PRINCIPIOS


¿POR QUÉ ES IMPORTANTE RESPETAR LOS PRINCIPIOS DE ORATORIA?


En cualquier disciplina, los principios siempre son pocos comparados con las reglas, leyes, decretos, sugerencias, formas y métodos. 

De hecho, se dice que es una "cuestión de principios" cuando alguien antepone una norma en la que basa su conducta ante circunstancias que amenazan con quebrar su integridad.

Pero un principio no es simplemente una ley ni una norma caprichosa. Es una verdad fundamental de la que manan las leyes, reglas, decretos, procedimientos, técnicas, métodos, paradigmas y arquetipos, los cuales pueden aplicarse, adaptarse o modificarse según las circunstancias. 

Los principios son como los cimientos y las columnas de un edificio. Poco a poco van armando la estructura. Luego, las normas o reglas son como las paredes externas e internas, así como los elementos, sistemas y dispositivos de transporte y comunicación. El resultado es una construcción fuerte y estable, capaz de resistir la carga y los sucesos naturales.

Igualmente se puede notar una estructura de normas y principios claramente definidos que son fundamentales para el desarrollo de casi cualquier disciplina. Claro, eso no significa que nunca se pueda hacer lugar para ciertas excepciones, pero aun en tales casos se debe sopesar cuidadosamente si será factible hacer una excepción y cuáles podrían ser las consecuencias.

Si quieres un vistazo objetivo de la estructura de mi método de Técnicas Dinámicas, toca esta imagen de abajo o selecciona la "Tabla de elementos" desde el Índex.


Solo por ilustrarlo y ver la importancia de entender la función de un principio, comparemos con los billetes verdaderos y falsos.

Los que se valen de la desinformación para adelantar sus propios objetivos egoístas se apresuran a fomentar un enfrentamiento entre principios verdaderos y falsos a fin de confundir y desvirtuar la verdad, ya se trate de vender productos o servicios, estafar o justificar una invasión. 

¿Desvirtuar qué verdad? Que solo los principios verdaderos pueden considerarse como ladrillos. Los falsos son comparables a piezas de madera, paja o plástico que no resisten la presión.

¡Qué? ¿Puede haber verdades y principios falsos? ¿Es eso posible? Sí. La verdad falsa se llama mentira, es una verdad disfrazada, distorcionada o maquillada, y son mentiras que no solo existen, sino se han vuelto tan comunes que muchos no perciben la diferencia. ¿Y cómo y cuándo se empieza a notar la diferencia? Una manera es analizando con prudencia los datos y la fuente de los mismos, y la otra, cuando todo se desmorona y queda al descubierto. 

En cambio, los principios verdaderos se cumplen vez tras vez porque resisten las presiones y el paso del tiempo, al punto de que pueden equipararse a leyes. Ha habido engaños que duraron semanas, meses, años, siglos y hasta milenios. Pero poco a poco quedaron al descubierto, dejando la verdad totalmente expuesta. 

Hay quienes dicen y hasta vociferan supuestas verdades para ganar adeptos y/o confirmar a los que ya lo son. De estos, muchos logran sus fines a corto o mediano plazo. Pero ni la abundancia de argumentos ni la cantidad de apoyadores convierten una verdad a medias en una verdad, tal como una gran cantidad de ladrones no justifica el robo.

Robar es robar, y engañar es engañar, ya se trate de documentos, identidades, dignidad, patentes, oportunidades, inventos u otra cosa. Y aunque el responsable afirme que dará su plena cooperación en el proceso de investigación, no limpia su deshonra.

A todos aquellos egoístas que se satisfacen con la desgracia de otros y promueven la maldad y la injusticia les llega el turno de enredarse en sus propios tentáculos, pisar el palito y cosechar una mala reputación. No sería injusto que alguien les ponga una trampa, ¿verdad?

Así como una pared sin columnas ni mallas no soportaría un gran terremoto, y, al igual que un enorme árbol podría terminar quebrándose si se pudre, igualmente mentir o torcer la verdad no solo aplasta la reputación de un orador agnotólogo, sino las ilusiones y perspectivas de todos los que pusieron su confianza en él. Es mejor no exponerse a un desprestigio de esa naturaleza. No hay ningún mérito en pasar a la historia con la reputación de Pinoccio (ver en el Glosario "Agnotología", o en los Artículos Complementarios del Índex, el tema "Desinformación").

La agnotología nunca triunfa
a largo plazo

Los principios verdaderos son como ladrillos sólidamente establecidos con base en columnas de una estructura moral sólida que no cede ante nada. Es imposible derrotar a quienes apoyan sus discursos en principios de comprobada eficacia. Tal vez haya quienes no concuerden con cierto argumento, pero no podrán demostrar que hubo un exceso.

Sin embargo, a pesar de que hay principios tan sólidos que gozan de cierta rigidez, en el sentido de que nunca cambian, de ninguna manera parecen tan rígidos ni sólidos en cuanto a plasticidad y versatilidad cuando interactúan apropiadamente con otros principios. 

Por ilustrarlo, ciertos elementos químicos que por sí mismos podrían ser dañinos para nuestra salud, podrían resultar beneficiosos si interactúan con otros elementos en las debidas proporciones o en circunstancias adecuadas.

Igualmente, los grandes rascacielos no son tan rígidos como parecen. De hecho, los construyen de manera flexible para que soporten diferentes fuerzas de la naturaleza. Si uno saltara desde la azotea, se cumpliría la ley de gravedad y se estrellaría al llegar abajo. Pero si usara un paracaídas, contrarrestaría el efecto y tendría una caída suave. Principios diferentes que, combinados, pueden lograr efectos diferentes.

Otro ejemplo, por un principio de justicia tal vez nos sintamos impulsados a castigar a alguien, pero por un principio de amor podríamos perdonar la ofensa si hay base para creer que el ofensor está sinceramente arrepentido, o si demuestra que fue un accidente, un hecho involuntario o un suceso imprevisto. Dos principios diferentes, por un lado la justicia y por otro el amor. Combinados, dan lugar a la misericordia.

Otro ejemplo, sabemos que casi todas las cosas que hay en en el universo tienen un límite, pero respetando e investigando más a fondo la manera de funcionan los principios de la física, a veces los científicos descubren que los límites estaban más lejos de lo que pensaban. Es cuando cierto evento del cosmos lo hace inexplicable desde el punto de vista previo y surgen sentimientos opuestos y paradojas que rompen el paradigma.

No es que extendamos nuestros límites ni que violemos los principios, sino que, al conocerlos mejor y respetarlos, aprendemos a armonizar con estos, lo cual confirma el hecho de que, sin importar el tamaño del cosmos, razonamos que no es ilimitado.

Alguien dirá por ahí: "Fulano rompió las leyes de la física", cuando en realidad sólo las cumplió de una manera que ignorábanos. Porque las leyes de la naturaleza no se pueden romper. Solo se pueden cumplir. Pretender romperlas podría costarnos la vida. Pero ¿qué hay de los principios morales, es decir, los que aplican a nuestra conducta y modo de vivir? ¿Existen realmente principios que promueven u obstruyen nuestros esfuerzos por una convivencia o interacción constructiva?

Una manera de confirmar si un principio es verdadero o falso es a la luz de los efectos que produce. Si "toda causa tiene una reacción", entonces "el efecto o reacción arroja luz sobre la causa." Es un principio. Otro principio es que uno cosecha lo que siembra. Si siembra arroz, no cosecha trigo.

Por ejemplo, en todas las civilizaciones se ha condenado la mentira, el robo y la traición. ¡Sin embargo, hasta los mentirosos, ladrones y traidores condenan que otros les mientan, roben y traicionen! Los mismos principios aplican a todos. 

De hecho, a fin de sonsacar información, la ley en algunos lugares permite y justifica que las autoridades mientan al sospechoso cuando lo interrogan o conversan con él. Pero ¿acaso mentir, engañar, calumniar, traicionar o estafar está  bien?

Por otro lado, veamos el caso de alguien que se siente seguro empuñando un arma porque en su imaginación cree [en el principio de] que dicha arma le ofrece seguridad y confianza. Pero, ¿si se le acaban las balas? ¿O si su enemigo empuña un arma más poderosa? ¿O si este toma de rehén a uno de sus seres amados? ¿Seguiría pensando que por tener un arma estaba seguro? Los hechos y la realidad demostrarían en última instancia que el principio de que "defenderse o amenazar con un arma para conseguir seguridad" no es siempre verdadero.

Los principios también pueden analizarse a la luz del efecto que causan en la comunidad de aquellos que los promueven. Si la comunidad funciona apropiadamente, sus principios demuestran ser nobles y eficaces. Si no funciona, hay que investigar en qué radica el fracaso.

Las leyes, decretos, normas, estatutos, reglas, procedimientos, técnicas y toda clase de instrucciones para alcanzar objetivos se basan en principios. Los decretos legales están respaldados por uno o más principios de una carta constitucional.

Pero, ¿se podría expresar un principio de modo que al mismo tiempo sonara como una norma, sugerencia o consejo? Y ¿podría haber una regla o norma que al mismo tiempo pudiera expresarse como un principio? La respuesta es sí. Pero en ningún caso debe confundirse la esencia de cada cual.

Por ejemplo, para la práctica de la oratoria uno debe tener en cuenta tanto principios como cualidades y dar a cada cosa su debido lugar, importancia, peso y valor.

Si uno no informa con eficacia, no logrará convencer (es un principio). Pero, si no usa sus ademanes (una cualidad) con la eficacia de un orador experimentado, no significa que no pueda convencer ni persuadir. Los principios pesan más que las cualidades.

En otra palabras, descuidar un principio pondrá en peligro el objetivo del discurso, pero descuidar una cualidad, no. Si la información es excelente, el auditorio será indulgente con una debilidad relacionada con los ademanes. Pero aunque los ademanes sean excelentes, el auditorio no será indulgente con una debilidad relacionada con la información.

Aunque algunos principios son fáciles de entender, tal vez nos topemos con principios que son expresados de una manera tan complicada que se necesite ayuda para entenderlos o interpretarlos adecuadamente.

Felizmente, los 4 principios de la oratoria, que denomino Las 4 Leyes de Técnicas Dinámicas Para Hablar en Público, Ganar Confianza y Relacionarse con los Demás, son pocos y muy fáciles de razonar, discernir y aplicar, y pueden combinarse entre sí para lograr efectos realmente poderosos.

Hablamos de procurar una sinergia de pensamientos, sentimientos e interacciones sociales específicas aplicadas a la oratoria, que también son componentes esenciales, no solo relacionados con la salud física, sino mental.

Se trata de principios que reducen al mínimo tus hipótesis relacionadas con el arte de exponer en público, y además, te permiten expandir, ampliar y multiplicar tus propias conclusiones al respecto, tu manera de percibir la oratoria en general. 

En vez de producirte una estrechez de miras, te ayudan a ampliar tu perspectiva en cualquier dirección, porque son principios o verdades fundamentales que aplican en toda ocasión. Estos son:

1. Para convencer tienes que informar con claridad y substancia.

2. Para que recuerden lo que dices tienes que impactar con habilidad.

3. Para persuadir tienes que conmover y motivar.

4. Para que te presten atención tienes que entretener.  

Dicho al revés: 

1. Si no informas con claridad ni substancia, si prejuzgas o calumnias, si deslizas un chisme o presentas información tendenciosa, sesgada o incompleta, violarás el principio que respalda la información y lo pagarás caro. Cuando descubran el engaño, pondrán en duda cualquier cosa que digas después sobre cualquier otro asunto (porque lo que se dice sin base, también se puede refutar sin base).

2. Si no impactas, es decir, si hablas sin energía o no usas ejemplos, ilustraciones e imágenes mentales que verdaderamente calen en la memoria de tus oyentes, por un oído les entrará y por otro les saldrá. No se acordarán de tu discurso ni de ti ni de lo que les sugeriste que hicieran.

3. Si no los conmueves en sentido positivo, no haces contacto visual ni emocional, motivándolos agradablemente, podrían irse en dirección contraria a lo que pides. Quizás los ahuyentes en vez de atraerlos y sea muy difícil que después quieran apoyarte. Si quieres que cooperen contigo y hagan lo que les sugieres, tienen que concordar contigo y sentirse cómodos con tu manera de exponerlo.

4. Y si no se sienten a gusto y entretenidos con tus imágenes mentales, no te prestarán atención. Sin entretenimiento no existe concentración. Claro, no debes confundir entretenimiento con diversión o distracción, porque entretener, divertir y distraer no significan lo mismo, como veremos más adelante.

Como ves, los principios interactúan entre sí coadyuvando a la persuasión. Por ejemplo, el uso de imágenes mentales sirve tanto para impactar como para entretener, tanto para memorizar como para entretener a tus oyentes.

Lo más importante

En la práctica de la oratoria, lo más importante es el conocimiento, la información, la comunicación y la educación. Pero de nada sirve hablar con absoluta claridad si después el oyente recuerda poco o nadanada de lo que escuchó. Y si no recuerda nada, ¿cómo usará la información cuando la necesite?

Cuando alguien te manifiesta que tu discurso estuvo bueno, está diciendo que lo disfrutó, y si lo disfrutó es porque se llevó consigo el beneficio del mensaje.

Para beneficiar a tus oyentes, tienes que desplegar energía intelectual y canalizarla hacia tu objetivo.
Tus conocimientos (lo que implica informar y comunicar) deben ir de la mano con las técnicas básicas de concentración y memorización.

La información (y con ello la memorización) es lo más importante de tu oratoria.

Lo más difícil

Por otro lado, si bien es cierto que la información es lo más importante, lo más difícil es motivar y entretener.

Para lograrlo, tienes que calar profundamente en las emociones, sensaciones y sentimientos a fin de que las ideas no solo arraiguen en su mente, sino en toda su alma, haciendo que se involucren hasta el punto de querer cooperar y, de hecho, cooperen y retransmitan tu mensaje.

Si les das la inspiración y la energía emocional que necesitan, harán todo lo que les recomiendes. Si los ahuyentas y desalientas, o siquiera te muestras indiferente, se retraerán.

¿No te has preguntado a veces por qué no logras convencer con facilidad a otras personas de modo que se pongan de acuerdo? ¿O te has preguntado por qué no lograste persuadir para que hagan lo que sugeriste? ¿No será porque no lograste que sincronicen su mente con su corazon y perciban lo mismo que tú, o por lo menos, algo similar?

Razonar + sentir, informar + motivar, mente + corazón, datos + emociones, tienes que sincronizarlo todo para lograr convencer y persuadir. Si razonas sin tener en cuenta los sentimientos, si informas sin motivar, si llegas a la mente pero no al corazón, si aportas datos sin tener en cuenta las emociones, habrás dejado cabos sueltos. Tu discurso no arraigará.

Sin embargo, por más sincronía que logres en tu interior, no significa que siempre lograrás sincronizar con quienes no estén dispuestos a sincronizar contigo ni con nadie. Algunas personas viven encerradas en un claustro intelectual y emocional y es muy difícil que abran la puerta de su mente y corazón. Sus vivencias o experiencias las llevaron hasta el límite de su paciencia y confianza en los demás.

Por eso, conmover y entretener sin que se pierda la dignidad de la ocasión es lo más difícil en oratoria. Debes acostumbrarte a buscar un equilibrio saludable entre la risa y la seriedad, es decir, aprender cuándo informar, cuándo impactar, cuándo motivar y cuándo entretener. Procura que tus oyentes sincronicen su mente y corazón con tu mente y corazón.

Es como la coordinación y sincronía que debieran procurar el piloto de un avión y el controlador de la torre del aeropuerto a fin de aterrizar la nave con eficacia y seguridad. Tienen que usar los mismos códigos y comunicarse en un idioma que ambos entiendan, calibrar sus equipos y radares en la misma frecuencia, entender la dinámica del tiempo, el clima, la altura, la velocidad, el peso de la nave y las circunstancias.

Una multitud llenó el auditorio del Teatro Colón de Buenos Aires para un concierto de Martha Argerich, talentosa pianista concertista de 82 años de edad. Cuando terminó, los aplausos se prolongaron tanto que terminaron sincronizándose espontáneamente de modo que todos comenzaron a dar palmadas al unísono, pidiendo que regresara y siguiera tocando. Nadie lo sabía, pero algo similar estaba ocurriendo simultáneamente en sus corazones. ¡Reaccionaron empíricamente y sin haberse puesto conscientemente de acuerdo! Fueron aplausos espontáneos y desordenados que terminaron sincronizándose al unísono, sin nadie que los dirigiera. Puedes encontrarla en YouTube.

Una sincronía similar puede producirse con los pensamientos y sentimientos cuando das un discurso. No me refiero a que tus oyentes te aplaudan a rabiar, sino a lograr suficiente sincronía intelectual y emocional de modo que todos concuerden y se sientan motivados por tu presentación. No basta con hablar bien, aportar datos y retirarte con la sensación de que cumpliste con dar el discurso.

Debes preguntarte: ¿Realmente escucharon todo lo que dije? ¿Hable con claridad? ¿Entendieron? ¿Estuvieron de acuerdo? ¿Quedaron dudas? ¿Lis motivé? ¿Harán lo que les sugerí? 

Energía intelectual (pensamientos, conocimientos, explicaciones, características, teorías, hipótesis, paradigmas, arquetipos) y energía emocional (sentimientos, sensaciones, motivos, incentivos, alabanzas, aplausos, premios y caricias), es la combinación perfecta de una receta equilibrada de oratoria basada en principios que siempre dan en el clavo.


MENTE
+
CORAZÓN 

El Dr. Michelle Girodo comentó en su libro "Cómo vencer la timidez" que el oyente promedio asigna un 7% de importancia a “lo que se dice (la información o contenido)”, y un 93% a “la manera como se dice” (la motivación y el entusiasmo)”.

Pero ¿no dije que la información es lo más importante? ¿Cómo es que el oyente solo le asigna el 7% de importancia? En cierto sentido. Depende del punto de vista, tanto del orador como del oyente. Aunque el conocimiento es lo más importante por ser el fundamento de tu palabra, convicción y persuasión, también lo es para tus oyentes.

El problema es que, irónicamente, el oyente solo le asigna un peso de 7% en comparación con tu manera de decirlo. ¿Por qué? Porque ocurre algo parecido si ofreces a un niño entre la opción de tomar sus alimentos o comer chocolates, ¿cuál será la respuesta más probable? ¡Chocolates! En otras palabras, lo que más le gusta.

Igual ocurre con el conocimiento. Aunque es lo más importante, la gente se inclina primero por lo que más le gusta, por lo que quiere oír, no por lo que necesita ni por lo que lo nutrirá. El éxito de la herramienta TikTok se basó en lo que la gente quería, no en lo que realmente necesitaba.

Por eso, aunque prepares la información escrupulosamente por ser lo más importante, a tu auditorio le importará más tu manera de decirlo, por ser lo que lo motivará.

A pesar de parecer exagerado, en algunos casos, ese 7% podría conducir al inicio de una investigación, interpelación o juicio y llevar a la cárcel a alguien por haber dicho algo que no debió decir. Igualmente, ese 7% podría resultar en la absolución de alguien que dijo cierta palabra en vez de otra. De modo que no estamos hablando de un asunto de poca monta. El 7% es muy importante. ¡Cuánto más lo será el 93%!

Lo que dices (energía intelectual) y tu manera de expresarlo (energía emocional) activan y desactivan la aprobación de tus oyentes y sus deseos de seguir escuchándote. La manera como lo digas inclinará la balanza sutilmente. No obtendrás mucho apoyo sin la debida motivación y consideración por la necesidad de entretenimiento.

¡Por eso es interesante oír a un orador dinámico que explica las cosas de manera agradable al oído, respondiendo las preguntas que sus oyentes tenían en su mente y dándoles ideas y sugerencias en las que nunca habían pensado!

Cualquiera puede subir a un escenario y hablar de cualquier manera. Pero difícilmente logrará resultados. En cambio, si provocas una fusión de conocimiento + motivación, reaccionaran pensando: "¿Cómo sabía que eso era lo que yo quería saber?", "¡Por fin alguien habla de lo que he estado preguntándome por tanto tiempo?", "Qué bueno es que alguien diga algo que nadie se atrevió a decir antes", "¡Nunca lo vi desde ese punto de vista!", "¡Qué interesante ejemplo! Ahora entiendo el asunto claramente", etc.

En su libro Psicocibernética (1958), el Dr. Maxwell Maltz escribió: "Cuando cesa el entretenimiento, cesa el aprendizaje", y lo he comprobado miles de veces. No tiene ningún mérito hacer sufrir al oyente con un discurso tedioso y aburrido. ¡Ninguno!

Si al oyente no le gusta, no prestará atención, y si no presta atención, mucho menos querrá hacer lo que se le indique. Solo habrá sido un acto de figuración y un gasto de tiempo y recursos. Si bien es cierto que hay que hablar con naturalidad, ¡para producir resultados no debes hablar como cualquiera! Tienes que sonar diferente al común de los oradores. ¡No imites a los que hablan mal!



Tanto las cualidades intelectuales y emocionales, así como las de la voz y las de los gestos y ademanes reflejan lo que el orador siente hacia su discurso.

En otras palabras, si te expresas con desgano, sin motivación ni energía, darás la impresión de que tu discurso no te importa. Parecerá que no quieres estar allí, exponiendo. ¿Crees que recibirían con entusiasmo lo que dijeras?

Si tu manera de hablar es débil, tu influencia también será débil, porque aunque la información sea extraordinaria, no estarías reflejando convicción, y sin ese pequeño detalle, te será muy difícil persuadir.

Sin embargo, nunca confundas energía con gritar ni hablar ansiosamente o jadeando, tampoco con gesticular exageradamente, usando adjetivos desagradables. Salir al frente y vociferar un par de exabruptos no favorece el entendimiento, sino la distorsión.

Uno puede hablar pausadamente y comunicar muchísima energía, o hablar rápido y aburrir terriblemente. Algunos, en su afán por agradar, alzan la voz y mienten descaradamente haciendo promesas que saben que no podrán cumplir, ¡y la gente les cree! Pero después terminan mal parados.

Otros despliegan tal hipocresía que, procurando reparar el daño, no solo se enredan entre las algas de sus intrigas, sino que solo retardan su caída. A la larga, terminan cosechando de su actitud el más repulsivo rechazo. 

Cierto orador mentiroso se excusó diciendo: "No mentí. Solamente no dije la verdad". ¿Qué clase de tonto va a procesar eso como una excusa válida? Lo único que logró fue hundirse más en lo absurdo.

Por lo tanto, para hablar en público eficazmente, es decir, impartiendo conocimiento y moviendo a acción, necesitas 2 cosas: 1) informar+impactar, 2) conmover+entretener.

1. Informar + Impactar
2. Conmover + Entretener  

Son cuatro factores o columnas que siempre deben converger en un solo punto: el objetivo de tu discurso.


¿Cuál es tu objetivo?

Hay un objetivo relacionado con el discurso, que puede ser informar, razonar, convencer, i.nvitar a reflexionar, persuadir o mover a acción. Y hay un objetivo al que diriges el discurso: Tus oyentes, las personas que tendrán que tomar la decisión de escucharte y hacer lo que les propones. Lógicamente, solo podrás hacerlo si usa adecuadamente tu mente y cuerpo como transmisores.

Aunque el diccionario de la Academia define la oratoria como el "arte de hablar con elocuencia", y las enciclopedias la explican ampliamente, en 1978 la definí para mí mismo como el "arte de informar, impactar, conmover y entretener", porque para mí la elocuencia consiste en eso, y a partir de entonces así enseñé a mis estudiantes.

Puedes analizar a cualquiera que tenga éxito exponiendo y hallarás que a su desempeño no le falta ninguno de esos cuatro componentes.

Por eso, aquí te daré algunas herramientas para entender mejor cómo usar tanto tus ideas como tu organismo al exponer en público. Es una tabla de elementos que nunca te fallará.

Las 4 Leyes

Las 4 Leyes se componen de 14 frases divididas en 4 secciones diseñadas para ser memorizadas fácil y rápidamente, para que activen tus recursos de oratoria en cualquier momento.

Cada sección es una ley compuesta por una o más frases, y cada frase es el título de una explicación. Lógicamente, unas te serán más fáciles de entender que otras.

SECCIÓN 1



Primera Ley

La ley del conocimiento y la seguridad. Sirve para llegar a la mente del oyente.

La mente nunca se sacia de adquirir conocimiento, y su capacidad es aparentemente ilimitada.

Para convencer tienes que razonar y aportar pruebas. Muchos oradores se explayan en el qué, quién(es), cuánto, cuándo y dónde, pero muy poco en el cómo y el por qué, que constituyen lo más importante.

Mucha gente se vacunó contra el Covid. Sabían dónde y cuándo hacerlo, pero no sabían qué contenía ni cómo actuaba en su organismo. Entonces, ¿por qué firmaban un documento de conocimiento informado asumiendo toda responsabilidad por las consecuencias? Por presión social, no por convicción.

La falta de información exacta, sumada a la desinformación agnotológica, resultó en que otros no quisieron vacunarse hasta estar mejor informados.

Por eso también necesitas exponer con suficiente volumen para que te oigan con claridad, pronunciar claramente, para evitar malentendidos, adoptar una postura que refleje aplomo, a fin de influir positivamente en el auditorio y en tu propio cerebro social, y ordenar tus ideas con una lógica natural. Por todo esto, debes considerarla como la ley principal y la más importante, la ley que controla toda tu oratoria.

SECCIÓN 2



Segunda Ley

La ley de la memoria y los recuerdos. También sirve para llegar a la mente del oyente.

Nuestro cerebro recibe una inundación de datos cada segundo a través de nuestros sentidos, especialmente la vista y el oído, y la imaginación juega un papel importantísimo.

Para memorizar y hacer que tus oyentes memoricen tienes que causar una impresión imborrable, repitiendo los conceptos y asociándolos con otros que ya estaban en su memoria. También debes sacarles el máximo provecho a tus gestos y ademanes, además de diseñar cuidadosamente las primeras palabras. Es una ley secundaria y le presta apoyo a la Primera Ley.

SECCIÓN 3



Tercera Ley

La ley de la motivación y la persuasión. Sirve para conmover y llegar al corazón del oyente.

Si buscas una imagen de "motivación" en Internet, hallarás todo menos un motor. Pero ¡la motivación es un motor!

Un auto sin motor no sirve sino como adorno. No sirve para ir a ninguna parte. El motor es lo que lo hace funcionar.

Para motivar y persuadir tienes que abrir la tapa del motor del corazón de tus oyentes y echarlo a andar reforzando su autovaloración, haciéndoles ver que tienen un propósito en la vida, ayudándoles a visualizar un futuro mejor.

Pero además tienes que variar agradablemente tanto la velocidad de tus palabras como el tono de voz, y reflejar orden y limpieza. Por último, debes diseñar cuidadosamente tus últimas palabras. Es una ley principal y la más difícil de entender y cumplir.

SECCIÓN 4



Cuarta Ley

La ley del entretenimiento. También sirve para llegar al corazón del oyente.

Si no entretienes, se aburrirán y distraerán, no se concentrarán ni entenderán nada de lo que les digas,porque su mente estará constantemente yéndose a otra parte. Eso significa que tampoco harán nada de lo que les pidas o sugieras. Así de simple.

¿De qué valor es un discurso que resulta en que nadie hará lo que se le pida o sugiera? ¿Hablar por hablar? ¿Tiene eso algún sentido?

Procura que imaginen lo que dices. Estarán concentrados y entretenidos aunque no uses ningún apoyo visual físico, tales como diapositivas, láminas u objetos.

Por ejemplo, si hablas de un león, tienes que "ver y sentir" al león como si estuviera allí mismo contigo, en medio de todos. Entonces, ellos mismos también lo "verán y sentirán". ¡Se les pararán los pelos de punta!

Es una ley secundaria y le presta apoyo a la Tercera Ley.

La razón sobre la emoción

Para todo hay un tiempo. Podemos cantar, bailar y reír hasta cansarnos. Pero cuando se trata de presentar un discurso que reviste seriedad, es tiempo de ser equilibrados.

El principio tras los principios mencionados en la tabla de elementos de oratoria es que la razón y la lógica siempre deben prevalecer sobre las emociones y sensaciones, tanto durante la preparación del discurso como de su presentación.

Si la emoción saliera de cauce y prevaleciera sobre la razón y la dominara, tendríamos un caldo de cultivo para toda clase de melentendidos, prejuicios, injusticias, enredos, obstáculos, tropiezos, demoras, chismes, calumnias, teorías descabelladas, decisiones imprudentes, cobardías, corrupción, abusos, revueltas y desórdenes de toda clase. Las consecuencias podrían resultar imprevisibles.

Cuando las emociones se imponen sobre la lógica, nublándola, se genera una fuerza poderosa pero imprudente.

Las personas que son emocionalmente envueltas en una teoría o interpretación cuestionable o incluso descabellada, suelen terminar siendo arrastradas por la pasión y el fanatismo, no por el razonamiento, y, al llegar a un clímax, suelen experimentar mucho dolor y sufrimiento. En algunos casos, hasta muerte e impotencia.

En cambio, si la razón prevalece sobre la emoción y la controla, manteniendo un equilibrio, obtenemos un caldo de cultivo para toda clase de ideas y opciones productivas y constructivas, hipótesis, teorías, axiomas, modelos, patrones científicos, técnicas, métodos, respuestas y soluciones geniales.

Se contribuye a generar fuerzas poderosas y sinergias saludables y satisfactorias cuando las razones se imponen sobre las emociones.

Por tanto, si tu oratoria se basa en los 4 principios [informar, impactar, conmover y entretener], aprenderás a convencer y persuadir sin necesidad de romperte la cabeza ni rompérsela a tu prójimo.

Te sugiero examinar todos estos asuntos en la sección S.O.S. Y si quieres abundancia de detalles, comienza desde el link INFORMAR.

(ARRIBA)