ENTRETENIMIENTO


Aburrir no favorece a nadie

Una razón por la que algunas personas no se sienten muy animadas a estudiar y aprender oratoria es porque su percepción es que se trata de un curso aburrido y tedioso, aparte de que también demandará más aburrimiento preparando tareas o discursos también aburridos. ¿Cuál es la palabra clave de este parrafo? ¿Aburrimiento? No. La palabra es "percepción". El tropiezo está en la forma como perciben el curso.

En este artículo verás los detalles que más descuidan oradores y docentes: el entretenimiento, la distracción, el ocio, la creatividad, el placer, la satisfacción, la distensión y otras cosas que relajan y agradan a la mente y corazón.

Se dice que el tiempo vuela cuando uno hace lo que le gusta. Pero es interesante que los resultados de ciertos estudios psicológicos demuestran que la sensación de que el tiempo vuela no se debe tanto a que uno esté haciendo algo que le gusta, sino a que siente que está haciendo algo que tiene propósito, objetivo o beneficioPor supuesto, para unos, hacer lo que les gusta podría tener al mismo tiempo un propósito, un objetivo y un beneficio. 

Si te aburres a menudo, verifica tu propósito u objetivo, o el beneficio que buscas en lo que haces. Por ejemplo, si un discurso te aburre, sácale provecho al contenido, no a la forma de explicar aburrida del discursante.

Es interesante mencionar de paso que el concepto de Mente Maestra (ver Glosario) se basa en los beneficios y resultados obtenidos por la armonía que logran sus miembros en cuanto a propósito y objetivo. Por eso, hacer empresa con una Mente Maestra es sobre todo muy entretenido.

La oratoria no tiene por qué ser ni parecer aburrida, sino todo lo contrario. Debería ser entretenida y lograr que los oyentes sientan que están presenciando y viviendo algo que no sólo tiene un propósito y un objetivo para sus vidas, es decir, que sea necesario e importante, sino que resulte placentero.

Pero, ¿qué entendemos por entretenimiento? ¿Reír o hacer reír? ¿Salir al frente y sobreactuar para impresionar o capturar la atención? No necesariamente.

Por definición, entretener significa "hacer menos tedioso y más llevadero un asunto", y es así como debes enfocarlo a medida que revises esta sección.

Aunque el entretenimiento pudiera incluir detalles que caigan en gracia, no deberías verlo como sinónimo de hacer reír. Entonces, ¿por qué el payaso arriba?

Porque los payasos siempre han sido un símbolo de entretenimiento. No lo puse allí como símbolo de que el entretenimiento siempre implique reír (de hecho, se dice que un payaso profesional toma muy en serio su carrera). 

En oratoria, entretener significa mucho más que hacer reír. Significa mantener la atención del auditorio durante horas sin que la mente del oyente se canse de prestar atención, no por lo divertido del asunto, sino por la forma interesante como se expone el contenido.

No se sabe de ningún chiste contado por Jesucristo. Sin embargo, se dice que la muchedumbre podía escucharlo durante horas y hasta días sin hastiarse de su comunicación. Lo que más impresionó a todos a lo largo de la historia fueron sus narraciones simbólicas de gran contenido moral.

Uno puede hacer muy entretenido un discurso sin necesidad de que el oyente ría ni una sola vez, tal como podría pasarse una hora viendo un entretenido programa de NatGeo sobre naturaleza y no reír ni una sola vez. Y viceversa, uno puede hacer reír durante todo su discurso sin que el oyente aprenda algo útil, tal como podría pasarse una hora sin parar de reírse viendo una comedia por televisión.

De hecho, hay quienes hacen fracasar su presentación por suponer que simplemente gritando, saltando o haciendo reír al auditorio caerán bien y les prestarán atención, cuando en realidad a nada les causó gracia. Lamentablemente, no todos tienen el don o la sensibilidad para arrancar una sincera y espontánea risotada de sus oyentes.  Entonces, ¿en qué quedamos? ¿Conviene o no hacer reír? La respuesta acertada es depende.

Depende del tema, de la dignidad de la ocasión, de la intención o motivación para causar la risa, del lugar donde se lleva a cabo el discurso, de la idiosincrasia de los asistentes, de la reputación del orador y la del organizador, de lo que se diga, del estado de ánimo del orador y de su habilidad para caer en gracia. ¡Tantas variables! En realidad, solo son dos: Que sea o parezca espontánea y no resulte ofensiva.

Por ejemplo, en un juicio oral, en una conferencia muy seria o en un velorio no sería apropiado tomar las cosas en broma, ¿verdad? De hecho, ¿parecería confiable alguien que se riera de todo sin sentir ningún respeto por los demás? Poco probable.

Por otro lado, si lo único que pretendes es hacer reír o dedicarte a la comedia, ¡adelante! No hay quien se oponga. Es una meta válida. ¡Qué haríamos sin la risa! En tal caso, la risa es el objetivo. No está reñido con el propósito de una presentación.

PERO si tu  meta es presentar un mensaje importante, digno y respetuoso, te sugiero tener en cuenta, como la variable más importante, la seriedad y dignidad de la ocasión. 

Por supuesto, no habría ningún problema si en algún momento del discurso aprovecharas con buen criterio algo que cayera en gracia, sobre todo si se trata de algo que dejaría una lección. Una sana y espontánea carcajada de vez en cuando no le cae mal a nadie.

Hay estudios que han demostrado que las cosas que resultan graciosas pueden dejar huellas muy profundas y hasta contribuir a sanar algunas dolencias. De hecho, no pocos las usan inteligentemente como parte de sus herramientas pedagógicas más eficaces. No fue ficción el tema de la película Patch Adams, que trataba de un médico que incluyó la risa y el entretenimiento como recurso terapéutico. Aunque no queremos pasar por extremistas, tampoco podemos descartar los métodos de Adams.

Si un asunto cae en gracia y el motivo es sano, es decir, si no socavaría la dignidad del discurso ni de la ocasión, no tendría nada de inadecuado. Se vería con aprobación. ¡Hasta los auditorios más serios se sienten muy bien después de una risotada! ¿Por qué? ¡Porque a todos nos viene bien reír, por lo menos, una vez al día!

Una advertencia: Reír es aprobar. Es bueno usarlo como parte de la técnica de ventas. A la gente le encanta dar su aprobación sonriendo o riendo por algo que le agradó. Pero hay que tomar el asunto con pinzas. Hay ocasiones en las que quizás nada caería en gracia, como en un juicio oral, una evaluación académica o un velorio (sobre todo si el muerto no lo aprueba). El cómico Groucho Marx pidió que en su lápida escribieran: "Disculpa que no me levante".

Un orador completo es respetado tanto por las cosas que dice como por las que no, así como por las que hace y las que no. Por eso es cuidadoso tanto con el uso de pausas como por sus gestos y el efecto que causa la risa. Quiero decir que, aunque no es incorrecto reír, no querrá que lo confundan con un actor ni comediante, es decir, con alguien que solo está actuando.

Por un lado debes procurar hacer una exposición digna, pero, por otro, no permitas que el efecto se salga de control. En pocas palabras: Pon la risa en su lugar. Se conoce como sazonar el discurso con espontaneidad, pero con la sincera intención de no ofender a nadie.

Nunca afirmes dogmáticamente que sería impropio causar gracia, ni que estaría bien tomarlo todo en broma. Cierto experto en lingüística solía andar criticando a todo el mundo por usar mal el lenguaje, pero casi nunca se lo veía sonreír ni mucho menos causar una risotada. Vivir taciturno no es saludable ni ayuda a nadie.

Como hemos visto, es un asunto de criterio y de dar buen uso a la conciencia. Ten presente que las consecuencias de una mala decisión en este sentido pueden arder más que un latigazo a flor de piel.

Con buen criterio, hasta en el funeral de un buen amigo se podría mencionar algo anecdótico de su vida (no una broma cualquiera) y nadie se sentiría ofendido. Pero la empatía y sensibilidad deberían imponerse para no perder la compostura ni el equilibrio que exige una personalidad madura.

¿Por qué y cómo entretener?

No tengo nada contra los burros, pero sabemos que un caballo siempre irá más rápido, y es más obediente si se le pide avanzar cuando no tiene ganas de seguir andando.

Suelo decir que cuando un orador aburre, es como si cabalgara un burro.  Va lento y seguro, pensando en sí mismo y en su discurso, pero poco o nada consciente de la necesidad del auditorio por escuchar una conferencia dinámica.



Por eso, no aburras al auditorio. Es decir, no vayas tan lento, tan pausado, tan desabrido, tan monótono, tan parco ni tan somnífero que los duermas o les des motivo para retirarse. De esta manera el aburrimiento atenta contra el discurso porque innecesariamente pone en riesgo el objetivo del orador de llegar al corazón figurativo, el asiento de las emociones.

¿Tiene algún sentido cansar al auditorio?

Aunque un día los estudiosos descubrieron que el aburrimiento era un factor para mantener una buena salud neurológica, es razonable suponer que todo tiene su momento. Yo no llamaría aburrimiento a esa clase de inactividad saludable, sino ocio. Pero no tiene ninguna utilidad aburrir al auditorio durante un discurso. 

El aburrimiento y el tedio, la monotonía y el exceso de pausas y muletillas cansa y agota mentalmente a cualquier  auditorio. Un discurso aburrido afecta negativamente la atención del oyente, la cual comienza a decaer tan pronto como el orador empieza. Sabemos por experiencia que, cuando nos aburrimos en una conferencia, nos  cuesta prestar atención, y que al orador le cuesta más persuadirnos.

Aburrir al público no es una buena estrategia para establecer una buena relación. Más sensato y emocionante es entretenerlo y divertirlo, pero manteniendo sujetas las riendas del entusiasmo. Es decir, con autocontrol, impidiendo que la diversión se convierta en el ingrediente principal, porque podrían perderte el respeto.

Por eso, no confundas entretener con distraer, ni aburrimiento con ocio. Aunque de acuerdo a las circunstancias ambos ayudan al cerebro a relajarse y descansar, no siempre favorecen los objetivos. Cada cosa en su lugar y momento.

A veces, entretener podría ser absolutamente apropiado o totalmente inapropiado, y una distracción espontánea podría ayudar, mientras que otra, perjudicar. En cada caso tienes que discernir si estás entreteniendo o distrayendo, y si en un momento dado sería más conveniente entretener que distraer. ¿Escogerías un tiempo de ocio, o preferirías un tiempo de aburrimiento?

Todos, absolutamente todos nos distraemos, es cierto, pero a veces hay que mantener las bridas bien sujetas, porque una pequeña distracción puede costar muy caro. Debes entretener y distraer según convenga al objetivo de tu presentación.

Un factor distractivo o interferencia es cualquier cosa que aleja la atención del oyente, ya sea provocada por el propio orador, por algo que ocurre sin previo aviso o por un pensamiento ajeno a lo que el orador está diciendo. La recomendación sería evitar cualquier cosa que distraiga, y solo usarla cuando convenga al desarrollo del discurso.

Queremos usar muchos o pocos detalles, dependiendo de las circunstancias, pero con la misión de concentrar la atencion en lo esencial para ayudar al oyente a abstraer las ideas que necesita para llevárselas consigo cuando se retire.

Queremos que se lleve la esencia, la semilla, el punto principal. Y si además de eso se lleva detalles que coadyuven a anclar en su memoria dicho punto principal con mayor seguridad y profundidad para que le sirva cuando tome mejores decisiones, ¡extraordinario!

Eso incluye tus gestos y ademanes. Dije en otro lugar que tu cuerpo es un formidable equipo audiovisual que puede coadyuvar a la eficacia de la presentacion, dependiendo de cómo lo uses, sobre todo si eres un maestro escolar o universitario. ¿Por qué?

Porque si simplemente mueves las manos como un títere, o te bamboleas con tus piernas, es decir, por gusto, sin sentido ni propósito, causarás una terrible distracción, no favorecerá la reflexión ni concentrará la atencion de tus oyentes. 

Graba esto: "Todo lo que se mueve o suena delante del oyente atrae la atención de sus ojos y oidos". Por ejemplo, ¿acaso no te distrajiste con una mosca cuando, de repente, comenzó a revolotear frente al rostro de la persona con la que estabas conversando? 

Los ojos son muy activos en prestar atención a cualquier cosa que se mueve frente a ellos. Le sucede al alma más disciplinada. Un neurólogo te lo explicaría con más detalle. A mí me basta que entiendas que tus manos, si las mueves por gusto y sin sentido, causan el mismo efecto que una mosca que revolotea. ¡Distraen la atención! Por eso, un orador capacitado debe usar sus ademanes como apoyos visuales eficaces, no como moscas que revolotean por ahí.

Una mosca que revolotee por el rostro de un entrevistado quizá no distinga desde el punto de vista de un auditorio distante y no sea necesario darle atención. Pero si comenzáramos a espantarla, parecería que estamos abofeteando al entrevistado. Seguramente causaría más distracción de la necesaria. Y si intuimos que los oyentes se han percatado de la molestia, quizás decidamos decir: "¡Nos estamos mosqueando!", generando una risotada. Eso restaría importancia al inconveniente y relajaría la tensión, y aunque crearía una gran distracción, ayudaría a retomar el tema con menos estrés y mayor concentración. Esperar hasta que la mosca se vaya, o intentar matarla o espantarla, generará mucha más expectativa y distracción.

El entretenimiento sano debe atraer y contribuir a señalar constantemente hacia el tema principal. Hace que el oyente se involucre y concentre su atención en el asunto.

Todo (gestos, ademanes y cualquier clase de apoyo visual disponible) debe apuntar a un solo objetivo: concentrar la atencion en el tema. 


CONCENTRACIÓN
 
La distracción hace todo lo contrario: Aparta y aleja la atención. Entorpece la concentración. 

Y siendo que la distracción es poderosa, el orador debe dar pasos específicos para despertar, motivar y fortalecer la fuerza de voluntad de sus oyentes a fin de que, si se distraen, se obliguen a sí  mismos a volver al cauce de su atención.


DISTRACCIÓN

Como ves, ambas cosas captan la atención, pero de diferente manera. Debes valerte de ellas dependiendo de lo que pretendas.

Para que tu auditorio se concentre y te preste atención, tiene que sentirse entretenido, involucrado y emocionalmente en ambiente. Si se distrae mucho, tal vez pierda la concentración, y con ello, el hilo del pensamiento. Sería como si escondieras algunas piezas de un rompecabezas. No verá el cuadro completo ni entenderá de qué estás hablando.

Dicho sea de paso, esa es la razón por la que la misión principal de un maestro de ceremonias o presidente de reunión es entregarle al orador un auditorio concentrado, motivado y listo para prestar atención al discurso. Un maestro de ceremonias jamás debe sonar aburrido ni dominante.

Si cuando empieza el discurso todos siguen hablando y cuchicheando, muchos se perderán la introducción aunque estén sentados en sus asientos, ¡cuanto más si siguen andando por los pasillos. ¿Por qué?

Porque el ojo es extremadamente sensible a todo lo que se mueve, y el oído es extremadamente sensible a todo lo que suena. Mientras en la sala haya movimiento y sonido que distraiga, habrá oyentes que no puedan concentrarse debidamente en el discurso, especialmente en la introducción.

Por eso se podría afirmar que el entretenimiento y la motivación tienen una relación simbiótica. No pueden vivir el uno sin la otra.

Según mi experiencia el éxito de tu discurso decaerá en un 25% si no entretienes, es decir, si aburres.

¿Por qué 25%?

Según este método, los aspectos troncales del éxito de un discurso son cuatro: informar, impactar, motivar y entretener, y cada uno representaría simbólicamente un 25%. Aburrir significaría una merma de 25%. Así de simple.

Pero la merma bajaría al 50% si el aburrimiento se agravara por falta de impacto (lo cual es usual en estos oradores). La ausencia de imágenes mentales, el poco énfasis a los puntos principales, o peor, ninguna repetición de los puntos principales ni ninguna asociación de ideas, matará el impacto.

Si, adicionalmente, no da atención a la motivación ni a los sentimientos (lo cual también es usual en estos oradores), la merma disminuiría al 75%. 

Y si, para colmo de males, la información no convence, la merma sería del 100% y el discurso no serviría para nada, salvo para gastar recursos valiosos.

Los oradores que por costumbre no entretienen, reciben menos atención que los que tienen en cuenta que el entretenimiento es una necesidad natural del cerebro.

Puede que el orador tenga mucho conocimiento y experiencia, buena voz, ropa impecable y que impresione por su respaldo social, acervo cultural y/o posición económica. Pero si no entretiene, le convendría bajarse del burro.

El aburrimiento derrota el objetivo de cualquier discurso, sin importar cuál sea, en el sentido de que perturba la concentración y la persuasión, lo cual es esencial para pensar con claridad, sobre todo, al tener que tomar decisiones.

Por ejemplo, como dije antes, el propósito de la introducción de un discurso es captar la atención y motivar al oyente a fin de que preste atención.

Si no captamos la atención ni atraemos los pensamientos hacia el tema principal, perdemos mucho en eficacia al pretender convencer o persuadir más adelante, a lo largo del discurso.



Tal como una canción bonita se distingue desde los primeros compases, igualmente ocurre con un discurso. Si el comienzo es aburrido, casi puedo garantizar que el resto de la canción será igualmente aburrida.

Es mejor entrar en materia lo antes posible, es decir, antes de que el oyente se distraiga, y hacerlo con un impacto pertinente, apropiado a las circunstancias.

Un saludo o una introducción kilométrica e irrelevante derrota el propósito de la introducción. En cambio, una que agrada, no importa cuán larga sea, caerá siempre bien.

Siendo que la calidad del inicio del discurso es un reflejo de la habilidad del orador en los cuatro campos mencionados (motivación, oratoria, relaciones humanas y entretenimiento) no recomendamos una introducción muy larga. Si parece que el tratamiento va a ser tedioso, debe evitarse, a no ser que una ley u otra razón de peso lo exija.

Seamos francos. ¡Nadie presta atención a un orador aburrido! Demanda un esfuerzo de concentración extra que pocos están dispuestos a hacer, ¡sobre todo después del mediodía y por la noche, cuando todos están agotados! ¿Cuál sería el incentivo? ¿Hay alguien que se esfuerce si no se le ofrece un incentivo? ¿Hay alguien a quien le encante aburrirse oyendo a un lector u orador aburrido?

Esta es, más o menos en esencia, una frase que he oído no pocas veces de labios de algunos disacursantes que justifican su desgano: "Yo soy el que domina el tema, y ellos están en la obligación de prestarme atención aunque estén cansados. Si no, para qué se inscriben en este horario". 

¿Cómo? ¿Disculpe? ¿Está diciendo que el aburrimiento depende de sus oyentes? El que piensa así termina aplastado bajo un zapato.

Esto es lo que han murmurado algunos estudiantes respecto a dichos oradores: "El curso me ha costado un ojo de la cara pero voy a paso de tortuga porque no entiendo nada de lo que dice este(a) señor(a). Es muy aburrido(a)... Si hubiera sabido, no me inscribo".

Pero ¿por qué se quejaría un maestro de que sus alumnos no entienden, o por qué se quejan sus oyentes de que no entienden? ¿Acaso el conferenciante no domina el tema? ¿O acaso sus oyentes no están interesados en escuchar la conferencia? Nada de eso.

Generalmente se debe a que no prestan atención. ¿Y por qué no prestan atención? ¿Porque están cansados? No necesariamente. ¿No será porque están aburridos? Es interesante que cuando alguien está entretenido presta mucha atención. En la mayoría de los casos, olvida el tiempo y el cansancio y se retira a refrescado.

Millones de personas vuelven a casa agotados hasta el extremo, y ¿qué es lo que hacen? Generalmente, encienden la tele buscando alguna forma de entretenimiento. Están hartos de aburrirse. ¿Y si después de un día de trabajo tienen que asistir a una conferencia aburrida, ¿cuál sería el incentivo? ¿Un cafecito? Un cafecito no basta para suplir un aburrimiento fatal.

¿Por qué la gente quiere entretenimiento?

A diferencia del corazón, que se detiene completamente y descansa después de cada latido, el cerebro no se detiene nunca. Es una central de energía que se enciende muy temprano en el vientre materno y permanece encendida hasta que uno muere.

Entonces ¿cómo descansa el cerebro? ¡Con entretenimiento y relajamiento! Si alguien está muy estresado, el médico tal vez le recomiende tomarse unas vacaciones.

¿Y eso qué significa? ¿Que se vaya a dormir veinte días? ¿Que ponga su mente en blanco? No, que salga a pasear, que juegue, que ría, que baile, que se divierta, que vaya al campo o a la playa. O sea, ¡que dedique más tiempo al entretenimiento saludable!

¿Llegan tarde a la conferencia? Aunque no sea siempre la razón, los oradores aburridos abonan el terreno para las tardanzas e inasistencias de sus oyentes, porque estos prejuzgan que la siguiente conferencia también resultará igualmente aburrida.

Otros desarrollan una actitud displicente porque tienen poca expectativa al asistir a una conferencia por culpa de oradores aburridos que en el pasado no tuvieron en cuenta este importante principio de la oratoria.

Aburrir mata el interés, y por ende, los deseos de cooperación. Es cuando sospechosamente todos los teléfonos móviles comienzan a sonar, y sus dueños salen de la sala para responder. ¿No será porque se vuelve urgente salir de la zona de aburrimiento? ¡Que buena excusa que lo saque de la sala una [supuesta] llamada urgente! No es un secreto que uno mismo pueda hacer sonar su propio teléfono.

Una vez que el teléfono los rescata y saca afuera, aprovechan para ir a asearse un poco o dar una vuelta por ahí, luego regresan, cuando el orador está a punto de terminar.

Por eso, el objetivo de este principio es impedir el aburrimiento, esa común sensación de tedio o hastío que sienten un oyente cuando la conferencia se pone pesada y difícil de atender.

Eso les ocurre generalmente a los oradores que suponen que, porque la conferencia reviste seriedad, no se debe entretener al auditorio.

Con esa mentalidad, a los oyentes más interesados solo les queda concentrarse en los aspectos abstractos del discurso, limitándose a las definiciones y significados. Y a los oradores aburridos, pasar por alto el hecho de que el entretenimiento sea vital para la elocuencia.

Algunos oradores creen que es suficiente con que sus oyentes estén obligados a prestarles atención aunque hablen de manera aburrida, sobretodo si dependen de su aprobación.

Es un exceso calificar de magistral una conferencia solo porque el orador es un experto en cierta materia. Lo cierto es que ser un perito médico o ingeniero no confiere a uno pericia automáticamente en el arte de hablar. Para la oratoria también hay que estudiar.

Un médico excesivamente parco que siempre mira a sus pacientes por encima del hombro y los trata con frialdad y dureza, se vuelve la comidilla de los chismes de salón, y peor si es una eminencia. En cambio, el que sabe cuándo soltar una sonrisa, o mejor, una carcajada, se lleva los honores y las mejores recomendaciones.  

Uno puede ser una luminaria en su campo, y, al mismo tiempo, un pésimo orador. ¡Es irónico, pero hasta los mejores escritores aburren eficazmente cuando hablan en público!

Para que la oratoria cobre vida es esencial que uno ponga atención a su forma de exponer, no solo de redactar, y que haga, además, el esfuerzo pertinente para entretener sanamente.

Aburrir es contrario a la naturaleza

Es verdad que a veces algunos miembros del auditorio están tan extenuados que se adormecen durante una conferencia porque tuvieron un día difícil, o porque se excedieron un poco a la hora de comer y sienten pesadez. También es cierto que algunos oyentes no tienen el mínimo interés en el tema que se trata. Pero en todo caso, ¡hay que activar sus neuronas!

Hablando figuradamente, cuando las emociones están implicadas, un discurso entretenido puede resucitar a un muerto de sueño.

Mis clases en la Cámara Junior de Lima empezaban a las 7.30 de la noche. Muchos llegaban cansados y adormilados, pero no querían retirarse pronto del lugar después que terminaba la clase. Se les veía contentos, llenos de energía, platicando hasta que cerraban las puertas. ¿Por qué? "¡Me encantó la clase!", decían.

Pocos vendedores prestan atención al momento en que convencen al cliente. Siguen amontonando argumentos y razonamientos como si los necesitaran. ¡Eso aburre! Si ya vendió la idea y la persona quiere llevarse el producto, ¿por qué seguir tratando de convencer? ¡Porque no se ha dado cuenta de que hizo la venta! El siguiente paso podría ser que la venta se caiga debido a tanto palabreo!

Pocas cosas son tan improductivas como tratar de convencer a alguien que ya está convencido, y nada más desafiante que explicarle algo a alguien que ya sabe de qué se le va a hablar.

Por qué entretener

Si bien es cierto que el propósito de este principio es lograr que tus oyentes se concentren y te presten atención absorta desde el comienzo hasta el fin del discurso, y que disfruten de hacerlo, es importante mantener presente que "entretenimiento no es sinónimo de risa".

Es muy entretenido observar a los animales y a las plantas en su hábitat, y sin embargo, aparte de las ocurrencias de ciertos cachorros, no tiene nada de gracioso.

Por otro lado, siendo que el entretenimiento ayuda a uno a hacer más llevadero el trato, tengamos en cuenta que a inicios del siglo 21 se consideraba que la Inteligencia Emocional era uno de los pilares de la eficacia en el manejo de las relaciones humanas.

De hecho, un sondeo llevado a cabo internacionalmente por el Consorcio Para la Investigación de la Inteligencia Emocional en las Organizaciones dio como resultado una sorprendente conexión con el denominado 'Cociente de Éxito':

Aproximadamente el 80% de nuestros éxitos resultan de nuestra aptitud emocional, mientras que solo un 20% de nuestra capacidad intelectual.

Siendo así, resultarían poco atractivas unas relaciones humanas exageradamente formales que dieran poca cabida, o ninguna, al entretenimiento.

De hecho, cualquier departamento de servicio social o de servicio al cliente sabe que el usuario o cliente no debe sentirse aburrido ni disgustado cuando entra en contacto con la imagen de marca.

Y no es por gusto que una de las múltiples funciones de una secretaria recepcionista no solo consista en colocar material de lectura agradable en la sala de espera, sino mostrarse alegre, positiva y comunicativa a fin de que el cliente, paciente, socio o visitante se sienta a gusto.

Un orador, sobre todo si se trata de un maestro, procura que sus discursos nunca resulten tediosos, monótonos ni pesados, porque sabe que el aburrimiento mata la motivación y el deseo de prestar atención.

Por tal razón y sin lugar a equivocarnos podemos afirmar que un discurso aburrido es un discurso muerto, ineficaz e inservible porque no cumple con el propósito de la oratoria, el cual es llegar a la mente y corazón del oyente con el fin de que asuma una postura, tome una decisión respecto a la información y actúe en armonía con ello.

No solo muy pocos prestan atención a un orador aburrado, sino que sería muy poco probable que un oyente individual se sintiera animado a poner en práctica sus sugerencias.

En el extremo opuesto, debemos advertir que uno debe controlarse y evitar ejemplos tan fantasiosos, es decir, que sean tan poco creíbles que nadie esté dispuesto a brindar su apoyo o cooperación. Porque aunque el efecto en el oyente resulte alucinante, no lo persuadirá.

Si un orador tiende a exagerar con sus discursos o a hacerse el payaso en sus conversaciones, ¿estarían sus oyentes predispuestos a hacerle caso? Quizás tomarían a la ligera sus afirmaciones ("¡No creo lo que dice!"). En oratoria, eso sería un desastre.

¿Cómo entretener?

Entretienes cuando cantas: "Los pollitos dicen PIO PIO PIO...", o sea, cuando te vales de cualquiera de estos tres recursos, o de los tres:

    Participación de los oyentes
    Imágenes mentales
    Objetos y apoyos visuales

Participación

La participación no es solo uno de los pilares del entretenimiento, sino también de la enseñanza y el aprendizaje. Además, y sobre todo, genera confianza en el auditorio (si habláramos de la técnica de ventas, añadiría que "genera confianza en la clientela").

Por eso no puede haber oratoria ni educación más eficaz que aquella que implica compromiso y participación. Me refiero al contexto de una conferencia, a un diálogo y todo aquello que involucre a los oyentes o interlocutores.

El oyente debe pasar de ser un convidado de piedra a ser un protagonista de la película, y el que se sienta así depende de que el orador entienda que el entretenimiento es fundamental en su discurso.

No el hacer reír ni simplemente distraer la atención, sino usar ejemplos, ilustraciones y ademanes descriptivos eficaces.

Por eso debes hacerles sentir que están participando, comprometiéndose o involucrándose de alguna manera, ya sea directa o indirectamente. No existe el aprendizaje pasivo, desinteresado y falto de cooperación. Se aprende cuando se aplica, es decir, cuando el oyente pasa de ser un simple observador a tomar conciencia de su aporte, de que está siendo protagonista de su propio aprendizaje.

Por eso las preguntas bien pensadas y las respuestas eficaces contribuyen a la enseñanza y el aprendizaje. 


Uno de los requisitos para entretener consiste en solicitar la participación del auditorio, en involucrar al oyente, no a menospreciarlo ni a que sienta que se le pasa por alto. 

Pero para que el cuadro quede completo, el auditorio tiene que estar deseoso de participar y hacerlo con la mejor voluntad y sentido de cooperación, lo cual implica hacer contacto con este y motivarlo. 

Toda participación ha de ser animada, procurando que el oyente se sienta entusiasmado por participar, es decir, percibir que lo que hace entraña un beneficio para él y los demas, y que también está contribuyendo a su dignidad como persona, no a su deshonra ni desprestigio.

Por otro lado, si tus oyentes desean participar y se lo niegas o los pospones o menosprecias, te costará el doble animarlos en la siguiente oportunidad; y si vuelves a negársela, te costará aún más después. Se convierten en sincronicos en la abstencion de participar y ya no desearán cooperar. Asumirán una postura pasiva, no participativa (o yéndose al otro extremo, y poniéndonos en el peor de los escenarios, quizás se rebelen y hasta lo exijan).

¿Qué te costará? Te costará desplegar más respeto por el deseo de ellos de ayudarte, cooperando. En otras palabras, tomar más en serio la importancia que tiene para ellos el sentirse útiles, respetados por ti.

Si alguien te faltara el respeto, ¿sentirías deseos de ayudarlo? Difícilmente. Incluso si lo hicieras, tal vez lo harías más por cualquier otra razón que por sentirte animado a hacerlo, ¿cierto?

Si coartas sus expresiones, te burlas de lo que dicen, les haces gestos de "¡Qué respuesta más absurda!" o "Hubiera preferido que digan otra cosa!", no te facilitarás las cosas.

¿De qué maneras participar?

Hay muchas maneras de participar: Preguntando, respondiendo, comentando, leyendo, aplaudiendo, cantando, saliendo al frente para exponer una hipótesis, haciendo anotaciones en una pizarra, formando paneles o grupos de trabajo, entrevistándolos, escenificando casos, pidiendo que te ayuden a hacer algo, que compartan sus vivencias, fantasías o inventos, etc.

A diferencia de cualquier otra obra de arte del mundo de las artes humanas, la participación de los oyentes ayudan a dar un acabado magistral a la obra de arte llamada oratoria. De ese modo la participación se convierte un factor esencial del éxito de cualquier conferencia.

 Imágenes mentales


Nunca hables sin usar imágenes mentales. Puedes prescindir de los apoyos visuales, pero no de la imaginación. La imaginación es una fuente de poder maravillosa, increíblemente variada e inagotable.

Si hablas de imágenes, tienes que mostrar imágenes, no necesariamente objetos físicos. Un objeto no necesita imaginarse, porque puede verse. Por el contrario, una imagen mental no necesita el objeto, y ese es un reto: Que tus palabras hagan que lo imaginen.

De hecho, un discurso lleno de palabras abstractas es de bajo impacto, si lo comparamos con un discurso lleno de imágenes mentales que ayudan al oyente a visualizar lo que se dice. 

Es primordial encender la pantalla de la imaginación del oyente para que visualice con facilidad los beneficios que obtendrá por hacerte caso y poner en práctica tu consejo. 

Unas personas sienten mas tranquilas y relajadas cuando su imaginación se activa, y otras, se estresan. De hecho, algunas han descubierto e inventado cosas extraordinarias en la antesala de la muerte. Poco antes de morir se estresaron tanto que imaginaron inventos y soluciones increíbles.

De la imaginación emanan todos los inventos, descubrimientos, posibilidades, sueños, ilusiones, películas, documentales, entrevistas, reportajes, moda, recetas de comida, soluciones a problemas, éxitos y fracasos. Sin imaginación no somos nada en comparación con una pulga.

Si tu discurso no contiene ni estimula la producción de imágenes mentales, no te servirá de mucho. Tan solo dirás un montón de palabras que con dificultad convencerán o persuadirán a nadie.

Si no hablas creando imágenes mentales, podrías cavar tu tumba como orador. Es muy probable que tus oyentes te prestarán muy poca atención y perderán la concentración a cada rato. Buscarán con qué distraerse (usando su teléfono, saliendo a dar un paseo, cuchicheando con su compañero, pensando en lo que hará el fin de semana, etc.).

¿Fuente de poder, películas, moda, recetas de comida, pulga, cavar una tumba, teléfono, paseo, cuchichear, compañero, fin de semana? Mira cuántas imágenes te lancé en unos cuantos segundos. ¡Esas son las cosas en las que un auditorio quiere pensar! Son ideas concretas que hacen que uno se concentre en algo que puede "ver" en la pantalla de su mente.

"El cálculo más estricto de las coordenadas que nos ayudan a resolver el problema, no es más que una de las muchas probabilidades propuestas por el ente organizador, y como necesitamos una respuesta inmediata, parece que tendremos que esforzarnos más por..." 

¿Entendiste? ¡Palabras y más palabras, palabras muertas que no dicen nada y aburren a muerte! ¿Cuánto rato crees que un auditorio podría concentrarse con esa clase de discurso?

En cambio, una imagen mental es como una película, foto o cuadro interesante que enciendes en la pantalla de la imaginación de tus oyentes. ¡Es una magnífica pantalla de alta definición! Todos tienen mucho gusto viéndola, tocándola y viviéndola por todo el tiempo que quieras.



No necesitas un proyector de imágenes. Basta con describir la figura en los términos más vívidos. Encenderás la pantalla de la imaginación de tus oyentes con suficiente detalle como para que las imágenes se salgan del cuadro y cobren vida propia. 

Cada oyente visualiza en su propia mente tanto la forma, los colores y el movimiento como las sensaciones, olores, texturas sabores y toda clase de recuerdos asociados con el estímulo, ¡todo en alta definición! Mucho mejor que exhibir un vídeo.


Cuanto más pictórico tu discurso, menos aburrido y tedioso. La noción de tiempo pasará a segundo plano sin que se den cuenta. Su concentración no solo será rica en nutrientes intelectuales y emocionales, sino en productividad, es decir, en sus expectativas por llevar tus consejos a la práctica.

Haz lo siguiente, lee una línea, cierra los ojos y concéntrate por unos segundos en la imagen. Haz lo mismo con la que sigue. Observa lo que ocurre en tu imaginación a medida que lees la siguiente línea:

    Un caballo

    Un caballo blanco

    Un caballo blanco con alas

    Un caballo blanco con alas que vuela sobre las nubes

    Un caballo blanco con alas que vuela sobre las nubes con una mujer sentada sobre sus
    lomos

    Un caballo blanco con alas que vuela sobre las nubes con una mujer sentada sobre sus lomos, tocando una lira y cantando una dulce canción.

    Un caballo blanco con alas que vuela sobre las nubes con una mujer sentada sobre sus lomos, tocando una lira y cantando una dulce canción, cuando de repente, ¡plaf! se estrellan contra una montaña y caen al fondo.

Primero encendí la pantalla de tu imaginación y visualizaste un caballo. ¿De qué color? No sé. Tú le pusiste el color. Quizás fue de color caramelo, marrón, negro, pinto, blanco, gris...

Pero al añadir información, cambiaste el color del caballo al color que yo quería: blanco. Luego ajusté la imagen añadiendo más elementos placenteros, y tú añadiste otros colores, formas y acciones.

¿Probablemente la mujer que imaginaste vestía un tul de color lila, celeste o rojo? ¿O pantalones negros, botas, una capa y una capucha? No sé. ¿Tenía el pelo largo o corto, se agitaba con el viento? No sé. ¿El caballo volaba rápido o lento? No sé. Tú completaste la imagen. Tú pintaste lo que quisiste.

Finalmente, introduje un suceso desconcertante, sorpresivo, inesperado, inusual y exagerado, causando un impacto emocional: ¡Se estrelló con una montaña!

Pero todo estuvo en tu mente. No había ningún equipo audiovusual. ¡No era necesario! En tu mente estaban todos los recursos actorales, de fotografía, luminotecnia y escenografía. Sólo tuve que activarlos con palabras dichas en el momento preciso.

Solo ten esto muy en claro: TÚ NO USASTE TU MENTE PARA HACERLO. ¿Cómo que no? ¿No lo imaginaste tú?

No. Tú no usaste tu mente para imaginarlo. ¡¡Fui yo quien lo imaginó primero!! Solo usé tu mente como reproductor!! Fui yo quien encendió la cámara, creó las imágenes y las reprodujo en tu mente, y entonces la apagó. Es cierto que todo ocurrió en tu cabeza, pero fui yo quien provocó el diseño del cuadro o película. No tuviste todo el control sobre las imágenes que aparecían. Seguiste mi secuencia.

Igualmente tú puedes explotar ese potencial y usar la pantalla de la imaginación de tus oyentes en tus discursos. Si no lo haces, estarías desperdiciando tu potencial en oratoria.

Cuanto más específica la imagen y situación, mejores efectos podrás causar sin usar nada más que tu voz y tu cuerpo. (Para más detalles, ve al menú, toca "Redacción" y lee los artículos "La Descripción" y "Cómo ilustrar").

¿Es posible crear imágenes mentales tan fácilmente? Sí. Porque, en el baúl de la memoria, el oyente ya posee una incontable cantidad de datos y conexiones neuronales relacionadas con lo que dices. En su mente hay una galería infinita de imágenes, tanto estáticas o inanimadas (fotos, dibujos, pinturas y objetos) como móviles o animadas (vídeos, películas y recuerdos que se mueven a la perfección). 

Y lo más importante: En su organismo hay una increíble fuente de hormonas que puedes activar, causando una sinergia que grabe más fuertemente los recuerdos de lo que digas. De ahí la importancia de usar la palabra con discreción, equilibrio y moderación. 

Cuando induces o provocas imágenes mentales, intervienen todos los recuerdos, emociones y sensaciones relacionados con la vista, el oído, tacto, gusto, olfato, equilibro y toda clase de sensaciones viscerales del oyente. Es como si tus oyentes no solo vieran y tocaran las imágenes, sino que llegaran a ser los protagonistas de su propia película, una película hecha por sí mismos, es decir, a su medida.

Pero no tienes que irte a los extremos. Todo consiste en activar sus conexiones neuronales con expresiones vívidas que pinten cuadros en la mente del oyente.

De hecho, las imágenes en movimiento dieron lugar a la antigua palabra "cinema", que significa "mover" o "causar movimiento". De modo que cuando dices cosas que provocan imágenes mentales en los oyentes, estás proyectando un cinema. Cuando hablas en público no basta con explicar la información con términos abstractos. ¡Tienes proyectar una película, un cinema, imágenes mentales en movimiento!

Si lees o hablas en público y tus oyentes no "ven", "oyen" ni "sienten" nada, tu lectura u oratoria no es eficaz. Dicha eficacia resulta en gran parte del cinema que logras que imaginen en sus mentes.

Pero primero tienes que imaginarlo tú, entonces podrás comunicar los detalles a tus oyentes usando palabras apropiadas. No cuesta nada, no demora nada, y tiene efectos muy profundos y duraderos.

Cualquier tonto puede decir: "Había un león en el bosque". No pasa nada. Pero si te vales de tu tono de voz y de tus gestos y ademanes para que vean al león allí mismo frente a sus ojos, ¡Se les pararán los vellos de punta!



Se les helará la sangre, por decirlo así, al ver y sentir al imponente león allí mismo, en medio de ellos, a punto de abrir su boca, con sus colmillos afilados, imaginando su rugido amenazante. Por eso, acerca de Jesucristo se decía que "sin parábolas no decía nada" (Mateo 13:34).

Se podría decir que, hablar sin imágenes mentales, es como no hablar, o hablar en vano. Porque las imágenes mentales son lo que concentra la mayor atención del oyente, ayudándolo a evocar los puntos principales y transformar conceptos abstractos en concretos.

Esto de transformar conceptos abstractos en concretos es un requisito para entretener. Los conceptos abstractos son difíciles de imaginar (mucho menos, de reflexionar y asimilar), tienden al aburrimiento y restan concentración al oyente.

Por eso, la misión del orador eficaz es, en gran parte, convertir lo abstracto en concreto, y traducir al lenguaje objetivo todo aquello que no es objetivo, a fin de que el mensaje no aburra, que se entienda claramente a la primera, que impacte y el oyente lo grabé sin esfuerzo en su memoria, y que este capte rápidamente cómo le beneficiará personalmente lo que está escuchando.

¿Escuchando? Sí  escuchando. Al principio de un discurso, el auditorio solamente está oyendo. Si el orador habla de manera objetiva y concreta, todos le abrirán su mente y prestarán atención, es decir,  le escucharán. 

Los medios audiovisuales tienen una gran demanda. ¿Por qué crees que la saga de La Guerra de las Galaxias hizo multimillonario a su creador? ¿Por qué no usar todo ese potencial a tu alcance sin invertir ni gastar un centavo?

Si dices: "Un hombre estaba distraído, clavando un clavo con un martillo, y de repente...". aunque no  añadas más, la mente del oyente volará en un instante, imaginando lo que sigue. Aunque no lo digas, seguramente pensará: "¡Zas! se dio en el dedo". 

¿Qué fue lo que activó su imaginación? El factor "distraído", eso es lo que conectó las neuronas en su cerebro y produjo la imagen terminada, aunque no la hubieras dicho. Hasta podrías dejar que lo imaginen, y después añadir: "¡Exacto! Se dio en el dedo", lo cual causaría un efecto aún más potente. ¿Por qué?

Porque si no dices el final, pero ellos imaginan el desenlace correctamente, y después dices: "¡Exacto!", ellos sentirán una conexión más fuerte contigo cuando digas: "¡Se dio en el dedo!". Ellos pensarán: "Me leyó la mente".  

Pero ¿qué pasaría si dijeras: "Un hombre estaba distraído, clavando un clavo con un martillo, y, de repente, lo llamó por teléfono su esposa..."? No dijiste que se dio en el dedo, pero el oyente supone que ibas a decirlo. Pero en cambio terminas diciendo: "Y se acordó de que había dejado algo en la cocina, porque empezó a oler a quemado. Entonces..."

Ahora el oyente sigue pensando que se pudo dar en el dedo con el martillo. Quizás no era ese el punto, sino que se está quemando la comida.

En fin, sin importar cuál sea el final, el efecto ha sido una gran concentración de energía sobre lo que estabas diciendo.

Lo que trato de decir es que, sin importar cuál sea la imagen o película que les presentes, ellos estarán ávidos por prestarte atención. ¡Ese es el punto! Y cuando les hables con imágenes, se transportarán al lugar.

Por ejemplo, si dices que hay algunos que se mueven lentos como tortugas, quizás imaginarán una tortuga de tierra, como una foto. Pero si les dices que deben ser dinámicos como tortugas de mar, y les hablas un poco de la impresionantes cualidades de las tortugas marinas, no imaginarán un acuario delante de ellos. ¡¡Viajarán contigo al mismísimo fondo del mar y sentirán que están entre las tortugas!!




No lo hagas solo para llamar la atención hacia ti como persona. Tu propósito debería ser concentrar toda la atención en el tema y en las cosas que estás explicando.

Muchos oradores figuretis usan este poder para sobresalir y que los recuerden. No hagas eso. Lo importante no es que te recuerden, sino que se beneficien con la explicación. Nadie se beneficiará con tu rostro, tu enorme reloj o tu manera de vestir. ¡Es la explicación lo que hará que te recuerden por el resto de su vida, es decir, gracias al beneficio que les dejaste!

No quiero decir que tu rostro no sirva para nada, no lo malinterpretes. Pero sí digo que la única manera de ser eficaz en oratoria es que tu oyentes aprendan cosas nuevas y estén mejor capacitados para enfrentar la vida.

Si cultivas el poder de pintar cuadros y películas en la imaginación, aunque duraran tan poco como un par de segundos, potenciarás tu oratoria, no para inflar tu ego, sino para que nunca olviden lo que dijiste.

Veamos ahora otro recurso de entretenimiento.

Objetos y otras ayudas visuales




Un objeto es cualquier cosa que se puede ver o tocar. Y de forma parecida a lo que sucede con las imágenes mentales, puedes echar mano a una galería infinita de objetos, tanto estáticos o inanimados (fotos, dibujos, pinturas y objetos en general) como móviles o animados (vídeos, películas y hasta cuerpos en movimientos). Tus gestos y ademanes incluidos.

Nada capta tanto la atención de los ojos como tus gestos y ademanes o la exhibición de un objeto durante un discurso... sobre todo si los usas eficazmente.

Cuando tus oyentes ven un gesto, ademán u objeto, reaccionan como lo haría un gato. Le dan atención con sus ojos aunque solo sea una mosca que revolotea por tu cabeza. El efecto es como si les arrojaras flechas de colores a los ojos.

No se resistirán. Mantendrán clavada su mirada durante el tiempo que lo mantengas a la vista.

Por eso, no debes mover tus manos de cualquier forma ni en cualquier momento (revisa en el índex la sección ("Tu cuerpo" > "Ademanes")

La vista es veloz para ver. La Biblia dice que los ojos nunca se cansan de ver, una afirmación que tiene todo el apoyo de la ciencia. Es el canal de información por excelencia.

Lamentablemente, la mayoría no es observadora. Puedes estimular su sentido de la vista, pero, a menos que canalices bien sus miradas, se les escaparán los detalles que quisieras que capten.

Por ejemplo, muchos oradores se valen de paneles electrónicos. Pero el simple uso de un panel electrónico no garantiza que no se dormirán ni distraerán si no lo aprovechan adecuadamente. Muchos distraen la atención en vez de atraerla, no ayudan a concentrar la atención en el discurso.

Si el orador continúa con una cháchara aburrida y a paso de tortuga, sus oyentes se adormecerán, y no se despertarán a menos que les dispare fuegos artificiales.


La imagen de arriba no es solo un apoyo visual. Es un diseño gráfico muy interesante. Te da una idea de la interacción que pueden tener diferentes recursos digitales disponibles en el mercado. Panashop la subió a Internet (ofrece equipos idóneos para la oratoria. Contáctalos por e-mail en ventas@panashopsa.com, o toca la foto para ir a su sitio de Internet).

Con la herramienta de comunicación Zoom muchos conferenciantes lograron llevar la exhibición de apoyos visuales a otro nivel mediante la función de "compartir pantalla" en sus presentaciontes virtuales. Ahora podían mostrar en la pantalla de todos los participantes, cada uno en su dispositivo móvil o PC, un grafico o imagen sin tener que recurrir a un trípode, pizarra o proyector de diapositivas. (Más)

Sin embargo, la exhibición de objetos en general debe respetar ciertos principios:

Aprende a usar el apoyo visual correctamente

    - Pregunta por los detalles técnicos.
    - Cuenta con un asistente permanente.
    - Ten a mano el teléfono del proveedor del equipo para cualquier consulta de emergencia.

Ensaya cuidadosamente de antemano cómo lo exhibirás

    - Debes repetir muchas veces su uso, corrigiendo tus desaciertos.
    - Asegúrate de que la letra pequeña pueda leerse desde la última fila.
    - Si usas anteojos, quítatelos y perfecciona tus formatos. Deberían verse bien desde lejos y sin anteojos.

No uses como asistente a una persona inadecuada

    - De ser necesario un asistente, selecciona a alguien muy inteligente.
    - Tu asistente debe entender claramente y de antemano lo que quieres. Hazle preguntas para verificar que entendió tus instrucciones.
    - Tu asistente debe estar permanentemente atento a tu desempeño en la plataforma a fin de hacer exactamente lo que coordinaste con él. Si coloca las imágenes en un momento inadecuado, o si las retira de la vista antes de tiempo, o si las proyecta por más tiempo del necesario, o peor, si olvida todo lo que le indicaste y tienes que recordárselo en medio del discurso, perderás el efecto que buscabas.
    - Si usarás un equipo, tu asistente debe conocerlo bien.
    - Si tu asistente está muy lejos, como en una cabina de control alejada, mantengan sus dispositivos móviles de comunicación listos para comunicar cualquier emergencia.
    - El asistente debe saber a quien contactar en caso de un imprevisto. Un vaso de agua que se derramara sobre un equipo electrónico podría causar muchos problemas.

Es tu total responsabilidad impartir las indicaciones de la manera más clara posible.

Señala cada detalle muy objetivamente

No es cuestión de simplemente apuntar con el dedo hacia la imagen y decir: "Como vemos en la imagen", (peor aún si el encargado no proyecta la imagen a tiempo). Tienes que ser muy específico.

   - Si dices: "Como ven en la imagen", ¿estás seguro de que están viendo exactamente lo que quieres que vean? No divagues moviendo nerviosamente el dedo o puntero de aquí para allá sin sentido. ¡Pon el dedo y déjalo quieto por unos segundos en el lugar exacto adonde quieres que dirijan sus mirada! O bien, dales coordenadas exactas para que encuentren el detalle. Por ejemplo, "como ven debajo del árbol", "como ven al lado derecho del círculo rojo", "como ven en la parte superior de la pantalla", "como ven en la esquina superior derecha", "como ven en la expresión del rostro de la mujer de la imagen". ¡Es absurdo decir: "Como ven en la imagen" y esperar que vean lo que quieres que vean específicamente.

    - Coloca la punta del puntero exactamente donde deben posar sus ojos tus oyentes. Si mueves el puntero de cualquier manera, como un director de orquesta, tus oyentes también moverán su mirada indistintamente, de aquí para allá, siguiendo la punta del puntero, y se distraerán y se hartarán de tu ineficiencia e inaptitud para el manejo de imágenes.

    - Es mejor no usar el puntero si no quieres que pongan sus ojos en un lugar específico, para no distraer.

Y NO DESTRUYAS EL BENEFICIO DE UN BUEN GRÁFICO HACIENDO TRAZOS QUE EMBORRONAN EL DIBUJO Y CONFUNDAN LA VISTA. En vez de hacer trazos, señala el lugar solamente.

    Sácale el jugo a el factor sorpresa

    - El factor sorpresa favorece el entretenimiento. Cuanto más sorpresivo y exacto sea el uso del apoyo visual, mejor.

    - Una sorpresa anunciada no es sorpresa. Guarda el secreto. Cuanto menos sepan lo que harás, mejor.

    - No aproveches el factor sorpresa solo para el apoyo visual, sino para cualquier rasgo importante.

Úsalos de modo que concentren la atención, no que la distraigan

    - Si mantienes el objeto a la vista, o el equipo encendido, aunque no estés usándolo, la curiosidad del oyente lo distraerá pensando "¿Cómo (o cuándo) lo usará?". ¡Sería un desastre para su concentración!

    - ¿Puedes encender el equipo para captar la atención? Sí, pero ten presente que podría convertirse en un factor distractivo o interferencia si no lo usas inmediatamente.
     
Apágalo, retíralo o descártalo de la vista cuando termines de referirte al objeto

    - Un apoyo visual se transforma en un factor distractivo o interferencia cuando lo mantienes a la vista terminada la explicación y pasas a otro asunto.

    - Solo debes seguir exhibiéndolo si se trata de destacar el punto principal, y puedes mantenerla a la vista todo el tiempo que quieras, siempre que no distraiga del tema.

    - No pidas que repartan objetos, papeles ni folletos mientras estás hablando porque la curiosidad impedirá que presten atención a lo que estés diciendo. Si repartes objetos mientras explicas algo, ten por seguro de que no estarán prestándote atención.

    - Solo puedes repartir objetos cuando terminas la explicación principal, o cuando todos ya saben de qué se trata. Si lo haces antes o durante la explicación, reducirás su concentración sobre la explicación.

Durante la explicación, no mires al objeto, sino al oyente

    - Si te la pasas mirando al objeto no percibirás el efecto que estás causando. Tus ojos deben estar puestos en tus oyentes, no es la imagen que estás proyectando.

    - Si no miras al objeto, sentirán que dominas muy bien tu tema.

Cierto orador subió a la plataforma con un ladrillo, lo colocó a su lado y empezó su discurso. Terminó el discurso y se retiró llevándose el ladrillo. Cuando le preguntaron: "¿Y para qué mostraste el ladrillo?", contestó: "¡Ah, fue solo para que me presten atención!"

¡Qué astuto! Consiguió que todos se mantuvieran pendientes de cada detalle del discurso, preguntándose lo que haría con el ladrillo. Pero en vez de recordar de qué había hablado, siempre fue recordado como "el orador del ladrillo".

¿Tiene sentido que recuerden al orador y no lo que dijo? ¿O que recuerden el apoyo visual que utilizó, pero no el punto central del discurso ni lo que se les pidió que hicieran, ni cuál fue el beneficio que sacaron?

Un apoyo visual solo es eficaz cuando el orador establece una conexión inolvidable entre el objeto y el punto principal del discurso. ¿No te ha sucedido que recuerdas cierta impactante publicidad de la televisión, pero no recuerdas la marca del producto con el que estaba asociado? Es un error común de muchos publicistas.

Tan pronto como el orador hace participar al público, activa la imaginación del oyente y/o utiliza apoyos visuales, también despierta su curiosidad, lo cual resulta en un incentivo esencial para el aprendizaje. 

Maxwell Maltz tenía razón al afirmar que "cuando cesa el entretenimiento, cesa el  aprendizaje". Porque cuando cesa el entretenimiento, o sea, el placer, la curiosidad, la creatividad y el deseo de saber más, empieza lo contrario: el dolor, la indiferencia, la displicencia y el deseo de no saber más del asunto.

El aburrimiento es una forma de sufrimiento, y puede sentirse como una forma de tortura o castigo. Atenta contra el placer y la satisfacción. ¿A quién le agrada sufrir, fracasar o perder? La clave de la enseñanza comienza con el placer. Si el maestro causa aburrimiento, está  causando dolor o sufrimiento, y no alcanzará su meta de enseñar.

Recuerda los tres factores para el entretenimiento sano: Participación, Imágenes mentales y Objetos (PIO). No deben faltar en tus discursos. Quizás con  uno baste, pero si usas los tres, mejor.

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