión a última hora o cuando sea que lo juzgues conveniente, por ejemplo, si las circunstancias cambian de un momento a otro, o si de repente se te ocurre algo más eficaz en un instante de iluminación. Siéntete libre de girar el timón, pisar el freno o acelerar. 

Si tu discurso te pertenece, es tuyo, puedes atenerte a lo que decidiste, o modificarlo (pero si no te pertenece -porque solo eres un portavoz o secretario-, no debes modificarlo).

Recuerda que la conclusión sirve para sugerir, ordenar, pedir cooperación o sembrar una reflexión profunda al llegar al final del discurso. Es lo último que dices y, si lo haces de una manera apropiada, seguirá resonando como una grabación en la mente del oyente, repitiéndose como un eco después de tu presentación. De eso trata esta sección.

"El auditorio enfoca el objetivo, 
retiene lo relevante 
y suprime lo que lo distrae".

Si tu discurso fue estimulante, apasionado e instructivo, tus oyentes esperarán que los ayudes a canalizar su entusiasmo. ¿Cómo? Mediante sugerirles una acción definida y  una razón, motivo, incentivo, consejo o sugerencia que se base en el objetivo del discurso. La conclusión sirve para hacer eso específicamente (no para decir "gracias, ha sido un placer estar con ustedes, quiero mandar un saludo a mi mamá, bla, bla, bla...").

La conclusión es el mejor momento para encender por última vez la pantalla de la imaginación del oyente y mostrarle de un vistazo o vislumbre el beneficio, razón o ventaja que obtendrá si te hace caso y pone en práctica tu sugerencia. La imaginación es un poderoso recurso para convencer y persuadir. Si no la enciendes, perdiste.

A muchos les suena extraña la recomendación de empezar la preparación diseñando la conclusión, porque quizas siempre supusieron o vieron que la mayoría de sus amigos siempre comenzaron preparando el comienzo. Pero no has visitado Oratorianetmóvil para seguir a la mayoría, para repetir sus desaciertos y errores, sino para hacer las cosas más eficazmente.

Por supuesto, cualquier acción que quieras que el oyente tome tendrá mucho que ver con lo que le digas, es decir, con lo que este llegue a saber o conocer, durante el discurso. Pero si no tienes claro el resultado (es decir, cómo será el final, efecto o consecuencia), ¿cómo vas a apuntar las flechas de tu argumento?

A un orador experimentado se lo conoce por ciertos rasgos distintivos. Uno de ellos es cómo comienza y cómo concluye su discurso. Por regla general, un buen comienzo indica una probabilidad de que será interesante.

Personalmente, si el comienzo de un orador no es dinámico, suelo cambiar de canal o retirarme, porque intuyo que me aburriré terriblemente, me distraeré a cada rato y no captaré mucho. Además, tengo muchas otras cosas que hacer.

Por eso Dale Carnegie sugería nunca terminar diciendo "gracias" ni aplaudiéndose uno a sí mismo, porque eso sería lo que los oyentes recordarían, y lo que se quiere es que recuerden el objetivo del discurso, no lo agradecido que está el orador. Además -insistía-, es el auditorio el que suele expresar su agradecimiento con un aplauso, no el orador. Se ve algo ridículo que el orador se aplauda a sí mismo, o que aplauda a sus oyentes.

Por eso, debido a que el final es la epítome del discurso, es decir, un resumen que uno expresa en pocas palabras para que el oyente recuerde el punto principal y pueda utilizarlo, solo debes decir las palabras estrictamente necesarias y adecuadas para enfatizar el tema u objetivo del discurso

Por eso también debe durar unos pocos segundos solamente. Las explicaciones deben darse durante el desarrollo del discurso, no durante la conclusión. La conclusión no es para explicar nada. La conclusión es para impulsar a la acción con base en una razón contundente o beneficio.

Tu argumento debe apuntar hacia el sentido de responsabilidad del auditorio. Todo tu discurso debe depositar en el oyente individual la responsabilidad de tomar la decision de actuar y de llevar a cabo dicha acción. Si no se siente responsable ni involucrado, no llevará a cabo ninguna acción. Solo habrá oído un buen discurso, nada más.

Pero tal vez insistas: "¿No es mejor preparar primero la introducción? ¿No sería un desorden empezar diseñando la conclusión?" Veamos.

Blaise Pascal solía decir que "lo último que uno sabe acerca de una tarea es por dónde debió empezar", y tiene mucho sentido. Cuando uno termina una tarea suele obtener un vistazo general, y, en retrospectiva, descubrir una manera más eficaz de proceder la próxima vez (el arte de ser proactivo consiste en descubrirlo antes de dar el discurso).

Por ejemplo, cuando te dispones ir a un lugar que no conoces bien, ¿no te parecería apropiado tener primero una idea clara de la ruta que tienes que tomar a fin de llegar a tu destino con seguridad? ¿No has visto lo que sucede con los sobrevivientes de un accidente aéreo en un desierto o en un bosque? 

Lo común es que comiencen a deambular sin rumbo hasta que caen muertos por no saber adónde se dirigían. ¿No crees que hubiesen invertido mejor sus recursos si, antes de partir, se hubieran detenido a pensar en alguna ruta, por ejemplo, trepando a un árbol o subiendo a un monte para tener una idea del horizonte?

Igualmente, si no sabes cómo concluirás tu discurso, es decir, qué acción pedirás, qué reflexión les dejarás o qué beneficio, razon, promesa o incentivo recibirán por hacerte caso, ¿cómo podrás decidir el hilo de ideas que más te conviene seguir para dar en el blanco del sentido de responsabilidad? Imposible.

Lo primero es decidir cómo concluirás, incluido el tono de voz que usarás cuando pongas fin a tus palabras. Sólo así podrás entender mejor cómo abordar y desarrollar tu argumento.

La conclusión no debería sonar como si de repente hubiera ocurrido una interrupción del audio o como si te hubieras quedado sin palabras. ¡Tiene que sentirse como una conclusión, tener un tono de conclusion, como un final, como lo último que dirás! Es el momento en que tus palabras deben transmitir la mayor convicción. No es momento de atascarte, toser ni perder volumen, como un auto que se queda sin combustible. ¿Qué elementos debe contener?

ACCIÓN + BENEFICIO

Reiteremos: Si conoces tu destino, sabrás qué ruta trazar, y si decides de antemano cómo terminar tu discurso, se te iluminará el cerebro y te será más fácil pensar en cómo enfocar el desarrollo y, por último, cómo diseñar una buena introducción.

Ten en cuenta que toda acción resulta de un conocimiento, de una sensación, emoción o sentimiento. Es decir, resulta de lo que tus oyentes creen, saben y sienten. Aunque lo que ellos saben y lo que deben hacer son asuntos diferentes, basan todo en una sola verdad: lo que ellos creen y sienten.

Para que tus oyentes actúen en armonía con tu llamado a la acción, tienen que tomar una firme decisión basada en un  incentivo (premio), razón (lógica) y en una motivación (emoción). Sin esto como base, no perseguirán la meta de hacer lo que le pidas.

Tienes que ofrecerles una satisfaccion, un incentivo, una promesa, una razón, una emoción, un sentimiento. Solo así se involucrarán sintiéndose  responsables de tomar acción.

Por eso, ¿qué vas a explicar en la conclusión? ¡NADA! Solamente será un llamado a la acción. Les dirás concretamente cómo y en qué sentido se beneficiarán de asumir su responsabilidad de hacer lo que les pides. 

Francisco Mora, doctor en neurociencia y profesor de fisiología humana,  decía enfáticamente: "¡Somos mamíferos! Y ningún [ser humano] puede ejecutar una conducta que no tenga cierto significado".

Esa es la razón por la que el final no debería tomar por sorpresa ni abruptamente al auditorio, como si se hubiera interrumpido el audio. No debería parecer que le faltó algo al discurso, como un gato sin cola. ¡La conclusión debe servir exclusivamente para enfocar el propósito del discurso diciéndoles específicamente lo que deben hacer y cómo y por qué deben hacerlo.  

El desarrollo o argumento diseña el ambiente emocional e intelectual que se requiere para concluir eficazmente, de modo que no se deje ninguna duda de que son tus últimas palabras y que les estás indicando precisamente lo que deben hacer o pensar, así como el incentivo que recibirán por pensarlo y hacerlo.

En pocas palabras: la esencia de una conclusión eficaz es:  (1) "¡Haga esto (2) para conseguir esto!". Pocas palabras, gran final.

No lo olvides: Tienes que señalar muy claramente una acción (o proceder) y un beneficio (razón de peso). No lo olvides: no cometas la tontería de acabar diciendo: "Es todo cuanto puedo decir", "gracias", "tengan muy buenas noches", "un saludo a mi mamá" ni "Feliz Navidad y Año Nuevo".

Por último, aunque a veces parezca conveniente negar o prohibir algo, en la mayoría de los casos sugiero ponerte en positivo. Explicar algo de manera pasiva, indirecta o negativa demanda más tiempo y recursos intelectuales de parte de tus oyentes que si se los dices de forma activa, directa y positiva.

Por ejemplo, "¡No hagamos lo que no es correcto!" es un concepto que dificulta la concentración y la reflexión, y por tanto, desestabiliza el orden lógico del pensamiento e induce a duda. Retarda o bloquea la decisión de actuar y cooperar. Es mejor facilitar la fluidez de la idea: "¡Hagamos lo que es correcto!". Eso sí es fácil de procesar.

¿Habrá una sesión de preguntas y respuestas?

Ahora bien, hay un detalle que no tienen en cuenta algunos oradores: una sesión opcional de preguntas y respuestas después del discurso o conferencia. Esta se lleva cabo después de que el orador dijo todo lo que tuvo planeado decir. Así que, aunque parezca fuera de cuadro, y en realidad se considera parte de la exposición, es cuando el auditorio recibe la pista del protagonismo y demanda participar. ¿Cómo abordarla?

Hay que abordarla con igual seriedad y entusiasmo, pero improvisando o hablando extemporáneamente. Esta sección no se planea. Algunos oradores prefieren incluir estas preguntas y respuestas como parte del discurso, permitiendo que el auditorio interrumpa con toda confianza y participe durante la exposición. Pero es mejor coordinarlo con el organizador en el momento de acordar previamente la conferencia.

Pero el detalle al que me refiero no tiene que ver con el hecho de que ocurra una sesión de preguntas y respuestas, sino con tu actitud y manera de responder durante la misma. ¿Por qué?

Aunque tengas mucha información y motivación disponible en tu mente y corazón, no sabes lo que te preguntarán. Quizás opinen, comenten o pregunten cosas que ni siquiera se te hubieran ocurrido. Esto es lo que debes hacer: cíñete estrictamente a lo que sabes y habla con el corazón en la mano.

En caso de que te atrevas a especular, confiesa que estás especulando. Y si no tienes la respuesta, no temas confesar que escapa a tu conocimiento. Una vez pregunté a mi médico algo que no supo responder. Simplemente se deshizo de mi pregunta diciendo: "No es mi especialidad. Tendría que investigar al respecto". Fin del problema. 

Claro, sería incongruente que no supiera en qué lugar del cuerpo está ubicado el hígado. Pero el detalle al que me refiero va más allá: una sesión de preguntas y respuestas poco antes de terminar la conferencia sería una magnífica oportunidad para reforzar tu conclusión.

Cualquier pregunta, opinión y comentario de tus oyentes debe ser utilizado para hacer hincapié en las razones y motivos que tuviste para dar tu discurso. Toda pregunta debe ser bienvenida si armoniza con tu tema. Y si no armoniza, no temas indicar con sencillez que está fuera de tu alcance. Nadie tiene por qué saber qué es un palimpsesto, la médula obligada o la mesosfera.

La sesión de preguntas y respuestas se abre para que el orador responda a la necesidad que tienen sus oyentes de saber un poco más sobre el tema o para solicitar una aclaración o comentario sobre algo que dijo, no para desviar del tema al auditorio.

Recuerda esto: Sus preguntas llenan vacíos que surgieron durante el discurso, no porque olvidaste mencionarlo, sino porque no sabías que eso les interesaba o sencillamente no te pareció relevante. Si puedes, responde, si no, abstente.

De todos modos, aunque pudieran preguntar cosas que ni siquiera se te ocurrieron, es mejor que apartes unos momentos durante tu preparación, o quizás poco antes de la presentación, para dialogar con ellos y pensar creativamente en aquellas cosas que ni siquiera se te habían ocurrido. Seguramente tienes las respuestas. ¡Solo piensa proactivamente!

DESarrollo

El desarrollo es la carne del discurso, el plato fuerte, la explicación, el argumento, el hilo de ideas y la línea de razonamiento que seguirás de comienzo a fin para establecer el asunto.

Aquí es donde debes exponer todas tus ideas principales y demás recursos para convencer, persuadir y entretener:

    Anécdotas, relatos
    Apoyos visuales
    Argumentos, explicaciones
    Comentarios, referencias
    Estadísticas
    Cuentos, historias
    Datos, cifras, fórmulas, claves
    Definiciones, significados
    Entrevistas, debates, discusiones
    Preguntas, respuestas
    Pruebas, evidencias, hechos
    Razonamientos lógicos
    Refranes, citas célebres

Es tu armamento pesado. Por supuesto, todo debe quedar dentro del orden lógico que decidas usar. ¿Orden lógico? Por ejemplo:

    De ventajas a desventajas. Primero expones las ventajas, luego las desventajas posibles y, finalmente, la mayor desventaja o la mayor ventaja. O puedes hacerlo al revés, primero las desventajas y luego las ventajas.

    De problema a solución. Primero expones el problema, después el peor problema, luego todas las soluciones posibles y, finalmente, la mejor solución. O puedes hacerlo al revés, primero la solución y luego el problema que se evitaría.

    De causa a efecto. Primero centras la atención en las causas, luego en los efectos, resultados o consecuencias. O viceversa, primero hablas de los efectos, resultados o consecuencias, y después, de sus causas. En física, los efectos nunca ocurren antes que las causas, pero en oratoria podemos enfocar y hablar de las probables consecuencias o resultados, antes o después.

    Por contraste. Toda clade de dicotomías: ventajas/desventajas, caro/barato, antes/después, mucho/poco, agradable/desagradable.

    Por comparación. Mencionas un ejemplo impactante, un caso de la vida real o un cuento, y después le das una aplicación útil. Le sacas una lección.

    Por grupos naturales. Costa/montaña/selva, oro/plata/cobre, hueso/tendones/músculos, minerales/plantas/animales.

Recuerda esto: Argumentar no es convencer ni persuadir. Es solo el medio, recurso o instrumento que usas para convencer y persuadir. Podrías argumentar todo el día y no convencer a nadie si no defines una línea de pensamiento, los asuntos sugeridos en párrafos anteriores.

Para este momento, en esta etapa del desasrrollo de tu preparación debe quedarte muy claro el objetivo, como la flecha indicadora del Norte de una brújula, el punto principal de lo que quieres decir y las ideas secundarias y ejemplos que quieres presentar como apoyo, el orden lógico de tu argumento. 

A continuación, la chispa que encenderá el motor del discurso: tus primeras palabras.

INTroducción

La introducción es el comienzo de tu discurso y, por tanto, el pitazo de inicio del partido. Por eso debes prepararla meticulosamente después de tener muy clara tu conclusión y de haber diseñado tu desarrollo.

El comienzo suele contener la pieza clave para entender el resto del discurso. Por eso sería una lástima comenzar con un volumen tan bajo y con tan mala pronunciación que nadie entienda lo que dices. El comienzo debe ser muy claro. Es el peor momento para tropezar, toser, arreglarte el cabello o corregir algo que dijiste al revés. 

No te sugiero iniciar con una frase dogmática o prejuiciosa dando por sentado que todos concordarán, peor si raya en lo que parece ser una falacia a oídos de todos. Empezar generando rechazo es absolutamente inapropiado.

Por ejemplo, comenzar con una frase de condena, critica o juicio sin haber colocado primero un cimiento sólido para tal afirmación. Diseñar y presentar un discurso es semejante a construir una casa. Primero colocas los cimientos, después, poco a poco, piso por piso, la estructura, incluidos los ductos del ascensor y de los desperdicios, lógicamente también los techos y escaleras. Luego levantas los muros externos y las ventanas, y finalmente las paredes internas, dispositivos de comunicacion, etc. No comienzas por el techo ni por las ventanas, ¿verdad?

Comenzar un discurso haciendo una declaración dogmática, es decir, sin haber expuesto un argumento, una base razonable, una razón de peso, es la marca de la ineficiencia en oratoria. El dogma no es muy convincente en todo caso. Sin embargo, podría servir para captar la atención de un oyente inmaduro, inexperto o poco perspicaz. 

Puede que un oyente maduro y experimentado te conceda el beneficio de la duda y espere un momento para ver si presentas un argumento sólido. Pero si eso no sucede, es decir, si insistes con el dogma, cambiará de canal, pasará la página y se ausentará mentalmente.

En todo caso, al igual que sucede con la conclusión, en la introducción solo debes decir aquello que sirva para captar la atención. Si crees que algo puede resultar aburrido, trillado o tan obvio que nadie prestará atención, debes descartarlo sin pensarlo dos veces.

En la introducción también puedes presentar información clave sin que se den cuenta. Lo mejor es usar una comparación o ilustración que esconda o disimule por un momento lo que verdaderamente quieres decir. Para que cuando expliques por qué lo dijiste digan: "¡Ahhh! Ahora entiendo". El impacto hará su trabajo.  

Al diseñar primero la conclusión, como vimos en párrafos anteriores, tienes claro adónde apuntan tus ideas. Pero ahora, al diseñar la introducción, puedes dedicarte a pensar en un detalle que encienda la chispa de todo: Tus primeras palabras. ¿Qué será eficaz decir para empezar? ¿Con qué captarás la atención?

Como primeras palabras puedes usar:

    Un refrán
    Una cita célebre
    Una ilustración
    Un cuento o fábula
    Una historia breve
    Un apoyo visual
    Una palabra interesante
    Un gesto o ademán

Cualquier cosa que capte poderosamente la atención es un buen elemento para esta sección. Solo evita usar una frase dogmática (a no ser que lo hagas intencionalmente, con una razón concreta, no para convencer). Por ejemplo:

"Juanito de repente cayó sentado. Resbaló con una cáscara. Tanto le dolió que nunca más tomó a la ligera caminar sin fijarse dónde pisaba. Igualmente, si no tienes cuidado al pensar en tus primeras palabras, podrías dar un patinazo por el que te lamentes el resto de tu vida. Siempre debes pensar cuidadosamente en las primeras palabras."

La introducción no es para dar explicaciones. Para eso está el desarrollo. Más bien, la introduccion sirve para captar la atención y concentrarla en el asunto que explicarás después, durante el desarrollo.

Por eso, la introducción, al igual que la conclusión, debe ser breve e ir al grano. Si el discurso durará poco, bastarán unos segundos, y si durará muchos minutos, tal vez un poco más, aunque no necesariamente.

Una introducción muy corta pondrá en peligro la eficacia si no logras concentración, y una demasiado larga fomentará el aburrimiento si no resulta interesante ni fácil de captar. Ambos casos demostrarían falta de empatía.

Hay una fina línea que separa la atracción de la distracción. Cualquier cosa que digas para atraer la atención debe impactar en la mente y corazón del oyente hacia el punto principal o hacia algún aspecto que contribuya a orientar su mente hacia el punto principal. 

Pero si no la atrae de alguna manera hacia el punto principal, o si solo la atrae hacia tu persona, se convertirá en una distracción. Es decir, alejará a todos del objetivo del discurso. Tu norma respecto a este asunto debe ser: "Atraer hacia el tema, no distraer". 

Algunos oradores inician su exposición mientras el auditorio todavía no ha terminado de conversar.  Es misión del maestro de ceremonias motivar al auditorio y entregarle al orador un auditorio receptivo.

Otros oradores atraen la atención hacia sí mismos, hacia su personalidad o hacia su cuerpo, y echan a perder la oportunidad de lograr éxito con su introducción. 

Parece una nimiedad, pero no lo es. Cuando uno enciende su automóvil, no deja presionado el arrancador más de un instante. Porque solo se requiere una chispa.

Una chispa es pequeña, pero es todo lo que se necesita para encender el potente motor. Lo mismo ocurre con los pensamientos del oyente. La introducción del discurso no tiene que ser larga para concentrar sus pensamientos en el asunto que quieres tratar. Basta un detalle. Será más que suficiente.

Por supuesto, si la tradición local o una norma exige saludar primero y/o hacer un anticipo de lo que hablarás, o decir algunas frases protocolares, puedes hacerlo. Pero hazlo muy rápido, evita mencionar una larga lista de nombres y calificaciones. No es necesario. En todo caso, eso le correspondería al maestro de ceremonias, para evitarles distracciones a los oradores.

Sea como sea, en la introduccion del discurso nunca debe faltar un detalle que capte poderosamente la atención sobre el tema principal.

A veces basta saludar diciendo: “Buen día” (si el grupo es pequeño), o “Señoras y señores, es un placer dirigirme a ustedes para...” (si el grupo es grande). Pero no lo sugiero. Lo mejor es ser breve y comenzar impactando con algo interesante pero sencillo que capte le atención. Ir directamente al asunto, sin saludar.

Reitero: El saludo y el anticipo son opcionales, pero el detalle que capte la atención es imprescindible. Al margen de si saludas o no, siempre debes comenzar tu argumento con un detalle que concentre la atención en el asunto que vas a tratar.

Todo -introducción, desarrollo y conclusión- debe señalar hacia el objetivo del discurso. 

Por decirlo así, la introducción, el desarrollo y la conclusión contienen el mismo ADN. Sólo son diferentes maneras de enfocar el mismo asunto.

Es interesante un anécdota que contó Dale Carnegie en uno de sus libros sobre la manera como uno de sus alumnos de oratoria percibía este asunto:

"Primero les digo de qué les hablaré, después les hablo de lo que les dije que les iba a decir, y, finalmente, les digo lo que les dije".

Recuerda: Sin importar cuánto subdividas tus ideas, básicamente todos los discursos tienen un comienzo, una explicación y un final (introducción, desarrollo y conclusión).

¿USARÁS UN TELEPROMPTER?

Un teleprompter es un equipo en el que redactas o pegas tu discurso. El texto se proyecta en una pantalla frente a tus ojos, y puedes leer todo tu discurso, avanzando automáticamente durante toda la presentación.

Por ejemplo, si darás una teleconferencia y te parecería eficaz usar un teleprompter, te sugiero ensayar hasta el cansancio, es decir, hasta que domines su uso y su lectura. No quisieras sorpresas de última hora, ¿verdad? 

Eso pudiera incluir ensayar grabándote en video, colocándolo de modo que el texto quede cerca del foco o lente de la cámara para que no parezca que estás leyendo. Al mirar el texto, parecerá que miras a la cámara.

La mayoría de relatores de noticias usan teleprompters profesionales en los estudios de televisión. Pero puedes descargar uno de bolsillo a tu móvil, desde PlayStore, y con un poco de práctica e ingenio, te servirá de mil maravillas. 

SpeechWay es muy bueno. Montas tu discurso en el app, ¡y listo! Puedes llevarlo en tu dispositivo móvil adonde quieras. Tiene un cronómetro incorporado y puedes reajustar la velocidad de exposición del documento y el tipo y tamaño de la letra. 

Una advertencia: No confíes 100% en los equipos electrónicos. Nunca se sabe cuándo podría ocurrir un corte en el suministro eléctrico, o podrías olvidar recargar la batería. Úsalo, pero extrema tus precauciones.

DIVIDIR PANTALLA

Si no quieres complicarte con un teleprompter y estás pensando dar una teleconferencia con una PC, Laptop o Tablet de última generación, busca en el entorno del equipo (o pregúntale a Google o a un amigo) "cómo dividir pantalla". Selecciona la pantalla del texto que quieres mantener a la vista, pero teniendo la precaución de que dicha pantalla esté  próxima al lente de la cámara.

El texto no avanzará automáticamente como con un teleprompter, pero podrás avanzarlo manualmente con la flecha/abajo.

DE-VOZ-A-TEXTO y DE-TEXTO-A-VOZ

Si no quieres escribir tu discurso, pero quieres tener una redacción del mismo, puedes decir tu discurso en voz alta, ensayándolo, y lograr que quede redactado automáticamente en un documento o archivo a modo de apunte o borrador para que no se te escape la idea. ¿Cómo hacerlo? 

Puedes  descargar un pequeño aplicativo de-voz-a-texto desde PlayStore y grabarlo. No tienes que escribir nada. Solo tienes que decir tu discurso en voz alta. El aplicativo irá escribiendo lo que digas, como una secretaria. Despues podrás corregirlo con el teclado de tu teléfono o tablet y darle un mejor acabado (definiendo mayúsculas, comas, puntos, separar los párrafos...), o dárselo a una secretaria profesional que lo pula.

Estos aplicativos suelen incluir la opción inversa, de-texto-a-voz. Copias o redactas un texto en Word o en un block de notas y lo pegas en la ventana del aplicativo, o lo escribes directamente en el aplicativo, y le das clic al icono de voz para escucharlo. Uno muy simple y fácil de usar es Speech to text, de Xenom Apps. 

¿Ensayar?

¿Es siempre necesario ensayar? No. Depende de algunos factores. Pero sería conveniente si durante la presentación usarás un equipo nuevo o desconocido. También es conveniente ensayar si quieres causar un impacto o efecto específico en tus oyentes en cierta parte del discurso. 

Y no descuides ensayar las palabras de pronunciación difícil, como decir cierto nombre y/o apellido en otro idioma, o decir cierta frase exactamente como lo planeaste. Proyectarías una imagen desagradable si pronunciaras mal un nombre cuya pronunciación es reconocida por todos. Por ejemplo, "J.P. Morgan" se pronuncia "Yei Pi Morgan" o "Jota Pe Morgan". Sonaría ridículo que dijeras "Chipi Morgan". Sería como escribir "Bati Cano " en vez de "Vaticano".

En todo caso, quizas no sería tan necesario ensayar si conoces bien el tema y el idioma y te agrada o te atreverías a disfrutar de la espontaneidad del momento.

La necesidad de reflexionar en la decisión de ensayar o no radica en que, según se dice, cuando uno lee o escucha, retiene aproximadamente un 10% de lo que piensa y un 90% de lo que siente, y eso se consigue ensayando, actuando, asimilando, imaginando, simulando o imitando. 

Retienes más con las emociones y sentimientos que con los pensamientos. Dicho de otro modo, memorizas mejor con el corazón que con la mente. 

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TEMAS PARA MEMORIZAR

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