INFORMACIÓN


La información es lo más importante en oratoria

¿Te resultan familiares estas palabras: "Usted tiene derecho a guardar silencio. Cualquier cosa que diga puede ser usada en su contra"? De eso trata este artículo, pero en lo relacionado con tu oratoria.

Otros refranes que udieran aplicar son: "Por la boca muere el pez", "En la casa del jabonero, el que no cae resbala", "En la puerta del horno se quema el pan". Todos estos hacen referencia al exceso de confianza, ¡cuánto más al uso de la palabra!

Algunos oradores se sienten satisfechos y pagados de sí mismos cuando sus amigos les dicen: "¡Muy buen discurso!", lo cual significa que les gustó. Pero ¿es realmente un indicativo de que llenaron los requisitos de un discurso que realmente dio en el blanco de la eficacia? "No todo lo que brilla es oro", ¿verdad? 

¿Fue información de utilidad práctica, confiable, razonable, libre de prejuicio y agnotología? Lo menciono porque también hay lo que se conoce como desinformación, información incompleta, insuficiente, y a veces, taimada.

A veces, sin querer, contribuimos a la desinformación por medio de descuidar u olvidar una pequeña pieza de información, convirtiendo una simple sugerencia en un prejuicio que no solo cause una distracción innecesaria, sino una declaración totalmente confusa, dudosa o contradictoria, ¡incluso una apologia a lo que no quisimos decir!

Algunos dan largas explicaciones, consumen minutos con voracidad y no se les entiende absolutamente nada a pesar de que están bien informados y respaldados por la verdad. ¿A qué se debe? A que "saber" no garantiza "saber explicar", tal como "tener conocimiento" no garantiza que sepas ayudar a otros a "procesar la información que recibe".

Por otro lado, a diferencia de presentar información incompleta, insuficiente o defectuosa debido a un inocente descuido en oratoria, cuando la gente se refiere a la desinformación, implica una intención de deformar las conclusiones y derribar las imágenes mentales que se habían formado, a fin de implantar otras que contribuyan a un propósito ulterior y oculto, generalmente egoísta.

En tal caso, una excusa válida sería que uno informó con buenas intenciones. Lamentablemente, no solo se ha vuelto común que en el mundo algunos procedan con malas intenciones en su oratoria, sino en muchos campos de la actividad humana.

Tanto la buena educación como la farsa implican impartir cierta información, pero ambas también podrían usarse para atacar o derribar.

Por otro lado, los investigadores de la inteligencia artificial predicen grandes avances, pero no pueden predecir ni impedir que la información recopilada pueda usarse con fines malvados. 

Si han diseñado un sistema de inteligencia artificial que acopia su base de datos de todas las bases de datos creadas por el ser humano, es decir, que procede de la sinergia de todas las inteligencias implicadas, ¿se les habrá ocurrido que eso mismo también podría producir una "estupidez artificial" y meternos en peores problemas?

De hecho, la ciencia de la agnotología nació motivada por el destape y desclasificación de miles de documentos secretos en una investigación de un caso que involucró a una corporación empresarial que introdujo la duda como parte vital de su política y estrategia de negocio.

Consabido es que, aunque con el auge de Internet se ha esparcido toda clase de información a los cuatro vientos, lamentablemente, gran parte no soportaría el escrutinio del razonamiento lógico básico.

Aunque muchos merecen un sincero agradecimiento por su aporte a la cultura, la educación y el progreso, hay quienes solo tienen como finalidad hacer dinero mediante obtener tráfico, likes y suscriptores, pero sin ofrecer información amplia, sustanciosa, confiable, benéfica o de gran utilidad.

Otros solo buscan y diseminan información para espiar, confundir, chantajear o crear caos. Y aún otros comparten información confiable, pero incompleta, generando problemas aun sin querer.

Por ejemplo, algunos dicen que comer ajo crudo es bueno. Pero ¿será recomendable para quienes están bajo un tratamiento con anticoagulantes? De ese modo, información bienintencionada pero incompleta podría inducir a error.

Por eso se debe procurar que cualquier clase de información se exponga completa o que por lo menos contenga los detalles necesarios para evitar en lo posible una desorientación o mala interpretación.

Debido a la proliferación de la duda y la desinformación también aumentó la cantidad de gente escéptica y agnóstica, de modo que muchos se volvieron más difíciles de convencer y persuadir mediante discursos sencillos o razonamientos válidos.

Muchos descubrieron que pululan versiones diferentes y hasta contradictorias sobre casi todo asunto imaginable, y se pusieron a la defensiva tomando con pinzas toda información.

Otros despiertan a la realidad y concluyen que no vale la pena esforzarse por adquirir conocimientos que no tienen asidero en los hechos, la verdad ni el razonamiento lógico, mucho menos si no les ven utilidad, valor práctico ni beneficio alguno.

Gracias a Internet mucha gente está disfrutando de estudiar y aprender más que antes. Desgraciadamente, hay quienes no se dan la molestia de investigar y analizar. Simplemente quieren todo fácil y rápido y lo aceptan inconcusamente, como eufausiáseos (kril) en las fauces de la ballena de la agnotología.

Por ejemplo, factores ambientales y estrategias de marketing basadas en la agnotología influyen a diario compitiendo con el flujo y la eficacia de la información y la educación que tiende a prevenir el consumo de substancias tóxicas para el organismo humano. De modo que existe, se mantiene y crece un mercado cautivo para muchos productos y servicios.

Pero "no se puede cazar patos donde no hay patos". Esa es una verdad. Para cazar patos se necesitan patos. Cambiemos la palabra pato por incauto. "No se puede cazar incautos donde no hay incautos". Una persona bien informada y que ha desarrollado la habilidad y capacidad de procesar la información, se convierte en presa difícil de la confusión y la desinformación, porque estas personas buscan y prefieren información exacta, suficiente y veraz, sobre todo útil y beneficiosa.

De hecho, buscar información confiable, analizar y auto reeducarse es uno de los consejos que dan los expertos que ayudan a superar, por ejemplo, la ecoansiedad de los últimos tiempos. ¿A qué te sonó la palabra ecoansiedad? Aunque no te interese, ¿acaso no convendría examinarla un poco para conocer mejor a algunos oyentes ecoansiosos ante los que tengas que hablar?

Un orador ético y bien informado no confunde ni desinforma intencionalmente. En cambio, investiga y expone información pertinente, suficiente, objetiva y veraz, y anima a otros a investigar. Cualquier exabrupto, lapsus o exceso puede ser comprensible, porque nadie es perfecto. Pero no lo hará intencionalmente, es decir, por negligencia.

Por eso, pregúntate: ¿Crees que un discursante dará en el clavo y logrará el objetivo de su presentación si no dedica suficientes recursos a estudiar bien la información? La respuesta es: Depende de si sus oyentes son cautos o incautos.

Por ejemplo, ves un panel en la tele. Varios expertos están discutiendo sobre la proteína de origen vegetal y la de origen animal. Cada uno parece tener razón y haber adquirido inteligencia en dicho campo, pero no se ponen de acuerdo. ¿A quién apoyarías y en qué te basarías para hacerlo? ¿Realmente estás en capacidad o posees inteligencia para opinar y decidir respecto al asunto? ¿Acaso es cuestión de competir y ganar?

¿O no será que todos tienen razón pero enfocan el asunto desde diferentes contextos y hacia diferentes perspectivas? ¿Acaso dudarás de sus méritos basándote en una emoción para votar por el ganador? ¿O te irás al otro extremo y los juzgarás de ególatras, de mente cerrada, que se creen la divina pomada?

Ahora, viéndolo al revés, poniéndote en su lugar, si ellos fueran tus oyentes, ¿qué desearías que opinaran de ti después de tu discurso?

Aunque tu oratoria les haya sonado bien, siempre autoevalúate, preguntándote: "¿Realmente hice contacto intelectual con todos? ¿Entendieron lo que dije? ¿Recordarán los detalles importantes cuando los necesiten?

¿O por lo contrario les entró por un oído y les salió por el otro? ¿Me habrán felicitado (o aplaudido) por compromiso o por la forma de decirlo, no por haber sentido el beneficio que les aportó el contenido?".

Siendo realistas, aunque seas una eminencia en tu campo, eso no te otorga automáticamente una maestría en oratoria, es decir, no significaría que dictarás conferencias magistrales sobre tu campo. Para lograr eso tendrías que tener en cuenta la oratoria como una especialidad paralela, o por lo menos averiguar algo sobre didáctica, pedagogía, educación o mayéutica. El arte de enseñar tiene que ver con el magisterio, no con el habla casual ni con una charla.

Por ejemplo, un audiolibro no es un curso. Es pura información. En cambio, un curso es un taller de trabajo que implica preparación, explicaciones, demostraciones, ejercicios prácticos supervisados y evaluaciones.

Ningún título profesional te convierte automáticamente en un maestro de oratoria, o en un excelente orador que domina cualquier otro campo del saber. Instruir a otros en oratoria es otro cantar.

Por ejemplo, un gran epidemiólogo no se convierte automáticamente en un gran maestro de epidemiología. Tendría que convertirse también en un buen comunicador. Podría estudiar un método o curso (de oratoria, educación, pedagogía o ciencias de la comunicación) con la misma pasión con la que estudió epidemiología. De lo contrario, sus alumnos sufrirían muchísimo para entenderle y perderían tiempo y energía dilucidando lo que trató de explicarles (lo cual ocurre a menudo, lamentablemente).

"Informar" es una palabra compuesta: "In" [de "entrar", "meter" o "conducir hacia dentro" (ingresar, insertar, introducir, introspección)] y "formar" [dar forma, modelar, acomodar, adaptar].

Informamos cuando damos forma a un pensamiento y lo introducimos o ingresamos en la mente de nuestros oyentes. Los oradores in+formamos, insertamos formas de pensar. Ofrecemos una teoría, un modelo de pensamiento, un dato, un proyecto, un significado o un esquema mental.

Por eso, aunque informar es una gran responsabilidad, más lo es aprender a informar con eficacia, sobre todo en este siglo 21, en que la informática ha inundado la vida de todos mediante toda clase de algoritmos.

En la sección "Cómo motivar" te muestro que, a pesar de que la información sea lo más importante, no es suficiente. Existe una cultura, tradición, tendencia, paradigma, moda o estereotipo que a menudo opone resistencia a pesar de que el dato, razonamiento o argumento sea válido, beneficioso, ventajoso y hasta irresistible.

Entonces, ¿por dónde empezar a preparar tus discursos? ¡Por el interés! Tienes que interesarte y asegurarte de que lo que quieres decir tenga suficiente sustento y un apoyo razonable. Solo así evitarás que tus palabras caigan en saco roto.

Lo que digas no debería contribuir de algún modo a la agnotología (ver "Agnotología" en el Glosario). Aunque estaría bien presentar preguntas que despierten curiosidad con el fin de concentrar la atención en el tema y/o reforzar la memorización, no sería ético hacer preguntas que despierten duda con el único propósito de desvirtuar la verdad o desestabilizar la percepción de realidad del auditorio a fin de controlar a los oyentes.

Tus oyentes esperan que les proveas información que tienda un puente entre diferentes contextos y perspectivas. Quieren que les proveas herramientas y les enseñes a usarlas, que les proveas recursos y les digas cómo explotarlos, que les muestres palancas para mover obstáculos. Quieren que les ayudes a hallar una puerta que les facilite la entrada o salida hacia una vida mejor.

Tus oyentes cargan pesados enigmas que quisieran descifrar. Necesitan resolver ecuaciones, desaparecer o aliviar problemas y dolores. Quieren que introduzcas, propongas, generes o procures un cambio en sus vidas; que promuevas una causa, que convalides tus conocimientos, que los guíes, orientes, corrijas, nutras y toleres.

En fin, esperan que aportes algo a su educación o reeducación, que hagas lugar a una interesante retroalimentación, una que les permita regalarse a sí mismos muchas cosas buenas, a manos llenas, para ser felices. Y no hablo de dinero, posesiones materiales, sino de recursos intangibles.

No importa cuán básico sea el nuevo o renovado conocimiento que les proveas. Descubrirlo los hará sentirse parte del cosmos, ampliará su perspectiva y percepción de la realidad y los hará trascender por medio de expandir su imaginación creativa para hacer cosas nuevas. ¿Quién no desearía hacer discursos que ayuden y trasciendan?

Siendo la información tan importante para tu seguridad y la de tus oyentes, sería una traición a su confianza despertar duda, sospecha, farsa, calumnia o cualquier forma de pensar torcida con el fin de desorientarlos y arrastrarlos intencionalmente a conclusiones que solo tuvieran apariencia de orientación y guía.

Tu meta siempre debe ser proveer confianza y seguridad a través de un conocimiento confiable. Porque el lector, el oyente, el espectador, el estudiante, el auditorio, el receptor de un mensaje se apoya en el sentimiento de confianza.

Por ejemplo, para 2023, el "Informe Global del Barómetro de Confianza de Edelman", basado en los resultados de encuestas realizadas en 28 naciones en un marco de 23 años, arrojó cuatro sugerencias para enderezar la tendencia generalizada hacia la desconfianza en la mayoría de los políticos, una de las cuales indicaba que las empresas debieran protagonizar un papel esencial en el ecosistema de la información como fuente confiable, 1°) promoviendo el discurso civil, 2°) responsabilizando a las fuentes de información falsa y 3°) rectificando dicha información, entre otras acciones.

Lamentablemente, en el ámbito comercial y empresarial (y me atrevería a incluir la Inteligencia Artificial [incluida la estupidez artificial]) no escapa la influencia de la agnotología, que pareciera ser la principal protagonista entre bastidores. No solo se trata de la "duda", la "desinformación" y la "ignorancia" como factores aislados, sino de agnotología, como un todo, como un solo factor sinérgico de influencia.

Aun así, ¿significa que cuanto más sepas te hará más feliz? La respuesta es: Depende del tipo de información que adquieras y de lo que decidas hacer con esta al preparar y presentar tus discursos, conferencias y entrevistas.

De hecho, la información llegó a ser tan importante que, desde 2022, algunos ya la estaban comparando con una mercancía estratégica, casi en el mismo nivel que el petróleo y otros recursos energéticos. Lo que equivaldría a ser tan importante que ignorarla podría costarnos la salud o hasta la vida.

¿Y acaso es un secreto que hasta en las más altas esferas de los poderes del mundo se procura obtener el mayor control posible sobre los individuos, lo que se entiende como "obtener control sobre la información", es decir, acopiar la mayor cantidad de datos? Es porque hoy, más que nunca, confiar en la información se ha vuelto de suma importancia.

Sin embargo, ¿sabías que hay toda clase grupos de poder ahí afuera que no quieren que pienses, medites, tomes conciencia ni aprendas a librarte de la confusión? Por lo contrario, se valen de la duda y la incertidumbre a fin de desacreditar la información que les resulta inconveniente, a fin de desorientar, polarizar y sacar ventaja.

Por otro lado, hay quienes dicen que 'la gente es ignorante y anda confundida', que 'todos andan desinformados y son presa fácil del engaño sutil', y que 'lo único que quieren oír es lo que quieren oír, "¡quieren comer, no alimentarse ni nutrirse!". Pero ¿es cierto que toda la gente es así?

Desgraciamente, mucha. Como si fuera, algunos tapan sus ojos y oídos, su mente y su corazón como si fueran compuertas de submarino. Por decirlo así, no creen estar equivocados aunque se miren en un espejo y se den cara a cara contra la realidad.

Por eso, recuerda esto: el engaño solo funciona hasta que la verdad sale a flote y no queda más que reconocerla y lamentarse. Nada ni nadie ha podido jamás triunfar contra la verdad. Ella es superior, aunque sabemos que a veces resulte dolorosa (es tan eficaz que ni siquiera a los mentirosos les agrada que les mientan).

Aquí no te enseñaré a mentir ni a sobornar. Con base en mi experiencia observando miles de casos, puedo afirmar categóricamente que la mentira jamás ha tenido éxito a corto, mediano ni largo plazo. El resultado nunca ha sido bueno. Toda farsa y estafa se apoya sobre columnas agrietadas y podridas. Están condenadas a romperse. Con mayor razón si soporta una estructura muy grande o ha pasado mucho tiempo. Cuanto más grande la estructura, más estrepitosa su caída. ¡Garantizado por la ley de causa y efecto!

(Con el objetivo de sonsacar información y resolver un caso, en algunos lugares la ley permite -y justifica- que las autoridades mientan al sospechoso durante un interrogatorio o durante una conversación. Pero ese no es el caso aquí.)

Por eso, informarte no siempre resulta en satisfacción. No significa que tienes que abrir y entrar por una puerta solo porque esté abierta. No porque veas una escalera tienes que subir o bajar por ella, y no porque veas una masa de agua tienes que arrojarte y nadar, mucho menos beberla.

No estoy hablando de "ganancia de información". Tampoco me refiero a "algoritmos", "bits" ni "entropías", sino sencillamente de información relacionada con tu oratoria, con los conceptos y las ideas que quieres compartir con tus oyentes al dar un discurso.

En todo caso, depende de los beneficios, ventajas y riesgos, de la conveniencia, trascendencia o probables consecuencias que signifique para ti. Al igual que una puerta, que no tienes entrar por ella solo por que esté abierta, y no porque tengas una oportunidad tienes que aprovecharla, tampoco es cierto que siempre tengas que aprovechar todas las oportunidades que se te presenten en la vida. Eso es mentira.

Tienes que evaluar tus pros y contras sobre la base de un código moral confiable. Algunas decisiones deben pensarse más de dos veces. Hasta cierto punto, un desastre se podría prevenir, pero una vez que ocurre, no se puede revertir. En tal caso, solo queda lamentarlo, comprender, adaptar y reinventar mirando adelante, procurando un mejor desempeño.

Dicen que "el consuelo del tonto es dar consejos". Se refiere a quienes no tuvieron precaución al tomar una decisión. ¿Podrán revertirla? Quizás no. Pero ¿pueden enfocar una solución y mejorar su criterio para no agravar sus problemas tomando una peor decisión en el futuro?

Por eso digo que investigar y adquirir información y conocimiento conllevan una gran responsabilidad. Porque si bien es cierto que buscar conocimiento es un derecho, al mismo tiempo se convierte en un deber que influye significativamente en tu vida y en la de tus oyentes, ya sea que hables de un procedimiento, un protocolo, una política, un paradigma, una teoría, una tesis, una especulación, una ilusión, un sueño, una creación, un placer, un invento, un prejuicio o acerca de cualquier otro asunto, sobre todo si implica vida o muerte.

De hecho, el acopio de la mayor cantidad de conocimiento se ha convertido en un factor motivacional tan grande que el espionaje y la injerencia parecen lobos voraces de información, ¡toda clase de información! Datos y más datos que luego se digieren con inteligencia (o estupidez) artificial.

En el blog Hypotheses leí que "un buen discurso ha de saber defenderse con grandes argumentos verbales". Y es una manera interesante de decirlo. Sin embargo, también se esperaría un fundamento sólido. A nadie le agradaría quedar en ridículo si alguien lo corrigiera por haber dicho algo sin haberse asegurado de la base que tiene para decirlo.

Es cierto que puedes especular, expresar tu opinión, punto de vista, sugerencias, ilustraciones, ejemplos, hacer comentarios sobre cualquier asunto que te preocupe, incluso compartir lo que imaginas, pero en tal caso ten la precaución de asegurarte de que tus oyentes entiendan que solo estás dando una opinión personal.

A veces, hasta una pausa, un receso o instante para pensar podría ser más penetrante que el mejor argumento y la mejor ilustración. De hecho, hay silencios que dicen mucho y que hasta coronan la mejor respuesta. Por ejemplo, ¿sabías que podrías generar un mayor impacto con tus gestos si no haces ningún ademán y, de repente, haces un movimiento específico?

Así como hay expresiones convincentes y persuasivas, también hay gestos y ademanes convincentes y persuasivos. Igualmente, así como hay expresiones poco convincentes y persuasivas, también hay gestos y ademanes poco convincentes y persuasivos. Así como hay dichos contundentes, también hay silencios contundentes. No obstante, un poco de palabreo podría tener su lugar y momento.

Por ejemplo, para salir de una inesperada laguna mental en medio de un discurso [que algunas veces podría parecernos un banco de arena movediza], o para divertir a los amigos durante una charla. Solo ten cuidado, porque demasiada sal y pimienta dejará de gustarle a cualquiera. La gracia se puede echar a perder y convertir en aburrimiento.

Por otro lado, tampoco será significativo para los oyentes escuchar demasiadas cosas obvias. Por ejemplo, que un alcalde se explaye hablando de que "tenemos que luchar por el bien de todos... tenemos que destinar más recursos a la seguridad...". Eso ya lo sabe todo el mundo. Decir esas cosas equivaldría a no haber dicho nada. ¡Tienes que imprimir inventiva y originalidad a tus palabras para que no suenen demasiado obvias!

No es una exageración decir que por un puñado de palabras mal enfocadas, que fácilmente pueden malinterpretarse, se podría iniciar un incendio difícil de apagar. No sería ético que un orador competente diera curso libre a la agnotología durante una exposición, de modo que provocara una pelea o conflagración.

Por otro lado, aunque no conviene olvidar algo importante. A cualquiera le puede ocurrir. Y también es cierto que uno podría meterse en problemas por decir algo sin pensar en las consecuencias. Seguramente nos hemos metido en más problemas por decir un disparate que por mantener la boca cerrada. Los exabruptos no siempre son bienvenidos.

"Si no sabes", puedes preguntar o decirlo en forma de pregunta. Quizás aliviaría el impacto de errar el blanco. Sin embargo, hasta la más simple pregunta o la más breve pausa podría ser devastadora si uno no calcula el riesgo de hacerla en un momento inapropiado.

Quizás suene ridículo o exagerado, pero se podrían inferir muchas cosas de un silencio, de una simple pregunta o de una declaración abierta. Y una vez que se despierta un prejuicio y se mezcla con una pizca de información sesgada y algunos datos retorcidos, se podría encender una chispa suficiente como para desencadenar una conflagración. Claro, depende de quién haga la pregunta o declaración, cuándo lo pregunte, a quién se lo pregunte y cuándo lo pregunte.

El asalto al Capitolio de los Estados Unidos de América por una chusma enardecida fue una reacción, un efecto, un resultado y un hecho histórico de 2021 que nadie hubiera imaginado. Toda proactividad y estrategia se quedó corta. ¿Qué lo produjo? Al margen de tu respuesta y del bando de tu simpatía, y aun si fuiste neutral, la chispa fue: cierta información.

De modo que ¿es realmente importante la información? Recuerdo una mujer irascible que nunca más le dirigió la palabra a un amigo. ¿Por qué? Porque no le respondió lo que a ella le hubiera gustado escuchar. ¿Y cuál había sido la respuesta? Tres palabras que lamentablemente malinterpretó. ¡Solo tres palabras! 

Recuerda esto: En oratoria no hay palabra pequeña ni pausa de sobra. Cuando hablas en público todas tus palabras importan. Todas incuban el potencial de modificar conceptos y emociones en la mente de tus oyentes y dirigir su motivación y decisiones hacia fuentes de placer que podrían hacerles bien o mal. Los resultados, beneficios y expectativas pueden reforzarse o desvirtuarse en dos segundos y cambiarle la vida a cualquiera. 

Hay quienes afirman que uno nunca debería quedarse callado, porque eso enviaría una señal de debilidad. Pero hablar sin estar seguro solo podría empeorar las cosas, sobre todo si uno no tiene habilidades de vendedor para decir algo que le permita quedar bien y continuar con la conversación. 

No significa que uno simplemente continúe hablando aunque diga disparates. Afirmar algo sin tener conocimiento del asunto es una especulación. Puede considerarse como una hipótesis, un comentario, una teoría o una corazonada, pero no como información confiable. Recuerda: Solo tienes derecho de hablar de tus convicciones y de lo que aprendiste por estudio, investigación, análisis y/o experiencia. No hay otra forma de quedar bien. No sería un fundamento solido decir: "Me dijeron", "me pareció", "todo el mundo lo sabe", "cualquiera lo hubiera pensado".

Sin embargo, el que estés convencido no significa que convencerás a otros si no razonas lógicamente y aportas conocimiento nutritivo, bien documentado.

Suena brutal decir: "¡Si no sabes, cállate!". Pero si no cierras la boca cuando deberías mantenerla cerrada solo te puede meter en problemas. Aquí es donde siempre deberías recordar que tienes derecho a permanecer en silencio y que cualquier cosa que digas podría ser usada en tu contra. Un simple exabrupto ha hundido a muchos en el pozo de la desaprobación social.

Antiguamente se decía que era mejor no declarar nada por escrito, porque cualquier documento firmado se convertía en una pieza de información que podía usarse en un juicio. Pero hoy sabemos que cualquier tipo de registro, ya sea escrito, hablado o filmado tiene el potencial de convertirse en una bomba de tiempo que un juez podría detonar si autoriza el desbloqueo de las comunicaciones.

Cuando se puso de moda utilizar los medios de comunicación y las redes sociales para diseminar frases sueltas y pensamientos breves por Internet, muchos cayeron víctima del prurito de proclamar a los cuatro vientos cuanta cosa se les ocurriera, fuera cierta o falsa, produciendo una increíble reacción en cadena llamada "viral".

Y ni siquiera las redes sociales se salvaron. Al contrario. Basta que a cierta persona o grupo no le guste algo, o no estén de acuerdo con cierto contenido, los propietarios del medio pueden eliminar de un plumazo el trabajo de un usuario aunque este haya invertido años de dedicación, esfuerzo y dinero. En los términos y condiciones se le advierte que eso puede ocurrir y que no habrá lugar a reclamo. Es un servicio gratis. Hacer clic en "acepto" basta para finiquitar el asunto ante la ley.

En oratoria es especialmente delicado abrir la boca y decir algo que no fue corroborado,
 investigado y analizado responsablemente. La palabra clave que debería resonar en nuestra conciencia después enterarnos de algo novedoso debería ser: "¡Verifícalo!".

Decir: "Podría ser" no tiene peso, no convence del todo, pero por lo menos salva el pellejo. Irónicamente es una expresión con la que prefieren responder muchos científicos a la hora de hacer conjeturas, hipótesis o especulaciones sobre el pasado remoto, sucesos desconcertantes del presente o el impredecible futuro distante del cosmos. Lo que quiero decir es que una expresión condicionante podría salvarle el pellejo a cualquiera.

Por otro lado, conviene ser tolerantes y hacer lugar para un sano sentido del humor y de la especulación bien intencionada. Pero también convendría callar cuando se esperaría discreción o hasta confidencialidad de nuestra parte.

Por ejemplo, podría darse el caso de que una persona estuviera en posesión de cierta información, pero la Ley la haya puesto bajo juramento de mantenerla secreta, como ocurre con los médicos, abogados y ciertos representantes oficiales y autoridades del gobierno que manejan información que no se debe divulgar, como estrategias empresariales, militares o políticas, por lo cual también se les concede cierto grado de inmunidad.

Desde ese punto de vista no es exacto decir que siempre es mejor saber más. Muchas veces es mejor saber menos, y aún mejor, no saber nada. En cualquier caso, uno siempre tiene la opción de ahondar en su investigación.

Sin embargo, aunque no dominaras un tema, todavía podrías quedar bien si te arriesgaras a hablar de lo que otra persona quería saber. ¿Cómo?

En cierta ocasión me preparé de antemano para responder a cuanta pregunta se le pudiera ocurrir a cierto cliente. Pero llegado el momento, me hizo una pregunta que me desconcertó. ¡No había preparado una respuesta para eso!

De modo que cuando me preguntó, : "¿Usted cree que eso funcione?", lo miré y respondí: "¿Quiere que funcione?". Me miró fijamente, abrió la boca y él mismo respondió su pregunta, y la conversación continuó hasta concluir exitosamente para ambas partes.

En todo caso, medita siempre y confía en los conocimientos que adquiriste por estudio y experiencia. Solo así podrás sintonizar con la mente de tus oyentes con datos que puedan memorizar, si es posible, para toda la vida. Como dice el reputado empresario e inversor Robert Kiyosaki: "El mayor de tus activos es tu mente." 

Sin mente no puedes tener fe, conocimiento, esperanza, resolver problemas, trazarte objetivos, relacionarte con los demás, amar, preparar ni presentar tus discursos.

Por eso, ten en cuenta tanto las limitaciones educativas del oyente como las tuyas. Me ha sucedido algunas veces que alguien supuso que yo no dominaba cierto tema y se pavoneó dándome una cátedra con datos torcidos y evidentemente equivocados. Una persona tan entusiasta, o mejor dicho, dogmática, evidentemente no toma conciencia de sus limitaciones.

En esos casos, prefiero callar y dar por terminada la conversación lo antes posible. No porque quiera evadir el tema, sino que no suelo invertir mi tiempo y energías debatiendo con alguien que, ignorando piezas elementales de conocimiento, cree que está en posición de darme un consejo. Simplemente callo y le otorgo la victoria que busca, aunque sepa que las estacas que sostienen la carpa de su afirmación son endebles.

Pero en raras ocasiones, cuando alguien ha querido jactarse poniéndome en ridículo, las circunstancias me han forzado a pulverizarlo delante de todos aportando las piezas de conocimiento que le faltaban. No obstante, ganar una discusión rara vez me ha producido placer. Prefiero otra ruta a la felicidad que ponerme pico a pico por nada.

No lo olvides: La información es lo más importante, tanto por adquirirla como por compartirla. De ello depende la toma de decisiones y la solución de los problemas. Tus oyentes deben llevársela -como si fuera- en una pastilla, es decir, un muy pocas palabras. ¿No te ha sucedido que siempre te acuerdas de algo que sucedió o algo que alguien dijo? Es porque el dato no solo ingresó a tu mente, sino quedó grabado.

Por lo tanto, mantén enfocado el punto principal desde el principio de tus discursos, pero haciéndolo de diferentes maneras y con enfoques interesantes. Porque la información se convierte en conocimiento cuando la llevas a la práctica, cuando la experimentas, la usas o sabes explicarla a otros.

Una advertencia: Muchos oradores se habitúan a enfatizar datos fríos y abstractos minimizando la importancia de sintonizar con las emociones y sentimientos de sus oyentes, arriesgando el éxito del objetivo. Es un detalle que se les escapa


De todos modos, en esta sección tratamos de la información y del conocimiento. En la sección "Cómo motivar" veremos el aspecto emocional.

Como dije en otro lugar, cierta vez Dale Carnegie contó que un alumno le dio una de las más interesantes explicaciones de lo que para él era un discurso: "Primero [en la introducción] les dejo saber de qué les hablaré, segundo [en el desarrollo] les explico lo que les dije que les iba a decir, y tercero [en la conclusión] les digo lo que les dije". Tres enfoques para un mismo punto central. Interesante modo de verlo.

Con enfoques prácticos y claros influirás en las conclusiones que saquen tus oyentes y en la manera como apliquen su razonamiento e inteligencia analitica y lingüística. Los habrás iluminado para tomar mejores decisiones.

Por lo tanto, dicho en pocas palabras, un discurso es una línea de razonamiento, no una pieza suelta de información ni piezas inconexas. Todo va conectado entre sí, manteniendo coherencia en torno a un solo punto.

Por ejemplo: "¿Qué es lo que más te interesa? ¿Buscar conocimiento o encontrar conocimiento? Buscar y encontrar no son lo mismo. Para encontrar algo tienes que buscarlo. Pero lo que realmente quieres no es buscar, sino encontrar, ¿verdad? ¿No sería fantástico que lo encontraras sin buscarlo?

A veces, con el fin de ensanchar su base de credibilidad y confianza, un orador tal vez decida mencionar algo en lo que sus oyentes quizá nunca habían pensado, o algo en lo que siempre habían pensado. Procura hallar ese vacío y llénalo con un dato inolvidable.

Ilustrémoslo con la función de un taladro. En la mayoría de casos, uno no compra un taladro por el placer de taladrar, sino porque necesita un hueco. ¡Le interesa el hueco, no el taladro!

Igualmente, uno compra un cepillo de dientes para cepillarse los dientes, no porque colecciona cepillos. Cualquiera concordaría con eso. Pero ¿realmente lo hace por sentir el placer de cepillarse? ¿Acaso no es por querer dientes limpios? ¡Lógico, es porque quiere dientes limpios!

No obstante, la mayoría ni siquiera entiende la verdadera razón científica del cepillado. Sucede que, pasadas algunas horas, se forman y afianzan colonias de bacterias que, a la larga, destruyen los dientes. ¡Dicho técnicamente, el cepillo es un desordenador de colonias de bacterias! Porque al desordenarlas, les impide juntarse, agruparse, organizarse, afianzarse, producir mal aliento y destruir la dentadura.

Las personas se cepillan porque les han dicho que así "limpian" sus dientes. Pero un estomatólogo sabe que en realidad es para desordenar las formidables bacterias que en 10 o 12 horas se reorganizan formando poderosas colonias que comenzarán a variar y destruir los dientes.

Esas son líneas de razonamiento que conducen con suavidad y naturalidad desde la introducción de la idea hasta una conclusión útil, específica e irrefutable que refuerza la confianza y seguridad y coadyuva al objetivo del discurso.

Un razonamiento puede hacerse público -como cuando uno lo pone por escrito en un libro o revista o lo publica en Internet o por televisión o radio-, o mantenerse discretamente dentro de uno mismo, en su cerebro, como componente de sus propios pensamientos y discernimientos, lo que se conoce como soliloquio (hablar con uno mismo). Un discurso es un razonamiento.

Por ejemplo, un invento puede darse a conocer o permanecer secreto durante todo el tiempo que el inventor desee. Un discurso o razonamiento también. Uno puede hacerlo público, frente a un gran auditorio, o mantenerlo en reserva hasta que decida compartirlo con los demás, en el momento más indicado como un "As bajo la manga".

No es lo mismo que impartir información incompleta, torcida, incorrecta, inconexa, prejuiciosa, tendenciosa, inaudible, borrosa o especulativa, que sería como usar una brújula malograda para orientar a otros en medio de la selva.

Considero absurdo y un desperdicio de talento soltar toda la información sin tener en cuenta una estrategia dirigida a beneficiar al oyente con un descubrimiento interesante.

Por otro lado, muchos piensan que el aspecto emocional es más importante que la información. "¡Ah, la emotividad!" ¿Pero te pondría en ventaja? Quizá por un tiempo. Sabemos que nunca es prudente tomar decisiones exclusivamente con base en las emociones, es decir, sin tener en cuenta información confiable.

Por ejemplo, sin suficiente información, o con información parcial o sesgada no se puede llegar a una decisión judicial correcta. Hay que poner atención a toda a información pertinente. De otro modo, se estaría prejuzgando al declarar inocente o culpable a alguien.

Por eso, aunque desde un punto de vista sería saludable decir que las emociones son más importantes, desde otro ángulo, la información lo es. No lo sabríamos si no procesamos bien la información.

Por ejemplo, ¿por qué desearía ir a la universidad uno que quiere convertirse en neurobiólogo? ¿Porque está ansioso por sentir algo? ¿O porque quiere saber y aprender? Definitivamente, no aprobará los exámenes por sentir algo, sino por saber y aprender algo.

Si solo quisiera emociones y sensaciones, le bastaría con ver una película. Pero si quisiera saber y aprender, tendría que investigar y analizar los datos, lo cual implicaría leer muchos libros y asistir a muchos cursos cargados de información.

De hecho, gran parte del éxito del estudio del cerebro consiste en estudiar y procurar entender como funciona, lo cual no se lograría sin sentir pasión por descubrir.

Por ejemplo, un adulto ve que el orador dibuja un cuadrado o rectángulo en la pizarra y espera a ver que más añadirá. Pero quizás un niño imagine que le faltan ojos, nariz y una gran sonrisa. Pero es porque tenga una gran imaginación, sino porque está acostumbrado a ver un rectángulo con ojos. No debería sorprendernos.

¿Un rectángulo con ojos? Si lo pensamos un poco, descubriremos que a un adulto le sonaría extraño, pero no a un niño que se pasa horas de horas viendo en la tele a Bob Esponja, que tiene forma de cuadrado o rectángulo.

No te engañes. Si no pones cuidado en la preparación del contenido, teniendo en cuenta como piensan tus oyentes, podrías desorientarlos emocionalmente y enviarlos a un despeñadero. No quisieras eso, ¿verdad? Emociones sí, pero sin descuidar el contenido informativo.

Es en ese sentido que la información es más importante, a pesar de que no sería incorrecto decir que desde otro punto de vista las emociones lo son. ¡Porque somos un todo! Debemos emulsionar la información con la emoción. En este artículo nos referimos a la información.

Tal vez no sea necesario explicar el significado de cierta palabra para que se entienda, porque otros elementos de la oración pueden ayudar a suplir la necesidad. Pero es mejor no correr riesgos. Es mejor usar palabras que se entiendan fácilmente y a la primera, o frases que no admitan ambigüedades.

Una explicación que no se entiende no es una explicación, sino una complicación.


Etimológicamente, explicar viene del latín ex [sacar] y plicare [hacer pliegues],comparable a extender sobre una mesa un desplegable para que su interior se ponga al descubierto y se vea completamente. En cambio, una complicación es lo contrario, Es algo que no se ve bien, no se entiende, no está visible.

Por ejemplo, si una persona no sabe el significado de la palabra protocolo, pero le preguntamos: "¿Cuál es el protocolo para dejar pasar a una ambulancia?", seguramente la palabra protocolo se le atascará en el cerebro porque no la conoce. Pero lo descubre inmediatamente, cuando procesa la oración como: "¿Cuál es el [?] para dejar pasar a una ambulancia?", sustituyéndola con modo, reglamento, norma, secreto, forma, método o manera, y entenderá la pregunta. Pero no te confíes. Es mejor hablar claro.

Otro caso ocurre con el entretenimiento sano y discreto que sirve para sazonar un discurso, no solo para hacerlo más agradable y llevadero, sino penetrante. Pero si no mantienes el control, podrías echar a perder la seriedad y dignidad que merece tu discurso. Una payasada no es siempre bienvenida.

Por eso, en este apartado doy más atención al contenido que a la forma. Ya en otro momento, cuando pasemos a la Tercera Ley, hablaremos de la forma y la emotividad.

Asegurarte es lo más importante siempre

¿Dije dos prioridades? Total, ¿en qué quedamos? ¿Es más importante la información o la seguridad? Bueno, en todos los campos se dice que la seguridad es lo más importante, y es cierto. Pero ¿puede saber la gente cómo protegerse si no recibe información? ¡De ninguna manera! La información y la ergonomía son lo que permite saber cuáles son los requisitos de la seguridad, por ejemplo, para un rendimiento óptimo del trabajador, su relación con la maquinaria y con su ambiente de trabajo. Pero la información debe ser comunicada oportunamente con exactitud y claridad.

También se dice que el progreso comienza educando a las personas (tanto a maestros como a estudiantes), lo cual implica ayudarlas a convertir la información en conocimiento y experiencia. La información es inherente a la educación en todos campos y niveles.

De hecho, no solo ayuda en la educación. La información junto con la educación de la conciencia es un medio eficaz y un componente clave para la seguridad, según comenta el experto en inteligencia Nicolás Eftimiades.

También se ha dicho que, en realidad, las personas no suelen buscar información, sino los beneficios que ofrecen los productos y servicios. Aunque eso no es del todo exacto. La verdad es que sin información ¿cómo conocerán los beneficios y ventajas? Primero buscarán información.

El arquitecto, oceanógrafo y diseñador submarino Jacques Rougerie decía que "para construir uno sus sueños debe desarrollar la capacidad de pensar con claridad". Pero en el campo de la oratoria dicha claridad debe ir más allá y trascender las fronteras de nuestro cerebro. Solo así nos estiraremos hacia nuestros oyentes y los ayudaremos a pensar con igual claridad.

Lamentablemente, que tú entiendas algo perfectamente no te capacita de manera automática para explicarlo a otros perfectamente. Saber no es lo mismo que saber enseñar. De modo que, aunque la conciencia, la información y la seguridad son vitales, debemos reconocer que no alcanzaremos el objetivo de la toma de conciencia ni de la seguridad ni de la educación sin una información clara y sustanciosa.

No puedes leer todos los libros que existen, ni tampoco verificar el contenido de cada uno, pero sí puedes cernir, mediante la razón, la información que introduces en tu mente a medida que desarrollas, a fin de asegurarte de aquello que aceptas como "conocimiento".

La información es como una brújula en tu camino. De hecho, sin información ni conocimiento ¿cómo identificarías cuál es tu misión en la vida y los beneficios, ventajas y probables consecuencias de tus decisiones? ¡Es así de importante!

Noticias y documentales a veces nos muestran que hasta los mejores científicos, ingenieros, médicos y maestros reescriben sus teorías de vez en cuando, ¿verdad? Recordemos como derribó paradigmas el fracaso de las misiones espaciales de la expedición Viking.

Para ser realistas, nadie lo sabe todo. Aprendemos y progresamos a medida que descubrimos. Es una hidalguía reconocer nuestros errores, esforzarnos por corregirlos y divulgar la corrección. Al tiempo de esta actualización, los científicos todavía no saben, entre otras muchas cosas, la manera como la teoría de la evolución explica el salto de la química a la biología. ¿No será también que con el tiempo reconocerán con hidalguía que sus investigaciones siempre partieron de un paradigma equivocado y que por eso le dan tantas vueltas?

Al igual que el universo, el conocimiento se expande permanentemente. Lo que ayer los científicos consideraban como verdad y dogma insuperable, puede ser derribado por la luz que arroja un nuevo descubrimiento. Los nuevos hallazgos sobre Plutón fueron un caso emblemático.

Lo que hoy se ensalza como el santo grial, mañana tal vez sea puesto en tela de juicio.

Las normas y procedimientos se modifican para mejorar y mantener la eficiencia. No obstante, nunca deberíamos errar por negligencia. Hay principios verdaderos que nunca cambian. Se mantienen vigentes a través de los eones.

El que un argumento no se pueda rebatir no significa que esté cimentado en la ciencia ni en la verdad. Es simplemente un argumento que no se puede rebatir. Por ejemplo ¿te atreverías a rebatir la declaración de que "la vida surgió de la nada hace más de 4000 millones de años"? No creo. ¿En qué te basarías?



Por ejemplo, es imprescindible que un hospital cuente equipos de seguridad médica para emergencias. Pero el día que se destapó la pandemia del COVID 19, a principios de 2020, nadie estuvo preparado. Todos los expertos fueron atrapados en una red. La nebulosa de la incertidumbre les impidió ver cómo resolver tamaño dilema. Fue el día en que la claridad se convirtió en tinieblas.

En el argot de los ingenieros civiles, mineros, rescatistas, montañistas, aviadores, banqueros, policías, médicos y webmasters se considera que la seguridad es lo más importante.

Pero no es solo en las construcciones, la minería, los rescates, el alpinismo, la aviación, la banca, el control del orden público, los hospitales e Internet, sino en todas las cosas, incluida la oratoria.

En este punto sería apropiado tener claro que tu sentimiento de seguridad no es igual que el sentimiento de seguridad de tus oyentes. El sentimiento y la sensación de seguridad es muy personal. La seguridad de una persona resulta en gran parte del apoyo que recibe mediante la información. ¿Asisto a ese seminario, conferencia o curso porque necesito información, o porque necesito la seguridad que obtendré mediante dicha información y motivación?

Tal como el primer objetivo de un vendedor es inspirar seguridad y confianza (porque si no, no vende nada), tu primera meta como orador es inspirar confianza y seguridad. Una vez que propicias un entorno seguro y confiable, tus oyentes te abren su mente y corazón y están más dispuestos a poner atención y cooperar.

Pero entre los pensamientos de algunos estudiantes de oratoria surge la pregunta: "¿Cómo voy a inspirar seguridad en mis oyentes si ni siquiera siento seguridad en mi interior?". Para eso es este libro, entre muchos otros asuntos.

Aunque sabemos que un especialista en control de plagas se protege poniéndose un uniforme a prueba de todo, ¿cómo se protege un orador de modo que se sienta seguro cuando presenta un discurso?

Bueno, para adquirir seguridad en oratoria se necesita inteligencia analitica y lingüística, así como y conocimiento bien cimentado. El acopio de información siempre fue una clave de la seguridad. Pero si dicha información no se utiliza (vale decir: no se estudia, medita, aprende, comparte y divulga), no se adquiere conocimiento; y si dicho conocimiento, por muy bien cimentado que esté, no se aplica de manera correcta (vale decir: para el bien común, para edificar, para producir, para innovar, para inducir a un cambio, para mejorar), no se alcanza sabiduría.

Un ladrón podría adquirir información y usarla para robar. Pero si su plan lo lleva a terminar mal parado, en la cárcel, a matar a su madre de un infarto o a morir prematuramente, ¿diríamos que su proceder fue sabio? De ninguna manera.
Toda afirmación o declaración categórica debe contar con el respaldo de algún tipo de prueba o razonamiento lógico. Por otro lado, hay que tener en cuenta las limitaciones intelectuales y emocionales del oyente, es decir, cuánta información y de qué tipo puede soportar.

La verdad podría ser suave como el agua o dura como un témpano, dependiendo de cómo, cuándo, dónde, para qué y a quiénes hablamos. Dependiendo del contexto, del propósito del discurso y del público, el contenido es más importante que la forma, o la forma más importante que el contenido. Por tanto, es mejor balancear ambas cosas.

Así como una sola gota de colorante puede teñir todo el contenido de un vaso con agua, igualmente una sola letra, palabra, número, gesto o actitud puede modificar todo el sentido y orientación de una idea, transformándola en una completamente diferente. Eso no solo podría desorientar, sino distraer de lo que se está diciendo.

Es muy fácil que alguien malinterprete la expresión más clara en un exabrupto, una calumnia o un insulto. Los evangelios contienen muchos casos como esos. Sucede cuando los oyentes no tienen capacidad para entender, ignoran piezas de información o están cegados por un dogma.

Por ejemplo, un orador dice:: "¡Y miento categóricamente: 'Ese es un factor muy importante!'", y todos meten freno a su cerebro, divagando: "¿Ha dicho miento"?, y preguntan al de al lado: "¿Ha dicho miento"?, y el de al lado responde con cara de asombro: "Sí, se equivocó". ¿Es posible afirmar enfáticamente algo y, al mismo tiempo decir que está mintiendo? ¿Es eso lo que quiso decir realmente?

Mientras murmuran han perdido el hilo de lo que estaba diciendo y comienzan a reír y criticar la frase, en vez de prestar atención a lo que seguía. Al decir: "Miento", el orador los distrajo y proyectó un mala imagen de sí mismo.

Pero ¿fue incorrecto desde el punto de vista del lenguaje? No, porque la palabra miento no solo puede referirse al presente del indicativo de la conjugación del verbo mentir, sino del verbo mentar, que significa "decir" o "afirmar". En otras palabras, decir: "miento", refiriéndose al verbo "mentar", es lo mismo que decir: "digo" o "afirmo". Por lo tanto, lo que aquel orador realmente quiso decir fue: "¡Y afirmo categóricamente: 'Ese es un factor muy importante'!".

Técnicamente, habló bien. Pero no tuvo en cuenta las limitaciones intelectuales de sus oyentes. Se estrelló con quienes no estaban al día con la sutil diferencia en la conjugación de los verbos "mentir" y "mentar".

Fue incorrecto desde el punto de vista de la oratoria dinámica, porque: 1) Bloqueó la concentración, 2) hizo que dejaran de confiar en su discurso y 3) quedó en ridículo. Todos supusieron que habló mal.

Por ejemplo, hace poco escribí las palabras "ergonómico", "webmaster" y "eones", que seguramente causaron un leve corto circuito entre tus pensamientos y lentificaron tu concentración. Pero también se puede hacer eso hablando, ya sea 1) para animar al oyente a investigar, verificar, analizar y asegurarse; 2) para darse ínfulas y que todos piensen que uno sabe más; 3) para causar una distracción o una concentración a propósito; o simplemente 4) para fastidiar la paciencia.

¿Y qué hay de la pronunciación? ¿Qué podría suceder si en una situación de riesgo o peligro, el orador gritara: "¡Cálmense!" y alguien le entendiera "¡Sálvense!" y sale corriendo? ¡Desataría una estampida! En oratoria nunca se debe subestimar el poder de una letra, palabra, adjetivo, número, gesto o actitud. La información y la gesticulación funcionan como flechas de orientación. Ejemplos.

Pregúntate como responderías si los medios te hicieran preguntas respecto a tus declaraciones si no apoyas tus respuestas con información confiable.

Recopilar, racionalizar, transmitir y compartir información de manera diligente te garantiza un respaldo que no consigues por ningún otro medio.

Informarte debe ser tu primer objetivo

Tu meta principal en la preparación de un discurso debe ser informarte bien, ya que tendrás que introducirte de un modo lícito y discreto por los vericuetos de la mente de tus oyentes con datos claros, substanciosos y fáciles de entender, a fin de sembrar semillas de conocimiento que den fruto en la forma de seguridad para tus oyentes y para quienes los escuchen cuando repitan y diseminen lo que dijiste.

No significa que tienes que sumergirte en las arenas movedizas de la filosofía para tratar de descifrar la diferencia entre la verdad y la falsedad en una maraña de teorías pragmáticas y epistemólogas que den vueltas y vueltas sin pisar tierra.

Tampoco me refiero a convertirlo en "el loco placer de la exploración", como diría un hacker. Bastará con averiguar lo necesario para presentar experiencias y datos concretos que ayuden al auditorio a usar su imaginación para desenredar un poco su perplejidad y sanar y recuperarse del malestar de su ignorancia.

¿Cómo saber si dominas un tema?

Comencemos por lo básico. Dominar significa controlar. En lo que toca a expresarte, tú eres el tema que mejor dominas o controlas, es decir, tu vida, tus experiencias, tu cultura, tu idiosincrasia, tus estudios, tus monografías, los sabores y sinsabores que te dejó el roce que tuviste con tantas personas que conociste.

Reitero: No hay tema que domines mejor: . Se trata de algo sobre lo que puedes explayarte sin temor a atascarte. Podrías contestar cualquier pregunta. Tú memoria no te fallará.

Por eso, para estar bien informado y dominar respecto a cualquier otro tema, tienes que familiarizarte con los detalles pertinentes. No tienes que averiguar absolutamente todo. Bastará con la información pertinente, es decir, aquello que corresponde o se ajusta a la necesidad de enfocar los puntos principales del discurso.

Es cierto que un experto en el tema estará más que familiarizado con muchos detalles, pero hasta el experto necesitar estudiar y asesorarse para ahondar asuntos sobre los cuales no había pensado. Allí es donde saca a relucir los principios, para añadirle conocimiento.

Por eso, ten en cuenta estos seis factores:

1. INTERÉS. Todo en la vida empieza con un interés.

Ponle corazón, disposición, interés y atención a tu discurso, inviértele tiempo de calidad. ¿No es lo mismo que quieres que tus oyentes hagan con tu discursos: Que presten atención, manifiesten interés y le pongan corazón?

Cuando te interesas en cierto tema y le pones mucha atención, tu cerebro no solo está seleccionando y amplificando la idea pasivamente, sino activamente, porque comienzas a conversar con otros sobre el asunto, mostrando gran curiosidad y empatía por lo que opinan al respecto. Eso indica que valoras dicho tema, que te interesas.

Algunos oradores pagados de sí mismos preparan sus discursos en total aislamiento y secretismo, sin haber conversado con otros sobre el asunto, y luego suben a la plataforma alucinando que todos le entenderán perfectamente y se sentirán motivados, engañandose a sí mismos.

Por eso, te conviene apartar tiempo, energía y quizás algo de dinero para realizar las acciones necesarias, no solo para entenderlo más profundamente y organizarlo más eficazmente, sino lo que es mas importante, para transmitirlo eficazmente. 

Significa dar a tus pensamientos una orientación y perspectiva, como si fueran las coordenadas de un GPS, para que tu mente y corazón se involucren convirtiéndose en esponjas que absorban todo aquello que sea de utilidad para enriquecer tu presentación.

Tu mente y corazón se convierten en un imán, no solo de ideas frías y abstractas, sino de emociones y sensaciones directrices. Algunos entrevistan a expertos o solicitan el apoyo de un coach para economizar esfuerzos y aumentar su eficiencia.

Tienes que separar tiempo para amplificarlo buscando conocimiento adicional, meditando y reflexionando, aprovechando toda ocasión pertinente para practicar y ensayar, o poniendo a prueba las diferentes partes del discurso.

Y hazlo con la mayor anticipación posible a fin de predisponer proactivamente tu actitud para el éxito. Si no lo haces con la mayor anticipación posible, estarás perdiendo tiempo y sobre todo energía.

Imagina que cortas un enorme trozo de una deliciosa fruta, pero en vez de comenzar a prepararla, la dejas sobre la mesa cuatro días, luego la preparas. ¿Sabrá deliciosa?

Es importante que reconozcas que hay muchas cosas que no sabes. Solo así te interesarás en averiguar lo que necesitas saber para ponerte a la altura de lo que quieras alcanzar. 

2. INVESTIGAR. Estudia a fondo procurando analizar y entender bien tu tema.



Poner atención al asunto no basta. Para estar en posición de entenderlo y luego poder explicarlo claramente a otros, el siguiente paso natural consiste en profundizar en tu propio archivo cerebral y traer a la superficie de tu memoria todo lo que recuerdes que se relacione con tu tema.

Tienes que analizar cada dato, no simplemente basarte en opiniones, puntos de vista, comentarios, suposiciones, especulaciones o en rumores que oíste por ahí. Aseguras tu escalera, luego subes; te fijas si la piscina tiene agua, luego te lanzas.

También puedes llenar o complementar vacíos investigando en fuentes externas, por ejemplo, en el cerebro de otras personas, en sus experiencias, en el fruto de sus discernimientos y anécdotas, sus libros, etc. Además, podrías hallar mucha información observando la naturaleza y las consecuencias de las actividades humanas, etc.

Para ilustrar la importancia de llenar dichos vacíos, imagina que tus oyentes son unos inversionistas exigentes a los que solicitarás apoyo para promocionar o vender tu idea, producto o servicio. ¿Qué preguntas crees que te harían? ¿Podrías sustentar tus razones y motivos para que confíen en que será un éxito?

Si vendes cosméticos y ellos te preguntan cuál es la diferencia entre un producto cosmético y uno dermatológico, ¿podrías responder? No es que debas tener todas las respuestas ni que tengas que andar contestando preguntas capciosas, sino que investigas tanto lo esencial como lo irrelevante para ampliar tu base y entender mejor lo que necesitas saber. Un orador competente siempre sabe más de lo que piensa decir en su discurso.

"La falta de información y la desinformación es el cáncer de la sociedad", afirmaba Ousman Umar (en Internet encontrarás su interesante historia). Por eso, la búsqueda de conocimiento tiene que atraparte hasta el punto de llenar los vacíos a un grado razonable y satisfactorio. Entonces te invade el placer de estar en posición de controlar tu investigación.

No solo es importante la información. También debes tener mucho cuidado con la desinformación, que no solo se refiere a una "falta [o carencia] de información", algo que se podría corregir estudiando, sino a la 'difusión intencional de información errónea [o falsa] cuyo objetivo es desviar o extraviar con el fin de causar tropiezo, confusión, perjuicio o daño.

La desinformación está tocando fondo en el mundo entero. ¿Cómo podrías saber si alguien que trata de defenderte de la desinformacion no es otro desinformante? La respuesta es: estudiando, investigando, analizando y razonando sin prejuicio.

Información incompleta, sesgada, falsa, oculta, insidiosa, torcida, malintencionada, parcializada, prejuiciosa o conspirativa contribuye a la ignorancia, y con ello, a la desinformación que inunda las calles.

La pregunta es ¿quién está detrás, quién se beneficia de la confusión y quiénes se convierten en sus víctimas? Notarás que usualmente tiene que ver con dinero u otro asunto de interés. Siguiendo la cola del dinero se puede llegar a la cabeza. Pero no siempre tiene que ver con dinero en el plano individual. No siempre tiene que ver con el egoísmo. Ignorar o soslayar la información exacta, correcta y de buena fuente contribuye a una confusión involuntaria generalizada.

Solo por poner un ejemplo, si alguien se resfría y toma un antibiótico porque cree que eso ayudará, ha caído víctima de su ignorancia. En ese sentido, la persona fue vulnerable a la desinformación porque los antibióticos no combaten los virus.

Pero ¿dónde obtuvo esa idea o quién se la dio? Aunque se trate de un conocimiento torcido, ¿seguirá pasándolo a otros, esparciendo el daño colateral?

A pesar de que la agnotología sea o no intencional, luego de su mordida inicial suele alimentarse a sí misma de más desinformación e ignorancia. La gente tiende a escuchar lo que quiere escuchar, aquello que refuerza su creencia, sea cierta o falsa. Se crean chismes, calumnias, teorías endebles y toda clase de rumores.

Por otro lado, la verdad es eminentemente pragmática. No puede ser derrotada con manifestaciones ni ostentaciones de fuerza, poder, burla, razonamiento falso, tortura ni presión social. A su debido tiempo, por sí misma se pone al descubierto y triunfa.

Esa es la razón por la que investigar está en la base del éxito de un discurso, de manera semejante al fierro y concreto con que los ingenieros llenan los cimientos de un edificio. Investigar va más allá de solo averiguar los hechos.

Sin investigación podría sobrevenir un desastre en cualquier momento. Con investigación uno es capaz de permanecer en pie ante cualquier terremoto intelectual que ocurriera a su alrededor.

Por ejemplo, en la guerra se dice que la exploración importa más que el alcance y que la potencia de las armas, incluso más que los sensores y las maniobras. Y aunque hablar en público no es una guerra, se podría decir que cuando investigas y sondeas las fuentes del conocimiento, te sitúas en una posicion ventajosa. En tal sentido, explorar, sondear y penetrar la información es más importante que tener una bonita voz o hacer aspavientos.

También se podría decir que investigar y profundizar es como usar un radar, que te sirve para localizar los puntos importantes, así como para orientar tu argumento y tener una perspectiva más amplia de tu discurso.

Por eso, la mejor recomendación respecto al éxito de un discurso consiste en no hablar, ni mucho menos discutir, de nada acerca de lo cual no tengas la más completa seguridad de saber de qué estas hablando.

Puedes investigar de dos maneras:

Primero, sumérgete en tu propia mente e intuicion mediante la evocación, la reflexión, el análisis y la meditación, como si fueras un buzo de profundidad. Ponte a prueba con toda clase de preguntas, hasta las más absurdas, lo que crees que sabes sobre el tema.

Y segundo, sal de lo básico y profundiza en la mente de otros por medio de conversar, escuchar, leer libros bien documentados, asistir a conferencias y/o buscar en enciclopedias de buena reputación.

No es que para creer te apoyes en la personalidad, carisma, imagen o influencia de otros, sino en el conocimiento que vas acopiando, procesando y comprobando. Toda confirmación ha de tener un respaldo o fundamento. "¡Eso me gusta!" no es suficiente. Tiene que haber una base confiable. Las verdades a veces duelen. No siempre nos gustan.

Por eso, acopia datos confirmados, que no te dejen ni generen duda, busca estadísticas, estadísticas reales, resultados de encuestas bien realizadas y haz un análisis exhaustivo. Averigua cuanto puedas sobre aquello que se relacione con el tema de tu interés.

"No todo lo que brilla es oro". No todo lo que se dice por ahí es cierto. Tienes que apartar tiempo y recursos para profundizar, descubrir y asegurarte de lo más importante.

Presta mucha atención a lo que oyes, a lo que ves y a lo que percibes con los sentidos, y quédate con todo lo bueno, con lo que hayas corroborado y discernido, lo que te sirva para destapar lo que la agnotología había mantenido oculto, aquello que sirva para ponerte en ventaja, lo que te ayude a entender mejor el universo que te rodea.

Nunca te avergüences de pedir guía, ayuda, asesoramiento, orientación, asistencia, apoyo, consejo o sugerencias a personas dignas de confianza, especialmente si demuestran que son expertos en su campo. No le preguntarías a un ladrón lo que significa la honradez, ni a un insensato lo que significa la sensatez, ni a un abusivo lo que significa la justicia, ¿verdad?

Claro, seguramente habrá quienes deseen ilustrarse más sobre la agnotología, no para hablar con la verdad, sino para aprender a convencer y persuadir con discursos que den en el clavo del engaño. No te recomiendo hacer eso. ¿Por qué?

Porque la agnotología está condenada al fracaso desde su origen. Es temporal. Nada más es cuestión de tiempo hasta que se le cae la careta y todo se descubre. Solo le sirve a quienes tienen un propósito egoísta y que tarde o temprano hunden profundamente a sus oyentes en las arenas movedizas del fracaso.

En la novela Titanic, de James Cameron, uno de los villanos se las arregla para escapar a salvo en uno de los botes salvavidas, so pretexto de llevar en brazos a un bebé. Los que usan la agnotología suelen cubrir muy bien sus huellas dejando que los demás se hundan con el problema que causaron.

Pero ¿qué hay si te aburre estudiar, aprender y hacer tu propia investigación? Un material muy interesante y entretenido para sentir el impulso de empezar a investigar son las estadísticas mundiales, que provienen de fuentes confiables. También son útiles los diccionarios etimológicos y los documentales y reportajes confiables. Recuerda: No basta con decir: "Mmm, puede ser". Tampoco basta con pensar: "Esa persona me inspira confianza". 

No es cuestión de que 'me parece' ni de que 'todos están de acuerdo'. Tampoco que suene tan creíble como: "Se identificó 'casi con certeza' al que 'posiblemente' lo hizo." Eso no es identificar a nadie. Identificar es reconocer efectivamente que algo o alguien es realmente lo que parece. ¡Hay que verificar para no considerarla información torcida, manipulada o falsa! 

También consigues conocimiento asistiendo a conferencias, seminarios, convenciones y asambleas, entrevistando a gente entendida en la materia, ya sea por por correo o teléfono, o tomando cursos, viendo programas de televisión especializados y navegando prudente e inteligentemente por Internet. No creas todo lo que dice la gente. No tienes que seguir un estricto método científico.

La siguiente secuencia lógica de pensamiento te puede ayudar a enfocar tu investigación:

Reflexiona a fondo en la idea principal > piensa en una pregunta interesante relacionada > recopila información pertinente > imagina formas de aplicarla > experiméntala o ponla a prueba > confírmala o descártala > escribe una conclusión al respecto. Hazte un archivo con definiciones correctas.

Otra ayuda es esta: Antes eran poco accesibles las conferencias sobre arte, ciencia, cultura, educación, negocios o salud mental, etc. Personalmente, no suelo recomendar todo lo que dice la gente (el CEO de BitCoin se vino abajo y se llevó consigo a muchos). Por eso prefiero analizar la fuente del conocimiento y la lógica detrás de un razonamiento.

A fines de los 90, gracias a Internet, se hicieron populares (y gratis) muchos discursos, programas, canales, blogs, vlogs y páginas web confiables e interesantes.

Si indagas e investigas las fuentes personalmente, ya no pondrás la mano en el fuego por nadie, y siempre estarás en ventaja.

Dicho esto, cuanta más información pertinente y verídica puedas acopiar, más seguridad y eficiencia proyectarás, y más rápido y más eficazmente podrás procesar cualquier nueva información que decidas añadir. Pero ¡cuidado!

El espionaje y la injerencia parecen lobos voraces de información, ¡de toda clase de información! Recopilan datos y más datos para nutrir una inteligencia artificial que no se sacia nunca. No es en ese sentido que digo que investigues. Tú no tienes inteligencia artificial, sino diferentes tipos de inteligencia natural, que son verdaderas, guiadas por un propósito específico y altruista, algo que no tienen los robots.

Por eso, no te dejes embaucar por razonamientos falsos. Cualquier esfuerzo de tu parte te ayudará a librarte de la agnotología y a agrandar la musculatura de tu competencia para exponer en público, siempre que procures seguir las huellas hasta la fuente más confiable posible.

Dicho esto, ten en cuenta lo siguiente: A pesar de todos tus esfuerzos, y aunque en tu mente tengas muy claro hasta el mínimo detalle sobre el tema acerca del cual quieras exponer, tus oyentes no captarán absolutamente nada de lo que digas ni sintonizarán el fruto de tu investigación si no tienes en cuenta el siguiente factor:

3. INTERPRETAR. Traduce la información en términos simples para tus oyentes.


A nadie le gustaría ir por las calles cubriendo su cabeza con un balde o cubo, ¿verdad? Bueno, la timidez no es un balde o cubo, pero la persona tímida a veces siente como si estuviera escondiéndose. 

"Timidez" es una expresión abstracta, difícil de imaginar, pero un "cubo (o balde) cubriendo la cabeza" es una expresión concreta, fácil de imaginar, entender y recordar. Así el cubo de la imagen representa la timidez (un concepto abstracto) y ancla la idea concreta en la mente del oyente.

La imagen del balde sobre la cabeza es solo un ejemplo de interpretación, un concepto concreto que representa el concepto abstracto de timidez para que la explicación se vuelva más fácil de tragar y digerir.

El mayor desafío intelectual al que se enfrenta un orador o maestro tiene que ver con la interpretación que hace de los conceptos abstractos que hay en su mente. A fin de transmitirlos desde su mente a la mente de sus oyentes o estudiantes tiene que meditar mucho en una interpretación concreta que sea idónea para el tipo de oyentes en particular. 

"Yo me entiendo" no basta. Son ellos los que necesitan oír una interpretación concreta que les ayude a entender. Si no entienden, no es culpa de ellos, sino del intérprete.

Por ejemplo, respecto a la agnotología, mencionada antes, Danah Boyd, de Data Society, advirtió que una manera de causar perjuicio intelectual mediante la agnotología consiste en facilitar el acceso a contenido dudoso y conspirativo en vez del contenido verídico que la gente realmente necesita.

Tal estratagema distorciona la percepción e interpretación de los asuntos, y es algo que debe evitar un orador o maestro guiado por la ética. Una interpretación que no es idónea, favorece la distorsión de la percepción y el entendimiento.

Claro, hay una gran diferencia entre ofrecer una interpretación ineficaz por descuido o falta de criterio, y una interpretación malintencionada, torcida, sesgada, incompleta y engañosa. 

Por eso se sugiere reflexionar y meditar seriamente en la eficacia de cada interpretación para que los conceptos abstractos puedan concretarse entre los pensamientos del oyente.

La agnotología está muy extendida y ligada a la supresión de la libertad de expresión, y dicha supresión es un caldo de cultivo para el error y la falta de puntería retórica, lo cual causa una implosión de la agnotología misma a corto o largo plazo.

Se ha dicho que a todos les gusta tener la razón. Como cierta vez comentó Ramón Salaverría, catedrático de periodismo de la Universidad de Navarra: "Si nos llega un contenido falso que refuerza nuestro punto de vista, tendemos a entenderlo [o percibirlo y aceptarlo] automáticamente como válido".

Y por la misma razón, sería de muy poca ayuda simplemente facilitar el acceso físico a contenido científico si los redactores y oradores de dicho contenido no se expresan de manera que interpreten eficazmente la información para sus lectores y oyentes.

Hablar o redactar sin ofrecer una interpretación eficaz sería como entregarle un libro a alguien que recién ha aprendido el abecedario. No basta con escribir o dictar conferencias. Hay que hacerlo de un modo que la información resulte fácil de procesar, interpretar, entender y asimilar. Solo así los oyentes estarán listos y movidos a aplicarla.

A veces basta con una sola palabra o frase; otras, tienes que soltarles un rollo o un libro. Hay explicaciones e interpretaciones que no soportan la brevedad.

Recuerda esto: por sí misma la verdad no suele ser atrayente ni bienvenida, y a veces, tampoco facil de entender, sino todo lo contrario. ¿No has oído el dicho: "Las verdades duelen"? 

Claro, no quiero decir que todo lo que dice la gente sea verdad o mentira, sino que no es siempre fácil aceptar la verdad cuando esta no concuerda con el punto de vista o percepción de la realidad del oyente. Tampoco he querido decir que nuestro enfoque siempre será difícil de captar.

Por eso te recomiendo expresarte con imágenes mentales faciles de procesar, no con expresiones abstractas que requieran mucha energía intelectual. Las expresiones abstractas  son difíciles de entender, procesar, recordar ni aplicar. No activan ni despiertan emociones. 

En cambio, las ideas concretas sí. Todo lo que nos impresiona y despierta emociones y sensaciones se nos graba como con letras de fuego, ¡y nos impulsa a la acción! Porque activa nuestra pasión y entusiasmo.

Tienes que interpretar lo complicado de manera que la mente y corazón de tus oyentes puedan procesarlo de forma fácil. Así podrán intuir y deducir lo que les quieres decir, facilitándoles la convicción, la persuasión, la memorización y las acciones que les recomiendes.

Por ejemplo, no es lo mismo decir "líquido elemento" que "agua". Interpretas la información acopiada cuando te pones en el lugar de tus oyentes y la expones en términos que ellos pueden procesar fácilmente, como "agua", "limonada" o "jugo de naranja", que son ideas fáciles de procesar. Son cosas que se podrían percibir con los sentidos. "Líquido elemento" es real pero intangible, fugaz y olvidadizo. En cambio, "agua" y "jugo de naranja" son muy tangibles, se pueden ver y saborear imaginariamente.

Anda, busca en Internet una explicación sobre la "presión atmosférica y la variación de oxígeno", y evalúa la capacidad interpretativa, tanto del autor como la tuya. ¿Se dejará entender? ¿Lo entenderás a la primera?

Cuando los nutricionistas hablan de proteínas, carbohidratos, calorías e índices glucémicos, sólo consiguen que los oigan, pero ¿qué entienden sus oyentes? ¿Logran el objetivo de motivar cambios en su forma de pensar?

Un error gravísimo en oratoria consiste en atiborrar el discurso con palabras, frases y construcciones gramaticales enredadas, aburridas e ininteligibles, ¡como si dieran golpes al aire!

Es cierto que hay auditorios llenos de expertos, y que ellos entienden la jerga de su campo, pero nunca debes dar por sentado que te están entendiendo. Unos se distraen fácilmente, otros tienen problemas auditivos, otros rumian alguna preocupación.

Usar expresiones complicadas, pronunciar mal, hablar muy rápido y sin hacer pausas distrae la concentración. Igualmente sería absurdo hacer ademanes inútiles que no aportan nada a las expresiones. 

Las definiciones que carecen de significado para el oyente, así como no reiterar los conceptos principales ni mantener enfocado el objetivo, también contribuye a confundir, distraer y fragmentar. Eso enquista la ignorancia y contribuye a la desinformación favoreciendo el trabajo de los manipuladores de opinión y los creadores de las teorías conspirativas. La agnotología se nutre de la más leve confusión.

¿Es posible voltear el entendimiento de los oyentes y distorcionar su discernimiento de modo que lleguen a pensar que lo malo es bueno, y lo bueno, malo, o que el inocente es culpable, o el culpable, inocente? Sí, mediante procedimientos taimados, como la difamación, las pruebas falsas, la coacción, el abuso del poder, la calumnia, hacerse la víctima, justificar el atropello, etc.

Solo por poner un ejemplo, un juez competente no acepta ni rechaza la respuesta "Yo no fui" del acusado. Debe tener en cuenta los resultados de una investigación. La historia está empedrada con injusticias de toda clase que resultaron de declaraciones contradictorias, pruebas "sembradas", evidencias circunstanciales, subterfugios insuficientes y testimonios falsos. No basta con aceptar ni rechazar alegaciones de inocencia o culpabilidad.

Sea como fuere, aunque un discurso se entendiera superficialmente, las expresiones que no impactan ni permanecen en la memoria del oyente, no calan, no penetran ni agradan. No despiertan ninguna emoción.

Toda palabra abstracta e intangible exige una interpretación específica para el auditorio. El oyente probablemente piense: "¿A qué se refiere por "líquido elemento"? ¿Al agua, a una limonada o a un jugo de naranja?", y se distraerá buscando una explicación que le satisfaga intelectualmente. Solo supondremos que entenderá "agua".

En oratoria es arriesgado dar por sentado que el oyente nos ha entendido perfectamente o que está de acuerdo. ¡Si te refieres al agua, di agua! ¿Qué sentido tiene decir "líquido elemento"? Si quieres darle un aire poético, tal vez resultaría. Pero ¿es momento para poemas? ¿Quién bebe o se lava las manos todos los días con líquido elemento?

Personas diferentes, y hasta de diferentes latitudes, entienden e interpretan las palabras y las cosas de maneras diferentes aunque hablen el mismo idioma. Y si hablan otro idioma, debes hablarles en su idioma, no en el tuyo. Y si no sabes su idioma, con gusto te conseguirán un intérprete.

Tu deber como orador no consiste solamente investigar y aanalizar, sino en traducir e interpretar los términos a expresiones entendibles, facilitando lo complicado, digiriendo lo indigesto, desenredando los enredos, decodificando los códigos, concretando lo abstracto y haciendo que lo ininteligible se vuelva inteligible para todos.

Si bien es cierto que somos diferentes y que ninguno interpreta las cosas del mismo modo, porque las sustentamos según nuestra crianza, educación, percepción, creencias, conceptos y cultura, podemos esforzarnos por ir a las raíces e identificar las coincidencias, procurando llegar con empatía a un entendimiento claro, demostrando que pueden haber otras interpretaciones. Solo entonces lograremos comunicarnos eficazmente.

Pon a prueba la manera de exponer tus conocimientos explicándoselos a un amigo, luego a otro. Experimenta y analiza diferentes ángulos y enfoques, siempre procurando dar con la interpretación más conveniente para la otra persona, no para ti.

Dale Carnegie recomendaba dirigirse al auditorio como si se tratara de jóvenes de 14 años. ¿Por qué? Porque si no te dejas entender por un jovencito de 14, tampoco te entenderá un auditorio repleto de adultos.

Albert Einstein decía: "No entiendes realmente algo a menos que seas capaz de explicárselo a tu abuela." Eso significa que debes adaptar los términos a las personas a las que te diriges, decirlo de modo que no necesiten hacer un gran esfuerzo para entenderte.

El siguiente factor es:

4. VISUALIZAR. Imagina vívidamente cómo darás tu discurso.



La imaginación creativa es una fuerza muy poderosa en tu vida. Tienes que sacarle el máximo provecho.

Todos los maestros eficaces insisten en la importancia de la contemplación mental, enfocarse en la idea que quieren realizar o llevar a la práctica, disfrutar de ella y usarla para trazar una meta alcanzable.

En 1978 incluí entre los componentes de Las 4 Leyes la importancia de la imaginación (visualizacion mental), ubicándola entre los seis factores que ayudan a estar bien informado. De eso hablaremos ahora.

Antes de muchos inventos extraordinarios hubo un acto imaginativo. Lo mismo se puede decir de un buen discurso. Visualizar, imaginar o contemplar tus discursos con el pensamiento es uno de los recursos creativos más poderosos que tienes a mano.

Visualizas tu discurso cuando enciendes la pantalla de tu imaginación y ves cómo das el discurso, como si fuera una visión profética del éxito. ¡Te enfocas en tu discurso! ¿Cómo lograrlo?

Ensaya con los ojos cerrados o con las luces apagadas por lo menos las secciones más importantes, y hazlo en voz alta hasta tener muy claro cómo resultará. No dependas de leerlo de un papel. Ponte a prueba para ver cuánto puedes hablar sin leer nada. No trates de memorizar lo que dices. Deja volar tu imaginación y ve cuánto puedes hablar sin papel.

La realidad rara vez supera lo que uno imagina. Pero haber visualizado contribuye a incrementar tu seguridad, entusiasmo, energía, lucidez y poder de persuasión.

Si te anticipas proactivamente imaginando tu discurso, predispones tu mente para resolver creativamente cualquier imprevisto, además de atraer como un imán ideas afines, instintiva y espontáneamente en el momento menos pensado.

Si imaginas con verdaderas ganas cómo te saldrá, no solo predispones tu mente, sino todo tu organismo, a desempeñarse mejor de lo que pensaste, aunque todo lo demás (el decorado, ambiente, iluminación, auditorio, sonido, temperatura, etc.) no haya resultado como lo soñaste.

¡Ah! Y no te preocupes si de regreso a casa recuerdas que olvidaste decir algo muy importante. 1) Les sucede hasta a los oradores más experimentados, y 2) no puedes rehacer el pasado.

El siguiente factor es:

5. VITALIDAD. Selecciona ejemplos e ilustraciones que den en el calvo.



¿Que den en el calvo? Quise decir "que den en el clavo". ¿Me equivoqué casualmente? Sabes que no. No hubiera tenido tiempo de cometer un error tipográfico, mostrar la figura y decir que me equivoqué.

Solo fue para mostrarte cómo un detalle como aparentar un error, como "calvo" en vez de "clavo" puede captar la atención poderosamente y enfocarla en lo que vas a decir.

Le imprimes vitalidad a tu discurso cuando dices: "Por ejemplo" y mencionas un ejemplo práctico, una ilustración, una frase célebre, una explicación o definición interesante, un apoyo visual y/o preguntas que hacen reflexionar profundamente, etc.

¿Por qué? Porque no basta con hacer pensar al oyente. ¡Hay que dejarlo pensando! No que se quede frustrado y sin respuestas, sino que se quede repensando en el proceso que lo llevó a dicho conocimiento, fijando el concepto en su mente, reforzando sus conexiones neuronales, fijando el incentivo en su corazón y sintiendo la energía que lo moverá a ponerlo en práctica.

"¡Por ejemplo!"

Si estudias tu tema, tu cerebro irá proveyéndote automáticamente un montón de ejemplos, casos y anécdotas relacionados... ¡aunque estés durmiendo!

Si sinceramente quieres desarrollar tu discurso, tu cerebro lo entiende como una orden y, desde ese momento, se convierte en una aspiradora de ideas, situaciones, recuerdos, anécdotas y sucesos relacionados con tu discurso. Como una red de pescar.

Aunque te vayas a dormir por la noche, tu mente profunda continuará buceando en las profundidades de tu cerebro en busca de recuerdos y detalles durante el sueño, sin necesidad de forzarlo.

Eso es especialmente conveniente. Porque un discurso sin ejemplos ni ilustraciones es un discurso cadáver. No cuentes con que te presten atención ni mucho menos que te entiendan. ¡Es imperativo usar ejemplos e ilustraciones!

Por ejemplo, ¿cómo me enseñó mi madre a no andar pidiendo dinero prestado? Cierto día, cuando yo tenía unos 18 años, le pedí prestado 5 para comprar unos artículos. Quería encuadernar unos libros. Me preguntó: "¿Cuándo me los devolverás?". "A fin de mes", le dije.

Pero a mitad del trabajo me di cuenta de que me había quedado corto. Así que le dije: "Me quedé corto. ¿Podrías prestarme otros 5?", a lo que me contestó: "¿Cuándo me devolverías los 5 que te presté?". Le respondí: "A fin de mes". Entonces dijo: "Esos, te los regalo. Tómalos de ahí". Y siguió tejiendo. Di media vuelta y me retiré mudo, pensando profundamente en su respuesta.

Mi conclusión final fue que ella en realidad me estaba diciendo: "¿Crees que soy tonta? Date por bien servido que no te cobre los 5 que me pediste." Nunca volví a pedir dinero prestado a nadie.

¿Qué te pareció? ¿No fue su respuesta una explicación eficaz acerca de un asunto tan importante? Los ejemplos e ilustraciones reemplazan explicaciones que de otro modo tomarían más tiempo y esfuerzo.

Y el último factor es:

6. VIVENCIA. Tienes que vivir en armonía con tu discurso.



Al llegar a esta etapa seguramente transformaste la información (datos ingresados a tu mente) en conocimiento (datos utilizados y experiencia).

La gente usa indistintamente "información" y "conocimiento" como si fueran lo mismo. Pero no es así. Podemos usarlos indistintamente, es cierto, no hay problema. No haremos un lío por eso. Sin embargo, es mejor cuando profundizamos un poquito más y notamos ciertas diferencias en lo que pensábamos.

Adquieres conocimiento o ciencia cuando profundizas o penetras en la información, y mejor, si está en tu poder ponerla en práctica. Por ejemplo, un experto no solo reúne y acumula datos, sino que asume riesgos para experimentarlos o comprobarlos por sí mismo. El solo hecho de formular una hipótesis uno se ubica en vías del conocimiento.

En todo caso, una cosa es hablar del conocimiento y otra muy distinta actuar, ponerlo en práctica. En este blog abundo en detalles porque quiero cubrir todos los ángulos necesarios para que no te queden dudas ni preguntas básicas. Pero de nada te sirve si no los procesas personalmente por medio de tus vivencias.

En otras palabras, tu oratoria no adquiere un gran poder ni fuerza en el desarrollo de una teoría o especulación. ¡Tienes que vivir lo que predicas! Solo así la teoría cobra vida y te resulta útil. Por ejemplo, ¿por qué se habla de la "teoría de la evolución"? Porque todavía nadie ha podido corroborarla. Sigue siendo una hipótesis.

Además, sería de esperar que la aplicación práctica de la información fuese sincera, no fingida ni falseada. La oratoria, a diferencia del teatro, requiere sinceridad. Porque aunque el fingimiento y la mera actuación sirva para convencer o persuadir, bastaría con que los oyentes se percataran de que estás actuando, para que pongan en tela de juicio todo tu discurso.

Como un billete falso que queda en evidencia y luego se descarta, si no vives en armonía con lo que predicas, podrían pensar que eres un hipócrita. Y no es fácil conseguir un antídoto contra el veneno del engaño. La reputación de mentiroso es indeleble. El que miente, pierde todo aunque al principio haya acumulado un tesoro con mentiras.

Si tu oponente difunde la mentira de que eres un fraude, pregúntate si tienes suficientes fondos en el Banco de la Sinceridad para desmentirlo? Si no, habrás perdido fuerza, y todos dirán: "¿Tú de qué hablas?". Aunque fuese mentira, meterá en problemas.

La falsedad, el engaño, la traición, el cinismo, el soborno, el fraude y la mentira, por más brillante que parezcan, a la larga fomentan desconfianza e inseguridad y destruyen la oratoria. La reputación del mentiroso nadie se la quita. Se convierte en un fuego que nunca se apaga, como una cicatriz que no se puede borrar, como un tatuaje muy profundo y extenso.

Si estás completamente a oscuras, de manera que no ves nada, y dices: "¡Veo perfecto!", sin duda te harás daño. Te darás en la frente con una viga. Porque tarde o temprano la verdad se abre paso por sí sola y sale a flote como un corcho, aunque haya estado oculto por algun tiempo bajo el agua.

Si hay humo y huele a humo, no digas que no hay -o no hubo- fuego. Porque quedarás muy mal ante la gente que está viendo el humo y oliendo el humo.  Saben que hubo fuego. Si todos te ven derribando una puerta a patadas, ¿no quedarías en ridículo si dijeras: "¡Yo no fui!"?

Por eso, si vives lo que predicas, levantarás el ánimo de todos y moverás sus corazones a actuar. Estarán dispuestos a darte todo su apoyo. La sinceridad y la modestia pueden parecer débiles, pero son más potentes en la práctica. ¿Cuántos dioses de la antigüedad tienen fieles en la actualidad? ¿Puedes pensar en alguno?

En cierta ocasión, el tío de Pepe Vértiz Otihura le dijo: "¿Quieres ver como les ordeno a esas hojas que se junten en aquel rincón del jardín?". Pepito, asombrado, pensó que realizaría un acto de magia y contestó: "¡Sí!".

Entonces, su tío señaló a las hojas y gritó: "¡¡Hojas!! ¡¡Júntense en ese rincón!!". Pepito abrió los ojos, muy atento. Acto seguido, su tío agarró la escoba y las barrió, juntandolas en el rincón, y le dijo: "¿Entendiste"? Fue una lección práctica de magia que Pepe nunca olvidó: "Si quieres algo en la vida, no te quedes ahí parado (o de brazos cruzados). ¡Ve y hazlo!".

Ser consecuente con lo que uno enseña es la marca del profesional. Pero la fama del mentiroso, torcido, cínico, charlatán o fanfarrón es imposible de borrar, por impresionante que sea su discurso. Hasta por el tono de voz se podrían cuenta de que algo no cuadra.

Aquí analizarás seis factores que ampliarán tu panorama, mejorarán tu perspectiva, te servirán para posicionarte mejor y te ayudarán a estar más consciente de tus capacidades, habilidades y limitaciones. Te ubicarán en mejor posición para evaluar tus opciones y tomar decisiones, y tu oratoria cobrará un mayor impulso para ayudar a tus oyentes a alcanzar sus metas.

La información, el conocimiento y la experiencia son fundamento de confianza y seguridad

Como hemos visto, los datos verdaderos son cimientos para ganar e inspirar confianza, pero los datos incompletos, falsos, torcido, cuestionables o tendenciosos actúan como detonadores de desconfianza, duda, inseguridad, desprestigio, fracaso y desastre.

Para bien o mal, nos guste o no, como una vez dijo un documental de DW, los datos llegaron a convertirse en el combustible de las redes digitales de comunicación porque nada funciona sin ellos. De hecho, no hay producción sin una comunicación eficiente.

A título individual, cuanto mejor y más informado esté un orador, mayor seguridad acumulará y proyectará. Pero también le exigirá un mayor sentido de responsabilidad en el manejo de la información y la proyección de su imagen personal, empresarial e institucional.

Tal como un potente generador de electricidad puede proveer de iluminación a una gran ciudad, un orador se puede convertir en un poderoso generador de información que imparte conocimiento, trascendiendo su auditorio inmediato.

Te convertirás en una central de poder que canalizará tus inteligencias y conocimiento en la forma de frases y actitudes que proyectarán aplomo, confianza y seguridad a tus oyentes. La seguridad es una base ancha. Pero debes comprometerte de por vida con la lectura y el estudio, enriqueciendo constantemente tu fuente de poder intelectual.

No lo diré por jactancia, sino solo para que no pienses que exagero cuando digo que es importante estar suficientemente bien informado. Durante unos 40 años estuve acostumbrado a leer y estudiar simultáneamente un mínimo de 7 libros y escuchar unos 450 discursos al año, y a ver y leer una gran cantidad de material sobre ciencia y tecnología, relaciones humanas y noticias, además de asistir a varias grandes convenciones de miles de personas en las que escuché a muchos oradores extraordinarios exponer sobre una gran variedad de temas interesantes.

Desde muy joven me dediqué a la música, tocaba varios instrumentos. Leí mucho sobre psicología y filosofía. Me saturé de teorías acerca de la vida y la muerte. Ensayé y puse a prueba diferentes formas de lo que supuse que era meditar. Aprendí artes marciales. Me dediqué a las ventas y viajé a incontables lugares interesantes, tanto dentro como fuera de mi país. 

Pero un día me cansé y me propuse revisar mis prioridades, ir más lento y concentrarme solamente en las cosas más importantes, en aquellas que me hacían más feliz. ¡Qué alivio sentí!

He perdido la cuenta de toda la literatura que ha pasado por mis manos sobre oratoria, religión, derecho, motivación, superación personal, biología, liderazgo, economía, matemática, relaciones humanas, lectura veloz, técnica de ventas, redacción, gramática y no sé qué más. Soy un autodidacta consumado. ¿Cómo crees que me siento cuando hablo en público? ¿Inseguro?

Un día decidí beneficiar a otros obsequiándoles casi todos mis libros, revistas, audios y videos, muchísimos de ellos, y en vez de un ostentoso estante lleno de libros, colgué un bonito cuadro: Un rompecabezas de 1000 piezas de la foto de una hermosa montaña. Se trataba de un paisaje que lo resumía todo: conocimiento, experiencia, competencia, logros, mi amor por la vida, mis parientes y amigos y, sobre todo, mi profundo amor y respeto por el Creador.


No lo sé todo, ni me interesa saberlo todo. Investigo aquello que me gusta. Estudio porque me produce placer, no para aprobar exámenes ni obtener certificados o la aprobación de otras personas, y comparto mis conocimientos hasta donde me resulta prudente y gratificante.

Igualmente tú, cuando hables en público, tus oyentes te escucharán y acumularán poder en sí mismos, sintiéndose más capacitados para enfrentar la vida con éxito. Cuando expones, ayudas a otros a conseguir la pieza que les faltaba para completar una sección de su rompecabezas o puzzle.

El éxito es un valor que solo puedes llegar a entender tú, poco a poco, en tu fuero interior, en el contexto de tu propia vida, la cual fue retroalimentándose de los resultados positivos y de tus actitudes constructivas, las cuales se nutrieron desde tu origen, con la información que introdujiste en tu mente y corazón a lo largo de tu vida.

Solo ten cuidado con el GIGO (Garbage In = Garbage Out (de la fórmula en inglés GI=GO [Si "Basura entra = Basura saldrá"]), una sigla para tu reflexión. No introduzcas basura en tu mente, porque producirás basura. Más bien, introduce nutrientes que procedan de fuentes confiables y edificantes, que resistan el tiempo y los embates de la agnotología.

Cuando hables ante un auditorio, todos se cargarán de energía y entusiasmo, agradecidos de sentirse impulsados a hacer lo mismo con otras personas. ¡Es una sinergia que te retroalimentará y una satisfacción que no tendrá parangón!



¿Te imaginas convertirte en un cargador de batería de las mentes de tus oyentes y medicarlos con información práctica y motivación interna? ¿Medicarlos? ¡Así es! Porque no solo pensarán en lo que les digas, sino que los medicarás con los detalles, procesando cuidadosamente cada aspecto.

Así como la información ha sido siempre la base del desarrollo de la civilización por ser un conocimiento colectivo irresistible e imparable, la confianza ha sido la base de las ventas, los negocios, la diplomacia, la motivación, las relaciones humanas y, por supuesto, la oratoria.

¿Comprarías nuevamente un producto que resultó malo, o entrarías a una tienda cuyo servicio técnico te pareció pésimo? No. Nadie hace eso. Inmediatamente pensarías en buscar al competidor para ver si te ofrece algo mejor, ¿verdad?



Igualmente, si quieres dar en el blanco como un dardo, aprende a usar tu oratoria con estilo propio. Siempre querrán escuchar respetuosamente lo que tengas que aportar.

Los gritos de "¡Yo puedo!" y "¡Voy a tener éxito!" (llamados de autoimpulso) pueden ser muy potentes, pero no te convertirán automáticamente en un gran orador ni en un líder. Sería como gritar: "¡Yo puedo conducir automóvil!" o "¡Voy a ser un gran piloto!" y creer que, sin saber conducir, te convertirás en un gran piloto. Tampoco funcionará si solamente palabreas al auditorio o tratas de entrampar a alguien con supuestos conocimientos ("Dicen que...", "Hace trecemil millones de años...", "Está comprobado que...").

Por ejemplo, un orador dice: "Como todos sabemos, muchas leyendas tienen algo de cierto", y tú respondes mentalmente: "Sí". Pero ¿te detienes a pensar en lo que realmente dijo, y en por qué respondiste "sí"?

Al decirte "como todos sabemos" quiere que concuerdes. Pero ¿realmente lo sabes? ¿Saber qué? Y al decir "muchas leyendas" quiere que pienses que existe una avalancha de evidencia. Es suficiente presión social como para que no te atrevas a negarlo.

Además, al decir "muchas leyendas" está haciéndote pensar en falsedades socialmente aceptadas. Porque ¿qué es una leyenda? ¿Acaso no es una narración fantástica transmitida por tradición, un relato quizá basado en hechos o personajes reales pero deformado o magnificado con base en fantasías?

Luego, al decir "tienen algo de cierto". Nadie puede negar que muchas cosas tienen algo de cierto, sobre todo si crees en la mentira de que toda verdad es relativa.

De modo que, con todos esos detalles combinados, rápidamente concuerdas respondiendo: "Sí". Pero ¿por qué? ¿Realmente sabes que muchas leyendas tienen algo de cierto? ¿Has investigado muchas leyendas y puedes mencionar qué tiene de cierto o falso cada una? ¿O simplemente respondiste "sí" por un sentido de compromiso, por presión social o por reflejo condicionado?

Lo que te favorece como orador competente no es andar por ahí obteniendo el "sí" de las personas sin sustentar lo que dices, es decir, con base en un mínimo de razonamiento sano, sino por un manejo adecuado de la información y la motivación.

En cualquier caso, obtener un "sí" superficial por presión social, por compromiso o por temor al castigo, al ridículo o por temor al qué dirán, no te convertiría en un gran orador, sino en un gran manipulador. Si quieres correr el riesgo, ten presente que los manipulados siempre acaban rebelándose contra el manipulador... cuando descubren que fueron timados.

En cambio, si obtienes un "sí" profundo por decir las cosas como son y las respaldas con razonamientos limpios y pruebas que no se puedan refutar, admirarán tu trabajo y seguramente querrán volver a escucharte. Porque les has provisto una base sólida para confiar en el conocimiento que presentas.

Aunque es cierto que las emociones y los sentimientos pueden competir, perturbar, interponerse o interferir con los razonamientos, lo contrario también podría ocurrir. Es cuestión de cuándo y cómo, y de tu manera de reaccionar (por ejemplo, ante algo que te inspire temor, ya se trate de un estímulo real o imaginario).

El primer objetivo de un vendedor profesional es generar confianza (y lo mismo se puede decir de sus dos grandes apoyos: el marketing y la publicidad). Despertar, sostener o exacerbar frustracion y furia no es el objetivo de las estrategias de marketing.

Igualmente aplica a un orador y sus oyentes, dependiendo de si respeta o no los principios de una oratoria dinámica, el principal de los cuales es mantenerse al día con la información, sea o no relevante. Claro, nunca lo averiguarás todo, pero siempre debes esforzarte por saber más.

Si confías en los datos que posees, y tus oyentes ven que los expresas con convicción, lo percibirán de la misma manera. El contacto será recíproco y la mayoría estará de acuerdo.

Los oradores que confían en lo que dicen se desplazan y explayan con comodidad frente al auditorio, mientras que los que desconfían de lo que dicen titubean y reflejan incomodidad con su lenguaje corporal. 

Tus oyentes se sienten seguros cuando piensan, sienten y creen que están recibiendo instrucción competente, lo cual se traduce automáticamente en una retroalimentación formidable para ti, generándote aún más seguridad y confianza.

La actitud receptiva de tu público te provee una inequívoca señal de confianza, es decir, de que están de acuerdo y desean cooperar contigo. ¿Hay algo más gratificante para un orador?


Nada importa tanto como conseguir la plena cooperación de tus auditorios y sentir que todos unen sus pensamientos en torno a la idea que les propones.

Todo depende de que no digas cosas como: "Saben que hay muchas leyendas que tienen algo de verdad", solo para que contesten: "Sí". Antes de hablar, detente y piensa en el efecto que tendrán tus palabras en el auditorio. Por ejemplo, es mejor decir: "Muchos suponen que todas las leyendas tienen algo de verdad". Eso conseguirá un "sí" sin necesidad de haber engañado ni manipulado, porque es cierto que muchos suponen eso.

Una gran ventaja de tu mente es que no hay forma de que tus oyentes sepan lo que estás pensando, sino hasta que abres la boca y dices algo con palabras, gestos, ademanes y/o actitudes. Así que, si tienes cuidado con lo que dices, casi no tendrás que preocuparte por nada.

Pero el hecho de que no adivinen lo que piensas, no te da derecho a falsear la información y tratarlos como a ignorantes. Tarde o temprano lo descubrirían y te lo reconvendrían.

En toda disciplina los maestros enseñan que la información y el conocimiento son lo más importante. Porque lo que uno cree y decide depende de sus convicciones.

¿No es famoso el dicho: "La verdad os hará libres"? La verdad es información veraz y contundente que realmente libera a uno.

Por ejemplo, en un artículo escrito por Warren Bennis, Presidente del Instituto del Liderazgo de la Universidad de California del Sur, titulado El Futuro No Descansa, expresó su convicción de que 'en todo orden de cosas, el factor crítico siempre ha sido la información'.

Por eso, según Las 4 Leyes de Técnicas Dinámicas Para Hablar en Público*, la información y el conocimiento son el inicio y fundamento de todas las demás consideraciones relacionadas con la comunicación en general.

De hecho, no exagero cuando digo que la base de una oratoria de éxito radica en la gestión y administración apropiada del conocimiento disponible, no en ser simplemente emotivo ni histriónico, como muchos suponen.

La emotividad está implícita en Las 4 Leyes, pero nunca al margen de la información.

Para que un oyente abra su mente, a veces tienes que abrir primero su corazón con un sentimiento conmovedor; y otras veces, para que abra su corazón, tienes que abrir primero su mente con una explicación interesante.

De modo que decir o responder siempre con la verdad no es siempre la mejor opción o estrategia. "Primero la verdad" no es una verdad. No me malinterpretes. No estoy diciendo que a veces sería mejor mentir. Lo que quiero decir es que, en algunas circunstancias complicadas, quizás primero convenga desplegar empatía y dar la debida atención a los sentimientos del oyente. Luego, al decirle la verdad, podrías recibir una mejor recepción.

Por qué lo dices


Tus oyentes quieren saber por qué estás ahí de pie frente a ellos.



El razonamiento es la raíz de los pensamientos más interesantes. Es por eso que tus oyentes quieren saber por qué dices lo que dices y cómo les afectará. Están muy pendientes de lo que dices y de tu manera de decirlo.

Estarán pensando: (1) "¿Cuál es el punto?" (2) "¿Qué hago y cómo lo hago?" y (3) "¿Cómo me beneficio?". Y seguirán pensándolo mientras no les proveas las respuestas a esas inquietudes. Por eso es importante enfocarte en el tema de principio a fin.

Si tus oyentes no entienden bien la razón por la que estás ahí minuto tras minuto, sencillamente cambiarán mentalmente de canal y se concentrarán en otra cosa, o tal vez comiencen a enviar mensajes de texto y perderán el hilo. No te prestarán atención.

Y como tú no sabes lo que ellos están pensando, tampoco puedes saber si están prestando atención, a menos que les hagas preguntas apropiadas para saber si realmente están enfocando el asunto igual que tú.

Si están desenfocados o no están entendiendo, ¿cómo podrían hacer lo que les recomiendas? Tu pedido no tendría el empuje necesario al llegar a la conclusión del discurso y parecerá un avión que corre por la pista a una velocidad tan baja que no superará la montaña que tiene enfrente.

Tienes que darles razones de peso para que no contradigan la lógica natural. Todos tenemos una lógica natural (que no es lo mismo que el sentido común) que nos permite atar cabos y sacar conclusiones.

Pero prestar atención y sacar conclusiones más o menos acertadas demanda esfuerzo y energía, tal como no nos demoramos lo mismo para sumar que para dividir o sacar la raíz cuadrada. Depende del desafío.

Tus oyentes no quisieran hacer ningún gran esfuerzo. Esperan que desmenuces tus conceptos y se los expliques del modo más digerible posible. ¡Por eso aman sus teléfonos! Porque se lo simplifican todo. ¿Para qué sumar, si pueden usar su calculadora? Basta presionar el micrófono del buscador de Google y decir "2+2" para que responda: "4".

En caso de que no tengas pruebas a la mano, o te falten argumentos, la lógica natural puede servirte para situarte en un terreno común que te permita continuar con el discurso.

Por la misma lógica, eso solo funciona si eres consecuente con lo que dices y no contradices la realidad.

Ten en cuenta que, en la mayoría de los casos, los "por qué" se centran en el pasado y envuelven una causa. "Estudiamos porque queremos aprender", es decir, porque ignorábamos algo (pasado) y queremos saberlo (futuro).

Por qué lo dices

Por ejemplo, tal vez le sugieras a un amigo que se abroche el cinturón de seguridad y conduzca su automóvil con cuidado porque está lloviendo (en realidad, es porque sabes que ha habido muchos accidentes por no usar el cinturón).

Entenderá por qué le conviene manejar con cuidado, pensando: "Conducir con lluvia podría causar un accidente. Abrocharme el cinturón y conducir con precaución me permitirá controlar mejor el vehículo". Esas son muy buenas razones, pero...

Para qué lo dices

Tu público necesita entender adónde apuntan las flechas de tu explicación, es decir, cuál es la finalidad u objetivo de tu esfuerzo, ¡cuál es tu propósito!

No basta con que les digas por qué (razón) estás ahí, sino para qué (propósito) estás ahí, es decir, con qué objetivo. Una cosa es tener la razón, y otra muy diferente, tener un objetivo o propósito. Todo lo que digas y hagas debe apuntar hacia el objetivo: Por qué y para qué.

Una de las cosas más hermosas de la oratoria es que el oyente espera que el orador le dé una razón y le muestre un propósito: Información + motivación. Esa es su meta.
En el ejemplo del cinturón de seguridad, tu amigo se lo abrochará porque entiende la razón, el por qué. Pero si añades: "Para que llegues bien a casa y abraces a tu familia", le estás añadiendo un componente emocional, un propósito, algo más profundo y significativo que una fría razón.

Ya no se trata de "tienes razón" (de convencer), sino de "tengo un propósito" (de persuadir). Cuando tienes razón, la razón es tuya y la persona se siente casi obligada a aceptarla, quizás con mala actitud. Tú te beneficias de convencerla (ella pensará: "Tú ganas"). Pero cuando la persona siente que lo hace con un propósito, lo hace suyo y entonces lo lleva cabo con gusto (siente que sale ganando). En otras palabras, ambos ganan. ¡Eso se conoce como "el bien común"!

Tu razón debe extenderse más allá y convertirse en un propósito para tus oyentes. Es como si les hubieras transferido un paquete de soluciones que le proveerán muchas satisfacciones.

Aceptado el incentivo se sentirán impulsados a hacer lo que les sugieres, no porque tienes razón, sino porque han percibido un nuevo incentivo en sus vidas y quieren alcanzar la meta. ¡Saldrán ganando!

En el caso del conductor de automóvil, llegaste a su corazón y removiste sus entrañas para que piense: "Quiero ver crecer a mis hijos", "No quiero que mis hijos pierdan a su padre", "Mis hijos están pequeños y me necesitan", "Acabo de casarme y mi esposa me espera para la cena", "Si no llego a casa con la medicina que necesita mi madre, podría morir".

En la superficie dirá: "Tienes razón", pero en el fondo le recordaste que también tiene un propósito. Lo motivaste a hacer lo que pediste.

En cierta ocasión, unos rescatistas lograron impedir que un joven se suicidara arrojándose de un puente. Lograron asirlo con fuerza después de haberle gritado cosas como: "No lo hagas", "Quiero que te quedes conmigo", "Mírame", "Te necesitamos" y otras cosas. Pero al menor descuido, el joven se escabulló corriendo y se lanzó al vacío.

El hecho de que el público te dé la razón, no significa que hará suyo el propósito, mucho menos si no entiende que existe un propósito. Cada oyente se convencerá o no en su propia mente y corazón, y depende de ti que su entendimiento no resulte superficial, escaso, indiferente y pasado por agua tibia. Un padre debe preguntarse, respecto a su hijo: "¿Lo hizo porque yo se lo ordené? ¿O porque le di un motivo?

No es tan simple decir que con simples palabras lograremos disuadir a alguien de tomar una decisión contraria a su voluntad. Pero el ejemplo del suicida sirve para tener una idea de lo difícil que es pasar de la razón a la motivación. Tener razón es mucho más fácil que motivar.

La razón es información fría, pero la motivación es una emoción cálida, llamada a convertirse en sentimiento. Nunca dejes en el plano de la suposición que una montaña de razones moverá el corazón de tus oyentes. La información es solo la mitad del asunto.

Por eso, siempre me he inclinado a pensar que, a diferencia de los "por qué", que suelen centrarse en el pasado y el presente, los "para qué" se centran por lo general en el futuro y en una esperanza que usualmente envuelve una preocupación, una inquietud, una meta, un sentimiento o una emoción.

El POR QUÉ suele apuntar al pasado o al presente, a una RAZÓN, explicación, argumento o demostración, y sirve de cimiento para una afirmación o declaración, generalmente algo que ya sucedió o está sucediendo y que puedes usar como base para reflexionar y prever.

El PARA QUÉ apunta al futuro, a un PROPÓSITO u objetivo, generalmente algo que sucederá o podría suceder, lo que puedes usar como base para que imaginen resultados y sean más proactivos, que prevean consecuencias positivas que armonicen con los porqué.

El por qué [pasado y presente] y el para qué [futuro] se combinan para producir inteligencia lógica y analítica.

Un intelectual puede acumular datos en su cabeza, y en ocasiones quizá no los use ni los lleve a la práctica. En cambio, una persona analítica se esfuerza por aplicar lo que sabe y beneficiarse de los resultados.

No me malinterpretes. No digo que un intelectual no sea inteligente, sino que, aunque alguien no sea intelectual, usualmente usa y aprovecha lo que sabe, sea poco o mucho, bueno o malo.

¿Ahora comprendes "por qué" y "para qué" no causan la misma impresión ni sensación? Mantén clara esa sutil diferencia y tu palabra fluirá mejor de tu mente a la de tus oyentes, transfiriendo no solo palabras sino motivación.

Usa los por qué como base para los para qué, tal como el pasado y el presente sirven de base para visualizar el futuro.

Por ilustrarlo, te alimentas porque tienes hambre y tu organismo lo necesita, pero también lo haces para tener fuerzas, buena salud y alcanzar tus metas.

Los POR QUÉ son razones, reflexiones, argumentos, explicaciones, realidades, hechos del pasado, como los sentimientos de culpa, o bien de una situación presente. Los PARA QUÉ son propósitos, objetivos, metas, motivaciones, incentivos, intenciones, sueños, ilusiones, soñar con premios, preocupaciones...

Por otro lado, aunque para el auditorio sea importante saber y entender tus razones y motivos, también quieren satisfacer su curiosidad en cuanto a quién eres, quiénes te rodean, cuál, cuánto, cuándo, dónde y cómo.

Puedes pasarte una hora explicando el por qué sin lograr resultados. Pero te lo agradecerán sinceramente si inviertes más tiempo explicando el cómo o para qué.

Importancia de las definiciones y significados



Otro punto interesante que debes tener en cuenta: ¿Qué harás si un sabio dice una estupidez, o tienes que soportar una discusión entre ignorantes respecto de un asunto de suma importancia?

Piensa en esto: "¿Realmente se trata de una estupidez, o de unos ignorantes? Quizá el sabio no demuestra ser tan sabio como para exponer su punto de un modo que todos le entiendan, o tal vez los ignorantes no fueron tan ignorantes como para investigar un poco más".

Como sea. De cuando en cuando te preguntarás cómo es posible que alguien argumente apasionadamente sobre una base endeble y se atreva a hablar y discutir sobre algo que no domina. De esos abunda el mundo. Tienen pinta de sabios, pero ¿se debe a una razón válida, a una definición o significado inteligente? ¿O solo a la manera como entienden y perciben el mundo que los rodea?".

Si la forma como alguien entiende algo se basa en información incompleta, inexacta, distorsionada o equivocada, los resultados también podrían salir errados.




No importa cuándo tiempo pase, cuántas personas lo hayan apoyado, cuán impresionante haya sido la parafernalia, cuánto dinero haya recaudado ni cuánta felicidad haya producido, tarde o temprano, un argumento que se construye en torno a una falsedad acaba por implosionar y autodestruirse. Porque las consecuencias siempre han hecho polvo las palabras que se levantan contra la verdad ("por la boca muere el pez"), tal como un mortero desmenuza el grano.

En cierta ocasión, una mujer estaba esperando por un largo rato en la fila de un banco. Necesitaba su dinero con urgencia, pero debía esperar. Después de media hora estaba irritada, desesperada, molesta y a punto de reventar debido a la urgencia del trámite que debía hacer.

Cuando le llegó su turno, presentó sus documentos, y quedó pasmada cuando oyó: "Disculpe, señora, pero aquí no es. Su banco está al otro lado de la calle."

La mujer quedó estupefacta por unos segundos. Luego alzó la voz: "¡¡Qué!! ¡¡Es el colmo, señorita!! ¿Cómo es posible! ¡He estado en la fila más de 30 minutos y bla, bla, bla!". Todos la observaban, sonriendo con pena. Rehusaba aceptar la realidad: Se había equivocado. Simplemente fue una confusión, una pequeña distracción. Nadie tuvo mala intención.

Lo mismo sucede con cualquier explicación, definición o significado, o con la manera como percibimos la realidad. Si edificamos un argumento sobre una exageración, mentira, error, prejuicio, malentendido, alucinación o dogma, sin duda terminaremos reconociendo, tal vez a regañadientes y con humillación, que estábamos equivocados. ¿No hubiera sido mejor reconocerlo a tiempo?

"Toda falsedad guarda proporción con la verdad que la aplasta, aunque esta demore algún tiempo en obtener reconocimiento."

Es similar a los amargos efectos que vemos en las noticias, cuando nos enteramos de un destape a gran escala: Una red de corrupción amasó una montaña de millones y quedó al descubierto. Todos los que se beneficiaron y se habían acostumbrado a vivir en una opulencia (y estupidez) artificial, terminaron en una lúgubre celda de 2 x 2 por gran parte del resto de su vida. ¿Contaría eso como un beneficio?

Por otro lado, ciertos de oradores matizan sus discursos vociferando frases interesantes, o se pavonean usando palabras rebuscadas y rimbombantes ("El paradigma dicta que un licnobio que sestea o resulta ser un noctívago, sin duda acaba de zaborrero, ya sea que pretenda epatar o no con su verborrea porque en el corpus diacrónico de su cerebro solo existe una paronomasia del epítome mencionado, el cual ha sido evidentemente obtenido subrepticiamente..."). ¡Plop!

"Wow! -algunos exclaman-, qué bien habla ese tipo." Pero ¿entendieron algo? Usó el tiempo para pavonearse, darse ínfulas y sobresalir entre la multitud, pero ¿benefició a sus oyentes con un entendimiento claro? Impresionó a quienes sabían lo que significaban sus palabras. Vale. ¡Buena nota en impacto! Pero "0" en utilidad práctica.

De nada te servirá hablar si tus oyentes necesitan ir a una biblioteca o llevar un diccionario para consultar cada palabra que sale de tu boca. ¡Tienes que hablar en los mejores términos, o mejor aun, hablar con significado y dejar a un lado la terminología espeluznante!

"La cabra siempre tira pal monte", "aunque la mona se vista de seda, mona se queda", "más vale pájaro en mano que ciento volando", "es un barril sin fondo", "no hay peor ciego que el que no quiere ver"... Son dichos que encierran grandes enseñanzas. Resumen lo que de otro modo requeriría explicar con una gran cantidad de palabras. Son fáciles de entender y discernir.

Otros hacen ademanes bruscos, hasta con las manos extendidas hacia delante, para impresionar al oyente y conmoverlo profundamente, con tal de que suponga que todo lo que dijeron era cierto.

Pero ¿realmente lo fue? Eso no es oratoria, sino teatro, fingimiento o tal vez un burdo intento de manipulación. Todos dirán: "¡Qué bien habla!", pero los habrá llevado al desvío.

El arte de hablar en público no solo se apoya firmemente en conocimiento e información veraz, útil y de valor práctico, sino en razones, significados, definiciones, interpretaciones y motivos que irradian seguridad y mueven al oyente a poner en práctica lo aprendido.

Por ejemplo, podrías consultar un diccionario académico para tener una idea clara de lo que significan las palabras. Pero podrías entenderlas todavía mejor si consultas un diccionario etimológio o enciclopédico, que te ofrece una visión aún más amplia, explicándote el origen de las palabras.

La demagogia y los simples gestos, tonos, palabras, frases, definiciones y/o posturas impactantes son para el teatro, no para la oratoria que realmente produce beneficios para el oyente.

El mundo ha progresado. Los aspavientos y gritos ya no convencen como antes. Ahora la gente está más alerta y espera que los oradores hablen claro y con respeto por las necesidades más apremiantes. Por eso los estafadores también han progresado y se han vuelto aún más sutiles.

Tener cuidado con la información te ayuda a enfocar la mente en la importancia de abrir bien los ojos, abrir bien los oídos y abrir de par en par tus facultades de entendimiento antes de discutir o enseñar a otros.

Un sabio se expresa con sabiduría, y el que domina un tema o materia, como alguien que realmente lo entiende. No es solo cuestión de no ser dogmático, sino de no parecer ni sonar dogmático.

Por ejemplo, ¿te han preguntado alguna vez "qué vino primero, el huevo o la gallina"? Si te detienes a pensar, la pregunta contradice dos verdades científicas: 1) Un único huevo no puede procrear su especie por sí solo, y 2) una gallina por sí misma tampoco puede procrear su especie.

Imagina un robot que se apresura por un campo de fútbol, patea una pelota directamente hacia el arco y mete gol. Ahora imagina que alguien te dice que tanto la cancha como el arco, la pelota y el robot se hicieron solos, que se fabricaron a sí mismos, que surgieron de la causalidad. ¿Lo creerías?

¡De ninguna manera! Tanto el arco, como la cancha, la pelota y el robot requirieron un diseño y muchísimas horas de planificación y ensayo. Hubo creadores inteligentes detrás de ello.

Discovery Channel y National Geographic abundan en programas de televisión que demuestran que científicos fueron los que estuvieron detrás de muchos descubrimientos, inventos, diseños y construcción de cosas asombrosas que se han visto (sin mencionar la logística, el esfuerzo, el tiempo, los recursos, etc.). ¿Crees que hubieran hecho alguna de esas cosas sin tener una buena idea, razón o motivo?

Tratar de sorprender a un auditorio con argumentos vacíos o falacias evidentes es suicidarse en oratoria, aunque salgan de la boca de un experto. Tal vez su engaño prospere por un tiempo, pero solo retardará su fracaso.

Precipitarte y hablar sin saber es un acto que te expondría al ridículo, y discutir sin tener todos los detalles sería equiparable a un crimen. Las consecuencias podrían variar entre pasar vergüenza y manchar la honra de otras personas, por no decir lo peor.

Por eso, adquiere conocimiento e información para que tus discursos siempre tengan una base sólida. Y organízalo todo con disciplina. Te dará gran fuerza y seguridad.

Valor añadido a tu oratoria



El valor añadido tiene el efecto de un regalo. Tu oratoria debe estar repleta de regalos. Pero ¿cómo es eso?

Mantener un buen respaldo de conocimiento te permite añadir valor a tus discursos. ¿Cómo agregas valor a un discurso? ¿No te ha sucedido que al momento de pagar por cierto producto te dieron un regalito? ¿Qué sentiste? En realidad, no fue un regalo. ¡Lo cargaron en el precio! Pero es innegable que te sentiste muy bien!

Bueno, por ejemplo, los vendedores saben que en similitud de condiciones, un producto o servicio no se distingue por las mismas cosas que ofrecen los otros vendedores, sino por el valor añadido o agregado, especialmente en el servicio.

Si bien es cierto que el origen de la calidad total exige que se dé al cliente lo que necesita, no abrumarlo con excesos que jamás usará, es decir, fabricar el producto a su medida, el principio más importante del valor añadido es que se le provea aquello que le gustaría recibir y lo haría feliz, algo que otros no están dándole (por ejemplo, puntualidad en la entrega, pulcritud en el manejo del producto, trato sumamente cortés y amigable, instrucciones muy claras, proacción en la pos venta y cualquier cosa que los competidores no estén dándole).

Comer en un restaurante y encontrar un bicho en la sopa o en la pizza es lo contrario. Es un valor restado que envía información devastadora al cerebro del cliente, y a través de él, a toda su comunidad (si es que no lo publica en Internet y lo da a conocer a todo el planeta). ¿Qué harán las personas ahora con esa información?

Antes se decía que una queja reflejaba estadísticamente 25 quejas no denunciadas, y que cada persona se lo contaría a por lo menos 10 personas. ¡Unas 250 personas implicadas! Pero ahora las cifras se han disparado hasta la Luna gracias a Internet. Una sola queja podría contagiarse como el ébola en pocos minutos y destruir un negocio lucrativo y prometedor.

Entonces, ¿comprendes por qué es tan importante en oratoria la información y el conocimiento?Por ejemplo, ¿qué es una Era? Una Era es un período histórico que puede contarse a partir de diferentes perspectivas. Por ejemplo, hubo un tiempo en que se hablaba de la Era Agrícola, después de la Era Industrial y después de la Era Informática. Ahora dicen que hemos entrado a una Era Conceptual, en la que se enfatiza lo simultáneo, metafórico, estético, contextual y sintético. ¿Lo sabías?

¿Tiene importancia? No, porque estamos hablando de oratoria, no de Historia. Pero ¿qué acabo de hacer? Explicarte cómo se añade valor a una explicación por medio de decir algo nuevo, interesante o diferente, algo en lo que tal vez tus oyentes nunca habían pensado.

Sin embargo, hasta que explique lo que significa la Era Conceptual, mencionarlo solo sería para muchos un dato interesante, y para otros, un misterio.

Cualquiera puede hablar por hablar, pero un orador experimentado agrega comentarios oportunos e interesantes para añadir valor a sus discursos. Nota que acabo de decir que "cualquiera puede hablar por hablar, pero un orador experimentado añade comentarios oportunos e interesantes". ¿Sabes lo que significa comentar? No es simplemente "expresar una opinión", sino "expresar la opinion explicando algo de modo que ayude a que algo se entienda mejor".

En otras palabras, consiste en explicar el ángulo, la perspectiva, el enfoque o la forma particular en que uno percibe el asunto a fin de que otros lo entiendan con más claridad.

Dicha aclaración se convierte en un valor añadido. No tienes que comentar siempre, pero tus oyentes lo apreciarán cuando te expreses, porque gracias a ello su mentalidad se expandirá y abarcarán mejor sus conocimientos.




Aplicado a la oratoria diríamos que, cuando dices algo lógico, algo que a nadie se le había ocurrido, sintonizas con el lado izquierdo del cerebro del oyente.

Pero si lo dices de una manera especial o creativa, enfocando un ángulo novedoso, sintonizas con su hemisferio derecho, añadiendo valor al discurso. Por eso debes combinar lo que dices con cómo lo dices (lo cual incluye tus gestos y ademanes) a fin de lograr una mayor eficacia al expresarte.

En otras palabras, no debes decirlo a la ligera, como lo hubiera dicho cualquiera, sino de un modo que realmente destaque el valor práctico de la información y permita al oyente recordar el asunto y sentirse motivado a tenerlo presente y, de ser posible, aplicarlo en su vida cotidiana.

¿Crees que tus oyentes te harán caso y cooperarán contigo simplemente porque les digas la verdad o les des cierta información que no tenían? ¡Ni lo sueñes! Un auditorio espera más que eso. Tus oyentes no actuarán por lo que les digas, sino por la manera como se lo digas. Instintivamente, siempre estarán a la expectativa de ese valor añadido.

Por otro lado, recuerda que tal como existe un concepto de valor añadido, también existe lo contrario: el valor restado.



Valor restado es todo aquello que resta valor al producto o servicio, quemando la imagen, la publicidad, la fuerza de ventas, los esfuerzos y el capital, lo que deja a una tienda o marca en inferioridad de condiciones respecto a sus competidores. Igual ocurre con la oratoria.

En ventas, se considera valor añadido a aquello que el cliente recibe por añadidura, es decir, además del producto o servicio, algo que no le darían en otra tienda. Pero se resta valor si, por ejemplo, la entrega no es puntual, si no se responde el teléfono (a más tardar a la tercera timbrada) o los correos electrónicos, o si no se percibe limpieza, que se manipula mal el producto, o si el trato es poco amable y hasta descortés, o si no provee instrucciones claras ni es proactivo en la gestión, o si obliga al cliente a regresar varias veces para gestionar un reclamo simple.

Si tu calentador eléctrico de la ducha se incendia y echa humo porque no seguiste las instrucciones, jamás comprarás algo de esa marca, aunque haya sido tu culpa. Debieron explicarte los riesgos, a pesar de que debiste leerlos en el manual. Decir: "Fue culpa del cliente" no ayuda a vender mas, sino menos. Porque el cliente lo publicará en sus redes sociales.

La sabiduría de aplicar el concepto del valor añadido a la oratoria radica en que el oyente podría razonar así: "¡Qué excelente discurso! Quiero escuchar más" o "No sé qué hago aquí, perdiendo mi tiempo".

Si tu discurso no tiene nada especial que ofrecer, ya sea en contenido o forma, sino que hablas como cualquiera lo hubiera dicho, o si, por otro lado, levantas la voz inmodestamente y sin respetar la dignidad del oyente, le restas valor.

Si alguien asiste a una conferencia, espera retirarse con la satisfacción de haber aprendido cosas nuevas e interesantes, sintiendo deseos de volver a escucharte. No cree haber perdido el tiempo con una presentación pasada por agua tibia.

Hay oradores que suben al escenario con el pecho inflado, mirando a todos de arriba abajo, o no mirando a nadie en absoluto, dan su discurso y luego se retiran creyendo que dejaron a todos impactados y convencidos, cuando en realidad sintieron como si les hubieran arrojado piedras.

Tener la razón o demostrar que uno tiene todas las evidencias, la autoridad y el poder no sirve de nada si uno cierra su corazón con actitudes dominantes, duras y arrogantes. Una cosa es ser firme y entusiasta, y otra, ser déspota e insoportable.

"¿Y qué hay de los oradores que ofenden y sin embargo suben en las encuestas?", dirás. Pero no te engañes. Solo llegan a aquellos que les agrada esa conducta, no a los que se sintieron ofendidos.

Su problema es que será casi imposible que se ganen su buena voluntad después. Tal orador queda marcado como con letras de fuego en su corazón. Tú no quieres que te pase eso, ¿verdad?

¿Y la especulación?

Es cierto que cuando hablas ante un auditorio tienes el derecho de aventurarte de vez en cuando por los bosques de la especulación, como cualquier persona que usa sus diferentes inteligencias al discernir un asunto.

Pero debes mostrar respeto por las inteligencias de tus oyentes dejando en claro que solo estás suponiendo algo o usándolo como un ejemplo o ilustración.



¿Alguna vez te miró un búho directamente a los ojos? Lo que se siente es impresionante, como si te conociera o quisiera conocerte a fondo. Enfoca y fija su mirada como si todo lo demás que existe pasara a un segundo plano y solo se concentrara en ti. Es un buen símbolo de lo que significa prestar atención.

Uno podría fijar su atención en una hipótesis, teoría o corazonada y dejarse seducir por meras especulaciones, pasando por alto la importancia de mantener su entendimiento enfocado en la verdad y en los hechos y razones que se requieren para establecer un argumento sólido.

Pero ninguna especulación es beneficiosa si no contribuye al entendimiento. Una especulación es, en el mejor de los casos, una ficción y un ejercicio para el intelecto, y en el peor, la raíz de un prejuicio cuyas malas consecuencias podrían volverse en tu contra y llevarte a parecer desagradablemente incontrolable, fanático o loco.

Aunque todos somos imperfectos y tendemos a cometer errores, un orador experimentado demuestra sentido de responsabilidad cuando es cuidadoso al prestar atención a los detalles o aristas de la información, a fin de tener siempre un buen fundamento para sus declaraciones, ya sean verídicas o especulativas.

Por eso, cuando veas un programa de televisión, ya sea de ciencia real o de ficción, presta atención, como un búho, y procura llevar la cuenta de las veces que dicen cosas como: "Suponemos que...", "Pensamos que...", "Se cree que...", "Pudo suceder que...", "Quizás...", "Tal vez", "Dicen que...", "Se dice que...", "Afortunadamente...", "Procesos aleatorios...", "Si es que...", "Probablemente sucedió...", "Es posible que...", "Parece que...", "Muchos concuerdan en que...", "Podría suceder que dentro de cientos de millones de años...", "Pudo ocurrir hace catorcemil millones de años...", "Se ha dicho que...", "Si así es...", Podría ser...", etc.

Aunque tales muletillas salgan de labios de científicos prominentes u oradores experimentados, ninguna demuestra estar respaldada por hechos concretos ni comprobados, sino exactamente lo contrario.

No quiero decir que sea malo especular, suponer, ilusionarse o soñar. Pero hay que tener la precaución de hacerlo en momentos adecuados y con mucha sinceridad en cuanto a lo que implica. ¿Acaso muchos grandes descubrimientos, proyectos e inventos no comenzaron con un sueño o con una corazonada?

Por tanto, si quieres practicar una oratoria responsable, debes procurar en lo posible presentar información completa y fácil de entender, conocimiento exacto (epignosis) acerca de las cosas que dices, y hacerlo con una actitud modesta.

Mantén las especulaciones fuera, y si especulas, confiésalo para no generar confusión y malentendidos que suman al oyente en una completa desorientación, o dé pie a que se inicie una discusión innecesaria para dirimir lo que realmente se quiso decir.

Si alguien abordara al orador al final de la conferencia para pedirle una explicación, ¿qué hay de los demás que no entendieron y se van a sus casas sin una explicación? ¿Cómo armarán el rompecabezas si les faltan piezas? ¡No se puede! La próxima vez que se enteren de que esa persona dará otra conferencia se irán corriendo a otra parte... si es que logran escapar.

"El antídoto contra la incredulidad
es el conocimiento exacto"

¿Y la avalancha de información en la web?

¿Te has preguntado cómo enfrentar y manejar toda la avalancha de conocimientos que se obtienen de los medios de comunicación? Por ejemplo, tal vez un maestro esté dando una explicación a la clase y, de repente, uno de sus estudiantes le sale al paso con cierta información que vio en Internet la noche anterior, algo acerca de lo cual el maestro no se hubo enterado. ¿Qué podría hacer?

Es cierto que un maestro capacitado siempre debe mantenerse un paso adelante y debería ser el primero en enterarse de los asuntos relacionados con su campo. Pero, por ejemplo, si alguien enseña la Biblia, ¿sería relevante que dijera que el libro de Proverbios contiene unos 915 versículos? No. Pero se sentirá muy bien.

Lo importante es que el estudiante se sienta bien y entienda y aplique el punto que se le enseña, no que beba hasta la última gota de conocimiento actualizado. Nadie puede estar al día con todas las estadísticas, puesto que se actualizan segundo a segundo*.

Los maestros siempre serán necesarios, no solo para impartir conocimiento y obtener retroalimentación (porque hasta los niños pueden conseguirlos en Internet), sino para estimular, incentivar, orientar y mover a acción, tal como puedes ver en el rubro sobre "Motivación".

ARRIBA | SPOTIFY