TU VOZ


¿CÓMO SUENA TU VOZ?
El sonido de la voz y la construccion de las palabras ayuda o dificulta a los oyentes la creación de ideas, recuerdos e imágenes y figuras mentales, lo que a su vez activa sentimientos y sensaciones a favor o en contra.

[Antes de continuar, si prefieres oír un resumen en audios de Spotify, puedes hacer clic en los siguientes enlaces:

volumen
tono

El uso eficaz que das a la modulación del sonido de tu voz y la forma como construyes tus palabras, ayuda a tus oyentes a percibir tu actitud y les permite darse una idea de tu manera de ser y de pensar, de tu carácter, personalidad, educación, grado de instrucción, cultura, etc. Tu voz proyecta tu imagen interna.

Ejemplo 2: No es muy inteligente decir

A partir de 2020, cuando cundió  la pandemia del COVID-19 y la cuarentena sometió las cualidades de la voz a presiones antes nunca vistas, el uso de la tele y la videoconferencia cobró una importancia sobresaliente. ¿Por qué?

Porque a partir de entonces el contacto humano, más allá del hogar, dependió enteramente de la telecomunicación y la voz se transmitiría principalmente desde un micrófono hasta un receptor ubicado a grandes distancias.

A los que no supieron aprovechar adecuadamente dicho instrumento ni entendieron cómo su comunicación influiría en los demás, no les quedó más que someterse al imperio de las consecuencias, y comenzar a valorar como nunca antes las sugerencias relacionadas con la oratoria, tomando más en serio sus deficiencias con el fin de corregirlas.

Por ejemplo, cierto autor famoso escribió y vendió muchos libros sobre una fórmula extraordinaria, y ahora daría una conferencia al respecto. Todos estaban en expectación. Comenzó  su discurso con un volumen tan bajo que casi no se entendió lo que decía. Pero por lo poco que se entendió, parecía que estaba definiendo algo importante, algo que parecía ser una ilustración relacionada con la idea principal del discurso. Para remate, no pronunciaba bien el idioma del auditorio. Le hubiera caído bien una sugerencia sobre oratoria. Además, el encargado del equipo de sonido, y el director del programa, no fueron nada proactivos en comunicación. Fue un desastre.

Las cualidades principales de la voz requieren atención prioritaria. Es un sonido que no solo tiene que ver con el tono, es decir con la musicalidad de la voz, sino con otras importantes cualidades del habla, como el volumen, la velocidad, las pausas, la pronunciación y la manera de usar el idioma. Cualquier deficiencia que no se hubiera notado antes quedará magnificada por un equipo de sonido.


¿Cómo suena tu voz? ¿Cómo crees que la perciben tus oyentes? ¿Fuerte, dura, débil, tímida, infantil, apresurada, ansiosa, entusiasta, fanática, extenuante, desesperante, prejuiciosa, parcializada, lenta, aburrida, acelerada, indiferente, acertada, agradable, forzada, equilibrada, bonita, modulada, desagradable, microfónica, agresiva, hostil, hiriente, prejuiciosa, intolerante, condenatoria, educada, afectada, melosa, perfeccionista, forzada, exagerada, culta, inculta, clara, confusa, ininteligible?

¿La has grabado para tener una referencia que te permita formarte un concepto personal más objetivo, o para pedir su opinión y sugerencia a alguien que entienda el asunto con un criterio diferente al tuyo?

Por ejemplo, aunque no fuera nuestra intención y tuviéramos toda la razón, si usáramos un tono enfático a lo largo de toda la disertación, podríamos parecer legalistas y despertar resistencia o rechazo. ¿Sueles dar énfasis a cada palabra o frase?  Eso deja exhausto mentalmente a cualquier oyente.

Aunque realmente tengamos razón, daríamos a entender que somos categóricos, rígidos, inflexibles o que no admitimos que nuestros oyentes piensen en lo que les decimos, que solo queremos que digan lo que queremos oír. No invitaría a la persuasión ni a la cooperación voluntaria. 

Por eso, si todavía no has grabado tus discursos con el fin de evaluar cómo están llegando tus palabras, es decir, el tono que acostumbras usar, te sugiero hacerlo la próxima vez que des un discurso. Grábalo. Quizá pienses en esto y te percates de algunos aspectos en los que podrías mejorar.

Con la pronunciación sucede algo parecido. Por ejemplo, ciertas personas no tienen dificultad para pronunciar el sonido de la doble "R", al decir: "Lo hizo rápido" o "Fue un gran rey", pero les cuesta pronunciarla después de palabras que terminan en "s" o "z", como en "las rocas" o "cosas rectas". Otras confunden "de" con "dea", como en "sería mejor que le dean una oportunidad" o "déale un lápiz".

¿Sabes diferenciar la acentuación entre "sino" y "si no"? ¿Cómo leerías: "Si no quieren, déjenlos ir";  "
No aceptaron, sino rechazaron".

Otros fluctúan bruscamente. Hablan con un volumen muy bajo y, de repente lo elevan demasiado, y vuelven a bajarlo, tanto que no se les oye. Lo que quiero decir es que un todo de voz inadecuado, sumado a una mala pronunciación, es la receta perfecta para que tus oyentes pierdan la concentración. 

Otros hablan a toda velocidad, ansiosos de abarcar en pocos segundos tanto contenido como puedan, ignorando que el control de la velocidad es un factor de la ficacia en la comunicación e impidiendo que sus oyentes procesen lo dicho, lo cual termina por confundir.

Por ejemplo, un podcast en tono conversacional es excelente, pero no lo será si no tienes en cuenta la velocidad y pronunciacion de tus palabras, atropellando con la idea de modo que tienen que detener la grabación a cada rato para volver a escuchar y tratar de entender lo que dijiste.

Demasiados datos dichos en poco tiempo, a toda velocidad y con mala pronunciacion, sobre todo si contiene palabras o frases técnicas, o conceptos nuevos o que no son de uso común ni coloquiales, desalienta al oyente de concentrarse en lo que oye. 

No hace falta ser un científico para concluir que, una persona que no entiende lo que se dijo, tampoco podrá entender lo que sigue; y si tampoco entenderá lo que sigue, ¿qué sentido tiene seguir prestando atención, seguir viendo el podcast, video o programa?

¡Y lo mismo dará si se trata de un niño, un anciano o cualquier persona inteligente! Porque casi nadie sigue prestando atención a lo que no entiende. Y se convierte en un desastre si el que comete el descuido, lo comete un maestro, guía, instructor o supervisor.

Imagina que escribo: "otrosalana toaloidan osiosos debarcaren cocos enunos tanto contendido como ignorando el control e velocidad de actor deficacia...". ¿Captaste? Es un enredo total.

Y es peor si a cada rato el orador repite: "para ser claro", "dicho en lenguaje sencillo", "¿entienden?", "¿no sé si me dejo entender?". El oyente podría sentirse estúpido por no entender.

Otro ejemplo: En medio de una explicación redundo a toda velocidad diciendo: "Es posible que presenciemos la presencia de los presentes acontecimientos presenciados...". Podría detener en seco la concentración del oyente y desviarlo 30 segundos o más, preguntándose: "¿Queee? ¿Acaba de decir 'que presenciemos la presencia de los presentes acontecimientos presenciados'? ¿Qué manera de hablar es esa?", lo cual basta para que pierda el hilo de lo que seguía. 

La peor combinación en la comunicación es: alta velocidad + pronunciación poco eficiente + un uso inadecuado [o vale decir "ineficaz"] del idioma. Porque tuss palabras se oirán como murmullo y no se entenderá nada, máxime si el oyente tiene problemas auditivos o poco discernimiento. 

Si hablas muy rápido, le sumas una mala pronunciación, además de un nivel bajo de entendimiento de parte del oyente, tus palabras se agolparán en su mente y solo captará algunas palabras o frases sueltas que no tendran sentido. No percibirá todo el mensaje.

¿Y de qué sirve un discurso que no se entiende? ¡De nada (a no ser que esa sea tu intención)! ¿Cuál es la ventaja de que el orador solo se entienda a sí mismo?¡Ninguna! Hablar emborronando el discurso no tiene sentido (te recomiendo no contribuir de ninguna manera con una agnotología [ver "agnotologia" en el Glosario]).

Ten presente que en este asunto importa más la percepción de tu auditorio que tu opinión personal. Tal vez pienses: "¡Qué linda es mi voz!", o "tengo una gran facilidad de palabra". Pero ¿piensan eso tus oyentes? ¿O pensarán: "¡Qué voz tan desesperante! Me pone los nervios de punta" o "¡Qué voz tan aburrida! ¡Siempre el mismo tono!"?


Hay oradores que hablan hasta por los codos, es decir, sin parar, sin hacer pausas, suponiendo que todos están disfrutando de lo que se dice. Pero ¿en realidad le están prestando toda su atención? ¿O los están aburriendo con su verbosidad, preocupados por no saber cuándo terminará de hablar?

Probablemente los oyentes no tienen más remedio que prestar atención, porque les interesa el contenido. Pero les desagrada mucho el tono o la forma como se presenta la información. Prestan atención porque tienen que prestar atención. Por ejemplo, eso pasa cuando se trata de una desesperante clase en la universidad, a cargo de un catedrático brillante en la materia pero pésimo en oratoria. Es semejante al desagradable servicio de la compañía de teléfonos que los clientes no pueden evadir al realizar una consulta. Tienen que soportar la larga, extenuante e irritante grabación [de su inteligencia artificial] o no recibirán la respuesta que necesitan.

Otros alzan demasiado la voz, casi hablando a gritos, porque suponen que así resultarán más convincentes, imponentes y persuasivos, cuando lo más probable es que se les oiga dogmáticos, intolerantes e intransigentes, si es que no ridículos. Son semejantes al presunto delincuente cuando grita: "¡Yo no fui!" o "¡Soy inocente!". ¿Tendrá eso algún valor ante un juez experimentado? Por más que grite, no añadirá peso al argumento, sino todo lo contrario.

Dicho con sencillez, la voz es la parte musical o sonora de tu equipo de sonido. No solo puede ser capaz de producir melodías y canciones agradables, así como palabras y mensajes interesantes, sino también todo lo contrario: desagradables.

En YouTube se pueden ver muchos videos documentales maravillosos sobre naturaleza. Lamentablemente, algunos son echados a perder con la voz desagradable y ansiosa de la persona que relata los detalles, sobre todo cuando hay un fondo musical estridente. Seguramente más gente tocaría la campanita si la voz y la música fueran más agradables.

Los diferentes rasgos de la voz resultan por lo general de la manera como uno aprovecha o desaprovecha, pule o descuida, una o más de sus cuatro cualidades más características.

Para hablar en público no tiene por qué  ser un requisito consultar con un foniatra (pero  no está de más si pareciera que hay un problema serio). Basta con poner atención y mejorar aunque sea un poco cada día en cualquiera de los cuatro aspectos mencionados en la introducción: Volumen, velocidad, tono y pronunciacion.

Explorar, combinar y explotar agradablemente dichos recursos te permitirá modular tu voz para hacerla siempre agradable al oído. Una voz modulada significa una voz acomodada a propósito para que se oiga agradablemente. No significa alzar la voz, gritar ni simplemente hablar con entusiasmo.

Mejorar en ese sentido no es tan complicado ni demanda mucho tiempo. ¡Después de todo, solo tienes que trabajar cuatro aspectos básicos!

Por sí  mismo, el nivel del volumen produce un efecto en el ánimo de tus oyentes. La velocidad también produce otro efecto. El tono también, y la pronunciación también. Pero la combinación de dos o más de estas cualidades producen más que un efecto. ¡Causan una sinergia! Si es agradable, ganarás la atención del oyente.

En la mayoría de los casos, para modificar cualquier mala costumbre al usar la voz, basta con tomar conciencia del problema y hacer algunos pequeños ajustes.

He conocido a muchos que creían que tenían frenillo, y en realidad no lo tenían. Solo se habían malacostumbrado a pronunciar la letra R con la úvula o campanilla en vez de percutir los dientes delanteros superiores con la punta de la lengua.

Aquí algunas sugerencias que van al grano y te ayudan a incrementar tus cualidades de la voz para exponer en público.

VOLumen


Cualquiera puede comprar una guitarra y comenzar a tocar. Pero un guitarrista profesional no compraría cualquier guitarra. Sabe que la calidad del sonido y la afinación de las cuerdas es más importante que la belleza física del instrumento. 
 
Algo similar se puede decir de la voz humana. El volumen es la fuerza o potencia de la voz. Para mejorar en ese sentido, uno debe proponerse mejorar, lo cual significa comenzar por aprender a respirar y resonar, en vez de irse por el camino fácil de jadear cada tres palabras y/o gritar al auditorio.

Cuanto más eficaz sea un micrófono, más desesperante se convierte el jadeo si no se aprovecha de manera eficiente la respiración, y peor si se grita o alza la voz exageradamente. El micrófono no corregirá el problema. ¡Lo amplificará!

Algunos oradores hablan durante un rato con un volumen razonable, digamos que un promedio de 5 (en una escala de 1 a 10), pero de repente se disparan a 8 o 9 y hacen saltar de sus asientos a sus oyentes, y luego de un par de frases, bajan a 2 o 3, tanto que ni siquiera se percibe lo que dijeron. Eso crispa los nervios (algunos lo hacen cuando ven que algún oyente se está durmiendo). No lo recomiendo. Un promedio de 5 sería razonable.

Una respiración lenta y profunda por la nariz es muy adecuada. Te da más capacidad torácica y tranquilidad. Además, mejora tu salud. Y una resonancia más profunda te da mayor proyección e imagen. Por lo contrario, una respiración inadecuada y acelerada te resta capacidad torácica y tranquilidad. La falta de resonancia debilita la imagen que proyecta tu voz. 

Esto no significa que esté mal respirar por la boca, y a veces conviene respirar al mismo tiempo por la boca y la nariz. Pero por lo general, la neurociencia sugiere hacerlo por la nariz.

De antiguo se sabe que nuestro patrón de respiración contribuye a moldear nuestra vida. Todo en nuestro cuerpo está intimamente relacionado. Un detalle clave es que te conviene tomar conciencia y aprender a respirar a fin de ayudar a desarrollar y potenciar a tu cerebro. Por eso es clave en la oratoria competente. ¿Cómo empezar?

Por ejemplo, el sonido de una guitarra acústica no se oye a lo lejos debido a la fuerza con que se tocan las cuerdas, sino debido a su caja de resonancia. Si le quitas la caja, no se oirá nada.

En cambio, el volumen de una guitarra eléctrica no depende de una caja de resonancia, sino de un amplificador (también las hay electroacústicas).

Algo parecido sucede con la voz. Así como sin equipo de sonido una guitarra acústica depende más de la resonancia de su caja, la voz humana depende en parte de la caja torácica (es decir, del aire que proviene de los pulmones) no solo de las cuerdas vocales. Y si uno utiliza un micrófono, dependerá más de la calidad del equipo de sonido y de la experiencia del sonidista que de la propia voz. El sonido de la voz mejora si el orador amplifica la resonancia. Gritar o fingir otra voz no ayuda. Todo lo contrario.

En música existe una dinámica por la cual los sonidos de una pieza musical merecen diferentes niveles o grados de intensidad o fuerza según el sentimiento de cada sección y la distancia a la que se encuentran los oyentes.

Por ejemplo, cierta parte de la música puede ser más o menos débil, débil, muy débil, más débil, más o menos fuerte, fuerte, muy fuerte o más fuerte. También se puede intensificar de repente para luego volverse débil, luego fuerte, o al revés, primero fuerte, luego débil.

De manera semejante, un orador capacitado tiene en cuenta la distancia que lo separa de sus oyentes, así como el tamaño y otras características de su auditorio. También lo tiene en cuenta si habla por radio, teleconferencia u otro medio de comunicación. 

¿A qué distancia del orador suele ubicarse el oyente en un auditorio físico? Hay quienes prefieren los primeros asientos, otros, los últimos, y aún otros, a los lados o hasta en el mismísimo centro. Depende del gusto y sus posibilidades. 

¿Y a qué distancia de un equipo receptor suele ubicarse el oyente en una teleconferencia? Es cierto que depende de su comodidad visual, pero en cuanto comodidad auditiva, este suele tener un control remoto para subir o bajar el volumen a discreción. ¿Tiene algún sentido elevar demasiado la voz? No, porque se incomodará y bajará el volumen, si es que no se retira o cambia de canal.

Algo que muchos oradores no tienen en cuenta es el impacto emocional del volumen exagerado. En ciertas ocasiones se espera que el orador eleve mucho el volumen, pero en otras, que lo mantenga moderado. La falta de criterio puede ocasionar malestar emocional y ahuyentar al oyente.

Si combinadamente se eleva demasiado el volumen de la voz y se exagera la pronunciación, podría dar la impresión de estar escupiendo o salpicando saliva, algo muy desagradable.

Claro, no  debería hablar tan débilmente que no motivara ni se le entendiera, pero tampoco tan fuerte que apabullara o incomodara. Personalmente, tiendo a cambiar de canal, retirarme, evadir o hacer otra cosa cuando el conferenciante (expositor, entrevistador o reportero) se dirige a mi elevando mucho la voz. ¿Por qué debería permitir que me levante la voz? Lo considero irrespetuoso. Muchos piensan eso.

Las personas decentes y educadas tienden a rehuir de la falta de respeto y equilibrio. Por ejemplo, sabiendo de la cantidad de accidentes automovilísticos graves por hablar por teléfono, ¿qué harías si te dieras cuenta de que se aproxima hacia ti un conductor que habla por teléfono? El proceder sensato sería marcar distancias. 

Uno tiende a marcar distancias con cualquiera que excede las normas de cortesía educación y respeto, y evita, involucrarse. Vadea la relación. ¿Porque? ¿Acaso el orador muerde? No. La experiencia le dicta que los excesos siempre han estado acompañados de dificultades y problemas, y esa idea despierta toda clase de emociones negativas y desagradables. Pocas personas tolerarían faltas de respeto o educación, y alzar mucho la voz podría considerarse falto de criterio o cultura, o una actitud agresiva u hostil.

Por otro lado, un orador o locutor que entiende un poco de música estaría en ventaja porque podría explotar los matices particulares de su voz dependiendo de la ocasión, el propósito del discurso y el tipo de auditorio. No necesita alzar la voz ni gritar para que sus oyentes deseen prestarle atención.

Si es afinado o desafinado también afectará el impacto, porque quizá no se percate cuando su voz suene monótona y aburrida. Este no es un blog de canto (en YouTube hay muchos maestros eficaces que ofrecen lecciones gratis de afinación y canto). 

Aunque más adelante hablaremos de la tonalidad y modulación, las clases de afinación y canto también te ayudan  con los ejercicios de respiración, que son muy necesarios para una mejor resonancia de la voz, lo cual contribuye a un volumen equilibrado y a colocar los órganos de la voz de manera que se oiga más agradable.

Algo similar se puede decir de la lectura. Una lectura que debiera sonar entusiasta, neutral, imparcial, equilibrada y motivadora podría terminar sonando hiriente, fanática, intolerante, condenatoria, suspicaz, prejuiciosa, agresiva o hasta hostil, dependiendo nada más que de la potencia y tono de voz.

Todo empieza aprendiendo a respirar de manera que se aproveche mejor el aire que uno inhala y exhala. La respiración diafragmática tiende a producir una voz calmada, controlada y tranquila; una respiración torácica tiende a producir una voz ansiosa, nerviosa y, a veces, irritante.

Cierto manual de entrenamiento de las fuerzas del orden llama "respiración táctica" al método que ayuda a controlar y modificar la manera de respirar, una actividad humana básica, para incrementar el rendimiento del personal mejorando su concentración por medio de controlar las emociones inútiles, reducir el estrés y, a largo plazo, mejorar su salud física y emocional. 

Haz lo siguiente. Siéntate inmóvil por un momento, sin mover ni un pelo, ni siquiera respires. Ahora imita el ladrido de un perro: “¡¡UAU!!”. Notarás que algo se mueve bajo tus costillas. Prueba nuevamente. Hay algo en tu interior, parecido a un fuelle, que está empujando el aire hacia fuera y te ayuda a producir dicho sonido. Ese algo es el músculo diafragmático. Estás tomando conciencia de su actividad coordinada con el sonido de tu voz.

Cuando veas un perro que ladra, un león que ruge o una vaca que muge, detente y observa cuidadosamente cómo proyecta el sonido usando su diafragma, es decir, el músculo ubicado entre el estómago y los pulmones. Te dará una idea de cómo funciona esa pieza fundamental de la producción de la voz.

Ahora, échate en tu cama. Relájate. Coloca un libro sobre tu ombligo y respira normalmente. Nota que el libro sube y baja. Es porque de manera instintiva estás respirando con el diafragma. Aunque inhalas y exhalas, no suben ni bajan tus hombros, porque estás horizontal.

La idea consiste en respirar así cuando estés de pie, pero sin olvidar añadirle aire también a la parte superior de los pulmones. Tanto la respiración diafragmática como la torácica son necesarias para una respiración completa. Pero todo empieza con la diafragmática. Es la más importante.

Otra opción de ejercicio: Toma asiento, relájate y cuenta en voz alta la mayor cantidad de números que puedas con una sola respiración. Trázate la meta de contar hasta 100 en tres intentos, y descansa. Con la práctica, deberías llegar a 100 con facilidad en el primer intento. No digo que retengas la respiración, sino que cuentes hasta 100 en voz alta

El ejercicio de respiración diafragmático-torácica más completo se logra caminando. Así que no tienes excusa para no practicar.

Probablemente no lo logres al principio, pero poco a poco alcanzarás el objetivo de contar hasta 100. No te preocupes. También puedes hacer este ejercicio leyendo párrafos completos en voz alta con una sola respiración. Prueba con este para empezar. Toma una bocanada y comienza tus ejercicios ahora mismo (este párrafo equivale a contar hasta 40).

Por otro lado, no hables tan fuerte que parezca que gritas. La voz gritada siempre se oye más y más desagradable a medida que elevas la voz. Algunos tienen la idea de que, cuanto más gritan, más respeto inspiran. Puede que tengan razón. Pero eso no convierte su voz en agradable. Además, una voz aguda suele inspirar menos respeto que una grave.

Es un error pensar que la oratoria eficaz se evalúa por la potencia de la voz, como si gritar fuese sinónimo de magistral. Eso sería como evaluar a un futbolista solo por la potencia de sus patadas. ¿De qué le serviría si no tuviera puntería para meter gol, o si no le gustara trabajar en equipo, o si no superara el mal hábito de quedarse mucho tiempo con la pelota durante el partido? ¿O si a cada rato fouleara a sus oponentes?

Hablar con la suficiente energía como para que te oigan en toda la sala no depende de que grites, sino de que aproveches mejor las cualidades y recursos de tu voz.

Aquí no pretendo dictar cátedra sobre fisiología, sino sólo pedirte que prestes más atención a 4 cualidades de tu voz: volumen, velocidad, tono y pronunciacion. Un cantante de opera no usa micrófono pero se le oye bien en todo el recinto gracias a sus estudios vocales. Pero para dar un discurso o una entrevista, no necesitas tanto.

De manera semejante a lo que sucede con cualquier solución a un problema: No puede llevarse a cabo si no se comienza por reconocer con hidalguía que existe un problema. ¿Cómo ayudar?

Por una razon parecida, si se pierde el tono conversacional y se convierte en una gritería o se pierde modulación y se mantiene un tono enfático de comienzo a fin, también se perderá el atractivo que caracteriza la persuasión. Se tornaría en un tono dogmático y forzado, toda la imagen se ve afectada, y con ello, el calor de amistad que comunica empatía.

Por ejemplo, alguien con callos en los nudillos de las manos daría la impresión de ser boxeador o karateca. De manera parecida, un orador que grita, vocifera o usa un tono enfático durante media hora sin ponerse ronco daría la impresión de estar acostumbrado a tratar a los demás a punta de grito o énfasis, sobre todo si habláramos del amor.

Eso no sería nada conveniente para proyectar una imagen equilibrada y convincente.Alguien me dijo una vez: "Cuanto más grita la voz un orador, menos me parece que tiene razón".

Bueno, no estoy hablando de gritar en una fiesta en la que todos saltan de alegría, ni en una emergencia en la que hay que llamar a alguien que está lejos, sino de un discurso o exposición que se supone debiera estar exento de prejuicio y fanatismo.

No es cuestión de que tú te escuches bien, sino de que tu auditorio te oiga bien. Tú volumen puede parecerte suficiente porque tus oídos están cerca de tu boca. Pero pudiera no ser suficiente para que todos entiendan con claridad todo lo que dices.

Si compras algo por Internet, ¿qué  haces cuando recibes el producto? ¡Lo revisas para ver si te enviaron lo que pediste! Igualmente, cuando escuchas los gritos de un conferenciante enfervorizado, se disparan tus alarmas del instinto y comienzas a desconfiar y quieres asegurarte de que sus gritos no estén ocultando o disimulando una carencia de objetividad, conocimiento o experiencia. El grito podría asemejarse a una cortina de humo que intenta ocultar cierta deficiencia y despertar tu suspicacia, sospecha y duda.

Además, ¿a quién le gusta que le hablen a gritos? La mera demagogia solo sorprende y persuade a los incautos, no a los que se toman las cosas en serio. 

Por otro lado, es irrazonable usar un micrófono y, además, subir el volumen para gritar, máxime si se expone ante un grupo pequeño. Porque el micrófono se inventó precisamente para amplificar la voz y no tener que gritar! 

¿Que pensarías de alguien que usara un micrófono para gritar? ¿No sería comparable a usar unos prismáticos o largavista para leer un libro, o comprarse un Lamborghini para ir a comprar el pan a la esquina? ¡Es una exageración!

Claro, no usaremos la misma potencia de voz para hablar ante una o dos personas que para hacerlo ante 80, y por la misma razón, no sería sensato usar la potencia necesaria para hablar ante 80 cuando solo estamos ante cuatro, o solo una. ¿Imaginas a alguien dirigiéndose por telefono a un interlocutor usando la potencia de voz que se usaría  para hablar ante un auditorio de 80 personas? No tiene sentido. 

Sin embargo, eso es lo que algunos hacen por teléfono y por otros medios (el típico grito de la grabación de las llamadas telefónicas: "Estimado cliente, te informamos que...", como si uno estuviera a diez metros). ¿Es que no se dan cuenta de que uno tiene la oreja en el auricular y que pegar de gritos no promueve la satisfacción del cliente?

Los ejercicios de respiración y resonancia no tienen necesariamente el propósito de que la voz se oiga potente y fuerte, sino de contar con más recursos para modularla, para que suene mejor y más agradable. 

Si quieres conocer más cualidades de la voz, te recomiendo buscar a la Dra. Voz. Te agradarán sus acertados consejos. Y si quieres ver un documental sobre el impacto y la crisis del sonido en los oídos, busca en DW.

Es cierto que debes desarrollar potencia. Pero el motivo principal del volumen debe ser para que tus palabras suenen agradables al oído del auditorio, no para dar rienda suelta al fanatismo. "¡Dilo fuertemente!" no significa gritar ni vociferar, sino hablar de un modo que tu voz se oiga cómodamente y sin esfuerzo. 

Cultiva potencia, pero no para gritar, sino para resonar y para que tu voz explote mejor los matices agradables del sonido. Así le sacarás mucho más provecho a tu voz y tu imagen.

Me han preguntado: "¿Cómo puedo saber hasta dónde sería prudente elevar mi volumen en una conferencia o discurso sin llegar a gritar?". En una habitación pide a un amigo que se ubique a cinco metros de ti y dile que se cubra bien los oídos. Háblale subiendo el volumen poco a poco, hasta que logre oír claramente todo lo que dices. Ese es el volumen para ti. Hablar más fuerte sería una exageración de tu parte.

¿Y qué hay del técnico de sonido? Su misión es contribuir con su experiencia y conocimiento a que las voces de los oradores suenen agradables, evitando configurar el equipo con demasiados agudos y pocos graves a fin de que los oyentes no reciban la impresión de que los oradores están gritando. El sonido agudo de un altavoz suele asemejarse a un alfiler que punza los oídos, algo que no sucederá si se combinan hábilmente los sonidos graves y agudos.

VELocidad


Velocidad de las palabras es lo rápida o lenta que suena tu manera de hablar. 

Cuando era niño, odiaba con toda mi alma a cierto maestro que siempre irrumpía como una brisa impetuosa en la sala de clases y comenzaba a hablar fuertemente y a toda velocidad, además de que no se le entendía nada, no porque pronunciara mal, sino porque pasaba de una idea a la siguiente aunque no habíamos entendido la anterior. Sin duda parecía un genio en su campo, pero en vez de cooperar, solo se me ocurrían maldiciones. ¿Por qué?

Porque a partir de una andanada tan brutal de misiles intelectuales, no podía concentrarme en lo que seguía, y el colmo era que él tenía la potestad absoluta de ponerme una calificación baja, dándome a entender que yo era un burro.

Lo que más me hacía hervir la sangre era que siempre terminaba cada idea con una muletilla que destrozaba nuestra autoestima. Repetía: "¿Entendido? ¿Vale?", y se felicitaba a sí mismo añadiendo: "¡Bien! Pasemos al siguiente punto". No había forma de pararlo ni de devolverle un solo misil. Detesto decirlo, pero lo odiaba.

Vivimos en tiempos en que  la mayoría corre tras sus objetivos. Se promueven acciones rápidas y se ridiculiza la lentitud, se selecciona más a menudo al que puede trabajar rápidamente, bajo presión, y vemos con desaprobación al que se toma su tiempo para reflexionar, reaccionar o responder. 

Sin embargo, el que no se toma por lo menos un momento para reflexionar, reaccionar o responder, actuará impulsivamente, lo cual deja poco margen para dar en el blanco y un amplio margen para fallar.

¿Justificarías las imprudencias de una torpeza entusiasta? Hacerlo todo rápido es excelente, pero depende de las circunstancias y de qué se trate.

Piensa en esto: si te adentras por enésima vez en un bosque que conoces como la palma de tu mano y viene un amigo siguiendo tus pasos, pero es primera vez que él entra al bosque, ¿no podría perderse si avanzaras muy rápido, a tu paso de costumbre? De nada serviría que le dijeras que la ruta estaba perfectamente clara (para ti).

Siendo razonables, reconocemos que hay cosas que pueden y deben hacerse muy rápido, otras, lentamente, y aún otras, ni muy rápida ni muy lentamente. Ha dicha variacion se la conoce como equilibrio o balance. En técnicas dinámicas lo llamo velocidad promedio o de crucero.

Hay oradores que pierden el equilibrio en su velocidad y suelen exponer exageradamente lento. Otros introducen constantes, o largos, paréntesis. Otros hacen demasiadas pausas. Y aún otros jadean por hablar tan rápido que dan la impresión de que no se dan tiempo ni para respirar.

Hoy los programas y logaritmos de edición de audio permiten quitar o minimizar las pausas, lo cual también quita o minimiza los momentos de reflexion que son esenciales para razonar decidir o simplemente disfrutar.

Algunos graban tutoriales de toda clase en Internet en los que hablan a toda velocidad y sin pausar, y creen que esa es un referente de la velocidad a la que se sugiere hablar. Además, cuando proyectan una imagen con letra diminuta, saltan de aquí para allá sin que uno sepa a qué lugar de la imagen se refiere. ¿A eso llaman tutorial? 

Algunos vendedores usan el exceso de velocidad y la falta de pausas para abrumar al cliente de modo que no tenga tiempo para pensarlo mucho. Pero no es lo que recomienda Tom Hopkins, famoso instructor de supervendedores, a quienes llama 'pushy sellers' (vendedores que empujan).

Todos los malos hábitos en la velocidad ponen en peligro el objetivo de motivar, dejarse entender o incluso convencer y persuadir, porque bloquean la fluidez de la idea. Son como trombos figurativos en la comunicación.

(Si quieres ver un documental sobre el impacto y la crisis del sonido en los oídos, busca en DW.)

Por otro lado, no es apropiada la combinación de gritar, hablar rápido y gesticular por cada palabra que se dice. Eso marea, cansa y abruma, no permite que el oyente se enfoque ni concentre en los puntos principales. 

Si la lengua y los labios de un orador disparan palabras e ideas como una ametralladora, puede cansar y poner en riesgo la retención y concentración de la idea. Sus palabras entrarían por un oído y saldrian por el otro, y sus oyentes podrían sentirse empujados o presionados mentalmente, lo cual los induciría a distraerse, sobre todo si debido a la aceleración del habla se le escapan algunos eslabones de la idea central.  

Además, el hábito de hablar muy rápido pasa por alto la empatía que necesitan quienes sufren de déficit de atención o de audición. ¡Cuánto más si se trata de un instructor, político o científico que está alertando respecto a cierto peligro! 

Los traductores e intérpretes de un discurso o entrevista también merecen respeto. Si el orador habla muy rápido, dificulta la interpretación en tiempo real y somete a un estrés innecesario al intérprete, induciéndolo a errar u omitir información.

Es cierto que, como promedio, los pensamientos de un auditorio vuelan al doble de la velocidad del habla, pero eso no justifica que debamos hablar como una metralleta. No pausar sería como caminar a toda velocidad con otra persona. ¿Disfrutaría de acompañarte? ¿Querría volver a andar contigo?

Graba tus discursos y luego pregúntate: "¿Hablo sin parar, sin hacer pausas, sin siquiera dejar 2 segundos entre idea e idea de principio a fin? ¿Estaré abrumando o aburriendo al usar la misma velocidad tonalidad minuto tras minuto? ¿Estarán pensando: '¿A qué hora se calla?'".

Por otro lado, ya sea que uno hable muy rápido o muy lento (para entregar la mayor o menor cantidad de información), tengamos en cuenta que lo más importante no es la cantidad de palabras o de información, sino la calidad, substancia y valor del contenido.

Algunos justifican su palabrería o velocidad al hablar en público porque tienen demasiada información para compartir pero poco tiempo disponible. En tal caso, recuerda que no es que el tiempo sea traicionero, sino tu selección del material y de los puntos secundarios. 

Tienes que descartar lo que no es esencial, o mejor, escribe un libro o un blog, que se prestan para regresar y repetir lo que no se entendió.

br />¿De qué sirve exponer ante un auditorio si el oyente cambiará mentalmente de canal por haberse hartado de la voz del lector o discursante? No es muy inteligente hablar como una ametralladora. Uno acabaría ametrallando a sus oyentes. 

No hacer pausas desespera, harta y desanima de seguir en contacto, sobre todo si se usa el tiempo para palabreos de tipo "la suma de todo es el total del todo". Eso no suena inteligente ni natural. Solo confunde. Por eso, rara vez logra relaciones estables quien nunca para de hablar.

En el mundo real, cuando alguien habla sin hacer pausas para tomar aire, genera ansiedad en el oyente, porque comunica una sensación de ahogo. Las pausas, aparte de sonar naturales, despiertan el deseo de volver a contactar a la persona. Además, son esenciales para procesar cada nueva idea y relacionarla con otros pensamientos a fin de dejarse convencer o persuadir. 

Un vendedor que genera ansiedad debido a que habla sin parar, es decir, sin hacer pausas ni dar tiempo a pensar nada, también puede animar a que le contesten: "Mmm, voy a pensarlo", o a que regresen a devolverle el producto. Si se trata de tocar la campanita, darle un like y suscribirse, es menos probable que lo hagan. Sufrirían otra metralla desesperante de palabras, otra verborrea.

Uno puede hablar mucho y a toda velocidad sin comunicar contenido entendible, interesante o valioso, o hablar muy poco y transmitir un contenido de peso, de valor práctico y fácil de digerir.

Amayorvelocidadyafaltadepausasdisminuyelacomprensióndelmensajesobretodositienequeverconnúmerosporcentajesestadísticasocálculosequivaldriaaredactarsinespaciosyconletraquenosedistinguebieneloyentequisieraqueserepitaloultimoquedijoporqunoentendioysisetratadeunavideoconferenciatendriaquepresionarelbotondepausaacadaratoparavolveraverelsegment¿cuántoes17+23+49?notodosresponderianinmediatamente.

Con la pandemia de 2020 y la popularidad que adquirieron las teleconferencias, también cobró especial importancia la velocidad de las palabras en la oratoria ¿Por qué? Porque a veces ocurren interrupciones breves en la conexión de Internet. Si el emisor habla a una velocidad equilibrada y hace pausas razonables, el receptor se perderá menos información que si el emisor habla muy rápido. 

Dicho de otro modo, hablar a una velocidad equilibrada y haciendo pausas apropiadas se logra un mejor efecto en los oyentes porque pueden procesar y retener mejor el contenido. Se pierden menos datos.

Imaginemos las interrupciones en un ... so que ...ta de los ...meros que inter... en el ..vej... a me... uno ...ce se van des... tando... tando la ...da. ¿Entendiste? 
 
Imagina que lo anterior representa un problema en la conexión, y procura entender.¿Podrías beneficiarte si oyeras algo así? No. ¿Podrías descifrarlo inmediatamente, es decir, en tiempo real, y relacionarlo con el contenido y sacarle provecho? ¡Difícilmente! Cuanto más rápido hables, más  contenido se perderá.

De todos modos, ya sea que te excedas y hables demasiado rápido, o te quedes corto, haciendo demasiadas pausas, hablando muy lentamente, o que digas muchas o pocas cosas de valor, recuerda que tu velocidad afecta la recepción, la concentración y la satisfacción del oyente. Si hablas demasiado rápido o muy lento, no percibirá el beneficio y no sentirá placer de escucharte.

Cuando uno va en bicicleta o automóvil, unas veces tiene que disminuir la velocidad, y otras, acelerar. Si uno pasea sin rumbo fijo por la ciudad, tal vez vaya más lento que si tiene que llegar puntualmente a un destino en particular. Pero hay curvas, semáforos, señales de parada, automóviles que circulan en sentido contrario, calles vacías y calles atestadas de personas, etc. que hay que tener en cuenta. 

De manera similar, cuando expones en público, también necesitas variar la velocidad de tus palabras y dosificar inteligentemente las pausas. No es cuestión de pausar y acelerar indiscriminadamente en cualquier momento. Eso equivaldría a conducir un vehículo acelerando a toda velocidad y frenando bruscamente cada veinte metros, no cuando realmente se necesita.

Cuando uno lee un escrito, sus ojos recorren línea tras línea hasta que una palabra o frase llama su atención, se detiene, extiende la mano y la subraya o anota en una libreta. Y cuando usa una computadora, se detiene, la sombrea, copia y pega en un archivo electrónico. 

Pero cuando atiende un discurso o conferencia, espera que el orador haga  pausas [1, 2 o más segundos] para permitir que sus oyentes traguen la idea y posteriormente sean capaces de recordarla, meditando en todo lo que puede extraerle.

Los silencios son tanto o más importantes que las palabras. No obstante, hay quienes suponen que las pausas son innecesarias, como vacíos que siempre deben rellenarse con cualquier exabrupto o frase bonita. Pero eso no es verdad.

Las pausas siempre son necesarias en los discursos. Lógicamente, un exceso de pausas podría aburrir. Las pausas bien empleadas ayudan a comunicar y procesar mejor las ideas. Pensar en esto te ayudará a apreciarlas: "¡El silencio es hermoso!". Por eso a mucha gente le gusta dedicar tiempo a escuchar el silencio del campo, de un lago o de una playa. 
 
Bien insertadas, las pausas informan algo, impulsan el impacto, conmueven profundamente y propician la concentración. El corazón humano pausa más tiempo del que usa para sus períodos  de actividad. Puedes comprobarlo observando el largo "biiip" entre los latidos en un monitor de frecuencia cardiaca. En discurso, la pausa depende de lo que estés diciendo, de la impresión que quieras causar y de lo profundo que quieras llegar al corazón de tus oyentes.

¿Por qué es necesario tener esto en cuenta? Porque como dijimos al principio, la combinación eficaz de tus recursos hace más agradable tu habla y, por ende, tu presentación y la motivación que quieres transmitir.

En cambio, si no combinas ni equilibras inteligentemente tus recursos, tu discurso se puede volver desagradable. Por ejemplo, si todo el tiempo hablas rápido y sin detenerte, impresionarás por tu verbosidad, pero no les darás tiempo para atar cabos ni reflexionar en lo que dices (si quieres que aten cabos y reflexionen). Ahora veremos eso.

Algunas personas tienen tanta información que suponen que hablando a toda velocidad lograrán decir todo lo que quieren en el poco tiempo disponible. Pero la mucha información no ayuda al oyente durante un discurso, sino la habilidad del orador para dejar claro el concepto o punto principal.

La mente necesita tiempo para crear, incrementar o resumir la telaraña o "sitio web" que tiene en su memoria. Hablar sin pausar de una manera eficaz no ayuda cuando se trata de instruir.

¿Oíste alguna vez el dicho: "Por una oreja le entra, por la otra le sale?". Se cumple muy a menudo con los que escuchan un discurso apresurado y carente de pausas. Cuando el cerebro se cansa, mueve su foco de atención a otras cosas. Si se trata de la televisión, uno cambia de canal.

Una pizarra animada es un ejemplo si se abusa de la velocidad en la explicación y no se da ni un segundo a la reflexión. Sobre todo si se escogen palabras ineficaces para el guión por medio de frases que incrementan la niebla textual.

En tal caso, no es cuestión de hablar tan rápido que la paciencia del oyente se agote, sino de comunicar mejor con menos niebla. ¿Cómo lograrlo? ¿Como autoeducarnos en el autocontrol de la velocidad y claridad de nuestras expresiones?

Por ejemplo, si lo que quieres es llegar al corazón, debes saber que hablar muy rápido impacta pero no conmueve, y si lo que quieres es que se pongan en acción y hagan algo inmediatamente hablar muy lento no animará a nadie

Si dices las cosas de prisa, sin considerar que los conceptos deben comunicarse con el debido respeto por las limitaciones auditivas y cognitivas del oyente, darás la sensación de que el mensaje no es tan importante, y ellos a su vez no le darán importancia.

En otras palabras, podrían entender que tomas a la ligera el contenido y que lo que dices no merece ninguna reflexión de su parte, o porque supones que están grabando y podrán rebobinarlo y oírlo después. Corres el riesgo de no inspirar respeto. Ni sueñes que lo rebobinarán y escucharan más tarde. Habrán cambiado de canal para siempre.

Siunapizarraanimadanomedatiempoparaprocesarcadaideanorepetiréelplatomirándolaotravezsinobuscaréotramáseficiente.Noporserunapizarraanimadaseconvirteenentretenida. 

Hablar a toda prisa y sin parar podría llegar a ser intolerable para el intelecto y para las emociones, máxime si el volumen es muy alto o insuficiente, o si el tono de voz es permanentemente excitado o aburrido, o la pronunciación es deficiente. Perdería el título de animada.

Por otro lado, yendo al otro extremo, cierto relator de noticias dijo: "Un joven murió atropellado en un metro". Yo pensé: "¿Murió en un metro cuadrado?". Y añadió: "Unas horas después se restableció" [e hizo una pausa]. Yo pensé: "¿Qué! ¿Cómo fue posible? ¿Se restableció el muerto?". Y dos segundos después añadió: "el transporte". Fue una pausa de lo más absurda, inadecuada y, sobre todo, nada profesional. Me sacó de cuadro.

Hablar lentamente y pausando mucho, o hablar muy rápido y sin pausar inteligentemente no muestra la empatía básica y natural que los oyentes necesitan para 1) entender el mensaje y 2) tomar en serio al orador.

Por ejemplo, si notas que hay extranjeros entre el público, no sería empático hablar a toda prisa y sin pronunciar correctamente las palabras. Lo apropiado sería tenerlo en consideración y hacer un esfuerzo por hablar con absoluta claridad, teniendo más cuidado con la velocidad.

Algunos oradores sueltan una metralla de palabras sin considerar la necesidad del auditorio por retener la información. Creen que dar el mensaje es todo. No se aseguran de que fue entendido. 

Por ilustrarlo. Una persona que dispara una metrallla apuntando al cielo, no solo demuestra ser un ignorante, sino un criminal de alto vuelo. ¿Por qué, si solo ha disparado al aire? 1°) ¡Porque la fuerza de gravedad atraerá de vuelta todas esas balas con la misma velocidad y podrían matar o herir a mucha gente! Y 2°) porque sus propios oídos internos están siendo sometidos a un grave impacto acústico que resultará en que pierda varios niveles de audición, y cuando se pierde la audición ¡el daño es irreversible! No hay curación, aparte de una terapia con audífonos por el resto de su vida.

Algo parecido sucede con los que hablan a velocidad máxima: Desperdician muchas de sus palabras. Porque pocos logran seguirle el paso mentalmente, perjudicando a sus oyentes, porque no sacan todo el provecho que podrían de la información.  Lo que es peor, tal vez pocos -o ninguno- sigan prestando atención.

Hablan y hablan y hablan sin parar, pero no se entiende nada, no porque no sean claros, sino porque resulta aburrido prestar atención a una andanada de palabras y frases que no llegan al corazón sino solo a la mente. El contacto se vuelve frío como un glaciar. 

Cierto ministro se puso de pie, enterró sus ojos en un escrito y leyó su discurso sobre sus planes a futuro ante un nutrido auditorio compuesto de gente muy importante. Lo hizo a toda velocidad por unos 45 minutos, mientras la televisión observaba a todos sus con sus cámaras. ¿Y qué  estaban haciendo? Todos se arreglaban las uñas, bostezaban, hablaban por teléfono, conversaban, salían y regresaban. ¡Nadie le prestó atención!

Recuerda estas dos etapas de tu progreso: ALCON. Pregúntate: "¿Le hablo AL auditorio? ¿O hablo CON el auditorio? Los inexpertos le hablan AL auditorio -a la masa- ("¡Muy buen discurso!"), pero no se toman la molestia de mirar al rostro a sus oyentes para ver cómo reaccionan. Pero los expertos hablan CON sus oyentes -con los individuos-. Miran al rostro de cada uno o a diferentes sectores, procurando percibir cómo está llegando, a fin de adaptarse a las circunstancias.

Con el COVID-19 fue peor porque los oradores se miraban a sí mismos en la pantalla de sus teleconferencias o enterraban sus ojos en su escrito, hablando al aire. No se interesaban en la reacción de sus oyentes. Los novatos pensaban: "¡Ah, qué bien! ¡No tengo que mirar al público!", descuidando el principio elemental del contacto visual, que es esencial para persuadir.

Por ejemplo, en las escuelas de publicidad se enseña a los estudiantes a individualizar los mensajes, no a dirigirse a una masa impersonal, mucho menos a toda velocidad.

Si le hablas AL auditorio, expresándote a toda velocidad, es decir, haciéndoles tragar tus palabras con exceso de énfasis, muy probablemente se deba a que no te importa nutrirlos. Pero si hablas CON el auditorio, teniendo consideración por medio de hacer las pausas necesarias y dándoles tiempo para masticar y digerir las ideas, les mostrarás que te importan, y ellos serán recíprocos.

Por ejemplo, los aviones varían mucho sus velocidades en el despegue y aterrizaje, pero durante el resto del viaje adoptan lo que se conoce como velocidad de crucero, una velocidad constante, uniforme, estable y casi sin variación ni resistencia. De modo parecido, al hablar en público te sugiero mantener, como promedio, una velocidad de crucero de 14 palabras cada 5 segundos. PERO:

- En los puntos principales disminuye un poco la velocidad para que la idea se capte claramente y puedas sembrarla. Porque requiere una mayor concentración del oyente.

- En los puntos secundarios puedes acelerar un poco, porque en este caso no se trata de una idea principal. Tus oyentes no se distraerán. ¡Se sentirán aliviados!

Tienes que aprender a equilibrar tus velocidades del mejor modo posible con la finalidad de llegar a la mente y corazón de tus oyentes con un mensaje claro que no solo entiendan, sino los impulse a la acción. ¿Por qué no grabas tu voz en vivo cuando des un discurso y después examinas cuánto estás alejándote de la sugerencia de hablar un promedio de entre 12 y 16 palabras cada 5 segundo?

Si sueles hablar muy rápido, y quieres saber lo que sienten tus oyentes cuando escuchan uno de tus discursos, ¿por qué no buscas a Fran Capo en Internet? Te ayudará a procurar más empatía. Fran ostentó el Récord Guinness por hablar rápido (unas 10 palabras por segundo), pero comprendía que debía hablar a una velocidad razonable y hacer pausas cuando daba sus discursos.

¿Y las pausas? 

Pausar significa callar completamente por 1, 2 ó 3 segundos, dependiendo del efecto que quieras causar. Muchas veces he escuchado a oradores que no hicieron una pausa de más de un segundo en todo un discurso de 30 minutos. ¡Agotador!

Algunos presentadores de televisión mantienen una velocidad superior a 14x5 durante todo el programa. ¡Desesperante! Solo anima a uno a cambiar de canal. Podría pagarlo con una terrible jaqueca, sobre todo si contiene explicaciones que exigen mucha concentración. Es una invitación al desastre hablar rápido y pronunciar mal. Se pierde parte del mensaje, y con ello, el entendimiento del asunto.

Algunos oradores hablan tan rápido durante largos periodos que a sus oyentes les entra por un oído y les sale por el otro. ¿Podrían ellos resumir en pocas palabras cómo se beneficiaron del discurso, o qué es lo que recuerdan de lo que oyeron? 

Hablar rápido durante 40 minutos sobre conceptos nuevos o importantes tal vez satisfaga al orador haciéndole sentir como un gran orador, pero deja a sus oyentes en el aire con unos pocos conceptos. Es como tragar grandes cantidades de carne a toda velocidad. Hincha, pero no alimenta, porque no nos alimentamos de lo que comemos, sino de lo que digerimos. 

"No aprendemos de lo mucho que oímos, sino de lo que poco que entendemos y llevamos a la práctica".

En oratoria, no tiene mucho sentido abrumar al auditorio hablando a toda velicidad. El uso consciente y eficaz de las pausas es una señal de competencia y experiencia. Lo contrario también pudiera ser cierto: un uso ineficaz de las pausas tal vez sea una señal de inexperiencia en oratoria.

No es menos importante pausar en lugares inadecuados y deformar el sentido de una idea. Por ejemplo, decir algo así como: "Debemos tener cui?...".  "No debemos llegar tar?..." para que el auditorio responda a coro: "¡dadooo!", "deee". Es un estilo infantil que no tiene ningún efecto en un adulto promedio. La pausa no debe insertarse a mitad de palabra, sino antes y/o después de una palabra, frase o idea completa y significativa.

En términos generales, diríamos que un discurso es una gran idea compuesta de pequeñas ideas, tal como un hermoso vestido está repleto de pequeñas puntadas. Cada idea principal requiere una pausa de expectativa y/o de énfasis.

En el otro extremo, algunos oradores inexpertos pausan a cada rato, dan énfasis a cada rato, suben el volumen a cada rato, suben el tono a cada rato y alargan las palabras a cada rato suponiendo que así ayudan a que se entienda mejor el mensaje. Pero eso solo cansa y aburre al oyente.

Por ejemplo, si miras el escaparate de una tienda de revistas y periódicos, ¿qué es lo que destaca? ¡Los titulares! Pero imagina que toda una revista o todo un periódico fuese escrito con letras del tamaño de sus titulares. ¡Necesitarías un libro para decir un par de cosas, y nada destacaría!

Es verdad que la afluencia es una cualidad muy estimada en oratoria. Consiste en hablar sin traspiés hasta agotar cada pequeña idea. La suma de pensamientos permite que el oyente se forme conceptos claros y pueda reflexionar sobre los mismos. Afluencia y elocuencia no significan ponerle énfasis a todo.

Por eso, un orador experimentado no pausa a cada rato, tampoco porque haya puntos y comas en una redacción, sino cuando la idea realmente necesita expectativa y/o énfasis, o porque quiere preparar la mente del oyente antes de pasar a considerar una idea muy diferente. Si no pausa ni cambia de tono al pasar a una idea diferente, confundirá, hartará o aburrirá al oyente.

Con mayor razón, es una imprudencia comerse el punto ortográfico al leer un escrito. Porque el punto indica el final parcial o total de una idea. Si uno lo pasa por alto, modificará el sentido, oscurecerá el entendimiento y causará un tropiezo mental.

Un defecto muy común de algunos reporteros es arrasar con el punto aparte y el punto final de las oraciones gramaticales al pasar de una a otra noticia, o de una a otra idea. Es vital hacer una pausa y cambiar el tono al pasar a una idea completamente diferente. Algunos dicen: "Bueno, cambiemos el tono de la información", pero siguen usando el mismo tono de voz.
 
Por ejemplo, ¿cuál es la correcta?

"...donde fueron invitados el Alcalde
 y su esposa robaron una camioneta

de la policía..."

"...donde fueron invitados. 
El Alcalde y su esposa robaron 
una camioneta de la policía..." 


"...donde fueron invitados
el Alcalde y su esposa". 

"Robaron una camioneta
 
de la policía..."

Una pausa y un evidente cambio de volumen, velocidad y tono comunicará mejor que se está cambiando a un pensamiento diferente. El Alcalde y su esposa fueron invitados a una reunión, es cierto. Pero es una idea que no tiene nada que ver con los que robaron la camioneta de la policía. Uno tiene que detenerse en el punto y cambiar el tono de voz para aclarar cada idea, o confundirá al oyente.

Mensajes diferentes que ocurren en momentos diferentes sobre personas diferentes y sobre hechos diferentes, requieren tonos diferentes, un volumen diferente y una pausa diferente a fin de producir un efecto diferente. Si uno dice todo igual, es decir, con el mismo volumen, la misma velocidad y la misma modulacion, no solo confundirá a los oyentes, sino dará la impresión de ser un incompetente en comunicación.
 
Se podría decir que nada caracteriza tanto la competencia de un orador como su instinto para variar la velocidad y colocar pausas de expectativa y énfasis en los momentos adecuados a fin de mantener tanto la expectativa como la atención de sus oyentes.

Dicho a la inversa, nada caracteriza tanto la incompetencia de un orador como el uso ineficaz de las pausas y un inadecuado control de velocidad de sus palabras.

Resulta de lo más aburrido y tedioso para el oyente que está ávido de conocimientos y respuestas, tener que soportar un evidente exceso de pausas de varios segundos, sumado a un excesivo uso de muletillas de tipo "aaa", "¿no?", "vale", "eeemmm", " sí ", "entonces esteee", "pues entonces", " pues eee", "lo cierto es que"... 

Sería semejante a [...] insertar [...] puntos suspensivos [...] cada dos o tres palabras [...] en un largo escrito [...]

Imagina que llevas a alguien en tu automóvil y pisas el freno cada 5 metros en un trayecto de 15 minutos. ¡Desesperante! Ocurre lo mismo cuando uno introduce a cada rato pausas y muletillas que no vienen al caso.

Desespera oír a un relator de noticias decir: "La proximidad eee de un acontecimiento eee como el que se ha estado eee anunciando desde eee la mañana...". 

O que diga: "La proximidad ¿no? de un acontecimiento ¿no? como el que se ha estado anunciando ¿no? desde la mañana ¿no?".

Tal falta de fluidez se asemeja a un balbuceo, a veces a un tartamudeo, y menoscaba el tono de voz agradable y, con ello, la imagen que proyecta el orador. Es comparable a cantar una bonita canción tosiendo a cada rato. No tiene cabida. Hay que descartarlo de plano.

La falta de fluidez podría despertar una reacción negativa en el oyente, porque algunos podrían especular que el tema (o la respuesta a la pregunta) le resulta muy grande como para explayarse, es decir, que no siente seguridad y confianza en lo que afirma.

Es un grave defecto decir: "La proximidad de un acontecimiento ¿no? como el que se ha estado anunciando ¿no? Suena como: "La proximidad de un acontecimiento, no como el que se ha estado anunciando, no.". Cambia el sentido. Es una idea opuesta.

Hay muchas acepciones y significados que ofrece el diccionario para la palabra "no". Pero, a pesar de que puede usarse como confirmación ("¿no?"), podría comunicar negación si se inserta innecesariamente, como una muletilla. Muchos la usan inadecuadamente, porque el oyente o interlocutor no puede confirmar lo que le dicen.

Si uno inserta "¿no?" en un momento incorrecto, puede modificar totalmente el sentido de lo que dice. Algo tan simple como preguntar: "¿Es así?" puede sonar afirmativamente como: "¡Es así!", dependiendo del sutil tono de voz. Lo primero era una pregunta inocente, y lo segundo, una afirmación categórica, mensajes totalmente diferentes.

No es nimio sino grave dar a entender una afirmación en vez de negación, y viceversa, porque produce una recepción confusa, desorienta al receptor y podría causar una reacción opuesta, aparte de denostar la imagen del orador y poner en duda su competencia para la oratoria.

Si uno dice: "Nos afecta ¿no? ¡Nos preocupa!", suena a: "Nos afecta, pero ¡No nos preocupa!". La reacción mental del auditorio podría ser: "Si dijo que nos afecta, ¿por qué dijo que no nos preocupa?, distrayendo su mente, apartándola del discurso y concentrándola en el error.

Ilustrémoslo así: ¿Por qué los modelos de pasarella no miran al público, hacen contacto y saludan con una sonrisa? Porque el público debe concetrarse en el vestido, no en la persona. Por una razón similar, un orador debe evitar que su auditorio se enfoque en factores distractivos o interferencias porque quiere que se concentren en el tema del discurso.

La muletilla se vuelve perniciosa si uno llega al colmo de insertar "¿no?" en expresiones inadecuadas, como: "Él ¿no? ve nuestros problemas". Que da a entender que "él no ve nuestros problemas", en vez de: "Él ve nuestros problemas".

En realidad, "¿no?" es una abreviación de "¿no es cierto?", "¿no es verdad?" y "¿de acuerdo?". Si te pones a pensar, es totalmente absurdo usarla en cualquier momento.

A ver, ¿acaso sonaría bien esto? "La proximidad ¿de acuerdo? de un acontecimiento ¿de acuerdocomo el que se ha estado anunciando ¿
de acuerdodesde la mañana ¿de acuerdo?". Sería exactamente lo mismo que decir: "La proximidad ¿no? de un acontecimiento ¿nocomo el que se ha estado anunciando ¿nodesde la mañana ¿no?".

Más que absurdo, sería lamentable porque la pregunta "¿no?" es una abreviación de "¿verdad?" o "¿de acuerdo?", que indica una búsqueda de aprobación, o una certificacion, que a su vez indicaría inseguridad en uno mismo si se usara muy a menudo, como muletilla.

Aunque no es incorrecto procurar abrobación (los vendedores la buscan estratégicamente como parte de la técnica de cierre), su uso excesivo e irresponsable, a manera de muletilla, se convierte en una señal inequívoca de inseguridad. Podría estar indicando debilidad de carácter y generar duda e incertidimbre, lo cual puede debilitar el impacto que se requiere para convencer, y con mayor razón, para persuadir.  

Cualquier palabra o interjección puede convertirse en una muletilla y emborronar la expresividad. Y el problema se puede agravar si la persona se acostumbra al grado de convertirlo en un reflejo condicionado al que siempre echa mano. Podría terminar pareciendo un murmullo. Nadie le prestaría la atención que requiere.

La falta de fluidez se puede percibir cuando "el el el el orador dice que que que que se se se se se puede usar una una una solución por por por porque en en en en la la la la la experiencia de de de de este ¿no? contexto, si si si si vamos a creer que que que que ese ese ese ese..."

Cualquiera incurre en en en esa esa esa clase de muletilla de vez en cuando. No se ve mal. Pero si uno se acostumbra a usar dichas muletillas a cada rato, debe esforzarse por descartarlas. ¿Cómo? Grabando sus discursos y autoevaluando su fluidez o pidiendo a un amigo de confianza que se lo recuerde cada vez que le oiga incurrir en ellas. Ese sería un esfuerzo genuino por tomar conciencia de la seriedad del asunto y por mejorar.

Aunque uno realmente domine su tema, las muletillas de ese tipo no favorecen su convicción ni persuasión. Se perciben como duda, inestabilidad, indecisión, fragilidad, impresición y falta de puntería y objetividad en las declaraciones.

Por otro lado, el habla constantemente pausada suele dar la impresión de que la persona no sabe de qué está hablando. Pareciera que está buscando en su mente algo para palabrear, como si realmente no tuviera ideas interesantes y tuviese que decir cualquier cosa que le viene a la mente. Totalmente inapropiado, sobre todo si está improvisando (se supone que un orador competente fluye cómodamente, que no se atasque a cada rato).

La única excepción para palabrear o decir cualquier cosa que venga a la mente, incluso una redundancia, es cuando uno tiene que salir de una laguna mental

Por último tengamos en cuenta al grandilocuente que termina diciendo: "En resumen", y se lanza con una enredada y kilométrica explicación, a toda velocidad, arrasando con las pausas y usando frases que nadie entiende ("En resumen, los avatares de esta clase de coyuntura nos pintan un esquema multiplurilingüe de la exquisitez retórica del subterfugio que todos suponemos brota de una intención desmesurada por manifestar el prurito por el control de una gran pérdida de oportunidades que a juzgar por lo que todos hemos atestiguado en ocasiones anteriores [bla, bla, bla]"). ¿Es eso resumir? ¿Es eso ser objetivo? ¡Nada que ver!
 
No quiero hablar de errores en el lenguaje en general, sino del acierto en la transmisión de la idea. No soy experto ni perito en lengua y literatura, pero no hace falta ser un experto para hablar de manera eficaz. Puedes mejorar tu corrección poco a poco. Si buscas errores, aquí te paso un link.

¡Quéeeee? ¿Puede alguien parar a este gallo por favor? Un claro ejemplo de palabrería, labia, floro y verborrea ineficaz.

La cualidad de la afluencia tiene que ver con la velocidad y exige hablar sin tropiezos, insertando pausas bien pensadas en lugares apropiados. No suenan igual "carmenluchoquetal" y "Carmen, Lucho. ¿Qué tal?".

TONo

Por tono de voz me refiero a la musicalidad de tus palabras, frases, oraciones y párrafos. Pero ¿qué produce tu tono de voz? El tono de voz afecta mucho la receptividad del oyente, ya se trate de un discurso, una canción o una simple llamada telefónica. Si es agradable, desearán seguir escuchando; pero si es desagradable, desearán cambiar de canal, retirarse o colgar.

Aunque la voz se produce en un plano físico y podríamos concentrarnos en los aspectos fisiológicos de la voz, lo que realmente produce el tono es la actitud, nuestra reacción emocional a los estímulos, nuestro carácter y personalidad.

Una persona apática tiende a producir un tono apático. Una persona agresiva, un tono agresivo. Una persona cariñosa, un tono cariñoso. Una persona dudosa, un tono dudoso. Una persona prejuiciosa, un tono prejuicioso. Una persona criticona, un tono criticón. Una persona condenatoria, un tono condenatorio. Una persona comprensiva, un tono comprensivo. Llámalo como quieras.

A veces, las cosas se entienden mejor al revés: Si tu tono de voz es apático, reflejarás una actitud apática. Si tu tono es agresivo, reflejas una actitud agresiva. Si tu tono es cariñoso, reflejarás una actitud cariñosa. Si tu tono es dudoso, reflejarás una actitud dudosa. Si tu tono es prejuicioso, reflejarás una actitud prejuiciosa. Si tu tono es criticón, reflejarás una actitud criticona. Si tu tono es condenatorio, reflejarás una actitud condenatoria. Si tu tono es comprensivo, reflejarás una actitud comprensiva.

Y aunque no seas una persona apática, agresiva, cariñosa ni comprensiva, lo parecerás si actúas como si lo fueras. ¿No hacen eso los mejores actores en una obra teatral o cinematográfica, que en vez de solo fingir superficialmente el tono de voz, viven su papel de modo que encarnan el personaje. ¡Se convierten en el personaje! 

Por otro lado, un discurso dinámico y entusiasta que se presente en un idioma diferente al del auditorio puede perder todo su  impacto si el intérprete usa un tono apático, por muy clara que sea la interpretación.  

¿Y qué hay de una voz gritada, jadeante o ansiosa? Eso afea la voz y no solo exterioriza sentimientos, sino que podría resultar repulsiva a los que escuchan, sobre todo si es muy aguda y chirriante. Incluso una voz que suene agradable podría tornarse horrible si se sube demasiado el volumen.

En la lectura, si no varías el tono agradablemente en las diferentes ideas de tus discursos, es decir, si repites una y otra vez la misma melodía para todas las expresiones, no solo acabarás aburriendo al oyente, sino lo sacarás de quicio y desanimarás de escucharte.

Oír la misma tonalidad, una y otra, vez aburre terriblemente a cualquiera y hasta puede inducir al sueño. No solo nos referimos al tono de una palabra, frase, oración o párrafo, sino a la tonalidad o canción que acompaña la lectura.

Es como ofrecerle a alguien la misma fruta desabrida todos los días habiendo disponible una gran variedad de fruta madura y deliciosa, o como tararear la misma canción muchas veces cambiándole la letra para que parezca que se trata de una canción diferente.

A veces me dicen: "Me gustaría tener una voz más grave", otros, "quisiera tener una voz más bonita".

Ante todo, ten presente que, así como en una orquesta hay violines, violas, violoncellos y contrabajos, no todos tenemos la misma tonalidad. Unos tienen una voz más aguda que otros.

 A pesar de todo, podemos mejorar nuestra modulación haciendo ejercicios sencillos.

Cantar

El canto ayuda a uno a tomar conciencia de la enorme variedad de tonalidades que tiene disponible. ¿Por qué encasillarte usando unas pocas notas, repitiéndolas una y otra vez como un disco rayado? ¡Eso aburre!

Modificando el volumen, el tono y la velocidad puedes lograr cierta variedad, pero la modulación abarca más. Modular significa acomodar, en este caso, las partes del cuerpo que intervienen en la producción tanto la voz como de las palabras, a fin de potenciar su efecto en los oyentes. 

Eso se consigue en parte habitúandose a realizar ejercicios en los que intervengan los labios, la lengua, los dientes, la mandíbula y la manera de respirar con el músculo diafragmático, así como practicando lectura interpretativa.

Pero nada acorta tanto el camino ni los plazos como el canto, haciéndolo no por diversión, sino con la intención de mejorar la oratoria.

"Amapola" es una canción que se presta muy bien para practicar canto, desde el estilo más suave hasta el más fuerte. Te ayudará a modular tu voz (búscala en YouTube como Amapola Andrea Boccelli). Escúchala, imítala y practícala. Con el tiempo, tu tono de voz mejorará muchísimo sin tener que complicarte la vida.

Interpretar diferentes estados de ánimo

Presta atención a tu modulación, por ejemplo, pensando en una frase sencilla, como "ese es su punto de vista" y dila en voz alta cambiando de estado de ánimo. Primero, como preguntando con curiosidad, luego preguntando con incredulidad, luego preguntando con insolencia, después preguntando con bondad y consideración, etc.

Habla cantando

Hablar cantando también ayuda a mejorar el sonido de la voz. Pero debe sonar variada, agradable y entretenida, nunca monótona ni aburrida. Si siempre usas los mismos tonos y matices para diferentes contenidos, sin duda cansarás muchísimo a tus oyentes. 
 
Es semejante a una canción. Si es variada e interesante, puedes oírla muchas veces y no te cansa. De hecho, cada vez que vuelve a sonar, despierta tu atención y te da gusto que se repita. Pero si es poco variada o monótona, optas por cambiar de canal porque te saca de quicio y no te provee ninguna satisfacción.

Si además de todo quieres un desarrollo máximo, tendrías que ponerte en manos de un foniatra para analizar más profunda y detenidamente el potencial de tus tonalidades.

Recuerda: Aunque se sugiere hablar cantando, ¡no significa repetir la misma tonada a cada rato!  Sería como tener un piano y solamente presionar dos o tres teclas vez tras vez. No digo que presionar la misma tecla sea en sí mismo monótono cuando al mismo tiempo se tocan otras teclas que armonicen. 
 
Las canciones "Samba de una sola nota" y "Aguas de marzo" son ejemplos de lo que se puede lograr con pocas notas si se armonizan bien con otras, además de con el ritmo. Podrías escucharlas muchas veces sin hartarse. ¿El secreto? La armonía del acompañamiento. Pero con la voz hablada no sucede exactamente igual. Se requiere una variación que no canse al oído al llegar a los puntos y comas.

Tienes que variar tu voz de un modo agradable al oído de tus oyentes según se trate de algo triste o alegre, doloroso o esperanzador, indignante o encomiable. Si siempre dices todo de un modo triste, dramático o indígnante, el resultado será que hastiará al oyente y cambiarán de canal (ya sea física o mentalmente). No concentrara la atención.

La melodía de conversación amigable es la más recomendable, no una de discusión, prejuicio, condena o rabia.

Es cierto que es una buena sugerencia, a manera de ejercicio, imitar los sonidos y matices de la voz de los locutores profesionales. Pero el que alguien hable por radio o televisión no lo convierte por arte de magia en profesional, ¿verdad? No todos los que hablan por radio, televisión o Internet tienen la precaución de modular su voz al grado de ser un modelo digno de imitar.

Por ejemplo, si imitaras un sonido incorrecto para las letras "v" o "d", porque no averiguaste en el diccionario de la Academia cómo se sugiere producir su sonido, estarías imitando, repitiendo y reafirmando un error. Más adelante veremos eso, en "Pronunciación".

Por ahora, procura no caer en el mal hábito de caer siempre en las mismas notas musicales, ni en la misma velocidad, ni en la misma pronunciación. Y aunque los signos de puntuación no son signos de entonación, pueden servirte de guía para entonar mejor las frases. Grábate leyendo un escrito y fíjate si tiendes a caer en la misma nota musical cada vez que llegas a una coma, a un punto seguido o a un punto aparte. Luego usa colores para pintar los puntos y comas de diferentes maneras para recordar que no debes caer siempre en un mismo tono.

Recuerda que solo son cuatro aspectos básicos en los que tienes que trabajar respecto a tu voz: Volumen, velocidad, tono y pronunciación. 

Tal como se pueden componer hermosas canciones a partir de siete notas básicas y sus cinco semitonos, puedes variar el tono de tu voz reajustando y variando esas cuatro cualidades básicas de tu voz.

Algunas ideas y frases requieren una voz más cariñosa que otras, y, en la mayoría de los casos, un tono respetuoso de la libertad de expresión. Uno no estaría respetando la libertad de expresión si usara su tono de voz para imponer una idea, por ejemplo, un tono dogmático, agresivo o intolerante. 
 
Una frase que requiere un tono, volumen y pronunciación comprensivos podría sonar hiriente y despertar una discusión amarga en una conversación de pareja. "Pero solo le recomendé consultar con un psiquiatra", dice uno. Pero su tono sugirió: "¡Estás demente!" o "¡Necesitas que te metan al manicomio!"
 
Considerar los aspectos musicales del habla no solo la hacen más agradable. Hay que combinarlos con el volumen y la velocidad, cualidades que también te sugiero variar  creativamente. Ensaya diciendo: "No quiero" en todos los tonos que se te ocurran (indiferente, interesado, amable, molesto, iracundo, desesperanzado, burlón, sarcástico, etc.) y presta atención a la diferencia.

Aprende a distinguir entre un tono entusiasta y un tono fanático, un tono triste y un tono de angustia, un tono firme y un tono condenatorio, un tono serio y uno rencoroso. Ten en cuenta que la voz gritada suena brusca, tosca y produce un efecto repulsivo, muy desagradable al oído, en cambio, una voz sonreída suena suave, cariñosa y atractiva, produce un efecto agradable y profundamente receptivo. ¿Cómo ilustrarlo para entenderlo mejor?

Al decir "aprende a distinguir entre un tono entusiasta y un tono fanático", no me refiero a que aprendas a distinguirlo tú, es decir, a reconocerlo, sino a causar una distinción con tu voz al hablar, o sea, lograr que los que escuchan sean quienes lo distingan, de modo que no les quede duda de la emoción que hay tras e.

Si con las palabras dices algo que se debe leer o decir con imparcialidad, pero con el tono envías un mensaje ambiguo, sin duda despertarás prejuicio, sospecha, intriga u otros juicios desagradables, que se traducirán en desconfianza, el enemigo número uno de la credibilidad. 

Un público poco inteligente se tragará el anzuelo de la manipulación, pero no un público razonable, inteligente y objetivo que espera información confiable y equilibrada. Sobre todo, si al terminar la frase dices: "Para que usted saque sus propias conclusiones", cuando el caso es que, por el tono, es evidente que estás tiñendo el concepto para que lleguen a tus conclusiones.

Piensa en este ejemplo: si uno dispara un arma potente, la energía que empuja hacia adelante empujará hacia atrás. Igualmente, si dices algo de manera condenatoria o hiriente, quizás un sector de tu público se sienta incómodo y te condene a ti. Porque todo le regresa al orador, por decirlo así, tu estímulo (positivo o negativo) te rebota con la misma fuerza.

A modo de ilustración, comparemos el siguiente comentario del Dr. Woo acerca de la potencia de las armas de fuego con el uso de la palabra: "La potencia de un arma depende de la cantidad de energía cinética que pueda transmitir hacia el blanco. Esa energía depende de dos factores: la velocidad y el peso de la bala. Si aumenta la velocidad o el peso de la  bala, aumenta la cantidad de energía cinética y, por tanto, la 'potencia del arma' ".

De modo semejante, y solo por decirlo de manera figurada, podríamos afirmar que en oratoria, ventas, locución, pedagogía y cualquier actividad que implique el uso de la voz, se aplican principios parecidos. El tono puede sonar entusiasta y no tener nada de malo. Pero si vas un paso más allá del entusiasmo y tu voz suena nerviosa, fanática, dogmática, prejuiciosa, angustiada, dramática o estresante, es decir, que transmita estados de ánimo desagradables, provocarás reacciones igualmente desagradables. ¿Acción y reacción? ¿Hacia quién rebotaría esa reacción? ¿No es hacia quien la causa, o sea, hacia el que habla?

Es cierto que la potencia de tu palabra depende mucho del entusiasmo que transmitas al oyente, pero también de las cualidades de tu voz y de la importancia del mensaje que quieras comunicar.

Igual que un arma de fuego, si aumenta tu entusiasmo, aumenta el vigor de las cuatro cualidades de tu voz y, por lo tanto, la potencia del mensaje. Si exageras, tal vez no te crean. Pensarán que solo estás exagerando. Si sobreactúas, tal vez no te crean. Pensarán que solo estás actuando.

¿No te ha sucedido que cierta noche no pudiste dormir porque un motivador estuvo gritando hasta las 4 de la mañana, amenizando con una música escandalosa una fiesta que se llevó a cabo nada menos que a un kilómetro de allí? ¿Qué sentiste? ¿No te preguntaste: "Si la fiesta es en un lugar específico, ¿por qué tiene que oírse a un kilómetro?". De seguro pensaste en llamar a la policía. 

Es solo un ejemplo, pero sirve para recordar que tu volumen, velocidad, tono y pronunciación pueden aumentar o disminuir de diferentes formas: Relajándote para que suene agradable, con calor de amistad como en una conversación razonable, o estresándote con adjetivos hirientes y frases duras como si echaras leña al fuego, o quizás aparentando dulzura, como un puño de acero dentro de un guante de terciopelo.

Recuerda: La potencia de la voz no lo es todo. Hay que tener en cuenta las otras cualidades: la velocidad de las palabras, el uso de pausas apropiadas, tono y pronunciación. Todo coadyuva,  incluido el contenido, para que la idea penetre y conserve entusiasmo a lo largo del discurso. Demasiado condimento mata el sabor de cualquier comida. ¡Quién prepararía 1 vaso de limonada con 20 limones?

Si una palabra o frase no recibe el tono ni el volumen adecuado, ni la velocidad ni la pronunciación apropiada, tendrá un efecto débil o quizás adverso. Y por lo contrario, si te pasas de la raya por medio de exagerar y caer en un tono fanático, el efecto tal vez destroce el discurso y la aprobación del oyente. Nunca olvides esto: No dependerá tanto de lo que dices sino de la manera como lo digas.

Es cierto que tienes que hablar con entusiasmo, pero no caigas en el error de pensar que basta con alzar la voz, hablar imperativamente y pronunciar perfectamente.

Lo que quieres es que tus oyentes se abran con discernimiento y entiendan lo que dices, no que se cierren y cambien de canal por lo dura que suena tu voz. Quieres penetrar y dar en el blanco de su alma, no quieres desviarte del objetivo y causar que se opongan a lo que dices. No quieres que rechacen tus palabras ni digan que pareces una persona fanática paranoica, intransigente o intolerante.

Por ejemplo, una voz segura y entusiasta puede animar a los oyentes a simpatizar con tu discurso, porque motivará y levantará el ánimo. Pero si cruzas la delgada línea del entusiasmo, tu voz podría reflejar ansiedad o hasta falta de juicio.

¿Es realmente tan importante darle tantas vueltas a este asunto? ¡Por supuesto! La ansiedad es un estado de agitación del ánimo, una inquietud e intranquilidad producidos por la sensación de estar, por ejemplo, bajo constante amenaza. Eso altera los nervios a cualquiera.

Si un reportero suena razonable con sus palabras, pero con su tono de voz da la sensación de que "estamos en peligro inminente", "a merced de la corriente", "a punto de sufrir un ataque terrorista", "rodeados de delincuentes peligrosos", "sin escapatoria", "controlados por criminales", "sitiados por sicarios" o "a punto del colapso", ¿cómo crees que reaccionarán sus oyentes? ¿Agradecidos? ¿Hasta cuándo querrán seguir escuchando? En algún punto dirán "¡Basta!" y cambiarán de frecuencia.  

¿Sabías que algunos psiquiatras están recomendando no leer ni ver las noticias debido al efecto negativo que está teniendo en el carácter y la personalidad de algunos de sus clientes? No es que las noticias parezcan tan malas, sino la manera como se las presenta.

Es cierto que toda advertencia es bienvenida y oportuna. No me malinterpretes. Cualquiera la agradece sinceramente. Pero si con el tono de voz pareciera que le echaras leña al fuego, sería como cargar un arma con demasiada pólvora, o echarle una tonelada de ají a un plato de comida, o ponerle tanto café a la taza que parezca un puré, sólo los alejarás de tu vista.

Es importante que tomes conciencia de lo que tu tono de voz podría despertar en tus oyentes, a fin de que nunca generes en ellos ningún sentimiento ni sensación desagradable que resulte en un disparo por la culata o en un autogol que defina el partido.

Entusiasmo sí, pasión también, pero bajo el control del intelecto, no de la emoción. El entusiasmo es una emoción, claro está. Pero recuerda: Un paso más allá del entusiasmo podrías caer en fanatismo.

Cuando un auditorio se deja arrastrar por la mera emoción, el fervor crece como la espuma y el razonamiento se debilita como un amor ciego que solo ve y oye lo que quiere ver y oír.

Se dice que el arte de mentir consiste en lograr que todos defiendan una falsedad a capa y espada, aun dando la vida. Y una vez que alguien se convence de una o más mentiras, ¿acaso es fácil hacerle cambiar de parecer, aun mostrándole pruebas palpables? ¡No querrá verlas! Porque no las quiere ver. Entonces, ¿cómo es que los mentirosos logran tanto éxito? ¡Con pura emotividad, no con razones ni evidencias! Una persona emotiva será una presa más fácil.

La emoción del tono de voz es excelente. No hay por qué condenarlo. Pero siempre debe estar bajo el control del intelecto. No caigas en la inmodestia de manipular emocionalmente a tus oyentes solo para que crean lo que dices. Podrías causarles un grave perjuicio y atraerte muchas dificultades como consecuencia.

Por eso, cuando practiques lectura en voz alta y veas los signos de puntuación (los acentos, las comas, entre comillas, paréntesis, punto seguido, punto aparte, punto final, y signos de interrogación y admiración), date cuenta de que no solo es cuestión de respetarlos, sino que podrías usarlos como guías para la entonación apropiada, a fin de dar vida a tus palabras y llegar al alma de tus oyentes. ¡Haz variada tu canción!

Si quieres ahondar las cualidades de tu tono de voz practicando canto, aquí te sugiero a la Dra. Voz. Te agradarán sus consejos.

PRONunciación

Pronunciación o dicción es el resultado de la manera como obstaculizas la salida del aire de los pulmones para que se estrelle en el interior de tu boca con la lengua y los dientes y produzca las palabras.

Entender esto es esencial porque si bien es cierto que todos estos principios y cualidades son necesarios, tu progreso en pronunciación potencia mucho tu imagen hablada.

Por ejemplo, basta con no pronunciar bien la "s" para modificar el sentido de una idea. No es lo mismo "no permite" que "nos permite". Comunican significados opuestos.

Por lo contrario, si cada vez que la "s" suena muy marcada, aguda y exagerada, como un silbato o el canto de un pajarito exótico, no solo podría molestar el sentido del oído del oyente, sino distraer su concentracion. Sonaría como un pajarito que estuviera haciéndole coro. 

Sin embargo, no todo tiene que ver con el sonido. También aprovecharemos esta sección para destacar la gran importancia de hacer un esfuerzo por conocer y entender cada vez mejor el idioma.

El lenguaje, el idioma, la palabra, la pronunciación y otras manifestaciones de la comunicación son elementos o factores variables, flexibles, dúctiles. Se pueden estudiar, analizar e investigar, sugerir o recomendar. Pero no se pueden encasillar, encapsular ni restringir. Por eso les mostramos respeto y procuramos entenderlos y compartirlos.

Uno puede empezar por asegurarse usando la herramienta básica: un diccionario académico.  Por ejemplo, el Diccionario Panhispánico de Dudas, de la Real Academia, puede ayudar a salir de la duda: "¿Se sugiere decir: 'al respecto', 'con respecto de', 'con respecto a' o 'a este respecto'?".

De repente, oyes que alguien está explicando cómo viven las nutrias y dice: "... en su biotopo...". ¿Qué haces? ¿Dejas que por un oído te entre y por otro te salga? ¿O buscas un diccionario para mejorar tu entendimiento,?  Y si no tienes uno a mano, ¿anotarías la palabra para averiguar después?

¿Se sugiere  escribir "los test", "los tests" o "los testes". El Panhispánico también te ayudará.

Otro ejemplo, ¿cómo se sugiere decirlo? ¿"Los autos se alinéan" o "los autos se alínean"? [la tilde aquí, en rojo, está solo para destacar la diferencia]. El diccionario de la Academia lo aclara: Se considera correcto decir "se alinéan". ¿Pero por qué?

Si lo correcto fuese "alínean", el diccionario acentuaría la "i" porque la norma ortográfica indica que toda palabra esdrújula debe llevar tilde. En este caso, la palabra no es esdrújula, sino llana, porque la norma indica que las letras fuertes "a", "e" y "o" no se juntan al dividir la palabra en sílabas. 

Además, no se refiere al sustantivo línea, sino al verbo alinear, cuya conjugación en tiempo presente no lleva acento ni tilde en la letra i. 

Y ortográficamente la palabra no se divide así: a-lí-nean, porque "e" y "a" son vocales fuertes, que, al dividirse en sílabas, no deben contarse juntas, sino separadas: a-li-ne-an. Por tanto, es palabra llana. La misma regla aplica para acarrean, pelean, serpentean, husmean, revolotean, forcejean, menean, sean, vean, holgazanean, remolinean, corretean y -como vimos- alinean.

Aunque el diccionario no ofrece una explicación para cada palabra, nos muestra la escritura correcta basándose en la norma ortográfica. En el caso de "alinear", la mayor fuerza de voz debe recaer en la "e", no en la "i".

Otra: ¿Es importante entender la diferencia entre "ligamento" y "ligadura"? Bueno, depende de lo que quieras decir. Y aunque no quisieras usar ninguna de esas palabras, ¿te ayudaría tener en cuenta su significado cuando te expreses al presentar un discurso? ¿O cuando la escuches y no sabes lo que significan, es decir, cuál es la diferencia?

¿Tanto escándalo por una palabra? No es un escándalo, sino un ejemplo para comprender la importancia de mejorar tu propio entendimiento de lo que te rodea, en caso de que realmente quieras seguir fortaleciendo tu competencia en oratoria. Igualmente puedes investigar cómo se debe decir icono, robot, zigzags, etc.

Otro ejemplo: En español suele decirse el adjetivo después del sujeto: "La pradera verde". En ingles se dice antes (o sea, al revés): "The green prairie". Un entendimiento confuso resulta que, en español, en ciertas ocasiones, algunos colocan el adjetivo primero.: "La verde pradera".

Pero ¿podría haber una razón que lo justifique, que no sea por imitar erróneamente la norma inglesa? Sí. Quizás algunos lo hagan por resaltar la cualidad. Parece que cuando no requiere énfasis, decimos con naturalidad "la pradera verde", pero cuando queremos ser enfáticos decimos "la verde pradera".

Otro caso: "No sin antes debo hacer otra cosa" es una expresión que algunos usan en vez de: "primero [o antes] debo hacer otra cosa". Por ejemplo: En vez de "Iré a despedirme de Juan, pero antes le compraré un obsequio", dicen: "Me despediré de Juan, no sin antes comprarle un obsequio". Pero algunos imitan mal la expresión "sin antes" y la usan como muletilla: "Iré a despedirme de Juan, sin antes comprarle un obsequio", lo que cambia completamente el sentido de la oración, como si dijera: "Iré a despedirme de Juan sin antes comprarle un obsequio", o sea, no comprará el regalo. Y si no lo comprará, ¿para qué mencionarlo? Tengamos en cuenta que "sin" es una expresión que indica "no".

Es similar al error: " No debemos dejar de pasar por alto...". En vez de decir: "No debemos pasar por alto...". Al introducir "dejar", la frase se contradice y se entiende al revés. Es como si hubiésemos dicho: "Debemos pasarlo por alto".

La gramática y la ortografía se estudian mejor por escrito, pero la pronunciación y la manera como usamos el idioma suelen reflejar cuánto esfuerzo hacemos por comunicarnos correcta y eficazmente cuando hablamos.

La salvedad es que, técnicamente, a cualquier terrícola le asiste el derecho humano de expresarse como le venga en gana. Pero hay cierta desventaja cuando se usan códigos que no se pueden decodificar (usar palabras que no se entienden).

Una pronunciación descuidada o un uso inadecuado de la gramática  pueden ocasionar interferencias y hasta bloqueos en la fluidez del entendimiento del oyente.

No digo esto para fastidiar con el idioma, sino para alertarte, para que no imites el mal ejemplo de quienes no se interesan en mejorar su comunicabilidad.

La pronunciación de “pato” requiere ciertos obstáculos en la boca, mientras que “lombriz”, otros. No digas: “Se desató un voraz incendio” con la suavidad que se requiere para pronunciar: “Se quedó plácidamente dormido”. Porque el primero requiere algo de rudeza, mientras que el segundo, mucha delicadeza. Hay considerar que las palabras no solo comunican ideas, sino sentimientos que se pueden leer entre líneas.

Así como hay un mensaje social, que es evidente y fácilmente perceptible, lo que se conoce como consciente, también hay un mensaje emocional, que es sutil y generalmente imperceptible, que comúnmente se lo conoce como subsconsciente

Por eso, el arte de leer requiere que aprendas a percibir lo que hay detrás de las palabras, a fin de darles el sustento y sentimiento que realmente merecen. Entonces darás vida a tu lectura.

La manera como colocas los labios, la lengua y los dientes, sumado a la fuerza con que expeles el aire de los pulmones al hablar, no solo puede determinar la claridad con la que te entiendan, sino el impacto emocional con el que visualicen lo que dices.

En cierta sesión de lectura de poemas originales que formaban parte de un ejercicio lingüístico en cierta universidad de Estados Unidos, el estudiante se puso de pie, leyó su poema y luego tomó asiento. El maestro se puso de pie, lo miró y le dijo: "No vi nada", y le puso una baja calificación. Cualquier observador casual hubiera dicho: "Pero si fue una lectura perfecta. ¡Eso fue injusto!" 

Sin embargo, ¿a qué se refería el maestro? A que su lectura fue tan fría y plana que no encendió la pantalla de la imaginación de los oyentes. Mencionó un río, pero nadie vio ni oyó el agua. Habló de caballos, pero nadie imaginó los caballos. Habló de la brisa, pero nadie la sintió. Habló del sol, pero nadie sintió su calor ni vio la luz. 

Exageró tanto la pronunciación que distrajo su atención hacia sus labios. Fue difícil concentrarse en el tema. No hubo candor en sus palabras. No dio vida a la lectura. Nadie imaginó ninguna escena. ¿Qué le sugirió el maestro? "¡Tendrás que trabajar un poco más en tu lectura!".

Según Dale Carnegie, el secreto de una buena pronunciación está en la puntita de la lengua. Hay que ejercitarla enrollándola para arriba y para abajo y soltarla, jugar un poco con ella dentro y fuera de la boca en combinación con los labios, procurando darle la mayor flexibilidad. Pero no se refería a leer en público tan exageradamente que pareciera estar haciendo ejercicios de pronunciación.

La pronunciación exagerada o aparentemente 'perfecta' distrae la atención. ¿Por qué? Porque al no sonar natural, la mente del oyente podría empezar a imaginar los movimientos de la boca, distrayéndola del mensaje. Por ejemplo, sacar la punta de la lengua al pronunciar la D, redondear exageradamente los labios al pronunciar la O, presionar demasiado los labios al pronunciar la M o abrir tanto la boca al pronunciar la A que se vea la úvula (campanilla).

Es bueno practicar el sonido de las letras por separado, también el de las palabras y frases, dando a cada sílaba, cada palabra, cada frase, cada oración, cada párrafo y cada artículo la suficiente atención como para lograr transferir una imagen del mensaje a la mente del oyente mediante la calidad de tu pronunciación, pero sin perder naturalidad y sencillez.

¿La captaste? Debes transmitir una imagen 'del mensaje', no 'del movimiento de tu boca'. Hay locutores que suponen que porque están detrás de cámaras y no se les ve físicamente, nadie tiene la empatía de darse cuenta de la ridícula exageración de los movimientos de su boca y rostro, pero no es así. La gente lo imagina fácilmente.

La pronunciación perfecta no es la clave. De hecho, no existe. No hay ser humano perfecto. Más bien, la clave está en una pronunciación natural, como en conversación, pero cuidando de darle a cada palabra el sentido que le corresponde. 

Ilustrémoslo así: A medida que uno baja por las montañas, oye a lejos el agradable rumor de un río. Pero al acercarse al borde de una cascada o catarata, comienza a sentirse intimidado. Las imágenes de dulzura, paz y tranquilidad de repente se transforman en imágenes de precaución y quizás de miedo. 


Se despiertan otras sensaciones y emociones. Uno se pone en estado de alerta. El río sigue siendo el mismo, pero la sensacion de acercarse a una catarata le comunica un mensaje diferente, uno que lo abruma, Le inspira temor y profundo respeto.

Por eso, si lo que dices merece dulzura, no pronuncies tan duramente que lo conviertas en amargo. Y si lo que dices merece firmeza, no pronuncies tan dulcemente que socaves el sentido de responsabilidad. Sonríe si hay causa para risa, y ponte triste si hablas de sufrimiento.

Por otro lado, si con tu dicción le pones énfasis a cada palabra, a cada frase y a cada párrafo, como si resaltaras todo con un lápiz del mismo color, ¿qué recibiría énfasis? ¡Nada! ¡Sería muy aburrido! Habrías resaltado todo de modo que ya no destacaría nada en la mente y corazón del oyente. 

Un grito capta la atención. Pero si una persona siempre habla gritando, quizás la confundan con una desadaptada, exagerada, dominante, ridícula o nerviosa.

De hecho, un orador que le pone énfasis a absolutamente todo lo que dice, es decir, a cada palabra, cada frase y cada oración, tal vez tenga un problema de empatía... Quizás llegue a dar la impresión de estar pensando solo en sí mismo. ¿Le convendría desinflar un poco su ego a fin de empatar un poco mejor con us oyentes?

Una manera de hablar exageradamente enfática no comunica empatía, modestia ni equilibrio, sino dominacion, fanatismo o prepotencia (tal vez un disimulado complejo de inferioridad), cosas que la mente suele asociar con la manipulacion egoísta, el habla dogmática y la demagogia.

En mis clases de locución radial, allá en la década del 70, el maestro de dicción me hizo tomar conciencia de mi exageración del seseo (pronunciación muy marcada de la letra "s"), que sonaba como un cuchillo filudo, y también de que pronunciaba la "v" con los dientes, como en inglés. 

Fue muy claro al explicarme que el perfeccionamiento de la pronunciación no tenía nada que ver con enfatizar los sonidos, sino con transmitir un mensaje claro y motivador. Hay quienes pronuncian perfectamente, pero no connueven ni motivan.

En mi caso, disminuí el seseo procurando colocar la lengua de modo que obstruyera más discretamente el sonido de la "s", logrando que sonara con modestia, es decir, sin llamar tanto la atención hacia mi pronunciación. Un marcado seseo podría herir los oídos o distraer terriblemente si la voz se transmitiera por un micrófono. Por eso me orienté hacia el contenido. Sin embargo, seguí con la costumbre de pronunciar la "v" sobando los dientes superiores con los labios inferiores

Respecto al uso de la "v", un día de 1985, se inscribió en uno de mis cursos de oratoria Fernando Peña Portella, catedrático de la Facultad de Lengua y Literatura de la Universidad de Lima. Durante una de las clases de pronunciación me pidió que dijera: "vivir la vida", y yo lo dije como acostumbraba, sobando la "v" con los dientes. Pero me reprendió amablemente delante de todos dando una explicación magistral acerca del asunto.

Nos mostró que procurar una lectura perfecta no solo distraía la atención, sino que los oyentes probablemente imaginarían cómo movería la boca, distrayendo del mensaje.

Por ejemplo, en un intento de perfeccionar su pronunciación, algunos lectores, incluso profesionales que no han estudiado bien este asunto, exageran la letra "v" (o "uve", "ve baja", "ve corta" o "ve chica") dándole un sonido labiodental, es decir, frotando el labio inferior con los dientes superiores, como en inglés, y lo justifican empíricamente diciendo que lo hacen para diferenciarla de la "b" ("be alta", "be alta" o "be grande"). Pero ¿acaso enseña la Real Academia a diferenciar el sonido "be" de "uve"? 

La Academia enfatiza que en español las letras b y v representan el mismo sonido bilabial sonoro b. La pronunciación correcta de la letra v debe expresarse de manera idéntica a la b, porque, aunque en la escritura tienen grafías distintas, en español no existe oralmente ninguna diferencia reconocida por la Academia. "Baca" y "vaca", "bello" y "vello", "acerbo" y "acervo" deben sonar exactamente igual. 
 
Muchos cometen el error de pronunciar la "v" con los dientes por no analizar lo que el diccionario de la Academia dice respecto a la pronunciación de la "v".

"Bilabial oclusiva" significa articular o pronunciar mediante la interrupción del aire por el contacto de ambos labios. Respecto a la "V", la pronunciación correcta debe ser bilabial oclusiva, es decir, igual que la "b", con interrupción de la salida del aire (o, en algunos casos, de manera fricativa de los labios). "Basta" y "Vasta" deben articularse o pronunciarse exactamente igual
 
Sin embargo,  no hay que confundir la pronunciación labial oclusiva con un intento de perfeccionar tanto el sonido que termine distrayendo al oyente. Imaginemos que alguien cierra una puerta. Puede hacerlo con gentileza y amabilidad o tirándola tan fuerte que todos se pregunten: "¿Qué le pasa?".

Hay que tener en cuenta que en una conversación natural se suele amortiguar el sonido de algunas palabras mediante el efecto fricativo (que también se considera como aproximado o aproximante), es decir, sin interrumpir del todo la salida del aire, produciendo una leve fricción o roce de ambos labios. Es un sonido aproximado (o aproximante). Por eso, "basta", "embestir" y "envuelto" quizás se oigan oclusivas, pero se oirán fricativas en "sobrevivir", "pueblo" y "siervo".  

No somos perfectos. Tiene sentido practicar y mejorar el sonido de las letras para distinguir las palabras, pero no significa que sea necesario ser tan estrictos ni enfáticos para irnos al extremo de pronunciar la "b" y "v" de manera oclusiva en todos los casos.
 
A parte de rayar en el ridículo, una pronunciación muy exagerada distrae la atención del mensaje y la atrae hacia el locutor, hacia los movimientos de su boca y hacia la influencia de su personalidad, lo cual no es la meta de una lectura. 

No es necesario estirar los labios como una corneta para producir un sonido claro de la letra "o". La pronunciación no solo debe ser clara, sino natural. Por otro lado, por natural no me refiero a defectuosa, descuidada ni vulgar.

Pronunciar correctamente es muy bueno. La voz debe sonar clara, natural y entusiasta. Pero hay una línea muy fina que separa la naturalidad de la exageración, pudiendo comunicar egocentrismo, perfeccionismo o falta de criterio. "A buen entendedor, pocas palabras". El consejo de Fernando fue suficiente para mí para comenzar a suavizar el sonido de la "S" y la "V" y entender cómo debía pronunciar la B y la V, además de otras letras. ¿Y a ti? ¿En qué crees que te convendría mejorar?

¿Cómo pronuncias la "D"? ¿Oclusiva o aproximante? ¿Y cómo la pronuncias al final, como en "mitad", "usted" y "plenitud"? ¿Con resonancia o vibración en la garganta?

Como dije, hay una línea delgada que separa el entusiasmo del fanatismo. La mejor manera de evitar caer en lo peor es manteniendo una actitud equilibrada, razonable y de buen criterio. 

Recuerda: La voz debe sonar clara, natural, entusiasta y motivadora, no fanática, exagerada ni perfecta. Por ejemplo, es una exageración sacar la punta de la lengua al pronunciar la D o pronunciar la S de modo que suene como si hubiera un pollito cantando en la sala.

No permitas que un falso sentido de perfección destroce tu propósito de pronunciar correctamente y dar vida a la lectura. La pronunciación exagerada no comunica modestia, sino todo lo contrario. Distrae del mensaje y fija la atención en el locutor.

Y por supuesto, no dejes de esforzarte por hablar mejor mediante poner interés en el idioma, prestando atención a los consejos de quienes pueden darte una guía confiable.

Quizás tu pronunciación mejoró mucho, pero también cuenta la manera como usas el idioma. Por ejemplo, ¿cómo deberías decirlo: "Se juntaron al interior de la casa" o "Se juntaron en el interior de la casa"?

"Al interior" solo se usa cuando hay movimiento o dirección. Por
que "al" es contracción de "hacia el" o "a la". Por ejemplo, "vamos al parque [porque vamos hacia el parque o en dirección al parque]", y "a el" es una contracción de "hacia el". Hay movimiento o dirección. Por eso, no sería  correcto decir: "¡Vemos fuego al interior de la casa!".

No dejes de progresar en el arte de darle a cada frase el gusto, énfasis y sentido que le corresponde. Pero nunca llegues a exagerar tanto que rayes en el ridículo o atraigas atención excesiva o indebida hacia tu persona. 

Naturalidad sí, 
exageración no.

(ARRIBA)