TU CUERPO


Tu cuerpo es un equipo audiovisual

En oratoria no es cuestión de mover las manos de cualquier manera, sino de moverlas de manera objetiva, eficaz, productiva, persuasiva y entretenida. Y algo parecido podríamos decir de tu postura e imagen.

[Salvedad: Estas sugerencias no aplican en un contexto de síntomas extrapiramidales o similares que requieren atención médica profesional.]

Algunos oradores, y también algunos representantes que toman parte en un panel, entrevista o mesa redonda, no toman conciencia de que, aunque no digan nada mientras otro está exponiendo, su imagen está hablando sin palabras. Lo hace mediante su postura, su mirada y actitud. Al auditorio no se le escapan esos detalles.

Por eso es muy importante para el estudiante de oratoria tomar conciencia de su postura, actitud, gestos y demás expresiones corporales, tener cuidado con sus movimientos. Porque no pasarán desapercibidos.

Y lo mismo aplicaría a escritores y redactores que logran un excelente trabajo al poner por escrito sus ideas, pero cuando deben ponerse de pie y hacer lo propio con su oratoria dejan mucho que desear respecto a su lenguaje no verbal.

Por eso en esta sección no te hablaré de simples acomodos para engañar, fungir o siquiera actuar, sino de sugerencias que verdaderamente contribuirán a sentirte muy bien cuando des un discurso. 

No necesitarás disfrazarte de otra persona. En todo momento puedes y debes ser tú. ¿A quién quisieras impresionar? Bueno, no es cuestion de querer impresionar a nadie. Lo cierto es que tú eres tú, pero siempre podrás mejorar en algún sentido, ¿verdad? No es por gusto que esta sección captó tu interés.

Cuando uno expone en público, pone en juego su reputación y la de la entidad que representa. Por eso echémosle un vistazo al espejo y tengamos en cuenta tu presencia, postura y ademanes.

PREsencia

Presencia es tu talle, figura y actitud corporal, la imagen que ven tus oyentes cuando entras en su campo visual, ya sea en persona o virtualmente, a través de una pantalla de video o en tiempo real por teleconferencia.

Cuando a principios de 2020 la pandemia del COVID-19 sumió al mundo en una cuarentena insoportable, las telecomunicaciones se dispararon como nunca. La teleconferencia pronto reemplazó a la conferencia, y los que habían mantenido un perfil bajo, ya sea dentro del caparazón de su timidez o de un alto cargo en su compañía, o con la común excusa de "eso no es para mí", se vieron forzados por las circunstancias a salir en televisión. No en la televisión tradicional, sino en teleconferencia.

Ahora tenían que ponerse las pilas y exponer su imagen a menos de dos metros de cada una de las personas con las que tenían que hablar. El gran auditorio, el intimidante gran auditorio, ahora fue reemplazado por una intimidante cámara filmadora que expondría a la luz hasta el más pequeño barrito o espinilla, el más sutil lunar, ¡las canas y otras cosas!

Suena duro, pero es cierto. Para muchos, la oratoria llegó a convertirse en una prueba de fuego, pero para otros en una "nueva normalidad". Las cámaras de video, laptops y otros dispositivos le subieron la temperatura al calor.  

Ahora con mayor razón debías cuidar tu imagen, desde dentro hacia afuera, no solo usando productos de belleza, sino en un sentido intelectual, emocional, social y espiritual por medio de aplicarte al ejercicio de nuevos conceptos y enfoques hacia tu vida en general. La imagen del espejo había de corresponder con la buena impresión que uno quería causar.

La solución se facilita cuando uno enfoca en dos palabras que resumen el secreto de la buena presencia, ya sea en persona o ante una cámara: Orden y limpieza.

Orden

Así como uno debe ser ordenado en sus pensamientos, el orden físico en este caso tiene que ver con la colocación de cada prenda de vestir y accesorio en el lugar que corresponde. Los zapatos no se llevan en los bolsillos.

Aunque sería ideal que el público viera a las personas según como verdaderamente son por dentro, la realidad es que la tendencia común es a criticar, clasificar, calificar, evaluar y asignar niveles y grados espontáneamente según la impresión de lo que se ve a simple vista.

La percepción de tus oyentes influye en su reacción ante tus expresiones. El hecho de que veas la fotografía de un Eistein despeinado no debería darte licencia para aparecer despeinado ante tus oyentes. ¿Por qué? Simplemente porque no eres Einstein. 

Por eso, debes disponer tus prendas de vestir de un modo que no vaya a causar desagrado en el auditorio. Así reflejarás aprecio, interés, empatía y respeto por tus oyentes. No está de más consultar con quienes reflejan buen gusto en el vestir.

Siempre verifica en un espejo cómo se te verá ante el público. Si subes a la plataforma despeinado, con la corbata floja y sin rasurarte, por lo menos asegúrate de que fue tu decisión y o la casualidad. Porque toda la retroalimentación será para ti y para la entidad que representas.

Limpieza

Tal como uno debe razonar de manera lógica y limpia para que le entiendan, la limpieza física del orador debe ser un rasgo tan importante de su carácter y personalidad tanto como el orden.

Debido a la idiosincrasia de una comunidad, en la mente de la mayoría de los auditorios se asocia la limpieza con la integridad, honradez, lealtad, sentido de responsabilidad, decisión, precisión, destreza y perfección, todo lo cual, a su vez, inspira seguridad y confianza en los oyentes.

Y viceversa. La falta de limpieza siempre ha enviado señales de falta de integridad. La deshonestidad, deslealtad, irresponsabilidad, inmadurez y otros rasgos indeseables, se traducen en desconfianza e inseguridad. Nadie confía en alguien que no inspira seguridad, y eso no ayuda a la convicción ni a la persuasión.

"Como te ven te tratan", reza el dicho. El desorden y la suciedad no son buenas cartas de presentación. El desorden siempre va asociado en la mente de las personas con la falta de aseo y responsabilidad.

Sin embargo, aunque la imagen de un juez suele ser impecable, nunca olvidemos que ha habido jueces que terminaron en la cárcel por vender favores y torcer el juicio. 

Aunque por fuera a muchos se les veía impecables, quedaron expuestos como personas sucias y corruptas en sentido moral. Dejaron de ser dignos de confianza. Perdieron su crédito ante los observadores.

¿Le será fácil a un orador convencer y persuadir a quienes se forman un mal concepto de quienes manifiestan una forma de vestir desordenada? Difícilmente. ¿Cómo inspirarás confianza y respeto mostrando una imagen que pone en peligro la percepción de confianza y respeto? Resultaría contradictorio, ¿verdad?

Como vemos, el que alguien manifieste elocuencia y buena presencia influirá en su fuerza de convicción o persuasión, pero no es todo lo que cuenta. Es solo uno de los varios aspectos que influyen. De todos modos, siempre te recomendaré arreglarte con dignidad para dar un discurso. Nunca tomes a la ligera estos dos requisitos: Orden y limpieza. El desorden y la suciedad, aunque sea solo en apariencia, puede tirarse abajo tu imagen. Pasemos a otro punto.

POSTura

Postura es la manera como te sientas, paras y caminas frente al auditorio. En una palabra: "¡Ubícate!".

 
Observa detenidamente la foto de arriba. Es del curso de oratoria más famoso del mundo, el Dale Carnegie Course.

¿Percibes la confianza de la joven? Es porque no está asumiendo ninguna pose afectada. No necesita juntar ni agarrarse las manos o los dedos para sentirse segura. Simplemente está de pie, tranquila y confiada, irradiando entusiasmo.


En oratoria, una postura cómoda y estable refleja mucha seguridad y confianza, lo cual es esencial para facilitar la concentracion del oyente. No sugiero distraer al auditorio con movimientos repetitivos e innecesarios.

Asumir posturas afectadas a cada rato para disimular el nerviosismo, como balancearse sobre uno y otro pie o caminar de aquí para allá como un león enjaulado, no disimula nada realmente. Por lo contrario, podría revelar falta de aplomo, que no te ubicas.

La frase: "Es una persona bien plantada" cobra especial significado en oratoria. No que no proyectes flexibilidad, sino que no proyectes inestabilidad, como si te sintieras fuera de lugar. Un orador bien plantado no se muestra inestable ni inseguro con su postura.

A no ser que sufras de artrosis, escoliosis u otro mal de postura, cualquier señal de inestabilidad física podría proyectar falta de equilibrio emocional, inmadurez e inseguridad. No estoy diciendo que te falta aplomo en todos los casos. El problema es que así lo pueden interpretar tus oyentes, lo cual podría debilitar tu fuerza de persuasión.

Para comunicar estabilidad, aplomo y seguridad con tu postura, y a menos que un asesor de escena lo sugiriera, es mejor quedarte razonablemente quieto de la cintura para abajo al exponer. Te sugiero no estar dando pasitos cortos ni bamboleándote a cada rato. Recuerda: inestabilidad no comunica estabilidad.

¿Y si las circunstancias lo requieren? En todo caso, muéstrate flexible, pero no hasta el punto de dar la apariencia de ser una persona inquieta o inestable. El aplomo inspira aplomo.

¿Nunca escuchaste la frase: "Ese tipo está bien plantado"? Significa que está comunicando gran seguridad en sí mismo. Lo mismo se puede decir de una dama.

Un orador seguro de sí mismo no necesita moverse mucho de la cintura para abajo. Moverse demasiado inquieta al oyente, le inspira intranquilidad o hasta lo pone nervioso, todo lo cual podría restarle concentración.

Si eres varón, el auditorio suele esperar que tu postura comunique aplomo, estabilidad, equilibrio emocional, confianza y seguridad en ti mismo. Como un árbol. ¿Por qué?

Porque la confianza es uno de los valores más estimados por los oyentes, ya que, en la mayoría de los casos, esperan que el discurso los motive. ¡Para seguir su orientación necesitan confiar en una persona muy segura de sí misma! De ahí la importancia de proyectar estabilidad y soltura.

¿No has oído el dicho: "no sabe dónde está parado" o "parece que se le caen los pantalones"? Tiene que ver con lo que estoy diciendo. Una persona que anda por ahí con los cordones de los zapatos desatados, o con los pantalones desajustados da la impresión de ser inmadura emocionalmente. Por eso, reflejar aplomo y seguridad es vital. Tu seguridad emocional debe proyectar seguridad física, y viceversa. 

Tus oyentes tienen todo el derecho a preguntarse: "¿Debería confiar en una persona que me da la impresión de ser insegura o inestable? Su respuesta seguramente sería "no". Nadie se siente inclinado a confiar en una persona que parece no confiar en sí misma.

Por tanto, proyectar aplomo, estabilidad emocional y equilibrio es una combinación de valores que se deben cultivar en oratoria. Puedes fingir confianza para empezar, pero asegúrate de progresar poco a poco hasta el punto de que te salga de manera natural.

¿Y si eres una dama? ¡Exactamente lo mismo! Sin embargo, hay un detalle que diferencia sutilmente a hombres y mujeres.

Por lo general, se espera del varón un porte sólido y fuerte, lo que se conoce como masculinidad,  mientras que de una dama se espera que proyecte encanto y delicadeza, lo que se conoce como femineidad (no confundas delicadeza con debilidad). Claro, esos son estereotipos, es cierto, pero así suele ocurrir en la vida real. 

Una dama que comunica solidez y un hombre que comunica encanto no concuerda con los arquetipos y paradigmas más comunes. Por otro lado, no hay por qué oponerse ni para qué criticar a quienes no se conforman a lo que se esperaría, solo es mi deber mencionarlo.

¿Y en caso de usar un atril? Igualmente debes comunicar aplomo, equilibrio, confianza y seguridad de la cintura para abajo, y con mayor razón. Si te mueves o bamboleas a cada rato detrás del atril, nerviosamente, o asumes posturas afectadas, podrían pensar que careces de estabilidad.

Tus oyentes no deberían suponer que no te sientes bien estando entre ellos (“No me siento cómodo en este lugar o en esta situación ni con ustedes, preferiría no estar aquí”).

En cualquier caso, procura mantenerte firme. Olvídate de lo que te ocurre de la cintura para abajo (a no ser que tengas que atender una emergencia).

¿Y si debido a los nervios tus piernas no dejan de temblar? Un ejercicio que yo hacía en esos momentos era ajustar fuertemente por un rato los músculos, sintiendo como si mis piernas fueran columnas, como un soldado, y luego me relajaba. Después de un momento repetía la acción, y así hasta que mis músculos se adaptaban lo suficiente.

Nunca he sentido miedo ni temor de expresarme en público, pero sí me he puesto nervioso e inquieto como cualquiera. Y aunque antes me parecía apropiado tratar de relajarme, un día cambié de modo de pensar. Si me sentía nervioso antes de un discurso, procuraba disfrutarlo. No me resistía. Y funcionó. Simplemente pensaba que mi cuerpo estaba alistándose para la responsabilidad de exponer.

Por ejemplo, para dar en el blanco con una flecha, el arquero tiene que tensar la cuerda al máximo. Para que un violín suene bien, un violinista tiene que templar bien las cuerdas. Para que un puente colgante se sostenga, los ingenieros tienen que tensar bien las cuerdas. Tensión y resistencia no son siempre desventajas, sino todo lo contrario.

La nariz ofrece resistencia a los anteojos, la silla ofrece resistencia al cuerpo, la cuchara ofrece resistencia a la sopa, el block de notas ofrece resistencia al lápiz, no podemos vivir sin resistencia ni tensión. Es natural.

Por eso, no te preocupes si sientes nerviosidad, tensión o resistencia. Si haces un esfuerzo por parecer estable, será más que suficiente, nadie se concentrará en tu postura, sino en lo que estás diciendo.
Precisamente, la sugerencia de no moverte mucho es para que no presten atención a tu postura, sino al discurso. Si te mueves mucho, se fijaran más en tu postura, los distraerás, perderán el hilo y comenzarán a entretenerse mentalmente con otra cosa. 

En los puntos secundarios

Sé flexible en tu postura en los puntos secundarios, ejemplos e ilustraciones. Puedes soltarte porque son aspectos que no requieren mucha concentración. Los oyentes son tolerantes.

En los puntos principales

Te sugiero no moverte de la cintura para abajo cuando mencionas puntos principales del discurso, a fin de no distraer. Quieres que tus oyentes se concentren más en lo que dices. No tiene sentido caminar de derecha a izquierda a cada rato. 
 
Si quieres dar en el blanco con una flecha o con un arma, te quedas quieto, apuntas y disparas, no te pones a bailar y  temblar, ¿verdad? En oratoria es igual. En los puntos principales es  mejor estar quieto de la cintura para abajo. Darás en el blanco.

Si tomas asiento o te levantas, hazlo siempre despacio. Y cuida la manera como colocas los pies. Un niño puede asumir una postura de niño y ganarse el respeto de todos. Pero si un adulto asume posturas de niño, comunicará inmadurez y falta de experiencia en la vida. No lo tomarán en serio.

Si te sientas cruzando las piernas, no muestres las suelas de los zapatos (a no ser que estén nuevos). Una suela sucia comunica suciedad y despierta repulsión. Si eres una dama, te sugiero mostrarte discreta, no indiscreta.

Recuerda: lo importante de la postura es proyectar y comunicar aplomo y seguridad.

ADemanes

Respecto a los http://oratorianetmovil.blogspot.pe/2017/01/tu-cuerpo.html y ademanes, estos significan lo mismo: movimientos del cuerpo que expresan o comunican lo que piensas y sientes.

Lo que diré en esta sección no es para criticar ni fastidiar a nadie. Pero siempre hay aspectos en los que podemos mejorar nuestros gestos y ademanes. Porque todo aquello que se mueve ante la mirada de nuestros oyentes influye en el efecto general de la exposición. Merece nuestra atención.

La importancia de los ademanes radica en la atención que los oyentes le dan a todo lo que se mueve. El sentido de la vista es hipersensible al movimiento. Créeme si te digo que no se les escapa ni una mosca. 

Cada vez que mueves las manos, captas la atención con sus movimientos porque los ojos de tus oyentes se enfocan en todo lo que se mueve ante sus ojos y lo que haces con ellas, ¡aun si te rascas! No creas que no lo notarán. La pregunta es: ¿Qué dices con tus manos?

A partir de 2020, cuando el mundo se conmovió por la pandemia del COVID-19 y la cuarentena sometió a los gestos y ademanes a presiones antes nunca vistas, por el uso de la videoconferencia, fueron un factor clave en edificar o derribar la imagen de muchos. ¿Por qué?

A partir de entonces el contacto humano pasó a depender enteramente de las telecomunicaciones. Y aunque muchos estaban acostumbrados a usar un micrófono para transmitir su voz a gran distancia desde una sala de conferencias, ahora cobraba relevancia su imagen, es decir, sus gestos, ademanes, postura, vestimenta y actitud.  ¡Y hasta se complicó con el cuidado que se debía tener con 
la escenografía, la iluminación y el maquillaje! El lente de la cámara se convirtió en un auditorio más exigente e íntimo, aunque distante en apariencia.

Uno de los detalles sobresalientes que a mi modo de ver diferencian la mera demagogia del arte de expresarse, es el uso excesivo de ademanes subjetivos y la ausencia casi absoluta de ademanes objetivos. El peligro es que un observador perspicaz podría malinterpretarlo como "habla vacía" y dejar de concentrarse.

Por eso, ten en cuenta esto: en oratoria solo hay dos clases de ademanes útiles: Enfáticos  (subjetivos) y descriptivos (objetivos).

Ademanes enfáticos

Los ademanes enfáticos son los gestos y ademanes que comunican convicción personal. Generalmente brotan con naturalidad y espontaneidad cuando se dicen ideas abstractas. Pero también son tan abstractos y subjetivos como las ideas abstractas.

Un ademán enfático puede ser muy vigoroso y, no obstante, subjetivo. Por lo general, los ademanes enfáticos comunican fuerza, pero usualmente no encienden la imaginación del oyente. En cambio, un ademán descriptivo puede ser al mismo tiempo vigoroso y objetivo. Enciende una imagen tan potente que hasta podríamos catalogarla de visión, porque el oyente ve lo que dice el orador.

Sin gestos ni ademanes enfáticos, o sea, ser tan inexpresivo como un poste, es poco probable convencer y mucho menos persuadir o entretener a un auditorio. Los gestos y ademanes descriptivos contribuyen al disfrute del discurso, y con ello, a cooperación. 

¿Eres de las personas que nunca hacen ademanes ni gesticulan? Estás desperdiciando oportunidades de convencer y persuadir. ¡Ponte las pilas!

No significa que tan pronto como comienzas a abrir la boca tienes que gesticular o mover las manos al ritmo de tus labios, sobre todo si lo que dices no requiere necesariamente un gesto o ademán en particular.

Empezar a hablar no tiene por qué significar que tengas que empezar a gesticular. ¡Suéltate! No te recomiendo que juntes las manos a cada rato para evadir la responsabilidad de hacer ademanes. Tus oyentes se percatarían de tu falta de seguridad.

Por ejemplo, no se pueden describir con ademanes ideas como: "¿Eso es lo que esperaríamos?", "Todos tenemos esa necesidad", "Denme un momento y les explicaré lo que sucederá", "Esos son contenidos clasificados". Pero sí se pueden enfatizar.

La gran mayoría de oradores novatos hacen ademanes enfáticos cayendo en los mismos movimientos vez tras vez, convirtiéndolos en un manerismo aburrido. 

No es necesario ni eficaz hacer un ademán o gesto por cada palabra que sale de tu boca (y no exagero al decir que hay quienes hacen un gesto o ademán por cada sílaba de una frase [se ve a cada rato en los muchos videos de discursos por Internet]). De hecho, hasta podría parecer absurdo o hasta ridículo. Más que orador, podrías parecer un practicante de kung fu. Mover las manos a cada rato, sobre todo si no tienen un significado en particular (describir o enfatizar alguna idea importante) no tiene asidero en ningún principio de oratoria. En una palabra: sobran.

Hacer un ademán enfático por cada palabra o frase que sale de tu boca sería como si escribieras todo con letras mayúsculas, luego subrayaras todas las palabras y además les aplicaras un resaltador de texto. También en una palabra: exageración.

La comunicación natural no requiere muchos movimientos, además de que podría enviar la señal de que uno está forzando la situación, sobreactuando o fingiendo naturalidad, lo cual, en oratoria, no conecta. Sería nefasto, porque a diferencia del teatro, se espera sinceridad. 

La única excepción para recomendar el teatro es que realmente seas un magnífico actor. Porque en oratoria convence la sinceridad y honradez. El fingimiento, la mala actuación y la hipocresía hecha a perder la convicción.

Por otro lado, el exceso de ademanes es a la oratoria  como el exceso de sal a una comida. Algunos oradores no dejan de hacer ademanes durante todo el discurso, distrayendo a sus oyentes, impidiendo que se concentren en el contenido. Y ¿cuál es la alternativa? Insisto: Suéltate. Nadie se pone tenso frente a sus amigos, sino todo lo contrario.

Los ojos se distraen hasta con el movimiento más leve. Si hacemos ademanes a cada rato, concentramos la atención en nosotros, no en el tema.

Tu meta es progresar en la oratoria hablada, no estancarte en el arte de gesticular. Pero el hecho de que hables fluidamente no significa que tengas que hacer un movimiento de las manos por cada palabra o frase que sale de tu boca. Los ademanes pueden ser abundantes cuando son realmente significativos, no cuando son simples reacciones nerviosas.

Tan ineficaz como no hacer ningún gesto ni ademán durante todo el discurso es pasarse uno todo el tiempo moviendo las manos como un títere solo porque "hemos visto que todos lo hacen". Lo cierto es que no es necesario mover las manos constantemente ni mantenerlas arriba, tensas. ¡Relájate! ¡Suéltate!

Tal como la monotonía aburre con la voz, usar vez tras vez los mismos gestos y ademanes enfáticos también pueden aburrir (por no decir marear y hartar). Podría resultar muy agotador visualmente para algunos espectadores, aparte de distraer la concentración.

Imagina un orador que parpadea y mueve las manos sin parar al ritmo de sus labios, y cuando deja de hablar también deja de mover las manos y de parpadear. Luego comienza a hablar y a parpadear y mover sus manos otra vez, sin parar, siempre al ritmo de sus labios. ¿No se vería falso y un poco exagerado?

Cuando no hay variedad ni descripción alguna, la concentración del oyente decae y se convierte en un verdadero sacrificio prestarle atención. Ser poco imaginativo con los gestos y ademanes comunica desgano, apatía y falta de gusto y creatividad.

Pero si uno se va al otro extremo y mueve las manos sin parar, tal vez demande un mayor esfuerzo de concentración de parte del público y se convierta en un factor de distracción, en vez de concentración. Podría invitar al oyente a cambiar de canal mentalmente, y quizás deje de prestar atención.

O usas tus manos como un apoyo visual eficaz que estimula la concentración del oyente en tu discurso, o como un factor visual que lo distrae e impide la concentración. En otras palabras, los ademanes favorecen o desfavorecen tu presentación. Una de dos.

Ser poco imaginativo con los gestos y ademanes comunica desgano, apatía y falta de gusto y creatividad; y el otro extremo, de exagerar moviendo las manos ante los ojos del oyente (a menos que sean trucos de magia) demostraría falta de naturalidad, lo cual podría interpretarse como falta de competencia en oratoria.

Ten en cuenta que hablar en público no es como charlar con alguien en cualquier otro lugar. En oratoria los gestos y ademanes se convierten en apoyos visuales eficaces o en factores de distracción, dependiendo de si nos expresamos con gestos y ademanes eficaces o no.

Si con la voz dices algo muy interesante, no lo arruines gesticulando de forma terriblemente aburrida ni exageradamente histriónica. Usa tus ademanes descriptivos con prudencia, dibujando figuras en el aire. Y usa los enfáticos con recato. Refuerza tu convicción con ademanes, pero con discreción.

Por eso, y con mayor razón, no te recomiendo juntar las manos cuando estés frente al auditorio, a no ser que lo hagas intencionalmente al decir cosas como: "Se juntaron", "Estuvieron entrelazados", "Finalmente hubo contacto", que son ademanes descriptivos, de unión y cohesión.

Claro, si consultas con un asesor en salud mental, quizás te diga: " Si te sientes bien sobando y juntando las manos, o moviéndolas a cada rato, ¡hazlo!". Porque a él no le interesa tu oratoria, sino que te sientas bien. Pero en oratoria, lo más importante es que sean tus oyentes los que se sientan bien y se concentren tanto en la información como en la motivación, no en tu nerviosismo. 

No es cuestión de lo que tú sientes, sino de alcanzar el objetivo de tu discurso (convencer y persuadir), y para lograrlo tienes que evitar los factores que distraigan la atención o hagan que que 'cambien de canal'.

En oratoria, juntar las manos a cada rato, esconderlas en los bolsillos frecuentemente y/o mantenerlas ocupadas innecesariamente, refleja incomodidad en mayor o menor grado. No es muy común que la gente haga eso cuando se siente cómoda, contenta, distendida, relajada y a gusto. Observa a tu alrededor y verás. Basta con poner a alguien en una situación incómoda para que comience a juntar y sobar las manos, esconderlas, disimularlas.

Muchísimas veces he visto cómo ciertas personas hacen excelentes ademanes mientras hablan ante un público numeroso sosteniendo algo en una mano. Pero ¿qué hacen si tuvieran las manos libres? 

Piensa: Si un pintor, un escultor o un carpintero se amarrara las manos y los dedos, ¿podría pintar, esculpir o tallar con facilidad? No. Con igual lógica, si un orador juntara o sobara las manos a cada rato, o las mantuviera ocupadas todo el tiempo, ¿podría usar sus ademanes con la mayor eficacia posible? No. ¡Porque los estaría bloqueando! No podría.

Lo que completa las palabras son los gestos y ademanes del orador, no la falta de ellos. Los que asisten a una conferencia se benefician más de los que solo oyen un audio o leen un libro.

Y no solo es un gran orador el que logra encender la pantalla de la imaginación de la mente del oyente para que vea figuras estáticas, sino el que las pinta de colores y les da movimientos dinámicos estimulando la imaginación.

La adrenalina y la osteocalcina ayuda a los gestos y ademanes, pero no te dejes fuera de control. La primera es una potente hormona que se origina en la parte superior de los riñones, y la segunda, en tu esqueleto.

Ahora bien, no me malinterpretes. No digo que sea inadecuado juntar las manos, esconderlas u ocuparlas. Lo que digo es que no conviene hacerlo a cada rato, como si fuera un patrón de comportamiento o como si todo tu desempeño se apoyara en eso.

Si quieres mejorar tus ademanes, comienza por soltar tus manos. No las pongas ni mantengas tensas. Suéltalas y concédeles la libertad de moverse con naturalidad para ilustrar tu palabra.

Es interesante que el diccionario de la academia de la lengua española ofrezca una definición de "libertad" como "soltura". Y si nos referimos a los ademanes, soltarnos significa no hacer ningún ademán, significa la libertad de soltarse.

Así como hacemos pausas al hablar, también debemos soltarnos al gesticular. No es necesario que hagamos ademanes para enfatizar o describir cada de las palabras o frases que decimos.

Conviene que comuniquemos nuestro sentido y sensación de "libertad" por medio de "soltarnos", es decir, no sentirnos esclavizados a la idea de que tenemos que gesticular constantemente.

Más que herramientas de comunicación, las manos son como pinceles o instrumentos musicales. Ayudan a encender escenas maravillosas en la pantalla de la imaginación del oyente!

La expresividad de los gestos y ademanes alcanza sus mayores niveles en el lenguaje de señas. Son de una riqueza prácticamente inagotable.

Felizmente solo debes pensar que hay dos clases de ademanes: enfáticos y descriptivos. Aparte de eso: ningún ademán. Veamos.

Ademanes descriptivos

Los ademanes descriptivos son los ademanes más hermosos y los que más enriquecen la oratoria. Describen formas, tamaños, distancias y acciones, pintando cuadros en el aire. No usar ademanes descriptivos contribuye al aburrimiento de la imagen. Sería como tocar una o dos notas musicales durante varios minutos.

Es cierto que los ademanes enfáticos son necesarios para transmitir convicción, pero no usar ademanes descriptivos entristece la imagen, la endurece, le resta vida, la vuelve apática, carente de calor de amistad. No usar ademanes descriptivos resultaría en usar exclusivamente ademanes enfáticos. Parecería que todo lo dice con énfasis. ¡Aburridísimo!

En cambio, usar ademanes descriptivos le imprime variedad a la imagen, se enciende una gran pantalla de televisión en el cerebro del oyente. ¡Y la variedad de ademanes descriptivos es inagotable!

Si compararamos el lenguaje no verbal con una deliciosa comida, los ademanes enfáticos serían la sal. ¿Cuánta sal le pondrías a tu discurso? ¿Un montón o una pizca? Queremos resaltar el gusto de la comida, no de la sal. 

Por ejemplo, aunque colocaríamos naturalmente las manos de tal modo que pareciera que estamos agarrando una pelota, lo cual sería un ademán descriptivo, porque estamos describiendo la forma de la pelota, podríamos usar el mismo ademán como enfático al decir: "Es un proyecto muy interesante". 

"Un proyecto" es una idea abstracta. Cualquiera usaría un ademán enfático. Pero un orador competente traería a colación el concepto de una pelota, que es una imagen concreta, para ilustrar el proyecto con un gesto más digerible y entretenido.

Eso nos lleva al descubrimiento interesante de que los ademanes descriptivos pueden usarse en vez de enfáticos a fin de imprimir una convicción más fuerte a un pensamiento abstracto.

Por ejemplo, agitamos un brazo, como blandiendo una espada, pero decimos: "¡De ninguna manera aceptaremos un trato en esas condiciones!". Con las palabras nos referimos al "trato" (algo abstracto), pero con los gestos, a una "espada" (algo concreto).

Entonces, ¿cómo hacer ademanes? En realidad, el secreto no consiste en hacer ademanes, sino en provocar en tu interior emociones y sensaciones capaces de impulsar naturalmente a tu sistema nervioso para que realice automáticamente los movimientos enfáticos y descriptivos de tu cuerpo, aquellos que el discurso exija. ¡No hagas ademanes! ¡Piensa en imágenes, siéntelas y descríbelas!

Eso nos lleva a la pasión, la principal generadora de los gestos y ademanes, incluida la propiocepción, que es, entre otras cosas, un regulador y coordinador de las respuestas automáticas del cuerpo.

El rostro y las manos pueden realizar literalmente miles de movimientos diferentes. Busca en Internet "imágenes de gestos" e "imágenes de ademanes" y lo comprobarás.

Anatómicamente la mano humana tiene más de 20 articulaciones y, en sincronía con la muñeca y el brazo, pueden hacer más de 50 movimientos básicos diferentes. ¡Y más que eso! Porque pueden combinarse para lograr miles de movimientos diferentes.

Si te interesa y quieres profundizar la fisiología de los muchos movimientos básicos y mecánicos del cuerpo humano, visita el sitio de Kenhub y lee el artículo de la Licenciada Blanca Navarro.



Por ejemplo, las manos pueden tocar toda clase de instrumentos musicales gracias a su magnífica versatilidad de movimiento (en la foto, Joan Saffa):  guitarra, percusión, teclado, arpa, flauta...

Aplicado a la oratoria diría que juntar y sobar las manos a cada rato, o no usarlas en absoluto por no saber qué hacer con ellas, debería ponernos a pensar en lo mucho que podrían servirnos para cultivar el arte de informar, impactar, conmover, entretener,  convencer, persuadir y entretener. Si tan solo abandonáramos el paradigmático impulso de bloquearlas, sería fantástico.

De modo que casi no tiene sentido que te pongas a practicar ademanes. Terminarías haciendo movimientos robóticos y el auditorio percibiría una total falta de sinceridad. Por eso afirmo que nada atenta tanto contra la persuasión que la falta de naturalidad, la cual podrías perder si te miraras mucho en un espejo para autocriticarte negativamente.

Por eso nunca recomiendo ensayar ademanes ante un espejo. No porque no se pueda hacer en ciertas circunstancias, sino porque podría apagar tu naturalidad. Mejor te sugiero usar una sombra, pero solo para notar el potencial de la variedad de formas que puedes realizar con tus manos y dedos, no para parametrarte y perder espontaneidad.

Recuerda: Los ademanes enfátivos expresan tu convicción, mientras que los descriptivos dibujan o describen las formas, distancias, tamaños y acciones que pasan por tu mente.

Asistir a una conferencia en la que el orador no se expresa adecuadamente usando ademanes enfáticos y descriptivos es como ir al cine y solo oír el audio.

Los gestos y ademanes son los que, en combinación con el tono de voz y las ilustraciones, encienden la pantalla de la imaginación del oyente y le provee un cuadro más completo de lo que uno dice. 

Tu actitud

Seguramente muchas veces has notado cómo ciertas personas se arreglan muy bien, huelen bien y causan una buena impresión con tan solo ingresar a una habitación llena de personas.

Sin decir una sola palabra irradian entusiasmo y energía, y los que las ven piensan: "Wow, esa persona sí que impacta con su presencia". ¿A qué se debe, si todavía no ha dicho nada? A su actitud.

La actitud es un resultado, efecto o reflejo de lo que pensamos y sentimos hacia nosotros mismos, hacia las personas con las que nos relacionamos y hacia el mundo en general.

Aunque la actitud de alguien no necesariamente se manifieste con palabras, puede expresarse con los gestos, ademanes y posturas del cuerpo, o con la clase de regalos que selecciona, la clase de música que escucha, las películas que prefiere, su forma de vestir, de andar, pararse, sentarse, echarse, etc.

Uno puede comunicar odio, cariño, duda, escepticismo, felicidad, despreocupación, depresión con tan solo una mirada, y de esa manera reflejar ciertas actitudes.

Si alguien cojea, probablemente te formes un concepto o prejuicio y te preguntes algo así como: "¿Le duele la pierna?", "¿Se le durmió?", "¿Le pisaron el pie?", "¿Cayó en un hueco?", "¿Se lesionó jugando fútbol?", "¿Lo habrán operado?", "¿Estará con ciática?", "¿Nació con una pierna más larga?", "¿Estará fingiendo?", etc.

Bueno, algo similar ocurre con la actitud. No hay manera de controlar ni dirigir los pensamientos de un observador casual. Pero puedes procurar que la balanza se incline hacia los conceptos más positivos.

Si pones cara de palo y no miras a tus oyentes, no se formarán un buen concepto. Pero si los miras, repartes la mirada y sonríes, se formarán un buen concepto.

Es similar si tu voz suena dominante, imperativa y fría, o si se oye cálida, comprensiva y empática. La gente se forma un concepto con tus gestos, ademanes y actitudes.

Por eso, cultiva tus gestos y ademanes, mejora tu postura, pero sobre todo cuida tu imagen y cultiva tu actitud. Para que cuando te llegue el turno de hablar en público, todo lo que digas y hagas se reciba con agrado y complacencia. Tu imagen armonizará con tu mensaje y el efecto general será muy bueno.
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Si te interesa la fisiología de las manos, puedes estudiar en Internet "El homúnculo de Penfield". 

(ARRIBA)